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Zuberoa. Historia

La protohistoria (de -2000 a -56) es el período en el que nuestra civilización, ignorando la escritura, es contemporánea, sin embargo, de otros pueblos que sí la conocen. Corresponde, así mismo, a la Edad de los Metales: cobre, bronce y hierro, que reemplazan progresivamente a la piedra en la fabricación de útiles. Los vestigios de esta época son numerosos. Consisten, esencialmente, en monumentos funerarios y en campos fortificados. Siendo la civilización de este tiempo agro-pastoril y su característica principal la trashumancia, la mayoría de estos vestigios se halla en los caminos utilizados por los pastores. Pero, esta época es también la de las primeras oleadas indoeuropeas que avanzan, sumergiendo a los pueblos de Europa, entre los cuales el vasco probablemente sea uno de los últimos supervivientes. El uso del cobre proviene del sur de España, luego el del bronce y, sin duda, los dólmenes. Más tarde, los Celtas aportan el uso del hierro y la práctica de la incineración de los muertos que sucede a la de la inhumación. Con estas invasiones, la agricultura conoce un desarrollo considerable debido a la introducción de nuevas semillas, a la utilización de la rueda y al arado de hierro.

Los monumentos funerarios de esta época son, en primer lugar, los dólmenes, que aparecen ya en el Neolítico. Sobre un total de 104 dólmenes censados en el País Vasco Norte, sólo hallamos 8 en Zuberoa, entre los cuales, los de Ithé en Aussurucq, en el bosque de los Arbailles, y los de Bagargi en Larrau, en el de Irati. Esta escasez de dólmenes puede ser el indicativo de cierta impermeabilidad a las nuevas modas. El dolmen aparece a veces recubierto de un montículo de tierra o de piedras; el túmulo suele estar rodeado a veces de un círculo de piedras hincadas en el suelo, el peristalito. La existencia de estos monumentos funerarios indica la creencia en un más allá, en una vida futura, y su orientación hacia el Este, sin duda, en un culto al sol. Las investigaciones de D. Ebrard y P. Bouchet demuestran que los dólmenes de Ithé fueron construidos en el Neolítico y reutilizados en la Edad del Cobre y en la del Bronce.

A finales de la Edad de Bronce observamos diversos movimientos de población. Los Celtas se despliegan sobre toda Europa y su influencia se deja sentir hasta los Pirineos. Se instalan nuevas costumbres: incineración de los muertos, túmulos y cromlechs, metalurgia del hierro. Los túmulos son lomas rodeadas a veces de piedras erectas. Como los dólmenes, se sitúan, por lo general, sobre las pistas de trashumancia. Los cromlechs o "baratz" son círculos de piedras de 4 a 10 metros de diámetro, rodeando a veces a un túmulo. Son abundantes en Zuberoa en las zonas de pastos más elevadas. En el centro de estos monumentos encontramos una especie de urna de piedra que contiene las cenizas provenientes de la incineración de los muertos. Estos ritos revelan nuevas creencias religiosas.

Los documentos más remotos de la presencia humana en Zuberoa no parecen sobrepasar los 200.000 años de antigüedad. Se trata del único referente disponible hasta el momento de la etapa cultural temporalmente más grande de la Prehistoria, el Paleolítico inferior (c. 3.000.000-125.000 a.C.). Corresponden a una serie de útiles de buen tamaño tallados en rocas duras, como bifaces, tipos apuntados,..., localizados superficialmente en las terrazas fluviales del Saison y en las colinas del flysh de la Baja Zuberoa. En ausencia de contextualización estratigráfica, la valoración de sus atributos morfotécnicos ha hecho sugerir su vinculación industrial con el Achelense superior (c. 200.000-125.000 a.C.). Es todo lo que se posee de aquellos "anteneanderthales". Más sólidos son los datos que se tienen sobre el Paleolítico medio (c. 125.000-35.000 a.C.) y del complejo industrial que lo caracteriza en el sudoeste europeo, el Musteriense. A algunos hallazgos en superficie de piezas aisladas sobre aquellas colinas meridionales del flysh y en algunas dolinas del macizo de Arbailla, hay ahora que incorporar las referencias contextualizadas provenientes de las cuevas de Haregi (Altzürukü) y Gatzarria (Suhare).

En Haregi se conserva un nivel musteriense caracterizado, desde el punto de vista industrial, por la presencia de hendedores "tipo Olha". En Gatzarria fueron identificados otros tres niveles más: uno superior o Cj con industrias musterienses, otro medio o Cjr que incorporaba hendedores sobre lasca y otro inferior o Cr con algunas formas musteroides. En todos los casos se han debido generar climáticamente a lo largo de la primera mitad de la glaciación de Würm (Würm I, Würm I/II, Würm II y primer desarrollo del Würm II/III). Utensilios tallados en rocas variadas (sílex, cuarcita, lidita, ofita,...) a modo de raederas, puntas, denticulados,..., productos derivados del proceso tecnológico de talla (núcleos, lascas,...) denunciantes a veces de estrategias específicas (técnicas centripéticas, predeterminativas,...), huesos y piedras utilizados en esa cadena como percutores, retocadores,..., fragmentos óseos de animales cazados (ciervo, caballo, sarrio, bisonte,...) -a veces indicadores de episodios climáticos fríos (reno, rinoceronte lanudo,...)-, carbones y restos óseos fragmentados quemados asociados a la combustión de hogares,..., traducen una estabilidad en esos asentamientos elegidos por parte de aquellas gentes del tipo de "Neanderthal".

A señalar en uno y otro yacimientos la presencia de niveles arqueológicos con hendedores elaborados sobre lascas de notables dimensiones, tipos, por otra parte, que singularizan las facies industrial del Musteriense en el contexto pirenaico-cantábrico. Con el pleno desarrollo del interestadio de Hengelo (Würm II/III) se asiste a la génesis del Paleolítico superior (c. 35.000-8.500 a.C.). En términos generales se advertirá un recrudecimiento de las condiciones climáticas, lo que incidirá decididamente en la ocupación del espacio. El grueso del Paleolítico superior suletino aparece articulado en torno a una unidad geomorfológica: el macizo de Arbailles (Arbailla). Se trata de un pliegue calcáreo de desarrollo paralelo al eje axial del Pirineo, encajado entre los escarpes más meridionales de la Alta Zuberoa y las formaciones septentrionales más deprimidas de la Baja Zuberoa. Su situación contextual, que debió incidir favorablemente en una climatología más atemperada, su fácil accesibilidad, su riqueza en recursos materiales de subsistencia básica y su notable dotación de cavidades adecuadamente emplazadas, hicieron de este marco un territorio altamente explotado por los grupos humanos de esa etapa cultural.

Las cuevas de Gatzarria Haregi, Etxeberriko Karbia, Sasiziloaga y Sinhikola, que ilustran en conjunto la integridad del Paleolítico superior, se ubican en este contexto de Arbailla. El yacimiento de Gatzarria contiene un importantísimo depósito estratigráfico que denuncia un proceso evolutivo original entre los iniciales complejos industriales superopaleolíticos. Del Castelperroniense, a través del Protoauriñaciense y -ya en el Würm III- del Auriñaciense antiguo, al Auriñaciense evolucionado, lo que en fechas absolutas pudiera corresponderse de los c. 35.000 a los c. 27.000 a.C. Además se han recuperado en esta misma cavidad algunos testimonios industriales del Gravetiense (c. 27.000-19.000 a.C.). Por relación hasta lo ahora visto, el enriquecimiento tecnológico y tipológico se hace progresivamente evidente. Tipos de substrato (raederas, denticulados,...) y otros más avanzados (buriles, elementos de dorso, raspadores,...) se adecuan sobre piezas de formato más alargado, estrecho y plano, extraídas con recursos técnicos muy evolucionados (láminas), huesos y astas se trabajan como utensilios, otros se ornamentan, colgantes en piedras elegidas y sobre soportes óseos,..., se incluyen ahora en el repertorio cultural legado por aquellos "Cro-magnones" que definitivamente habrán acabado de reemplazar a los tipos humanos precedentes.

En el contexto franco-cantábrico la fase media del Paleolítico superior está significada por el Solutrense (c. 19.000-15.000 a.C.) con desarrollo básico durante el amejoramiento climático del interestadio Würm III/IV que sucede al rigor extremo del Würm IIIc. De substrato gravetoide, caracteriza la composición de los ajuares industriales solutrenses la presencia de utensilios líticos conseguidos a partir de retoques planos, en peladura, de aspecto foliforme y módulo aplanado. Uno de los niveles estratigráficos de Haregi da constancia de esas "foliáceas" de tipo pirenaico. Además en una plaqueta de arenisca de esa misma cueva se conservaba una magnífica representación de una cierva grabada. El último tramo del Paleolítico superior coincide con las oscilaciones climáticas regresivas del final de la glaciación de Würm durante el Tardiglaciar o Würm IV. Concluye con ello el largo Pleistoceno. En ese ambiente climático se suceden en esta zona pirenaica los complejos industriales del Magdaleniense (c. 15.000-8.500 a.C.), asistiéndose con él al máximo esplendor del arte mueble y parietal.

No se han controlado hasta el momento en Zuberoa yacimientos de habitación directa de estas gentes, mas otros referentes de entidad testimonian la ocupación humana del territorio por aquellos, ya posiblemente, "pirenaicos occidentales o vascos". Tres cavidades suletinas guardan sobre sus paredes, en zonas profundas y terminales, varias figuraciones artísticas. El "santuario" rupestre de Etxeberriko Karbia (Gamere-Zihiga) muestra un conjunto de 15 caballos, 2 bisontes y 2 cabras, a los que se asocian diferentes signos, plasmados con técnicas diversificadas (pintura en negro, rojo y marrón; grabado con instrumento punzante; e, impresión digital). La cercana cueva de Sasiziloaga (Suhare) ha conservado la representación pictórica de los contornos de 2 bisontes y 1 signo sobre el vientre de uno, contemporáneos con el núcleo de Etxeberri. Finalmente, en la también próxima de Sinhikola (Gamere-Zihiga) a 1 caballo y 2 contornos de bisontes se asocia otra pintura de interpretación más imprecisa. Desde la perspectiva global del arte franco-cantábrico, el conjunto ornamental suletino constituye el elemento de tránsito entre las manifestaciones occidentales oceánicas y las orientales del Pirineo central.

Si a lo largo del Magdaleniense se constata en Euskal Herria una importante ocupación de cavidades por grupos de cazadores especializados en las zonas inmediatas al litoral costero y contextos propicios del interior, en los momentos iniciales de la transición a un clima más benigno -y ya orientado progresivamente hacia lo actual-, en cuyo seno se articularán los futuros complejos industriales del Epipaleolítico o Mesolítico (c. 8.500-4.500 a.C.), parece mantenerse esa misma tendencia ocupacional. Este primer tramo transicional está representado culturalmente por el Aziliense (c. 8.500-7.000 a.C.), de cuya presencia nada se ha controlado hasta la fecha en tierras suletinas.

El nuevo cambio climático acaecido caracteriza básicamente al Holoceno. Aquellos "cazadores-recolectores de la estepa" paleolíticos adecuarán sus hábitos y necesidades al nuevo ecosistema definido por el importante desarrollo de la cubierta forestal y por la adaptación al contexto ahora presente de especies animales concordes. La caza de ciervos, jabalíes, caballos, corzos, cabras,..., en sus específicos medios de subsistencia, junto a la recolección de avellanas, bellotas, bayas,..., el aprovechamiento de la fauna piscícola fluvial y la explotación de moluscos en los márgenes del litoral, constituirán los recursos alimenticios de estos "cazadores-recolectores del bosque" mesolíticos. Los ajuares materiales de aquellas gentes experimentarán también una lógica transformación. A la decadencia generalizada en las manifestaciones artísticas se suma ahora la tendencia progresiva a la reducción en el tamaño de los tipos líticos tallados. Es el proceso de microlitización que caracteriza industrialmente al Mesolítico geométrico a través de los complejos del Sauvaterriense y del Tardenoisiense, del c. 7.000 al 4.500 a.C. El abrigo de Ithelatseta, un alto de caza estacional en el macizo de Arbailla, ilustra, con dos niveles de ocupación, la transición de los últimos cazadores mesolíticos a los primeros productores neolíticos.

En términos generales el Neolítico (c. 4.500-2500 a.C.) es un complejo cultural en el que se documentan importantes transformaciones en variados órdenes. A la primera manifestación del instrumental cerámico, se une el desarrollo de nuevas técnicas en el tratamiento del utillaje lítico (pulimento), así como transcendentes cambios en los modos de vida (tendencia a la agro-pastoralidad en el mecanismo general de la economía de producción) y en otros aspectos de la cultura material. En su tramo final se generalizará una práctica novedosa en los enterramientos funerarios: las inhumaciones individuales serán definitivamente suplantadas por fórmulas colectivas. Además de cuevas y abrigos utilizados para tal fin, se erigirán por vez primera monumentos "ex-profeso", los dólmenes. En Zuberoa no se conocen bien los lugares de habitación de estas gentes. Únicamente se tiene constancia de algunos instrumentos en piedra (hachas pulimentadas, alisadores, molederas,...) hallados fortuitamente en superficie que, en cualquier caso, serían difícilmente diferenciables de los ajuares de otros estadios culturales más avanzados de la primera Edad de los Metales (Calcolítico y Bronce). Otros indicadores, sin embargo, pudieran denunciar el progresivo y paulatino proceso de aculturación neolítica que parecen haber experimentado las sociedades de substrato depredadoras.

Del, más bien, escueto repertorio de dólmenes controlados se sabe ciertamente que algunos de ellos -como los dos de Ithé (Altzürukü), con importantes depósitos de enterramiento: 50 y 30 individuos, respectivamente, de toda edad y sexo- fueron construidos ya en el Neolítico avanzado. Un mobiliario a base, entre otros, de armaduras geométricas en sílex, elementos de adorno, colgantes, materias colorantes,..., acompañaba a los primeros individuos depositados. Arquitectónicamente, los monumentos suletinos presentan notables similitudes con otros del País Vasco peninsular. Sin embargo, los dólmenes han disfrutado de un prolongado empleo -casi de dos milenios-, durante el Calcolítico y la primera mitad de la Edad del Bronce. Algo similar acontece con las cuevas sepulcrales de enterramiento colectivo que desde el Neolítico final van a verse utilizadas con tales fines hasta el final de los tiempos prehistóricos, coexistiendo en los límites precisos con las prácticas dolménicas. Las de Amelestoi, Atxur harpea, Betzüla, Kinta, Ustarbe,..., testimonian esa situación.

La primera mitad de la Edad del Cobre o Calcolítico (c. 2500-1800 a.C.) continúa plenamente la tradición neolítica en lo relativo a los modos de vida, prácticas funerarias, etc.; quizás sea advertible ahora una mayor intensificación de los hábitats al aire libre a base de cabañas y chozas levantadas con materiales perecederos. El mobiliario industrial tallado en piedra incorpora bellos ejemplos de estilizadas piezas foliáceas con retoques bifaces. La presencia de la cerámica y del pulimento de la piedra se hace más notoria. Inicialmente el metal es desconocido, sólo en la segunda mitad de este complejo calcolítico se advierte la introducción de la metalurgia. El Campaniforme (c. 2200-1700 a.C.) incorpora, junto a recipientes cerámicos de diseño acampanado profusamente ornamentados, una serie de instrumentos en cobre (puntas, puñales, agujas,...). El nivel 3 del dolmen de Ithé II ofrece un mobiliario de este tipo. Aquí, a los vasos campaniformes con decoración "internacional" y "cordada", acompañan botones de hueso con perforación en "V", armaduras geométricas en sílex, un aplique en oro y una muestra de leznas y puntas pedunculadas en cobre arsenicado.

La fechación radiocarbónica del conjunto aportó la data de 2050 " 110 a.C. Pautas de comportamiento homólogas a las calcolíticas parecen haber subsistido durante gran parte de la Edad del Bronce (1800-900 a.C.). Sólo los ajuares industriales denunciarán algunas variaciones cualitativas o cuantitativas. El bronce se introduce por vez primera como metal de base para la elaboración de puntas, puñales, hachas planas,... Los recipientes cerámicos proliferan en formas y variedad de decoraciones. El utillaje lítico mantiene su presencia: bellos ejemplos de puntas de flecha con aletas y pedúnculo bien despejados asoman en los registros arqueológicos. Las tradicionales prácticas funerarias de enterramiento colectivo continúan vigentes: mientras los dólmenes parecen definitivamente abandonarse hacia el Bronce medio (c. 1500-1200 a.C.), las cuevas sepulcrales seguirán utilizándose. En estos momentos los sepulcros dolménicos de Ithé fueron también usados como depósitos de inhumación y asociados a los difuntos se localizaron diversos recipientes cerámicos con varias impresiones digitales y un pequeño repertorio de objetos metálicos en bronce (una lezna, un fragmento de lámina y dos fragmentos de anillos).

En Ithé II se diferenciaron dos niveles de enterramiento cuyas fechas radiocarbónicas -del más inferior se obtuvo la de 1660 " 120 a.C. y del más superior la de 1560 " 100 a.C.- ilustran las últimas reutilizaciones funerarias del monumento. Será en los tramos finales de este complejo cultural, a lo largo del Bronce final (c. 1200-900 a.C.), cuando comiencen a advertirse algunos cambios en la dinámica general, prolegómeno de la inminente y novedosa transformación y organización del espacio y de la sociedad, que acaecerá a lo largo del último milenio a.C. durante la Edad del Hierro o Protohistoria. Progresivamente se asistirá a una concentración de los hábitats en torno a núcleos estratégicos o campamentos defensivos -son los conocidos popularmente como "gazteluak"-, dotados con una particular organización interna, la metalurgia experimentará un sensible incremento con la utilización y manufactura del hierro, de lo que derivará una consecuente diversificación del utillaje, importantes avances tecnológicos se añadirán a los procesos de elaboración de las formas cerámicas,..., y además, acontecerán cambios transcendentales en el mundo funerario. Un nuevo ritual, el de la incineración de los cadáveres y su deposición en originales estructuras arquitectónicas de substrato megalítico, singularizarán el nuevo ambiente cultural. Alguno de estos monumentos, como el túmulo-cromlech de Millagate 5, pudo ya comenzarse a erigir en estos momentos terminales de la Edad del Bronce.

La mayor parte de las colecciones prehistóricas se hallan, actualmente, bajo custodia de los usufructuarios directos de las correspondientes actuaciones arqueológicas. De cara a un seguimiento bibliográfico, las primeras referencias de entidad se hallan ya recogidas en la síntesis de J.M. Barandiarán sobre "El hombre prehistórico en el País Vasco" (Buenos Aires, 1953). La tesis de I. Barandiarán "El Paleomesolítico del Pirineo occidental. Bases para una sistematización del instrumental óseo paleolítico" (Zaragoza, 1967) incluye un catálogo exhaustivo de aquellas estaciones prehistóricas documentadas en Euskal Herria hasta mediados de la década de los años sesenta del siglo XX. Una presentación más actualizada en ese mismo contexto de la Prehistoria vasca se recoge en la obra de I. Barandiarán "Historia General de Euskalerria. Prehistoria. Paleolítico" dentro de la Enciclopedia General Ilustrada del País Vasco, de Auñamendi (San Sebastián, 1988).

En los textos colectivos de síntesis sobre "La Préhistoire française", articulados en tres volúmenes (los dos primeros del Paleolítico al Mesolítico y el tercero del Neolítico a la Edad del Hierro), se incluyen algunas referencias -en el correspondiente artículo de R. Arambourou- a las estaciones superopaleolíticas de Zuberoa. En ese marco francés, el atlas de cuevas ornamentadas prehistóricas "L'Art des Cavernes" (París, 1984) contiene detalladamente las de Sasiziloaga (con texto de G. Laplace y P. Boucher), Etxeberri (con texto de G. Laplace, P. Boucher, M. Lauga y E. de Valicourt) y Sinhikola (con texto de M.R. Séronie Vivien). Para cuestiones de detalle sobre yacimientos específicos (Gatzarria, Haregi,...) es básica la consulta de diversos artículos elaborados por los responsables de las excavaciones (G. Laplace, P. Boucher,...) -contando a veces con la implicación de otros especialistas en ciencias auxiliares (F. Lévêque, F. Lavaud,...)-, publicados en revistas de especialidad (Quartär, Ampurias,...).

Complementariamente, la serie "Gallia Préhistoire" incluye informes y notas parciales de actuaciones arqueológicas. Por último, como específica de la Prehistoria suletina es necesaria la referencia a la reciente obra titulada "Le Pays de Soule" (Baigorri, 1994) donde se incluyen una síntesis relativa al panorama prehistórico (confeccionada por D. Ebrard), además de, como seguidamente se verá, dos textos específicos sobre manifestaciones protohistóricas (elaborados por J. Blot y F. Gaudeul, respectivamente).

ASB

En Zuberoa, el Dr. J. Blot ha censado gran cantidad de túmulos y cromlechs. Algunos de ellos fueron descubiertos por J. Miguel de Barandiarán, otros por P. Boucher, D. Ebrard, C. Chauchat y J. Blot. Los encontramos en la selva de Irati, en Organbidezka, en Larrau, Egizuri, Millagate, Ibarrunda, en Aussurucq, Ordiarp, etc. Su enumeración resultaría excesiva pudiendo consultarse las publicaciones de los investigadores citados. Los siete túmulos de Ibarnaba y los 10 de Ibarleta, en el valle de Ibarnaba, en el lugar llamado Ezkirazi son hoy en día "sites classés" (espacios protegidos). Las inhumaciones no fueron practicadas sólo en los dólmenes y túmulos sino también en cuevas llamadas por ello sepulcrales (investigaciones de D. Ebrard).

El Dr. Blot señala también, como vestigios de la protohistoria, los fondos de cabañas, entre los cuales ha censado más de 500 en Zuberoa. Se los encuentra en altura, generalmente agrupados, en los mismos lugares que los kaiolar. Son de forma redondeada y tienen de 8 a 12 metros de diámetro. Debieron de servir, sin duda, para sobrealzar las construcciones de ramas o de pieles de los pastores trashumantes. Se hallan generalmente lejos de los habitantes de zona llana. Algunos de ellos fueron tomados por túmulos.