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Tornamira, Francisco Vicente de

Cosmógrafo navarro. Tudela, 1534 - Tudela, 24-08-1597.

Aunque varios bibliógrafos sitúan su cuna en Tarazona, es muy probable que fuese natural de Tudela (así rezaba en la portada de sus obras). Muy poco se sabe de su vida: antepuso, probablemente, el apellido materno (Vicente) al de su padre, quizá por diferenciarse de dos vecinos suyos; y casó con Ana Bueno, con quien tendría diez hijos, sobreviviendo sólo dos.



La fama de Tornamira procede de su obra Chronografía y repertorio de los tiempos (1585). En una dedicatoria del autor al Marqués de Falces que precede al texto, afirma que "no tiene los grados de ciencias que en las escuelas se dan, ni profesa el hábito de ellas". El propio Tornamira firma como Señor de Mora y no añade ningún título universitario. El estilo y contenido de la obra nos induce a pensar que recibió una esmerada educación y que, probablemente, se interesó por la astronomía a lo largo de toda su vida.

La Chronografía consta de 162 capítulos y contiene 88 láminas. Entre las cuestiones que trata, destacan: la creación del universo; la división de la filosofía; el movimiento de los astros en el cielo; constelaciones, círculo y Zodiaco; la cronología universal; calendarios antiguos y modernos; y pronósticos meteorológicos. En ella comienza Tornamira rechazando la teoría del heliocentrismo relativa a la posibilidad del movimiento de la Tierra y de un sistema del mundo no geocentrista. No se contenta, sin embargo, con exponer un modelo ptolemaico tradicional, y acompaña una explicación del movimiento de los planetas bastante minuciosa, aunque no muy rigurosa, para los parámetros de aquella época.

Quizá no sea fácil entender cómo una obra en absoluto moderna, que rechazaba el sistema heliocéntrico -contenido en el De Revolutionibus (1543) de Nicolás Copérnico-, presente elementos de gran valor para su época. Las siguientes palabras de quien más ha estudiado la aportación del cosmógrafo tudelano, Javier Bergasa, reflejan, sucintamente, la importancia real: "La obra de Tornamira, que sigue totalmente la concepción ptolemaica del Universo y de la física aristotélica, queda como uno de los últimos jalones de una Cosmología que terminará siendo desbancada por una nueva visión del Universo.... Pero no pensemos que [por ello] queda desfasada y pierde su interés científico, ya que por una parte aparece en un difícil momento de transición y por otra...se continuarán publicando obras basadas en sistemas geocéntricos durante los siglos XVI y XVII".

El capítulo específico de la Chronografía que más atención despertó era el referente al Calendario, cuya reforma venía realizándose justo entonces (por bula del Papa Gregorio XIII de 1582). Tornamira pensaba que era necesario adaptar los conocimientos astronómicos a la variación en el cómputo del tiempo que traía consigo la corrección gregoriana. Lejos de limitarse a presentar simplemente un sistema ptolemaico tradicional, Tornamira calculó nuevas tablas para los calendarios y para las alturas de las estrellas. Y es que el manejo del calendario era vital para establecer los días festivos de la Liturgia en base a los cuales se programaban las festividades de la vida cotidiana cristiana, como la Cuaresma y el Corpus. Da idea de la importancia que tenía el control del calendario el que tres siglos después los tratados de matemáticas aún lo incluyesen de manera insistente.

A la Chronografía le siguió una segunda obra, la Traducción del Kalendario Gregoriano de latín en español (1591), en la que Tornamira añadió explicaciones y reglas relativas a la medida del tiempo.