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Vitoria-Gasteiz. Historia

El proceso histórico de los dos últimos siglos viene marcado en Vitoria por tres grandes realidades: por la relación de la capital con su provincia; por su caracterización como "ciudad del interior", "levítica", escasamente modernizada, conservadora y, muchas veces, transformada "a pesar suyo"; y por la radical alteración que vive a partir de los años 60 del siglo XX, y que la convierte en lo que hasta entonces no había sido: una ciudad moderna e industrial.

Las dificultades, tensiones y divergencias entre Vitoria y Álava arrancan de la propia fundación de la ciudad, y se prolongan a lo largo de los siglos. La lógica de la contemporaneidad fortalece la posición de la capital en perjuicio de la provincia. Frente a un entorno agrícola, estancado económica y demográficamente, y escasamente articulado en términos políticos y sociales, se alza una ciudad que concentra la casi totalidad de la actividad comercial y manufacturera, el conjunto de las instituciones políticas, económicas, financieras, sociales, culturales y religiosas, y que se manifiesta como el único espacio alavés donde se perciben ciertas tendencias evolutivas de cambio. Demográficamente, si Vitoria agrupaba a comienzos del siglo XIX a poco más del 17% de la población provincial, al finalizar esa centuria ya alcanzaba un 30%, cifras que no hacen sino incrementarse durante el siglo XX: 40% en 1930, 66% en 1970 y 75% a comienzos de la década de los noventa. Semejante desproporción se manifiesta en términos económicos. Pero no sólo ahí: así, las 252 publicaciones periódicas editadas en Álava en estos dos últimos siglos están registradas en Vitoria, situación que no se da en ninguna otra provincia. En definitiva, que la macrocefalia vitoriana en el marco provincial acentuó las tendencias endógenas de la ciudad, dando lugar a un difuso "vitorianismo" que se expresó con claridad en multitud de situaciones, reclamando más poder en las instituciones comunes, en la Diputación, pero que, sobre todo, profundizó en una autopercepción que hacía de los vitorianos y de Vitoria algo diferente, que no contrario, a Álava y al resto de los alaveses

Por otra parte, y a diferencia de lo que por ejemplo ocurre entre Pamplona y Navarra, la inexistencia de núcleos semiurbanos o urbanos de una cierta entidad devaluó la capitalidad alavesa y su capacidad para articular un único hinterland provincial. Además, o expresión de esto mismo, importantes áreas de la provincia se movieron en espacios ajenos -la Rioja alavesa en torno a Logroño y el valle del Ebro; el valle de Ayala en torno a Bilbao y la Ría-, sin que la capital pudiera aglutinar alrededor suyo esos territorios.

Con todo, y esta es su segunda característica, Vitoria fue hasta llegar al último cuarto del siglo XX una ciudad provinciana, un pueblo grande, no demasiado distinta de otras urbes típicas de la "España del interior". Económicamente, aunque concentrase la casi totalidad de la manufactura y del comercio alaveses, su apuesta fue por una singular terciarización, reforzada a medida que fracasaban iniciativas de modernización. Terciarización que la vincula al "negocio" de una importante presencia del elemento militar y religioso. Su manufactura y su comercio, de limitadas dimensiones, se dirigen tradicionalmente a abastecer su entorno rural. Finalmente, el incremento de la presencia del Estado y la ampliación progresiva de sus servicios la conforman como el núcleo administrativo y burocrático de la provincia. Expresión de todo ello es el hecho de que fuera una mesocracia, una ancha clase media, la que la gobernara. Por encima y por debajo de ella nada parecía existir. La escasa aristocracia existente a principios del siglo XIX se trasladó casi por completo a Madrid, sin que esta clase jugara en el futuro un papel de importancia. Por otro lado, la clase obrera empleada en talleres y pequeñas fábricas no cobró tampoco grandes dimensiones -unas 2.500 personas al comenzar el siglo XX-, ni constituyó hasta muy tarde un grupo claramente diferenciado. En correspondencia con este escenario, Vitoria fue siempre una ciudad cohesionada internamente, poco afectada por desestructuraciones provenientes de grandes y súbitos cambios, como los que producía la industrialización en otros lugares.

Políticamente, el tradicionalismo carlista, junto con un muy moderado republicanismo de base popular y un liberalismo de clases medias fue su mejor expresión. Otras realidades políticas, desarrolladas en espacios cercanos, como el socialismo o el nacionalismo vasco, tuvieron que esperar a la Segunda República para consolidarse.

Culturalmente, y a pesar del momento de esplendor de los años 60-70 del siglo XIX, que la identificaron con una llamada "Atenas del Norte", al finalizar esa centuria volvió a instalarse un pensamiento conservador, incluso reaccionario, nada dado a dar cauce en el lugar a innovaciones procedentes del exterior. En todos los ámbitos, la ciudad fue evolucionando muy lentamente, sin grandes rupturas. Evolución que se percibe no a partir de sus fuerzas propias, sino por el inevitable influjo de lo externo, de lo ajeno a ella.

Los factores externos, pero no sólo ellos, están detrás del gran cambio que se produce a partir de los años sesenta del siglo XX. Una industrialización acelerada trajo consigo un gran contingente de población inmigrante, joven, con posibilidades de futuro y proclive a intervenir en el crecimiento natural de la demografía. La ciudad creció extraordinariamente, sobrepasando la frontera que durante casi un siglo había constituido el Ensanche del XIX. La evolución pausada que caracterizó a Vitoria durante siglo y medio se vio súbitamente trastocada, definiendo un espacio que poco o nada tiene que ver con lo anterior, pero que, curiosamente, ha producido una nueva ciudad a partir de la persistencia de tendencias de otro tiempo que no se corresponden tanto con el presente: la quietud, una cierta red social que amortigua las tensiones, la integración en la ciudad de todos sus individuos y una prudente toma de distancia ante los grandes fenómenos que le llegan de fuera.

La ciudad de Vitoria jugó un papel relevante en la confrontación militar contra Francia de 1808 a 1812. Aparte de la importante batalla que lleva su nombre, o del hecho de que el rey José I Bonaparte instalara en esta ciudad su corte entre el 19 de julio y el 8 de noviembre de 1808, o de que el propio Napoleón pasara allí algunos días, la guerra tuvo sobre todo consecuencias internas de gran calado. En principio, Vitoria quedó ocupada por una nutrida guarnición francesa -unos 7.000 hombres; en algunos momentos hasta 12.000-, equivalente al número de habitantes de la ciudad. Pero, sobre todo, la técnica militar francesa de "abastecerse sobre el terreno" a costa de los ocupados, disparó el nivel de la deuda soportada, constituyendo este hecho el punto de partida para una operación importante: la sustitución de la élite política de los hacendados por una ascendente burguesía urbana de comerciantes. El hecho se vincula al proceso desamortizador, que se agudiza durante la guerra. Esos capitalistas vitorianos, sobre los que recayó la carga del préstamo a la Provincia para sostener gastos de guerra -según Mutiloa Poza, de los 7,8 millones de reales enajenados sólo en bienes de propios, 2,7 pertenecían al municipio vitoriano-, se cobraron su contribución de dos maneras: tomando la propiedad efectiva de esos bienes de propios y comunales puestos como garantía del préstamo, y desplazando del poder local a la oligarquía que lo había detentado desde hacía dos siglos. Este cambio en la dirección política del municipio cobró forma legal cuando Thouvenot instituyó los Consejos Municipales, que eliminaban las Juntas estamentales tradicionales, y cuando pudo aplicarse la Constitución gaditana y formarse, el 23 de junio de 1813, el primer Ayuntamiento Constitucional. En cualquier caso, la tensión surgida entre estos dos grupos está en la base de futuros conflictos que se desarrollarán a lo largo de la centuria.

El total de gastos de guerra en la provincia ha sido evaluado por Ortiz de Orruño en algo más de 143 millones de reales, lo que supone un costo per cápita de 2.100 reales. Aparte de las ventas, la ineficacia del sistema fiscal tradicional, el de derramas o de reparto individual al margen de la renta, dio lugar a su sustitución por uno nuevo, la contribución única catastral aplicada desde inventarios de riqueza personal, lo que constituía una auténtica revolución en el modelo recaudador. Con todo, y a pesar de lo que tiene de anticipo de futuro, su realidad no fue mayor que el deseo que marcaron las Cortes de Cádiz de llegar a una fiscalidad única, general y proporcional a la riqueza. Por último, las tensiones entre la ciudad y sus aldeas, en el marco del debate sobre la legalización de las ventas de bienes, desembocó en una secesión de las mismas, amparada en la Constitución de Cádiz, con la creación de tres ayuntamientos: Armentia, Elorriaga y Gamarra Mayor. Pero como ocurriera con otro tipo de modificaciones, la vuelta de Fernando VII, en 1814, supuso la puesta en suspenso de toda esta obra liberal: la que afectaba a la fiscalidad, a la relación entre Vitoria y sus aldeas, la de las plantas institucionales de Ayuntamiento y Provincia, y la de las ventas de bienes desamortizados, que todavía en 1828 estaban sometidas a discusión legal.

La presencia militar francesa fue también la de la mentalidad "racionalista" aplicada a la administración, en contraposición con la tradición foral. Thouvenot, Gobernador General del Gobierno de Bizcaya desde febrero de 1810, con sede durante un tiempo en Vitoria, reorganizó las plantas locales y provinciales, estableciendo un Consejo de Gobierno con un representante alavés, el marqués de la Alameda, un Consejo Provincial, con Valentín María de Echávarri al frente, y diversos Consejos Municipales (el de Vitoria estuvo presidido por personajes como Diego Manuel de Arriola, en 1811 y 1813, o Trifón María de Echevarría, en 1812). La foralidad, obviamente, quedó abolida, y las aduanas fueron trasladadas a la costa. La Constitución de Bayona, por su parte, fue respaldada por dos delegados alaveses, el marqués de Montehermoso, uno de los más notables afrancesados locales, y el general Miguel Ricardo de Álava, en representación de la Armada. Este mismo general sería elegido presidente de la Diputación cuando los junteros de la provincia no ocupada se reunieron a tal efecto, el 25 de noviembre de 1812, y aprobaron la Constitución de Cádiz. La representación de esta Diputación paralela en las Cortes gaditanas la ostentó el diputado Manuel Aróstegui.

El desarrollo de la guerra enfrentó en la ciudad varios problemas. Uno de ellos fue el de la dificultad de abastecimiento al vecindario y las penurias cada vez más agudas. 1812 se recuerda como el "año del hambre" en un ciudad ocupada y expoliada por los invasores, rodeada y igada por los guerrilleros, inundada de población errante y afectados los negocios por las exacciones y el fisco. Buena muestra de la alteración que soportaba Vitoria en esos años es la cifra de nacimientos ilegítimos entre 1808 y 1812: 300, un 17% sobre el total de nacidos, y un 15% sobre el total de hijos naturales habidos entre 1680 y 1830.

El 21 de junio de 1813 la Llanada alavesa era el escenario de la batalla de Vitoria, en la que cobraron fama tanto Wellington como el general Álava, y que constituiría uno de los últimos grandes enfrentamientos en el proceso de retirada de las fuerzas francesas. Casi un año después, en la primavera de 1814 (mayo), Fernando VII regresaba a España y declaraba "nulos y de ningún valor y efecto (...), como si no hubiesen pasado jamás tales actos", los hechos jurídicos y políticos acontecidos en el país durante aquellos seis años. Víctima de la reacción absolutista fue el Correo de Vitoria, uno de los primeros periódicos habidos en la ciudad -si no el primero-, clausurado al derogarse la Constitución.

El primer período de gobierno absolutista de Fernando VII, hasta 1820, se vivió en Vitoria en el marco de una misma y confusa confrontación entre reaccionarios y liberales, y/o entre "patriotas" y sospechosos de afrancesamiento. En realidad, buena parte de los numerosos motines habidos en esta época parecen tener que ver con la propia desarticulación sufrida por la ciudad durante la guerra, lo que otorgó protagonismo a sectores tan manejables como radicalizados y desarraigados. En general, los tenidos por liberales o afrancesados sufrieron las iras de las nuevas autoridades -con Nicasio José de Velasco al frente, como Diputado General-, alcanzando éstas incluso al mismo Miguel Ricardo de Álava. Durante el Trienio Liberal el pulso cambió de tono, y fueron los reaccionarios quienes ahora sufrieron persecución (Nicasio de Velasco, entre ellos).

Durante el Trienio Liberal se instaló en la capital alavesa una Sociedad Patriótica que, fundada hacia abril de 1820, fue una de las primeras instaladas en Vasconia. No gozaba de predicamento popular, participando sólo en ella jóvenes ilustrados. Al igual que la "Tertulia Constitucional" de Donostia, la vitoriana se encargó de dar cumplimiento a la Real Orden del 24-04-1820 sobre enseñanza de la Constitución por los párrocos.

Pero en este momento se inicia una constante secular: mientras la ciudad quedaba en manos de los liberales, el espacio rural era el escenario de la llamada "insurrección alavesa" de 1821, protagonizada por partidas rebeldes de carácter absolutista, encabezadas por realistas como Uranga, Guergué o Quesada. En sentido contrario, estos años vieron el reinicio de la labor de ampliación y mejora de la ciudad, de la mano de una rehabilitada Junta de Obras de marcado tono racionalista. Así, el límite establecido por las construcciones de finales del siglo XVIII -las debidas al genio de Olaguíbel: los Arquillos y la Plaza Nueva o de España- se vio desbordado hacia el sur, abriéndose la calle del Prado -con las casas de Echevarría-, completándose la apertura de Postas o de la calle de la Constitución, o iniciándose las obras del parque de La Florida. La construcción del nuevo Hospital de Santiago se terminó por esas fechas, las mismas en que comenzaba el levantamiento del Teatro, el río Zapardiel fue embocinado en parte, se trajeron aguas desde Berrostegieta y se demolieron los vuelos de las casas, con la intención, todo ello, de mejorar la higiene y la salubridad. Hasta los años 60 no se vivió un momento tan decidido de impulso al urbanismo y de expansión hacia lo que sería la nueva ciudad, el Ensanche del XIX.

El segundo período de gobierno de Fernando VII (la "ominosa década"), repuesto en la plenitud de su poder por la fuerza de la Santa Alianza (Cien Mil Hijos de San Luis), se corresponde en Vitoria y Álava con la llamada "era Verástegui". Se trata de una vuelta a la política posterior a 1814, pero con la particularidad de que sus protagonistas y procesos ya anticipan lo que será la primera confrontación carlista. La represión contra los liberales volvió, y lo hizo de la mano de Valentín de Verástegui, el hombre fuerte de la Provincia hasta 1829 y director de los Naturales Realistas Armados, una fuerza paramilitar, -y esbozo de lo que luego serían las milicias carlistas. La incertidumbre política vivida en el país en torno a los años de la enfermedad de Fernando VII se tradujo en la ciudad en la sustitución de Verástegui por un nuevo Diputado General más moderado, Diego de Arriola. En Vitoria, el nombramiento como alcalde del versátil y ambiguo Iñigo Ortés de Velasco, marqués viudo de la Alameda, puso fin a una serie de ediles ultrarreaccionarios entre los que se destacó Lorenzo Vicuña.

La insatisfacción del sector realista local alentó el llamamiento a la guerra tras la muerte del monarca. La contienda civil, carlista, reprodujo anteriores y futuros repartos de fuerzas en la provincia: Vitoria quedó bajo control gubernamental, liberal, una vez liberada por las tropas de Sarsfield, y la provincia pasó a manos de los sublevados por Verástegui, numerosos y bien pertrechados al aprovecharse la estructura anterior de los Naturales Armados. Se abatía sobre la ciudad un crudo debate surgido en el ámbito general español. Pero, a la vez, se manifestaba en ese reparto de fuerzas el posicionamiento de cada uno de los grupos locales: la burguesía urbana, ascendente, decantada del lado gubernamental; los viejos grupos nobiliarios, desplazados de su anterior poder, junto con la hidalguía de origen rural, el campesinado, el clero y buena parte del artesanado urbano, afectados negativamente por los cambios de sentido liberal, tanto económicos como políticos, en favor del carlismo. Verástegui controló la ciudad entre el 7 de octubre y el 21 de noviembre de 1833. En ese momento publica su famoso Manifiesto en favor de la rebelión, el primero de los carlistas donde se hace mención expresa del argumento foral. A partir de entonces, Vitoria quedó expuesta a los acosos carlistas, destacando entre ellos el sitio iniciado por Zumalacárregui el 15 de marzo de 1834, que llevó los combates hasta el mismo centro de la urbe. Consecuencia de la guerra fue de nuevo la penuria por la dificultad en el tráfico de abastecimientos, la enfermedad -se extendió en ese año una epidemia de cólera morbo- y la desarticulación social, de notables repercusiones inmediatas. Incluso una de las grandes construcciones religiosas, la iglesia de San Ildefonso, fue demolida para fortalecer la muralla con sus materiales.

Eduardo Velasco López Cano recoge en su Crónicas y biografías alavesas (1910):

"Durante el período de la guerra habíase visto nuestra ciudad animada de ese movimiento y actividad que traen consigo las operaciones militares, el paso de regimientos y de divisiones, la inmigración de gentes que huían de las poblaciones abiertas, la concurrencia de bagajeros y abastecedores, el ruido y confusión de bandas de música, tambores y cornetas, escuadrones y baterías; todo ese bullicio propio de una vida agitada y febril, que al disiparse luego, deja el cuerpo social débil y anémico, bien así como el del individuo queda postrado después de un prolongado acceso de calentura. Veíanse en las calles de la población soldados ingleses y portugueses haciendo vida de campamento, caballos sueltos buscándose el sustento en una brizna de yerba, mujeres y criaturas extrañas que acompañaban en su bélica expedición a los hijos de la Gran Bretaña."

Los voluntarios portugueses dejaron en Vitoria recuerdo de su paso. Baraibar en su Vocabulario de palabras usadas en Álava (p. 117) anota la palabra falar: "hablar con petulancia o fanfarronería" y dice que esta voz "más bien que arcaísmo, quizá sea remedo irónico del modo de hablar de los soldados portugueses que, durante la primera guerra civil carlista, permanecieron algún tiempo en Vitoria."

En sentido contrario, la Universidad de Oñate, huyendo de la guerra, se estableció por unos años en Vitoria. Por su parte, los avatares de la contienda en el campo liberal se vivieron con crudeza en el verano de 1837. A la radicalización del proceso político operado en todo el país, respondió Vitoria con una sublevación contra los "liberales tibios", el 17 de agosto. Soldados y populares amotinados persiguieron a las autoridades y dieron muerte, entre otros, al gobernador militar y al diputado foral -en funciones de Diputado General- Diego López Cano, antiguo voluntario realista. Del mismo modo, la trama foral se veía duramente afectada por el establecimiento de nuevas autoridades de otro origen: el jefe político, al mando de la provincia, o incluso la provisional Junta de Salvación, con pretensiones de Diputación Provincial.

El final de la guerra, tras el "abrazo de Vergara" y la ley confirmatoria de fueros de 25 de octubre de 1839, permitió alterar a partir de 1840 la tendencia a la homogeneización de los procesos políticos que se vivía en el país, aunque no sin merma de las tradicionales atribuciones forales (el pase foral, por ejemplo). En ese año, en noviembre y enero de 1840, respectivamente, se eligieron conforme a fuero las Juntas Generales, la Diputación y el Ayuntamiento. Sin embargo, el 4 de octubre de 1841, la ciudad volvió a ser protagonista de un suceso de repercusión nacional. El ex-ministro de Marina y Comercio, Mariano Montes de Oca, sublevó la guarnición vitoriana en conexión con otras revueltas habidas en Pamplona, Zaragoza o Bilbao. Una alianza de moderados cristinos y de fueristas se alzó contra el regente Espartero, tratando de ganar incluso el favor de los derrotados carlistas. El movimiento de Montes de Oca fue rápidamente controlado y su máximo instigador fusilado en el vitoriano parque de La Florida. Como consecuencia, las aduanas serían trasladadas definitivamente a la costa y otros elementos forales resultaron abolidos hasta el regreso de los moderados al gobierno (Ley de 4 de julio de 1844, que devolvió la situación al momento anterior a 1841): leyes electorales y organización jurídica uniforme para el conjunto del país, cambio de Diputación Foral a Provincial, fortalecimiento de la figura del Jefe Político y supresión definitiva del pase foral.

Al morir Fernando VII, cobraron nuevos alientos los partidarios del rey absoluto. El 4 de Octubre de 1833. el teniente coronel D. Juan Felipe Ibarrola, proclamó en Orduña rey absoluto a Carlos V; al tenerse en Vitoria noticia de este acto, salieron enseguida 100 infantes del regimiento de San Fernando, 80 carabineros y 12 jinetes al mando de D. Jaime Burgués, a los que hizo Ibarrola frente en Orduña, siendo derrotado. Con este hecho de armas comenzó la guera civil en el país vascongado. Ibarrola, que estaba de acuerdo con D. Valentín Verástegui, se creyó traicionado al ver que en Vitoria no se secundaba el movimiento. Era Verástegui hombre de gran prestigio en la provincia, se lo daban sus austeras costumbres, el lustre de su casa y el comportamiento que tuvo como militar durante la guerra de la Independencia, y había sido diputado general desde 1826 a 1830; á él se debió la creación y organización en 1823 de los voluntarios realistas, cuyo mando tuvo en toda la cuadrilla de Vitoria y con ellos combatió a Lansagarreta al secundar éste el grito dado por los catalanes malcontents. Comprendiendo la Diputación que en aquellas circunstancias solamente Verástegui podía mantener la paz pública, recurriendo él, logrando prometiese hacer todo lo posible por mantener el orden; pero no fué así, y cuando se supo conspiraba, nada se pudo hacer en su contra por no haber en Vitoria tropas suficientes para ahogar la rebelión. En la noche del 6 de Octubre, dos días después del pronunciamiento de Orduña, corrió por Vitoria el rumor de que á las diez se tocaría generala; las autoridades preguntaron á Verástegui que había de cierto sobre el rumor y les respondió que nada; entre tanto, los batallones de Badajoz, Bernedo, Valdegovia y La Guardia, llamados por él, se hallaban en las inmediaciones de la capital. Verástegui aquella misma noche salió de Vitoria para el inmediato pueblo de Gardélegui y desde allí escribió a la Diputación invitándola á secundar el pronunciamiento, que en realidad se había hecho sin alterar el orden, pues nadie cometió el menor desmán. La poca tropa que había en Vitoria pudo retirarse gracias a la protección del alcalde, marqués de Caravaca. Volvió á insistir Verástegui enviando el día 8 un oficio á la Diputación para que cinco de sus individuos le ayudasen en el despacho de los asuntos; los diputados se opusieron a ello por ser esta resolución contraria al fuero.

Los diputados se habían reunido en secreto y tomado los acuerdos siguientes: 1.º Huir en todo lo posible del contacto con la revolución. 2.º Manifestar en sus actos, operaciones y palabras, que ni la provincia, ni su representación legal, ni los pueblos, habían tomado parte activa en ella. 3.º Debilitar la fuerza subyugada á la revolución por los medios más prudentes, en cuanto fuese posible y las circunstancias recomendasen. 4.º Rectificar la opinión pública, amortiguando el espíritu revolucionario y aprovechando el roce en que su situación y buen sentido pudiera colocarla con los naturales. 5.º Resistir con escusas prudentes; y en caso necesario á todo trance, todo acto formal de juramento ó reconocimiento que se exigiere en favor del gobierno que la revolución trataba de erigir en el reino. 6.º Escasear en lo posible los auxilios que la revolución reclamase. 7.º Salvar por todo medio la tranquilidad y orden interior de la ciudad y demás poblaciones, haciendo frente á todo asomo de desorden, á toda clase de perturbación, manifestando sobre este importante objeto una decisión franca é imperturbable, y poniendo cualquiera ocurrencia desorganizadora que sobreviniese, en tal grado de claridad, que la quitase todo pretexto honesto, y nadie pudiese fomentar los horrores anárquicos, sino pasando por la vil bajeza de decir explícitamente lo que quería. 8.º Proceder en todos estos puntos con la prudencia que en cada caso se juzgase más conveniente, para sacar ventaja posible, sabiendo disimular Y serfuerte en cada ocasión, según las circunstancias y el honor y dignidad de la corporación lo exigiera.

Más de mes y medio fueron los carlistas dueños de la capital de la provincia hasta que entró en ella, el 21 de Septiembre, el general Sarsfield. El 15 de Marzo de 1834, el general carlista Zumalacárregui, al frente de 3.500 hombres, entre los que estaban los alaveses mandados por Villarreal y Uranga, se aproximó á Vitoria con objeto de tomarla por sorpresa. Al amanecer del día 16 estaban los carlista en Otazu; Zumalacárregui dividió sus fuerzas en tres columnas; una mandada por Iturrralde debía atacar la ciudad por los portales de Betoño; otra guiada por Villarreal, la puerta de Castilla; y la tercera, al mando de Zumalacárregui, acometería por el centro., A poco de moverse las columnas supo el caudillo carlista por un paisano que salió de Vitoria, que en Gamarra Mayor se hallaban 200 tiradores de Álava y contra ellos mandó al comandante D. Antero Damansa con dos compañías y un escuadrón; los tiradores, después de una resistencia desesperada, fueron vencidos, quedando muertos en el campo unos 50 y prisioneros 116; los restantes lograron escaparse. A la vez, mandadas por Villarreal, pudieron los carlistas penetrar en Vitoria, en donde fueron rechazados por las pocas fuerzas que había de guarnición y los milicianos urbanos, haciéndoles además algunos prisioneros. Zumalacárregui se retiró de las inmediaciones de Vitoria y en Heredia hizo fusilar a los 116 prisioneros.

Semejante acto fué motivado por haber el general Osma, comandante general de la provincia mandado fusilar al teniente de caballería carlista D. Domingo Retana, hijo de Vitoria, en unión de dos oficiales más hechos prisioneros durante la lucha en las calles de la ciudad. Zumalacárregui que al retirarse de Vitoria había pernoctado con los navarros en Narbaja y los batallones alaveses con los prisioneros en Heredia, supo enseguida lo hecho por Osma. Acto seguido dió la orden para que los prisioneros que tenía fuesen puestos en capilla y fusilados al siguiente día. Villarreal quiso salvarles la vida y corrió a Narbaja en busca de Zumalacárregui, á quien acompañaban los generales Uranga, Eraso é Iturralde, pero todos sus esfuerzos fueron inútiles y por no presenciar tan espantosa carnicería no regresó a Heredia. La orden la cumplimentó el jefe de brigada D. Juan Aretio. Villarrreal aun pudo salvar la vida á dos de los prisioneros; fué uno el oficial D. Esteban Garrido, que había servido con él en el regimiento de Saboya y el otro un joven de diez y siete años, dando al comandante que les custodiaba orden de esconderles sin que nadie lo supiera.

El 18 de Agosto de 1835, la soldadesca, impulsada por algunos que se titulaban patriotas y no tenían otro objeto que el satisfacer ruínes pasiones de venganza, cometió incalificables actos de bandolerismo; los soldados del regimiento de Almansa y los de los batallones de Zurbano, recorrieron las calles de la población dando gritos de viva Zurbano, Alaix, Isabel II y la Constitución y mueran los traidores, y como á tales, consideraban á todas las personas que no eran de su agrado; el jefe de P. M. López, que para salvar la vida se disfrazó de soldado, fué muerto á puñaladas en la guardia del principal en donde se refugió; el diputado Cano, honrado anciano y de antecedentes liberales, fueron á buscarle á su casa y como huyera por los tejados, descubierto por la luz de la luna, le dieron alcance, y después de herirle, estando aun vivo, le arrojaron a la calle y para quitarle un anillo le cortaron un dedo; el fiscal Hernández y el periodista Aldama fueron también asesinados; Arandia, presidente de la Diputación, fué llamado para presidir una junta y al salir de su casa fué fusilado; otras varias personas de posición murieron a manos de la insubordinada tropa. Al día siguiente los sediciosos impusieron á la ciudad una multa de 40.000 duros, que se recaudaron en menos de una hora, cantidad que cuatro meses después devolvió el Ayuntamiento á los que la entregaron, abonándoles además el 6% de interés. Si se exceptúa el vivir la ciudad en constante estado de guerra, nada importante ocurría en ella durante el resto de la primera guerra carlista.

Ref. Vicente Vera, Provincia de Álava, en Geografía General del País Vasco-Navarro.

Los años que van de 1844 al Sexenio Democrático vienen marcados por el denominado "arreglo foral", que en la práctica supuso una adaptación de las élites fueristas y moderadas vascas al proceso político español. El siempre postergado "arreglo foral" permitió a éstas y, en su nombre, a las diputaciones, combinar una reducción de sus competencias políticas, más emblemáticas que reales, con un notable incremento de su autonomía provincial administrativa y económica. Es lo que con tino ha definido Portillo como "foralidad insultante", y que Ortiz de Orruño ha sintetizado con estos términos:

"El régimen foral constituía la prueba más evidente de que el ideal político moderado [de los gobernantes españoles del momento] era realizable: los fueros hacían posible la armonización de la igualdad teórica con una acusada oligarquización, sin que esta aparente antinomia entre los principios políticos y su plasmación cuarteara su legitimación social".

Cierto es que diversos foralistas de mediados de siglo -con especial protagonismo en este punto del Consultor de la Diputación alavesa Blas López, y, por encima de cualquier otro, de Pedro Egaña, foralista transigente, moderado y bien vinculado con este partido a nivel nacional, diputado General, diputado en Cortes, Ministro de la Reina y continuamente comisionado por la Provincia ante el Gobierno- formularon propuestas de solución, pero todas se estrellaron contra una estrategia planteada en términos de o "todo o nada", que interesadamente nada resolvía. Pero no sólo se suscitaron tensiones entre las Provincias y la Corona. En el marco alavés, el final de la guerra sirvió de escenario para un nuevo pulso entre la capital y la provincia, entre la burguesía urbana y los notables rurales. Así, si a partir de 1784 estos últimos consiguieron reducir la ventajosa posición de Vitoria en los mecanismos de elección del Diputado General, situación que venía de las Leyes y Ordenanzas de 1463, en 1840 las élites vitorianas aprovecharon el momento y reequilibraron en su favor el procedimiento. Vitoria fue elevada al rango de cuadrilla, lo que permitió a la burguesía urbana tener un representante directo en la junta particular y nombrar personas de su confianza para la revisión anual de las cuentas provinciales. Semejante pulso tuvo su continuidad a finales del siglo XIX y a comienzos del XX, cuando Vitoria exigió, sin éxito, que se procediera a modificar un mecanismo de elección de los poderes de la Provincia que primaba el ruralismo y que obviaba los evidentes cambios producidos en la entidad numérica, productiva y contributiva de la capital y de los otros dos distritos provinciales.

Estos tranquilos años de mediados de siglo propiciaron una vuelta de la ciudad sobre sí misma, y una consideración de sus posibilidades de futuro. De partida, el traslado de las aduanas en 1841 afectó negativamente a la economía local. Vitoria había jugado tradicionalmente un papel muy marcado en su función de plataforma comercial dentro del conjunto perfectamente articulado que suponía la economía vasca de la foralidad. En realidad, su inmediato futuro fue el inverso del de sus provincias hermanas, ya que si éstas prosperaron al recuperarse de la alteración de 1841, las economías vitoriana y alavesa se resintieron gravemente. Ello no es contradictorio con la sensación general de desarrollo que tuvieron los contemporáneos. Vitoria se convirtió en un foco de captación de emigrantes alaveses que huían de una agricultura necesitada de transformación. A partir de los años cincuenta, la manufactura local cobró cierto impulso, movida por unos cuarenta talleres donde se empleaban entre 300 y 400 obreros. La corporación municipal de 1850, con Luis de Ajuria a la cabeza, fundó una de las primeras cajas de ahorros del país, con una importante implicación en el crecimiento urbanístico de la capital. Del mismo modo, la demolición de los desamortizados conventos de Santa Clara y San Francisco permitió la construcción de un Instituto de Segunda Enseñanza, y la ampliación de La Florida y de la zona urbanizada al sur de la ciudad. Sin embargo, el impulso definitivo comenzó con la llegada del ferrocarril.

En su L'Espagne-Lettres familières ilustrado por Pérez Villaamil (1864), el escritor francés Emile Guimet recoge:

"Llegamos a Vitoria... No intento describirte lo pintoresco de los trajes y las fisonomías; cada individuo es un tipo aparte, con un carácter completamente original y del que no puede uno hacerse idea sino viéndolos. Los colores de los trajes son un poco escandalosos; las capas y mantas, de todas las formas y todos los colores, juegan un gran papel; las hay extravagantes, con perendengues. Las hay negras, brunas, rojas, grandes, cortas; la mayoría muy sucias, y un gran número de ellas tan remendadas que no se encuentra la estofa primitiva; otras de tal manera agujereadas, que recuerdan las redes de pescar. Los curas abundan con sus enormes sombreros en forma de teja, y sobresalen las señoras con sus mantillas negras".

Ese año llegaba el tren a Gasteiz. Este nuevo método de transporte, que tan mal efecto inmediato tuvo en la economía agraria alavesa al conectar su mercado particular con la oferta de productos de otros lugares, mucho más competitivos, sirvió, sin embargo, para que Vitoria se renovara totalmente. A partir de 1864 surgió la nueva ciudad del Ensanche, lo que supuso una alteración radical de la trama urbana y funcional anterior, así como un próspero negocio para la burguesía de intereses inmobiliarios. Personaje destacado en estos ayuntamientos de mediados de los sesenta fue Ladislao de Velasco, sin perder de vista a Vidal Arrieta, uno de los mayores y mejores negociantes de suelo del lugar.

La calma del escenario vitoriano sirvió de marco para la revitalización cultural vivida en estos años centrales del siglo. Es el momento de Vitoria concebida como "Atenas del Norte", término que tiene que ver con la presencia activa de una brillante generación -Mateo de Moraza, Ramón Ortiz de Zárate, Ladislao de Velasco, Francisco Juan de Ayala, Becerro de Bengoa, los Herrán, los Arrese, Sotero Manteli, Jerónimo Roure, Federico Baraibar, los Apraiz, el canónigo Manterola, Manuel Iradier, Velasco, Manuel Rodríguez Ferrer, Eulogio Serdán o el músico Iradier-, de diversas instituciones -el Ateneo de 1866, uno de los primeros del país, la Universidad Libre de 1869, la Exploradora, el Instituto, el Seminario y las Academias e incluso tertulias de cierto fuste intelectual- y de diversas realizaciones -el boletín del Ateneo, el de la Exploradora, El Porvenir Alavés, El Fuerista, el Semanario Católico Vasco-Navarro, la Revista de las Provincias Euskaras o El Anunciador Vitoriano. No se trataba únicamente de una realidad elitista -que algo lo era-, sino que la cultura alcanzaba a otro nivel al conjunto de la población, presentando la provincia tradicionalmente una de las más bajas tasas españolas de analfabetismo. Al terminar el siglo XIX y comenzar el XX, esta generación desapareció, siendo sustituida por otra de muchísimo menor nivel intelectual y, sobre todo, de un claro tono conservador y hasta reaccionario, aburrido, localista y negativamente marcado y absorbido por un debate político ramplón, que contrastaba con el que había caracterizado aquella brillante etapa.

La primera logia -"Les amis de Saint-Joseph Réunis"- fue abierta clandestinamente en 1809 por miembros del ejército francés. Fue oficial desde 1811 hasta 1813. Destacan en la historia masónica de Vitoria tres agrupaciones. La logia "Luz de Vitoria", erigida en noviembre de 1872-1877; la logia "Vitoria", fundada en diciembre de 1879 por su primer Venerable Fermín Herrán, con el nombre simbólico de "Emilio Castelar", que en 1881 tenía gran número de "hermanos" y estaba en plena expansión (uno de sus miembros fue el explorador Iradier), y el triángulo "Ciencia", organizado por Salinas Jaca, Castresana y Ramón López de Andueza "Sócrates", industrial vitoriano, nacido en 1882 e iniciado en 1926. La última referencia a este triángulo lo tenemos en 1923, desapareciendo al año siguiente todos los documentos sobre "Ciencia".

Como sucediera en otros lugares, el destronamiento de Isabel II y el inicio del Sexenio Democrático fueron sinónimos en Vitoria de agitación institucional, pronto trasladada y aumentada al terreno de la opinión pública y de las masas. No hay excepción en estos años de ayuntamientos que no colisionaran con la autoridad del Gobierno en la provincia, ya fuera por recelos de apariencia fuerista, por inclinaciones evidentes hacia el carlismo o por su distancia con un proceso político de corte democrático que no tenía demasiados partidarios en el lugar. La tensión latente derivó en conflicto armado. Primero fue Esteban Aguirre, comandante retirado, con el canónigo Manterola como inductor intelectual, quien el 27 de agosto de 1870 sublevó sin resultado a los carlistas de la provincia. Más tarde, el movimiento iniciado en abril y mayo de 1872 no encontró respuesta en la ciudad. Vitoria se limitaba a ser el punto de partida de las tropas gubernamentales en sus operaciones contra los alzados, a sufrir el estado de guerra declarado o a ver cómo era dimitido su ayuntamiento, de simpatías carlistas. La República fue proclamada en febrero del siguiente año sin mayores entusiasmos en la ciudad, aunque sí sirvió para reanimar el debate ideológico a través de periódicos como El Federal Alavés, El Cantón Vasco o El Porvenir Alavés.

Conforme avanzaba 1873, la guerra se hizo más presente en Vitoria, aunque siguieran sin vivirse hechos de armas. El control carlista de la línea que une Miranda con la capital alavesa dejó a ésta bloqueada y sometida a graves problemas de desabastecimiento. Finalmente, cuando uno y otro bando decidieron trasladar la guerra al escenario alavés, en 1875, el conflicto se resolvió en beneficio de los gubernamentales en la batalla de Treviño o de Zumelzu, que deshizo el bloqueo sobre Vitoria y que señaló el principio del fin del poder militar carlista. Entre medio había tenido lugar un intento, encabezado por Ladislao de Velasco, de poner punto final a la guerra sobre la base de "paz con fueros". El rechazo de los carlistas no lo hizo posible. Sucedió a continuación el debate sobre la supresión definitiva de los fueros, en el que se significaron notablemente los sectores liberales de la ciudad (con la Junta Fuerista Liberal, del otoño de 1875, al frente): Herrán, Manteli, Montoya y, sobre todo, el diputado a Cortes, Mateo Benigno de Moraza. A pesar de los apasionados debates, la abolición foral se consumó con la ley de 21 de julio de 1876, quedando únicamente para el futuro -y de no poca importancia- la autonomía y particularidad fiscal que supondrían los Conciertos Económicos, suscritos a partir de 1878. En todo caso, la uniformidad política que conllevaba el fin de los fueros no encontró inmediatamente una posición receptiva entre las autoridades vascas, y tampoco entre las alavesas y vitorianas. Tanto desde la Diputación como desde el Ayuntamiento se resistió durante aproximadamente un año el proceso de incorporación a las pautas de actuación señaladas para el conjunto del país, así como el de la eliminación de los privilegios asociados al fuero.

La corriente intransigente encontró en Álava un valedor de gran altura: el liberal Domingo Martínez de Aragón, último diputado general de la etapa foral. Pero tras diversas tensiones, pulsos, coacciones y nombramientos gubernativos, la corriente transigente fue abriéndose paso, de manera que hacia 1877 las diversas fuerzas políticas vitorianas procedieron a incorporarse a los nuevos rumbos de la vida pública. Otra cuestión es la economía. La contienda empobreció extraordinariamente a la provincia, extremo que se observa en el hecho de que entre el fin de ésta y el censo de 1887 la población incluso descendiera, lo que contradice la pauta de los incrementos demográficos posteriores a todas las guerras. La castigada y, de por sí, poco productiva agricultura alavesa siguió expulsando población, que en alguna medida terminaba en Vitoria. La economía provincial no repuntó hasta los primeros años del siglo XX, y siempre teniendo a la capital como exponente máximo de su esfuerzo modernizador.

Fuertemente impactadas por la abolición foral y por el cambio radical que suponía la integración en los mecanismos políticos de la Monarquía, las diversas fuerzas políticas vitorianas se aprestaron a participar en esa nueva realidad.

Elecciones generales del 20 de abril de 1879
Ref. Boletín Oficial de Álava. del 20-IV-1879.
Candidatos Partidos Votos
Sebastián Abreu Cerain Liberal transigente 131
Emilio Castelar   33
Francisco Romero Robledo   20

Elecciones generales del 1 de febrero de 1891
Ref. Boletín Oficial de Álava del 3-II-1890-91. Filiaciones en "La L." del 22 y 25 de enero de 1891, 29 de febrero de 1891 y 3 de marzo de 1893.
Candidatos Partidos Votos
Becerro de Bengoa, Ricardo Liber.-fuerista. 2.958
García, Pedro Nocedalista 787
Larriona, Pedro Conser.-fuerista 5
Abreu, Sebastián Conservador 1
González, Pablo   1
Martínez, Agustín   1
 

Elecciones de Diputados provinciales del 11-09-1892
Ref. Boletín Oficial de Álava. del 22-IX-1892. Filiaciones en El Alavés del 13-IX-1892.
Candidatos Partidos Votos
Tournán, Gumersindo Carlista 1.222
Manero, Víctor Carlista 1.212
Sodupe, Federico Carlista 1.118
Corcuera, Castor Unión Liberal 818
Zavala, Federico Unión Liberal 785
Apraiz, Julián Unión Liberal 748
Guinea, Benito Nocedalino 683
Balsategui, José Nocedalino 628
Salazar, Tomás Nocedalino 592
Sesé, Juan Pedro Republicano 573
Tournán, Valentín Republicano 535
Lz. de Altuna, Manuel Republicano 482
Sodupe, Federico Carlista 119
Fz. Cuesta   1
Llorente, Aniceto   1
El resto   0

Elecciones generales del 5-03-1893
Ref. Boletín Oficial de Álava del año económico 1892-93, del 7 de marzo de 1893. Filiaciones en "La L." del 5 de marzo de 1893.
Candidatos Partidos Votos
Becerro de Bengoa, Ricardo Republicano 2.039
Solano, Francisco Javier de. Carlista 1.677
Pi y Margall, Francisco   94

Elecciones generales del 12-04-1896
Ref. Boletín Oficial de Álava del 14 de Abril de 1896 año económico 1895-96. Filiaciones en El Alavés del 12 y 14 de Abril de 1896.
Candidatos Partidos Votos
Oz. de Zárate, Enrique Carlista 2.013
Becerro de Bengoa, Ricardo Liberal 1.598
Celaya, Enrique   1
Unión de Católicos   1

En principio se trata de pequeños grupos de notables, en ocasiones vinculados a opciones políticas generales, dotados de algún medio de prensa local o de algunas tertulias en torno a los cuales desarrollaban y expresaban su actividad. Los republicanos se dividieron pronto en radicales y posibilistas. En octubre de 1881 se constituyó el Comité republicano-progresista de Vitoria, de carácter zorrillista y encabezado por el catedrático Becerro de Bengoa, director a su vez de El Demócrata Alavés. Los posibilistas o históricos se organizaron en abril de 1881, bajo la dirección de Fermín Herrán y con el apoyo coyuntural de El Anunciador Vitoriano. Los dinásticos estaban divididos en conservadores, dirigidos por Sebastián Abreu, y liberales, que en 1882 organizaron el Partido Liberal-Dinástico, con el fusionista Odón Apraiz al frente. Tanto uno como otro grupo manifestaron desde el principio su debilidad y su incapacidad para trasladar al terreno de la política el papel hegemónico que sus integrantes jugaban en el ámbito social o económico.

Los conservadores quedaron marcados negativamente por la responsabilidad de su líder máximo en la abolición foral ("... la sombra de Cánovas, autor de la ley de 21 de julio, se interponía entre ellos y los ideales del País", dice Alfaro); los partidarios de Sagasta sufrirían a su vez un fuerte impacto al producirse en marzo de 1893, y bajo su mandato, el traslado de la Capitanía Militar de Vitoria a Burgos. Por su parte, los carlistas no se reorganizaron y volvieron a la vida pública hasta 1887. Hasta entonces, fueron los sectores ligados al integrismo católico-fuerista, más que al dinastismo propiamente carlista, los que monopolizaron este espacio. Su máximo valedor fue Ramón Ortiz de Zárate, antiguo liberal pasado al tradicionalismo hacia 1868. Su portavoz fue El Gorbea, y su dirigente máximo Calixto García Gómez, "el Magistral", enfrentado a la oficialidad carlista. Estos no se organizaron hasta las vísperas de la escisión integrista, en 1888. Un año antes editaron El Alavés, y a partir de entonces desarrollarían una estructura política que convirtió al carlismo alavés de los noventa en uno de los más fuertes del país.

El factor que define la vida política local hasta 1936 es la división y el equilibrio de fuerzas que mantienen los dos grandes grupos liberal y carlista que, como ocurre en otros lugares, a partir de comienzos del siglo XX se redefine en términos de izquierda-derecha. Su equilibrio es tal que la victoria de uno o de otro bloque viene determinada por el hecho de que en uno o en otro se mantenga o no la unidad de fuerzas. A su vez, esa bipolarización diluye rasgos específicos de cada facción, y obliga, por ejemplo, a los republicanos a ir del brazo de los liberales dinásticos, o a los católicos independientes a hacerlo con los carlistas. Otro rasgo que caracteriza el último cuarto del siglo XIX es la preponderancia del factor religioso, que fuerza a todas las opciones políticas a definirse respetuosas, en diverso grado, con la religión católica, igual que lo hacían con la defensa de la tradición foral. Lógicamente, esas identificaciones generales -las de la religión y las del fuero- fueron perdiendo importancia al devaluarse por repetición e intrascendencia.

Característica de la política local es también la incapacidad de las élites sociales y económicas vitorianas para trasladar su peso al terreno político. Conservadores y liberales manifestaron una enorme incapacidad política en casi todas las épocas, lo que contrasta con la operatividad e influencia de los grupos de base popular: republicanos y carlistas. Expresión de la insuficiencia política del último cuarto del XIX es la persistencia de opciones tituladas neutras o administrativistas, que reaparecerían a comienzos de los años veinte, aunque en este último momento la causa fuera la propia descomposición del sistema restauracionista.

En definitiva, como ocurriera en buena parte de los espacios urbanos españoles, en Vitoria tampoco funcionó la alternancia diseñada por Cánovas, y liberales y conservadores, dinásticos en general, tuvieron que asumir el papel protagonista de los grupos situados fuera del sistema. Esto se observa en términos estadísticos. Hasta llegar el sufragio universal masculino, en 1890, casi el 60% de los concejales vitorianos perteneció al bloque liberal, un 30,8% al tradicionalista y un 9,5% al indefinido sector de independientes. Los porcentajes son más expresivos a partir de 1890. Hasta 1923, el 44% de los ediles fueron carlistas, seguidos de un 23% de republicanos. Liberales y conservadores se repartieron casi a partes iguales un 26% de representación global. Los datos que presenta el distrito vitoriano -no la ciudad- en elecciones de diputados a Cortes o a la Diputación alavesa no reflejan tan bien la realidad local por el propio carácter de esa elección.

Elecciones generales del 19-05-1901
Ref. Boletín oficial de Álava del 21 de mayo de 1901. Filiaciones en "La L." del 18 de mayo y 15 de abril de 1901.
Candidatos Partidos Votos
Mz. de Aragón, Gabriel Liberal 1.869
Velasco, José Carlista 1.752

Elecciones generales del 26-04-1903
Ref. Boletín oficial de Álava del 30 de abril de 1903. Filiaciones en el Heraldo Alavés del 1 y 9 de mayo de 1903.
Candidatos Partidos Votos
Velasco, José Carlista 2.017
Ajuria, Alfredo Canalejista 1.877

Elecciones generales el 10-09-1905
Ref. Boletín oficial de Álava del 14 de septiembre de 1905. Filiaciones en el Heraldo Alavés del 4 y 12 de septiembre de 1905.
Candidatos Partidos Votos
Llorente, Aniceto Republicano 1.424
Velasco, José Liberal-conservador 648

Elecciones generales del 21 de Abril de 1907
Ref. Boletín Oficial de Álava del 25 de abril de 1907. Filiaciones en el Heraldo Alavés. del 15, 16 y 17 de abril de 1907.
Candidatos Partidos Votos
Llorente, Aniceto Republicano 2.328
Bilbao, Esteban Carlista 833
Ortiz de Zárate, Enrique Integrista 426
Diversos y blanco   11

Elecciones de Diputados provinciales del 24-X-1909
Ref. Boletín Oficial de Álava. del 28 de octubre de 1909. Filiaciones en el Heraldo Alavés del 22-X-1909 y "La L." del 22-X-1909.
Candidatos Partidos Votos
Guinea, Benito Integrista 1.530
Sautu, Domingo Tradicionalista 1.175
Atauri, Emilio Integrista 1.165
Ajuria, Serafín Liberal 1.006
Tournán, Pedro Liberal 979
Larrión, Diego   871
Villanueva, Dámaso Republicano 839
Echanove, Manuel   790
Ortiz de Apodaca, Diego Liberal 776
Sautu, Lino   772

Elecciones generales del 8 de Mayo de 1910
Ref. Boletín Oficial de Álava del 10 de mayo de 1910. Filiaciones en el Heraldo Alavés del 9 de mayo de 1910.
Candidatos Partidos Votos
Alcocer, Celestino Tradicionalista 2.280
Llorente, Aniceto Republicano 1.816
Diversos y blanco   297
 

Elecciones de Diputados provinciales del 9-03-1913
Ref. Boletín oficial de Álava del 11 de marzo de 1913. Filiaciones en los Heraldo Alavés del 10 y 3 del III-1913. y "La L." 8-III-1913.
Candidatos Partidos Votos
Fz. Dans, Miguel Republicano 1.944
Guinea, Benito Tradicionalista 1.847
Ortiz, Pedro Carlista 1.796
Abechuco, Pedro Tradicionalista 1.719
Montoya, Guillermo Liberal 1.540
Yera, Benito Monárquico 1.527
Elezalde, Luis Nacionalista 559
Echevarria, Domingo Nacionalista 322
Iturribarria, Francisco. Nacionalista 290
Diversos y blancos.   121

Elecciones generales del 24-02-1918
Ref. Boletín oficial de Álava del 26 de febrero de 1918. Filiaciones en Heraldo Alavés del 6,22 y 23 de febrero de 1918.
Candidatos Partidos Votos
Dato, Eduardo Partido Liberal Consr. 2.895
Asua, Martín Coalición Católica 1.805
Llorente, Aniceto Partido Republicano 154
Diversos y blancos   48

Elecciones generales del 1 de junio de 1919
Ref. Boletín oficial de Álava del 3-VI-1919. Filiaciones en Heraldo Alavés del 2 y 24 de junio de 1919 y 17 de diciembre de 1920.
Candidatos Partidos Votos
Dato, Eduardo Liberal-conservador (2) 2.395
Eleizalde, Luis P.N.V. 803
Prieto, Indalencio P.S.O.E. 305
Diversos y blanco   63

Elecciones generales del 19 de diciembre de 1920
Ref. Boletín oficial de Álava del 25 de diciembre de 1920 y Heraldo Alavés del 20 de diciembre de 1920.
Candidatos Partidos Votos
Dato, Eduardo Liberal-Conservador 3.174
Buylla   97
Francisco, Enrique Socialista 61
Mella   6
Llorente, Aniceto Republicano 6

Elecciones de Diputados provinciales del 12-06-1921
em>Ref. Boletín oficial de Álava del 14-VI-1921.Filiaciones en "La L." del 11-VI-1921.
Candidatos Partidos Votos
Ruiz de Eguilaz, Marcelino Carlista 1.642
Guinea, José Gabriel Integrista 1.414
Ajuria, León Liberal-conserv. 1.371
Unda, José Mª Tradicionalista 1.350
Ortiz de Anda, Ciriaco Carlista 1.146
Vinós, Antonio P.N.V. 1.090
Aranegui, Sebastián Ricardo Liberal-conserv. 709

Elecciones de Diputados Provinciales del 12-VI-1921 en el distrito de Vitoria
Ref.Boletín oficial de Álava del 18-VI-1921. Filiaciones en "La L." del 11-VI-1921.
Candidatos Partidos Votos
Ajuria, León Liberal-conserv. 4.299
Guinea, José Gabriel Integrista 4.105
Aranegui, Sebastián Ricardo Liberal-conserv. 3.350
Ruiz de Eguilaz, Marcelino Carlista 3.175
Unda, José Mª Tradicionalista 3.088
Vinós, Antonio P.N.V. 1.896
Ortiz de Anda, Ciriaco Carlista 1.894

Elecciones generales del 29-IV-1923
Ref. Boletín Oficial de Álava de 5-V-1923, Filiaciones en el Heraldo Alavés. de 25-IV-1923; 26-IV-1923 y 30-IV-1923 respectivamente.
Nº de electores: 6.689
Nº de votantes:4.302
En blanco: 227
Candidatos Partidos Votos
Luis de Urquijo y Ussia Independiente 2.634
Guillermo Elio Molinuevo Conservador 1.258
Esteban Isusi Carredano P.N.V. 183

En lo que hace a diputados a Cortes destaca el extraordinario peso de los conservadores, 43,7%, que en buena parte se explica por la elección continuada de Eduardo Dato desde 1914 a 1921. Los republicanos alcanzan un 31%, y los carlistas sólo un 12,5%. Pero con esos guarismos, lo cierto es que estos grupos extraturnistas controlaron hasta 1914 dos de cada tres actas de diputados por Vitoria. La elección de diputados a la Diputación alavesa se sitúa en un término medio entre unos y otros datos. Destaca aquí la supremacía tradicionalista en el distrito, con un 31 y 25%, respectivamente, para carlistas e integristas, seguidos a distancia de los conservadores, con un 21%, y de republicanos y liberales, con un 9% cada grupo. La política vitoriana durante la Restauración no se vio demasiado alterada hasta 1914. A partir de ese año, los sectores que hegemonizaban la sociedad y la economía, básicamente dinásticos, consiguieron trenzar una operación pretendidamente anticarlista, de claros contenidos "vitorianistas" y clientelares, con la que rompieron la dinámica anterior. A través de la llamada Alianza Patriótica Alavesa, dirigida por el conservador Guillermo Elío y por el liberal Gabriel Martínez de Aragón, los dinásticos incorporaron a su bloque a republicanos y hasta socialistas, diluyendo la personalidad específica de estas fuerzas -sobre todo de los primeros- y acelerando el proceso de descomposición de la política local, paralela a la crisis restauracionista española. Durante ésta, los días 15 y 16 de julio de 1917 tiene lugar la reunión de las tres Diputaciones vascongadas para elaborar el célebre mensaje.

Conferencias políticas entre los representantes o comisionados de las tres provincias vascongadas y eventualmente de Navarra celebradas en Vitoria-Gasteiz hasta 1936
Ref. La articulación político-institucional de Vasconia: Actas de las Conferencias firmadas por 5 de mayo los representantes de Alava, Bizkaia, Gipuzkoa y eventualmente de Navarra (1775-1936), Agirreazkuenaga, J. (Ed.), 2 vols., Bilbao, 1995.
Siglo XVIII
1794 6 de diciembre
1799 11-14 de junio
Siglo XIX
1812 21 de febrero
24 de febrero
1816 23-25 de setiembre
1817 17 de marzo
4-5 de junio
26-27 de julio
6-8 de diciembre
10 de diciembre
1827 26 de junio
1828 22-24 de setiembre
1830 4-5 de octubre
1833 23 de marzo
1840 15 de setiembre
20 de setiembre
1842 17 de octubre
1845 30-31 de marzo
1846 20 de junio
11 de diciembre
1848 24-26 de junio
1850 24-25 de enero
1852 24-25 de enero
1855 13 de noviembre
1857 6-8 de noviembre
1859 27 de octubre
1860 31 de agosto
1862 27-28 de octubre
1863 abril
22 de octubre
1865 9 de julio
1867 marzo
1868 7 de marzo
22 de marzo
1869 16 de junio
22 de junio
1870 16 de febrero
1871 octubre
15 de noviembre
1874 7-8 de setiembre
14 de noviembre
1875 5 de setiembre
16 de diciembre
1876 febrero
11 de abril
5 de mayo
16 de junio
julio
15 de julio
18 de agosto
18-19 de octubre
16 de noviembre
25-27 de noviembre
1877 7 de mayo
1886 8 de julio
1890 10 de diciembre
1893 13 de diciembre
1895 7-9 de febrero
1898 28-29 de junio
Siglo XX
1904 16 de diciembre
1906 1-2 de marzo
1907 9 de noviembre
1912 23 de noviembre
1916 14 y 24 de octubre
4 de noviembre
1917 16 de julio
1918 19 de noviembre
1919 18 de febrero
1928 10 de agosto
1930 16 de octubre
1932 6 de enero
8 de marzo
26 de junio
1935 1 de abril

El poder de la Alianza Patriótica comenzó a declinar, tanto en el Ayuntamiento como, particularmente, en la Diputación, a partir de 1918. Como resultado de esa crisis, se impuso por fin la hasta ahora ocultada nueva dualidad en sentido izquierda-derecha, con manifiesto peso del segundo de estos dos bloques. La descomposición de la política local se expresó en la reaparición de candidaturas de apariencia neutra (en realidad, tradicionalistas, también en crisis), y sobre todo en el surgimiento con fuerza del nacionalismo vasco, opción que entre 1920 y 1923 representó en Vitoria un atisbo de recuperación de una vida política ya muy deteriorada y apática.

El tiempo de la Restauración es también el de la eclosión del movimiento obrero local, que en Vitoria no cobró altos vuelos por no constituir el proletariado propio un sector ni demasiado numeroso ni demasiado identificado interna y externamente. A los socialistas se debe la primera organización obrera moderna, a partir de 1897. Estos hegemonizaron este campo hasta 1920, a pesar de que en 1905 se produjo una ruptura dentro de la Federación Obrera que propició la aparición de unos tan numerosos como inoperantes sindicatos católicos. En 1920 los socialistas se vieron desplazados por los sindicalistas de la CNT, que se hicieron con el control de una mayoría de la Federación Obrera, y que desarrollaron durante ese trienio, hasta 1923, una política sindical demasiado radicalizada para las posibilidades objetivas de la ciudad.

La economía fabril vitoriana vivió su oportunidad en el primer lustro del siglo XX, cuando coincidiendo con un proceso paralelo en toda España se produjo una extraordinaria inversión en sociedades anónimas, manifestada en la apertura de diversas empresas de mediano tamaño. Así, en 1900 se crearon el Banco de Vitoria, la Azucarera Alavesa y La Metalúrgica. Un año después, La Industrial Alavesa y El Porvenir Industrial. En 1903, las grandes panificadoras, El Ancora de Abechuco y La Vitoriana. Luego, la factoría de Pedro Hueto, La Maquinista, la Cooperativa de Electricidad, Aranzábal y Ajuria y otras. Sólo en 1900 se invirtieron más de diez millones de pesetas en sociedades anónimas, una cifra que no se alcanzaría hasta llegar a los años 30. La oportunidad, sin embargo, quedó en buena medida frustrada al fracasar algunas de las más importantes iniciativas empresariales (El Porvenir, La Metalúrgica -luego reflotada por Aranzábal y Ajuria-, La Industrial y La Maquinista). Con todo, otras siguieron activas y consiguieron impulsar el tejido industrial y económico de la ciudad. Pero el relativo fracaso recondujo la economía vitoriana hacia posiciones conservadoras, de manera que la ciudad se incorporó a una terciarización extraña, consistente en una especialización que explotaba la presencia sobredimensionada de clero y ejército, que monopolizaba la creciente burocracia y administración, así como diversos servicios públicos, o que manifestaba mayor atención a los negocios de la Deuda o de la explotación inmobiliaria que a la inversión en industrias y negocios. El conservadurismo de la economía iría parejo al expresado por la política, la cultura o la sociedad. Vitoria era una "ciudad levítica".

Poco tiene de extraordinario o de peculiar la vida vitoriana durante esos años. En general, puede decirse que su pulso es el mismo que el del resto del país. La tensión social se relajó, bien por la fuerza (puesta fuera de la ley de las organizaciones más reivindicativas), bien por el buen momento económico. La economía se reactivó. La política perdió interés y el hueco lo llenó un protagonismo de lo privado y de lo cotidiano francamente interesante. El deporte cobró una importancia extraordinaria. La mujer comenzó a aparecer en las páginas de la prensa. Los dinámicos bares empezaron a sustituir a los estáticos cafés. La cultura vasca cobró cierta singularidad, sustituyendo de nuevo al vacío dejado por la reivindicación nacional. Cuestiones hasta ahora dejadas en un segundo plano, como el problema de la vivienda popular y de clases medias -se construye la Ciudad Jardín- o la institucionalización de las relaciones laborales, pasaron a ocupar un papel de primer orden. La Unión Patriótica, el partido del dictador, tampoco prosperó en Vitoria, y fue incapaz de constituirse como formación eficaz y duradera en el tiempo. Tanto la Diputación como el Ayuntamiento fueron ocupados, por designación gubernamental o por representación corporativa, por elementos que luego constituirían buena parte del personal político durante los primeros años del franquismo. De alguna manera, la Dictadura de Primo de Rivera supuso su bautismo en el terreno de la actividad pública. A falta de otras emociones, la demografía vitoriana creció como no lo había hecho en los últimos cuarenta años, pasando de 34.000 a 40.000 habitantes en ese decenio censal. La política permaneció fosilizada, pero la sociedad procedió a fijar y a hacer reales los cambios que se venían manifestando y acumulando en años anteriores. La sociedad se "masificó" y, en ese sentido, contradictoriamente, se "democratizó" en sus comportamientos, aunque no lo hiciera en el terreno más formal de la política.

La inviabilidad del régimen dictatorial dio paso al interregno incierto de 1930. Este es un año de una gran importancia por los cambios que en él se producen. En principio, la tensión acumulada a partir de 1927 estalló en la medida en que se relajó el control gubernamental, se generalizó su crisis y se suscitaron expectativas reales de transformación. En los seis últimos meses de 1930 se produjeron trece huelgas en Vitoria, lo que colocó a la ciudad en un inédito puesto en el ranking de conflictividad social en España. Los sindicalistas de la CNT reaparecieron con mucha fuerza, protegidos a veces por sectores republicanos. También recuperaron efectivos la UGT y los católicos, y Solidaridad de Obreros Vascos surgía en 1931 y se convertía en sólo dos años en la primera fuerza sindical alavesa en cuanto a número de socios, no tanto por su presencia real en el escenario social. Las huelgas de ese año se resolvieron con importantes éxitos para la CNT, lo que explica en parte la radicalización a que se sometió esta organización hasta 1933, un factor básico para explicar parte de la tensión vivida en la ciudad en esos años. En otro terreno, fundamental, en 1930 se produjo un desplazamiento de la hegemonía social de la fuerzas conservadoras hacia el republicanismo. Destacados prohombres del dinastismo, como Martínez de Aragón o el antiguo alcalde José Otálora, abandonaron las filas del monarca, como lo hacían otros personajes como Alcalá Zamora. Ello permitió que a las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 los republicanos llegasen muy fortalecidos, en detrimento de la derecha local, tradicionalmente más potente, pero ahora absolutamente desorientada y desorganizada al no haber sido capaz de retener la estructura de la anterior Unión Patriótica o de su sustituta, la Unión Monárquica Nacional. Fruto de esa situación fue la mayoría obtenida por la coalición republicano-socialista en el Ayuntamiento vitoriano de 1931 (corta y tras la repetición parcial de las elecciones), lo que le permitió gobernar esta institución, así como la Gestora Provincial republicana (la Diputación). Al frente de uno y otra se colocaron Teodoro González de Zárate y Teodoro Olarte, respectivamente, dos medianos industriales de vieja trayectoria republicana.

Elecciones del 12 de abril de 1931
Ref. Boletín Oficial de Álava del 14-IV-1931. Filiaciones en El Día de San Sebastián.
Candidatos Partidos Votos
José Gabriel Guinea Integrista 414
Cesáreo Iradier Conservador 400
Manuel Manso Lib.conservador 374
Angel Viana Derechista 312
Julián Zárate Derechista 305
Saturnino Apraiz Izquierdista 270
Dámaso Villanueva Izquierdista 535
Teófilo Martínez Izquierdista 528
José Bagazgoitia Socialista 516
Santos Cendoya Jaimista 427
José Olariaga Derechista 425
Manuel Arámburu Izquierdista 365
Tomás Alfaro Izquierdista 364
Juan Cruz Ruiz de Azúa Izquierdista 361
Moises Ruiz de Gauna Derechista 292
Teodoro Gz. de Zárate Izquierdista 589
Francisco Dz. de Arcaya Socialista 587
José Castresana Izquierdista 584
Santiago Quintana Izquierdista 583
Javier Elorza Derechista 402
Moises Armentia Reformista 401
Alfonso García Izquierdista 485
Teodoro Olarte Izquierdista 478
Primitivo Herrero Socialista 464
Ecequiel Peciña Jaimista 294
Francisco Lz. de Aberásturi Derechista 423
Germán Mz. de Ezquerecocha Derechista 416
Nicolás Landa Derechista 396
Angel Elguea Derechista 309
Cornelio Arrieta Derechista 298

Dio la victoria electoral a las derechas el voto de los distritos rurales; en el casco la izquierda ganó por 300 votos de diferencia. Los concejales resultantes fueron 16 monárquicos, 15 republicanos socialistas y dos católicos independientes. Los nacionalistas Madinabeitia, Eguilar y Trocóniz publicaron una carta en los periódicos locales, con anterioridad a las elecciones, diciendo que habían causado baja voluntaria de ambas ramas del nacionalismo, sin haber renunciado a sus ideales, pero que hacían pública su retirada de la contienda electoral. Fuentes republicanas atribuyeron esta actitud a indicaciones del palacio episcopal. El 14 de abril, tras conocerse la proclamación de la República en España, el Comité Republicano de Vitoria convocó a todos los concejales electos a una reunión en su sede, tras lo cual y autorizados por el Gobierno civil, los manifestantes se dirigen al ayuntamiento. Guinea, alcalde saliente y concejal derechista electo, entrega el ayuntamiento. Izada la bandera republicana, es elegido alcalde Teodoro Gz. de Zárate, libertándose a las 9:30 a los cinco presos políticos que había en la cárcel. Hablan San Vicente y L. Apraiz. Días después entregaba el Ministerio de Gobernación la lista de concejales que debía de integrar el ayuntamiento. Su comisión ejecutiva se compuso sólo de republicanos y socialistas: González de Zárate, republicano, Herrero y Díaz de Arcaya, socialista y los republicanos, Susaeta, Aramburu, Alfaro y Villanueva.

Elecciones del 31 de mayo de 1931.
Ref. La Voz de Guipúzcoa, 2 de junio de 1931.
Candidatos Partidos Votos
En casas Consistoriales:
Manuel Díaz de Janguitu Republicano 315
Claudio Legaraz Católico 205
ANV   92
PNV   69
En Mercado:
Ramiro de Aragón Republicano 336
José Sánchez PNV 213

Por su parte, la derecha no logró reorganizarse hasta las vísperas de las primeras elecciones a Cortes constituyentes, en junio de 1931. La operación corrió a cargo de José Luis Oriol Urigüen, un industrial vizcaíno, antiguo maurista, capaz de aglutinar a las diversas fuerzas conservadoras, de carlistas a viejos dinásticos, bajo las siglas de Hermandad Alavesa. Esta entidad ingresaría poco después en la Comunión Tradicionalista, pero su supremacía política en Alava fue a costa de diluir la identificación carlista en beneficio de su condición de aglutinante de la derecha provincial. Las elecciones a diputados de junio de 1931 fueron ganadas por el médico republicano Susaeta, que arrolló en la ciudad a sus oponentes derechistas y nacionalistas (4.192 votos frente a 2.853).

Elecciones generales del 28 de junio de 1931
Ref. Boletín Oficial de Álava del 30 de Junio de 1931. Filiaciones en la Gaceta del Norte del 30-VI-1931.
Candidatos Partidos Votos
Susaeta, Félix Republicano 4.191
Oriol, José Luis Tradicionalista 1.804
Ramírez Olano, Pantaleón Estatutista 1.039
Diversos y blanco   76

El primer bienio republicano se caracterizó en Vitoria por la fuerte tensión social que imprimió la CNT, lo que le llevaría a padecer la represión y el aislamiento político y social, y a la crisis vivida a partir de 1933. A la vez, las relaciones entre los republicanos se fueron complicando, hasta llegar a la división de fuerzas que en noviembre de 1933 explica la fuerte derrota de este bloque en las elecciones legislativas. La derecha de Oriol mantuvo hasta finales de 1935 una oposición dura, aunque todavía en los espacios de la legalidad, a pesar de la implicación colateral de alguno de sus miembros en la "sanjurjada" de 1932. A partir de 1935 se haría manifiesta su práctica violenta y su impugnación radical del proceso republicano.

En paralelo, la ciudad fue escenario del debate estatutista y de otros momentos de tensión como la expulsión del obispo Múgica (19 de mayo de 1931). El debate sobre el Estatuto se encontró en Vitoria con la oposición del gobierno municipal y provincial al proyecto de Estella. El de las Gestoras fue aprobado en Pamplona (19 de junio de 1932) también por el ayuntamiento vitoriano, con el único voto contrario de un concejal radical. Otro tanto sucedió en el verano de 1933, a pesar de la oposición de los tradicionalistas. Por último, el plebiscito del 5 de noviembre de 1933 se saldó en la capital con un 62% de votos favorables, un 10,7% de negativos y un 26,7% de abstenciones (casi la mitad de la media provincial).

La derecha llegó al poder también en Vitoria y Álava tras las elecciones de noviembre de 1933. Estas depararon el triunfo de Oriol, seguido de Landáburu, candidato del PNV. Los resultados en Vitoria son expresivos de la crisis y desunión de los partidos republicanos: 7.137 votos para Hermandad Alavesa, 3.767 para el PNV, 2.627 para los republicano-socialistas y 1.036 para los radicales de Lerroux. El 2 de febrero de 1934 el gobernador civil nombró una nueva Gestora Provincial con cinco radicales y dos radical-socialistas, con el periodista Luis Dorao, director de La Libertad, al frente de la misma. Cuatro meses más tarde se nombraría otra de composición similar o incluso más escorada hacia la derecha. El conflicto suscitado por los ayuntamientos vascos, en el verano de 1934, debido al llamado Estatuto del vino, propició la destitución o la dimisión de los concejales de Izquierda Republicana, del PSOE y del PNV. El 3 de setiembre el gobernador civil nombró una gestora municipal a base de radicales lerrouxistas, de monárquicos e incluso de miembros de la CEDA. Cuatro de estos nuevos concejales ya lo habían sido de nombramiento gubernativo durante la Dictadura de Primo de Rivera. El radical Ginés Ostolaza fue designado alcalde, siendo sustituido a partir de diciembre por su correligionario Manuel Díaz de Jungitu. Acontecimientos como la sublevación anarquista de diciembre de 1933 o el movimiento básicamente socialista de octubre de 1934, a pesar de ser importantes en localidades cercanas (Labastida y Mondragón o Bilbao, respectivamente) no tuvieron casi repercusión en Vitoria. Con todo, entre esas dos fechas se enmarca la crisis definitiva del obrerismo de izquierda también en la ciudad. A partir de 1935 se recompuso lentamente la unidad del bloque republicano. Mientras, en la derecha, la CEDA incrementó notablemente su presencia en la opinión pública -sobre todo en la urbana, en Vitoria-, como bien se demostró en las elecciones de febrero de 1936. En éstas, la victoria correspondió de nuevo a Oriol y al candidato del Frente Popular, Ramón Viguri. En Vitoria ganó el republicano en la primera vuelta, seguido de Oriol y de Luis Pérez Flórez-Estrada, candidato de la CEDA. El nacionalista Landáburu se quedó en minoría.

Elecciones generales del 16 de febrero-1 de marzo de 1936. (1ª y 2ª vuelta)
Ref. Euskadi del 3-III-1936 y del 18-II-1936. Filiaciones en La Gaceta del Norte del 18-II-1936.
Candidatos Partidos Votos
    2ª vta. 1ª vta.
Viguri Frente Popular 5.423 5.323
F. Estrada Frente Contrarrev. 4.072 4.264
Oriol Frente Contrarrev. 3.657 4.473
Landaburu PNV 2.649 2.509
Varios   42 41

Ya en pleno Frente Popular, durante la primavera de 1936 conoció Vitoria la huelga general obrera más importante de las producidas hasta entonces. Pero se trató de un conflicto pacífico, controlado por los sindicatos -básicamente por la CNT y por los católicos- y desprovisto del dramatismo que había caracterizado la conflictividad social entre 1931 y 1933. La tensión social habida en la ciudad no explica, ni mucho menos justifica, lo ocurrido a partir del 18 de julio. Como sucediera en otras ocasiones, Vitoria se movía por influjo externo.

El 19 de julio, en Vitoria, a las 7 de la mañana, el teniente coronel de infantería (Batallón "Flandes 6"), Camilo Alonso Vega, proclamó el estado de guerra y asumió los poderes civil y militar. La provincia, en su casi totalidad, y la capital cayeron inmediatamente en poder y bajo control de los militares sublevados. La reacción de los sindicatos fue convocar una huelga general a partir del lunes 20, que duró hasta el día 23.

La guerra no tuvo en Vitoria el dramatismo de otros lugares. Como punto estratégico en la ruta Navarra-Madrid -la que sostenía Mola-, trató de ser recuperada desde Bilbao por fuerzas leales a la República. La primera colisión de tropas se produjo en Legutiano-Villarreal, en la segunda quincena de julio. Después, desde el último día de noviembre, y hasta enero de 1937 (sobre todo hasta el 24 de diciembre de 1936), se desarrolló definitivamente la batalla de Villarreal, el único hecho de armas que afectó a la ciudad. Esta fue bombardeada por el ejército vasco, sin producir importantes daños. A partir de ahí, la guerra se limitó en Vitoria a lo que se había conocido en anteriores contiendas civiles: privación y desabastecimiento, fractura del orden social, radicalización de minorías, persecución de los vencidos e invasión de elementos militares de todo signo.

La represión en Álava fue escasa, en términos comparativos con otros lugares. Ello se explica por la reducida tensión social que se vivía en la provincia. Hay certificadas por lo menos 163 ejecuciones. La morbosa media de Álava está en casi la mitad de la general española. Más que por el número, la represión en la provincia impactó por su "carácter cualitativo": en diferentes "paseos" fueron asesinados el alcalde de Vitoria, Teodoro González de Zárate, el presidente de la Diputación, Teodoro Olarte, varios concejales y destacados personajes de las fuerzas de oposición. La ideología y la vecindad de los represaliados responden al mapa de influencia provincial de republicanos, izquierdistas y nacionalistas: se asesina a republicanos de izquierda, anarquistas de la CNT, socialistas y nacionalistas vascos, vecinos a su vez de Vitoria, Rioja alavesa, Arraya-Maestu, Zambrana, Araya, Nanclares, Asparrena y la zona que en principio no controlaron los sublevados (valle de Ayala). A mediados de 1937, sólo en Vitoria, había 4.000 prisioneros. La Comisión Provincial de Incautación de Bienes encausó a 749 personas en la provincia (curiosamente, donde menos, en la capital). El funcionariado fue depurado: 55 sanciones en la Diputación y otras tantas en el Ayuntamiento. Los maestros sancionados fueron 25, de los cuales 8 perdieron su empleo.

La provincia de Álava, después de Navarra, fue la que más voluntariado proporcionó al ejército sublevado. Se ha hablado de hasta 3.000 voluntarios. Por lo menos hay 2.051 documentados: un 78% requetés tradicionalistas, un 19% falangistas y un 2,6% de Acción Popular (CEDA). De ellos, 465 eran vitorianos (el porcentaje más bajo de toda la provincia): en este caso, un 57% carlistas, un 33% de Falange y un 10% de AP. Aparte de esta milicia que acudía al frente, existió otra encargada de velar por la seguridad de la retaguardia: la Milicia Ciudadana. En cuanto a los nuevos poderes locales, el rápido control de la situación por parte de los sublevados permitió una pronta sustitución del personal militar por el civil. La derecha provincial ocupó las instituciones depuradas y disueltas. Carlistas, católicos, algunos falangistas y, en menor medida, viejos conservadores de Renovación Española o de la CEDA se hicieron con el Ayuntamiento y con la Diputación. A destacar la presencia de los independientes, derechistas sin adscripción precisa que ya habían ocupado puestos similares durante la Dictadura de Primo de Rivera. Del mismo modo, se hacen notar también los intereses de la empresa y de la propiedad, como Serafín Ajuria o como el nuevo alcalde, Rafael Santaolalla<, presidente y fundador de la patronal. Con todo, y a pesar del fácil control de la zona, la retaguardia vivió fuertes tensiones entre carlistas, falangistas, militares y franquistas de primera hora. El Decreto de Unificación y la creación del partido único (FET y de las JONS) no mitigó esta pugna por el poder que, tras diversas fases, se resolvería en beneficio de ese ambiguo sector al que ya en la época se le denomina "franquista": una mezcla de vieja derecha de los tiempos de la monarquía y neutros oportunistas. Los carlistas locales estuvieron más en la línea pragmática de Rodezno -bien representada por Oriol- que en la ortodoxa de Fal Conde. Por eso, expurgados los radicalismos del momento de la guerra, al final de ésta se adaptaron en su mayoría a la nueva situación. Por último, los pocos y jóvenes falangistas vitorianos y alaveses, también rebajados de estridencias, se conformaron con el control de determinadas parcelas del partido y del sindicato únicos.

La larga Dictadura de Franco no encontró en Vitoria una oposición estable hasta los primeros años setenta. A pesar de que un informe oficial de 1947 calificara a la provincia, junto con Navarra, como territorio "dudoso", la disidencia política al primer franquismo no alcanzaría mucho más que al descontento de ciertos sectores carlistas.

De otro carácter sería la oposición política al régimen. Hasta mediados de los cincuenta hay que hablar de una débil resistencia interna, aunque jalonada por dos sucesos de cierta entidad. El 19 de junio de 1946, la acción de un pequeño grupo de nacionalistas vascos contra los actos oficiales de homenaje a Francisco de Vitoria, sirvió para hacer patente la disidencia, trasladarla a determinados ámbitos a través de los profesores extranjeros asistentes a la celebración, y extenderla a la opinión pública local por medio de los procesamientos subsiguientes. En esas mismas fechas, el 27 de mayo de ese año, se localiza la primera huelga habida tras la guerra: en la factoría metalúrgica Aránguiz. Un lustro después tuvo lugar la huelga de 1951, contra la carestía de la vida y con ciertos contenidos de oposición al régimen. En su punto más álgido, el 5 de mayo, cerca de 4.000 obreros vitorianos se sumaron al paro, manifestando importantes dosis de espontaneidad que superaron los preparativos de una precaria organización nacionalista. La represión, la reacción oficial y los encausamientos posteriores sirvieron para dar aún más eco a este conflicto. Pero a la vez, también propiciaron la desarticulación de esta oposición, así como la manifestación de su "envejecimiento". Se trataba de activistas que todavía procedían de la República, y que en el futuro serían sustituídos por generaciones muy diferentes de opositores. En lo que hace a familias políticas, se puede decir que fue la nacionalista la que ya desde el fusilamiento de Luis Álava Sautu en mayo de 1943 vivificó su presencia -con todo, escasa- en la ciudad. Otras fuerzas fueron poco menos que inexistentes o se limitaron a actos simbólicos. A partir de los primeros cincuenta, y tras su vuelta de la cárcel y del destierro, despunta la figura de Antonio Amat, el hombre fuerte del socialismo en el interior, que confiere a la ciudad cierto protagonismo casual en esta crónica de la resistencia (casual en tanto que su particular función y activismo no conllevaron directamente la creación de un sector socialista vitoriano de cierta entidad).

La postguerra impactó en Vitoria de una manera no muy distinta que en el resto del país. La renta nacional retrocedió veinte años. También en la capital alavesa, privación, escasez y racionamiento fueron la tónica. La Dictadura sirvió también para anular la transformación que vivía a partir de los años veinte y treinta el lugar. En 1950, Vitoria vuelve a ser una ciudad anodina, inánime, habitada por 50.000 pobladores que siguen dedicados a abastecer de servicios y de productos a su entorno rural más inmediato. En 1949 la economía local sufrió un fuerte impacto al perder la capitalidad de la Diócesis, tras desgajarse de ella las de Bizkaia y Gipuzkoa. Con todo, para entonces la mano de obra industrial ya superaba a la ocupada en el sector servicios (44,3 frente al 43,9%: 9.564 trabajadores industriales, mayoritariamente metalúrgicos). En cuanto al gobierno institucional de la urbe, es muy poco lo que se sabe aún, más allá del listado de autoridades y del hecho constatado de que su nombramiento no respondía al deseo popular sino al equilibrio de poderes de las fuerzas que sostenían la Dictadura, tanto a nivel local como general.

Pero lo realmente sustancial de la historia vitoriana en la segunda mitad del siglo XX es la radical transformación que se vive, a partir de finales de los años cincuenta, como consecuencia de su industrialización. Esta comenzó de una manera bastante espontánea, ocupando espacios en la periferia de la ciudad junto a las vías de comunicación. Se trata en principio de empresas procedentes del valle del Deba, que ya comienzan a escapar de la saturación de aquellas zonas. En el decenio de los 50 se instalaron en la ciudad 247 nuevas empresas. Pero en el siguiente, éstas alcanzaron la cifra de 874, que se convirtieron en 833 en el tiempo que va de 1970 a 1977. Las razones que explican este espectacular proceso son algunas como éstas: la saturación del suelo industrial en zonas colindantes de Gipuzkoa y Bizkaia; la existencia de una oferta de suelo, disponible, barato -entre 10 y 15 veces menos que en la cuenca del Deba-, preparado para las necesidades industriales y bien comunicado; las ventajas fiscales del Concierto Económico; la actuación de las instituciones públicas locales cara a estimular la llegada de las empresas; la existencia de una mano de obra cualificada; y la relativamente fácil integración de la población emigrante. Los efectos inmediatos de esta industrialización fueron por lo menos dos: el desequilibrio entre la capital y la provincia se acentuó todavía más (tres cuartas partes de la población y de la industria están concentradas en Vitoria); y la llegada masiva de población inmigrante que transformó por completo la ciudad, sometida a su vez a un desbordante y ordenado proceso de urbanización. Así, se pasa de 53.571 habitantes en 1950 a 74.936 en 1960, y a 173.137 en 1975. En ese año, el 34,2% de los vitorianos tenía menos de 18 años, dos de cada tres ocupados eran trabajadores industriales, y sólo el 41,8% había nacido en la capital.

Los sangrientos sucesos que acabaron con la vida de cinco trabajadores a manos de la policía el 3 de marzo de 1976 marcan el momento en el que las transformaciones socioeconómicas que se habían venido produciendo en la ciudad se traducen en efectos sociales y políticos. La huelga, iniciada el 9 de enero por parte de la plantilla de Forjas Alavesas, se transformó en una enación de demandas y conflictos empresa a empresa que un movimiento obrero recién creado transformó en un proceso de gran radicalidad tanto en sus demandas como en sus mecanismos de organización, presión y decisión. Como se ha escrito, marzo de 1976 marca el instante en que esa nueva clase obrera se hace visible en la ciudad. A la vez, el proceso de toma de conciencia social coincide con una paralela toma de conciencia política en el marco de la crisis postfranquista. La singular transición política vivida en el País Vasco cobró en Vitoria, a partir de aquellos acontecimientos, una deriva muy particular que todavía hoy, aunque de forma minoritaria, se percibe. 1976 y, sobre todo, el año siguiente, marcan también el inicio de la crisis económica, que frenó la constante inmigratoria y de crecimiento industrial. La ciudad, a partir de aquellos cambios de los años sesenta y setenta, dejó de ser la levítica urbe que había sido durante siglo y medio.

El proceso político posterior trajo consigo la capitalidad de la Comunidad Autónoma Vasca (23-03-1980), con el consiguiente repunte del sector terciario y el regreso a una anterior terciarización económica, aunque de signo bien diferente de la que se había conocido. En términos políticos, la ciudad se ha venido manifestando a partir de un equilibrio móvil entre tres fuerzas básicas: un centro derecha español, agrupado tras las siglas de la UCD y, finalmente, del PP; una izquierda obrerista en cuanto a su base social, articulada en torno al Partido Socialista; y un nacionalismo vasco, representado mayoritariamente por el PNV/EA, capaz de aglutinar a personajes relevantes de la vida local y de consolidarse con una fuerza inédita hasta ese momento.

Elecciones generales del 15-VI-1977  
PSOE 29.700
UCD 28.969
PNV 12.806
AP 5.973
PCE 3.290
DCV 2.548
ASD 2.343
EE 1.991
FUT: 1.979
ESB 1.898
PSP 1.518
FDI 642
AET 293
PP 145
FE 128

Reférendum constitucional 6-12-1978. (Censo electoral: 123.015)
Votos 73.735
52.608 (42,76%)
No 14.250 (11,58%)
Blanco 5.848.
Abstención 49.280 (40,06%)
Abstestención y No 51,64%.

Elecciones generales del 1-03-1979. (Censo electoral: 123.348)
Diputados
UCD 20.487 23,92%
PSE 19.193 22,41%
PNV 17.301 20,20%
HB 7.890 9,21%
UFN 5.352 6,25%
EE 4.747 5,54%
PCE 3.060 3,57%
ORT 1.022 1,19%
EMK 986 1,15%
UN 853 0,99%
PTE 588 0,68%
PSH 541 0,63%
PC 424 0,50%
LKI 421 0,49%
PP 146 0,17%
Senado
UCD: Alfredo Marco 19.908 23,25%
UCD: Miguel Aguirre 19.434 22,69%
PNV: José Ignacio Bajo 19.049 22,24%
Abstenciones 37.734 30,59%

Elecciones generales del 1 de marzo de 1979
Resultados obtenidos por partidos con un total de 119.892 votos emitidos de los que 3.772 fueron blancos y nulos
UCD 20.443
PSOE 19.193
PNV-EAJ 17.301
UF 5.352
EE 4.791
HB 3.890
PCE-EPK 3.060
ORT 1.022
EMK-OIC 986
UN 853
PTE 588
PSE 541
P. Carlista 424
LCR 421
P. Proverista 146
PCT 2

Elecciones municipales del 3 de abril de 1979.
Para cubrir las 27 concejalías de éste ayuntamiento se presentaron doce candidaturas: PSOE, PNV, EMK-OIC, EE, PTE, EFV, LKI, PCE, UCD, ORT, Candidatura Independiente de los Pueblos del Ayto., de Vitoria y Udal-Etxe Aukera, éste último apoyado por HB. Sobre un censo electoral de 123.348, resultando elegidos los seguientes concejales: PNV con 25.367 votos: José Angel Cuerda, Merche Villacián, María Jesús Aguirre, Juan María Ollora, Fº José Ormazábal, Luis Mª Aldaiturriaga, José Oficialdegui, José Ramón Molinuevo, Luis Alejandro Aristondo y Jesús Ibáñez, (Ollora, nombrado luego diputado foral, será sustituido por Lourdes Aburto); UCD con 20.375 votos: Alfredo Marco, Guillermo Suso, Mariano Chacho, Benedicto Barrios, Rosario Muela, Valeriano Tobar, Miguel Echevarría y Germán Ruiz de Azúa; PSOE con 14.551: Luis Alberto Aguiriano, José Vidal, Amado Ascasso Trincado, Primitivo Prieto, Cristina Valverde y José Pérez; Udal-Etxe Aukera con 7.989: Severino Rodríguez de Yurre, Saturnino Heras Ortíz y Guillermo Perea López. Alcalde:José Angel Cuerda del PNV, por encabezar la lista más votada, ya que en la elección de alcalde todas las formaciones se votaron a sí mísmas, excepto la de U. E. A. que votó en blanco.
Referéndum estatutario del 25-10-1979 (Censo electoral de 124.119)
Votos 79.942 64,41%
Abstención 44.177 35,59%
66.226 82,84%
No 7.940 9,93%
Blanco 4.576 5,72%
Nulo 1.200 1,50%
s/c   53,35%

Primeras elecciones para el Parlamento Vasco: 9-03-1980. (Censo electoral: 127.568)
 
PNV 11.914 26,49%
UCD 13.961 18,57%
PSE 11.536 15,98%
HB 10.266 13,65%
EE 8.105 10,78%
AP 4.716 6,27%
PCE 2.561 3,40%
ESEI 1.123 1,49%
ORT 625 0,83%
EMK 608 0,80%
LKI 299 0,39%
EKA 236 0,31%
CUC 119 0,15%
Abstenciones 52.406 41,08%/td>

Elecciones generales del 28 de Octubre de 1982
PSOE 41.882
AP/UCD 20.128
PNV 20.079
HB 9.858
EE 8.120
CDS 4.500
PCE 1.224
PST 620
FN 237
PCEml 103
UCE 102
CUC 91
SE 90
Escrutados 132.910
Abstenciones 22.046
Nulos 2.657
Blancos 1.170

Elecciones municipales del 8 de mayo de 1983
Concejales: EAJ-PNV: José Angel Cuerda Montoya, María Jesús Aguirre Uribe, Francisco José Ormazabal Zamacona, José R. Berzosa Ibañez de Arroyabe, Luis María Aldayturriaga Ais, Jesús Ibañez de Matuco Cueto, Elena Peciña Anitua, Juan José Urraca Tejada, Julián Estrela Suñen, Angel Rodrígez Riaño, Julián María Asurmendi Barrio. HERRI BATASUNA: Guillermo Perea López de Letona, Fco. Javier Vareño Ormaetxebarria. PSOE: Fernando Buesa Blanco, Francisco Javier Rojo García, María Blanca Elena Alday Carrasco, Roberto San Ildefonso Izaguirre, Francisco Castañer López, Jesús Angel Ignacio Loza Aguirre, Juan Antonio Martínez de Butrón Alberdi, José Soriano Cabrera, Azucena Lamaza Martínez. EE-IPS: Juan José Olaberria Uliondo. AP-PDP-UL: Clemente López-Cano Trincado (PDP), María Mercedes Usatorre Zubillaga (AP), José Manuel Barquero Vázquez (Ind.), Luis Martínez Osorio Ulled (Ind). Resultó elegido alcalde el primero.
Elecciones al Parlamento del 26-II-1984
PNV 28.313
PSOE 26.154
CP 14.620
HB 9.042
EE 7.700
Auzolan 1.006
PC 878

Elecciones generales del 22 junio de 1986
PSOE 36.584
CP 15.347
PNV 14.642
HB 10.584
CDS 9.684
EE 8.729
IU 926
UC 631

Elecciones municipales del 10 de junio de 1987
Resultaron elegidos los siguientes concejales: José A. Cuerda (EA), María J. Aguirre (EA), Luis Aldayturriaga (EA), Elena Peciña (EA), Alberto Jiménez (EA), Jesús I. Matauko (EA), José Nanclares (EA), Julia Estrela (EA), Estanis Aguirre (EA), María Pérez (EA), Augusto Borderas (PSOE), Andrés Sánchez (PSOE), Jesús Loza (PSOE), Juan Mª Butrón (PSOE), José Mariaca (PSOE), Javier Alienza (PSOE), Iñaki R.Pinedo (HB), Seve Yurre (HB), Maritxu Goikoetxea (HB), Julio Laespada (PNV), Dora Pinedo (PNV), Alfredo Marco (CDS), Manuel Fernández (CDS), Ramón Garín (AP), José Pizarro (AP), José Mª Salbidegoitia (EE), Mikel Unzalu (EE).
Elecciones generales del 29 de octubre de 1989
PSOE 28.869
PP 14.589
PNV 13.358
HB 10.337
EE 9.641
EA 7.791
CDS 7.576
IU 3.546
Otros 4.290

Institucionalmente, ha sido el PNV quien más beneficio ha cobrado de la situación, manteniendo ininterrumpidamente en la alcaldía a un personaje singular, carismático y heterodoxo como José Ángel Cuerda.

Elecciones el Parlamento de Vitoria del 28-10-1990
PSOE 21.537
PNV 17.299
UA 12.326
HB 10.328
PP 10.168
EE 6.638
EA 6.313
CDS 1.040
Otros 4.912

Elecciones municipales del 26 de mayo de 1991
Fue elegido alcalde José Angel Cuerda Montoya (PNV)
PNV 22.431
CDS 18.748
PSOE 15.986
HB 7.779
PP 7.061
EA 4.537
EE 3.551
Otros 1.637

Elecciones generales del 6 de junio de 1993
PSE/EE 33.095
PP 23.669
PNV 15.834
UA 14.240
HB 9.434
EA 5.696

Elecciones al Parlamento de Vitoria del 23-10-1994
 
UA 22.215
PNV 18.303
PSE/EE 16.796
PP 16.583
IU 10.536
HB 8.887
EA 6.350
CNPS 222

Elecciones municipales del 28 de mayo de 1995
Fue reelegido alcalde José Angel Cuerda Montoya (PNV)
PNV 29.858
UA 18.689
PSE-EE 15.575
IU 8.870
PP 19.242
HB 7.450
EA 4.964

Elecciones generales del 3 de marzo de 1996
 
PP 36.090
PSE/EE 33.757
PNV 21.811
IU/EB 16.681
HB 8.017
EA 5.781
Otros 1.144

Elecciones municipales del 13-06-1999 (votos y concejales)
Resultó elegido alcalde Alfonso Alonso (PP), con el apoyo de UA.
Ref. El Correo Español-El Pueblo Vasco, 14-06-1999 y 4-07-1999
PP 34.701 9
PNV/EA 27.630 7
PSE 20.968 5
EH 12.988 3
  UA 8.477 2
  IU 5.786 1
  Otros 380 0
  Abstención 38,39%  

Elecciones al Parlamento Vasco del 25-X-1998
 
PP 36.430
PSE/EE 23.436
PNV 22.370
EH 13.665
UA 12.553
IU/EB 8.155
EA 7.227
Otros 1.637

Elecciones generales del 12-03-2000
Ref. El Diario Vasco, 13 de marzo de 2000
PP 53.132
PSE/EE 34.221
EA 5.082
Otros 3.434
PNV 21.876
IU/EB 7.877
Abstención 28,15%

Vitoria es una ciudad moderna, bien equipada y relativamente equilibrada. Al mismo tiempo, es una ciudad nueva, construida casi de la nada por sus actuales moradores. Este factor le confiere una personalidad contradictoria: ha suscitado sentimientos de pertenencia muy localista, y a la vez se percibe todavía una falta de referentes simbólicos consolidados, capaces de materializar en lo concreto esas identificaciones con la ciudad.

ARB