Lexicon

SARDINA

Historia Técnologica. Consideramos de interés dar a conocer las artes y métodos de pesca de la sardina empleados a principios del siglo XX; para ello transcribimos algunos fragmentos del Diccionario... de las artes, aparejos e instrumentos que se usan en la pesca marítima... (Benigno Rodríguez Santamaría, publicado en 1911) sobre la ardora y el bolinche en su aplicación en la costa vasca:

Ardora.-Arte que se usa en varios puertos de mar de Guipúzcoa y Vizcaya para la pesca de la sardina, anchoa, panchos, verdeles, agujas, papardos, chicharros y toda clase de peces de los que forman bandos grandes, por el procedimiento conocido entre los pescadores con el nombre de ardora. Se da dicho nombre a la fosforescencia que producen los peces al moverse de un lado para otro, obligados, en la mayoría de los casos, por los propios pescadores. Pero éstos aplican a esta red el nombre del procedimiento que emplean en la pesca, o sea el repetido de la ardora. Se compone este arte de una sola pieza, o bien, de cuatro unidas, aunque también las observé de tres; pero, generalmente, se emplean más las tres o cuatro unidas que de un paño sólo, porque es más fácil su manejo y porque pueden contribuir a la formación del mismo tres o cuatro armadores, cada uno con su red, que, generalmente, es un bolinche de los de pescar sardina, y no tienen necesidad de desembolsar cantidades de importancia que representan la compra de un arte entero, porque resulta caro. En el primer caso, o sea empleándolo de una sola pieza, tiene unos doscientos cincuenta a trescientos metros de largo por veinte de alto, con malla de ocho a diez milímetros el lado del cuadrado, siendo su forma rectangular, si bien un poco arqueado en la parte inferior, como casi todos los artes de cerco de forma rectangular, y por eso lleva llaves y estacha para formar la jareta y cerrar después de haber cercado, como ocurre con el bolioche en todo el Cantábrico. En el segundo caso se emplea el arte llamado bolinche, bien sólo cuando se trata de armadores pobres, bien amarrando tres o cuatro por sus extremos y lado vertical, de unos trescientos metros de largo por veintiocho de alto en toda su extensión y malla de hilo de algodón igual al anterior, de ocho milímetros el lado del cuadrado. Se emplea, como arte de cerco, siempre de noche y por la fosforescencia, porque faltando ésta, no hay ardora; pero se larga muchísimas veces, contra lo que está mandado, a menos distancia de una milla del puerto, convirtiéndose, en varias ocasiones, en arte de arrastre. Para su mejor conservación, acostumbran a entintarlo una o dos veces al año con unos polvos especiales, iguales a los empleados en todos los demás artes del Cantábrico. Para secar el arte de ardora, tanto cuando se entinta, como cuando regresan con él mojado de la pesca, se iza con aparejos o palos altos clavados en las inmediaciones del muelle, o tendiéndolos en el campo en forma de adujas, pues para este efecto, en todos los puertos de mar reservan los Ayuntamientos una pequeña zona. Su uso es muy moderno en nuestra costa del Norte, y su invención es exclusiva de nuestros pescadores, si bien no tiene nada de particular como adelanto esta nueva forma de pesca, y en todo caso, si algo ha de apreciarse es que perjudica más de lo que beneficia si toca al fondo. Emplean en estos artes, en las provincias de Guipúzcoa y Vizcaya, unas veinticuatro embarcaciones, generalmente traineras, que tripulan doscientos pescadores, por término medio, puesto que no se usan todas las redes a la vez, sino en casos determinados. El uso de este arte, cuando es de tamaño grande, es el siguiente: sale del puerto una embarcación, trainera o lanchilla de vapor, con la red a bordo, acompañándole otra u otras dos, y llegadas al sitio conveniente, empiezan a sondear con unas piedras o zambullos iguales a la que indica la figura 8, las cuales, al llegar a los sitios en donde se encuentra la pesca, la espantan, y al tratar de huir de aquel lugar, produce, por el movimiento y el roce de unos peces con otros, la fosforescencia, a la cual llaman los pescadores ardora. Entonces se deja un extremo del arte en una embarcación de las que no lo tienen a bordo, dando luego el cerco con la red alrededor de la pesca, que queda dentro en su seno, hasta venir a parar con el otro chicote al punto de partida. Luego se fondea la lancha que condujo el arte por el centro del costado contrario al de la red, a fin de que aguante la fuerza que representa el halarlo; se embarca toda la gente en esta embarcación, y empiezan a cerrarlo y aproximarlo a la lancha, hasta formar el bolso; y en tal estado, ya se puede extraer la pesca de su seno por medio de un redeño. No siempre se emplean las sondas para descubrir la pesca, puesto que muchas veces se cerca ésta cuando se ve cruzar de un lado a otro, bien por el ruido que produce la embarcación, bien debido a otras causas, el caso es que pata poder pescar por tal procedimiento tiene que existir necesariamente la fosforescencia o ardora, y ésta se produce solamente por el movimiento de los peces o de algún otro objeto en las aguas en noches obscuras. Así que hay casos en que la misma pesca les facilita a los pescadores el medio de poder apresarla sin necesidad de ir en busca de ella. Cuando se usa este arte en tamaño pequeño, como por ejemplo del de bolioche, entonces se emplea sólo una embarcación, que casi siempre es la trainera, porque el vapor tiene el inconveniente de exponerse a que pueda enredarse en su hélice la red, por ser en noches obscuras cuando se verifica esta operación y porque su mayor calado no le permite aproximarse a playas y sitios en donde les es muy fácil poder maniobrar a la trainera. Este arte, tal como se emplea en el Cantábrico, yo lo considero perjudicial para la pesca, porque la ley le conceptúa como arte voluntario, debido a que desde que se da el cerco hasta que se cierran las llaves, los peces pueden escaparse por su parte inferior, como lo hacen algunas veces con artes parecidos, y debe largarse como el bolinche y cerco de jareta, ya que es completamente igual, aunque más grande, a más de una milla, en donde existe siempre doble altura de la que pueda tener esta red, según el artículo 6.° del Reglamento de la Libertad de pesca reglamentada de 1.° de enero de 1885; pero los pescadores lo convierten en arte obligatorio o de arrastre, porque lo largan casi siempre en lugares que toca al fondo, por lo que no es posible pueda escaparse ningún pez de los que entren en su seno. Hubo ocasiones que solamente en una echada o lance se han pescado hasta 6.000 kilogramos de pesca tan sumamente pequeña, que o bien han tenido que devolverla muerta al mar, o venderla para abono de tierras, lo que produce un perjuicio grande a las pescas de bajura, por ser a ellas a las que se dedica mayor número de pescadores en todo el litoral cantábrico, sobre todo, durante el verano y el otoño. Este perjuicio debieron comprenderlo los pescadores al reclamar del Ministerio de Marina la supresión de tales artes por la noche, petición que les fue atendida por la Real orden de 31 de julio de 1908 (D. O. número 174), la que se revocó por otra de 9 de marzo de 1909 (D. O. número 60), por la cual se vuelve a conceder el empleo de este arte. Yo los he observado muy detenidamente, y puedo declarar que el uso que de él se hace, en la mayoría de los casos, es contrario al espíritu informador de dicha Real orden, y, lejos de beneficiarse la clase pescadora, se perjudica bastante con su empleo. Existen de esta clase de artes en todo el Cantábrico unos cincuenta y uno, con un valor de 64.000 pesetas, como término medio. Estos artes trabajan a la parte, y el producto de las utilidades lo distribuyen en la forma siguiente: se saca para el armador la mitad, seis partes o cuatro, según los puertos, por el arte y el barco, y el resto se distribuye entre los tripulantes, deduciéndose antes los gastos comunes. Este arte es muy productivo, porque no hay gasto alguno de cebo ni ninguna clase de carnadas. La sardina pescada por este procedimiento se estropea mucho, porque, sorprendida en la obscuridad de la noche y en el reposo la mayor parte de las veces, trata de huir con gran velocidad, y al intentarlo, se roza una con otra en tal forma, que pierde por completo la escama; así que, una vez metida a bordo, se pone lo que los pescadores llaman molida, descomponiéndose muy pronto, por lo que sufre una depreciación grandísima en el mercado, porque se le distingue a primera vista de la pesca extraída del mar en cualquier otra forma que no sea la descrita o de la ardora.

Bolinche: Arte que se usa en casi todos los puertos del Cantábrico, destinado a pescar principalmente sardina, además de chicharros, panchos, verdeles, papardones, agujas y otras clases de pesca de las conocidas por bajura o de costa y por los procedimientos de "manjua" o "mansio", que es sin cebo, y el de "a poso", que es empleado el cebo o raba. Por su forma y el oficio que hace al largarse, debiera llamarse cerco de jareta. Se compone de una red de forma rectangular. Sus dimensiones varían mucho, puesto que los hay de noventa a ciento diez y seis metros de largo, siendo los más usuales y corrientes los de cien metros, y tienen una altura de veintiséis metros, repartidos en tres y medio o cuatro paños o piezas, los cuales se cosen horizontalmente, pero también hay algunos que tienen treinta a treinta y cinco metros de altura, repartidos en cuatro paños. Por lo general, aun cuando hay algunos de hilo, este arte es de algodón, tanto por resultar más barato, como por ser más ligero para su manejo, empleando para su confección el algodón de tres cabos del número 50, siendo su malla de ocho a nueve milímetros el lado del cuadrado. En las trempas, o lados verticales, tiene 3 argollas, sujetas a la relinga unas veces y con rabiza otras, por las que pasa un cabo delgado llamado jareta, que sirve para cerrar el arte de abajo a arriba. La estacha, o cabo grueso, que pasa por las argollas o llaves de la parte inferior, lleva dos cabos delgados que sirven para cerrar el bolinche por la parte inferior, una vez que ya se ha podido echar mano a la estacha, que es la que soporta todo el peso de la pesca. Por lo general, este arte se arma por los mismos pescadores, trayendo la red en piezas desde Barcelona, Francia o San Sebastián. El bolinche, así como todos los demás artes dedicados a la pesca, acostumbran los pescadores a entintarlos dos o tres veces al año con una pasta procedente de la india Inglesa, o polvos que los traen de Tarragona, lo cual hace el arte más duradero, porque apenas penetra el agua del mar en el interior del hilo, que casi siempre permanece seco. Para esta operación se llena de agua una caldera grande de hoja de lata y de la cual están provistos todos los armadores o dueños de embarcaciones y redes por serles necesaria. Existen en todo el litoral Cantábrico un número crecido de estos artes, que ascienden a mil cincuenta y cuatro, con un valor medio de 759.870 pesetas, siendo ésta, sin duda alguna, la red más abundante y más usada hasta ahora en todo el Norte de España, la cual se emplea como arte de cerco, y su aparición en nuestras costas del Norte data del año 1880 a 1882 en que se introdujo desde Francia, a cuya Nación corresponde la invención de dicho arte. Se dedican a la pesca con esta red unas quinientas veinte embarcaciones, denominadas traineras, de construcción muy fina, que caminan mucho y tienen diez o doce metros de eslora y tres toneladas de arqueo, que emplean cinco mil cuatrocientos pescadores cuando se dedican todos ellos a esta pesca. Además del bolinche reseñado, he visto otro que se usa en Vizcaya que, en vez de ser completamente rectangular como el anterior, es redondo en sus caídas o lados y arqueado por su parte inferior, si bien ambos tienden al mismo fin y dan iguales resultados. El modo de usarle es el siguiente: llegada la embarcación al punto designado para la pesca, el patrón arroja al mar una boya por la popa, que puede ser de hoja de lata, de corchos o de madera y alrededor de ella se echa raba, que consiste en las huevas del bacalao, y unos puñados de salvado para evitar que la pesca vea la sombra de la embarcación. Entonces el patrón se fija a ver si ve subir la pesca desde el fondo a la superficie o si se trata de pescarla a la manjua, que es en bandos, observa a ver si la ve cruzar de uno a otro lado, huyendo de los delfines. Logrado esto, se larga el arte, siempre por el costado de babor, por la derecha de la boya que está en el mar y en contra de la corriente, porque, de largarlo en favor de ella, se alejaría del punto en que se pretende pescar. Como la boya está en el agua, por la popa del barco, al largar el arte por la derecha de ésta, hay que dar con él vuelta redonda a dicha boya de modo que la red vaya cogiendo en su centro repetida boya y con ella la cantidad de sardina que se halle comiendo la raba y quepa dentro del arte. Al largar la red al mar se quedan a bordo, además de los cabos de popa, que son los que están debajo de ella sobre las tablas del barco, los de proa, que pasan de antemano por dos aberturas u horquillas de unos palos denominados charrangos o charangos, yendo el cabo del extremo de la parte superior o de los corchos a pasar por la apertura de afuera y el del extremo inferior por la de dentro. Del primero se hace cargo un tripulante de proa y del otro uno de los que están al centro de la embarcación. Hecho esto y largado el arte, después de haber dado con él el cerco alrededor de la pesca, se cobran primeramente los dos cabos o chicotes de la parte superior o corchera, a fin de atraer el arte hacia el barco, quedando cercada la pesca. Entonces se boga avante, a fin de que se corra la red hacia popa hasta que quede, próximamente, a la mitad del barco, y si se ve que hay pesca dentro del bolso, se hala de los cabos de la parte inferior hasta alcanzar el cabo grueso llamado estacha, con el cual se cierra el bolinche por abajo, quedando así formado el bolso, y suspendiendo luego las trempas o lados verticales, queda completamente aprisionada la pesca sin escape alguno. Esta operación de largar y cercar suele ser bastante rápida y, por lo general, tan sólo se emplea en ella unos quince minutos. Reducido el bolso de la red a la menor dimensión posible, va a parar la pesca a uno de sus lados, o a proa o a popa. y por eso son estos extremos los que más padecen siempre; luego, con un redeño se saca la sardina de la red, echándola a bordo a la par que se va cobrando el arte de abajo a arriba, hasta que no queda pesca dentro de él.