Concept

Patrimonio Cultural

En este artículo se explora la noción de patrimonio cultural vasco. En primer lugar, se lleva a cabo una definición de patrimonio cultural, lo que incluye su emergencia a mediados de siglo XX como el proceso de patrimonialización de los aspectos socioculturales de un pueblo, las causas sociohistóricas que son su caldo de cultivo y que hacen alusión al periodo de incertidumbre y crisis de sentido que se abre durante ese mismo periodo, y su fuerte vinculación con la identidad, es decir, con lo que es propio de una sociedad, pueblo o comunidad. Después, se destacan algunos de los principales patrimonios culturales vascos en función de cuatro categorías en las que históricamente sobresale: patrimonio arqueológico, patrimonio etnográfico, patrimonio arquitectónico y patrimonio industrial. Finalmente, se abordan los procesos expertos que, junto con convenciones internacionales y leyes locales, median en la construcción del patrimonio cultural vasco: el inventariado, la conservación, la interpretación y la activación.

Si atendemos a su significado original, la voz patrimonio en castellano, al igual que la palabra patrimoine en francés, procede del latín patrimonium, que se refiere a los bienes que son heredados del padre, de nuestros antepasados. Después, por extensión, se considera patrimonio no sólo lo que se hereda de los padres, sino también al cualquier tipo de bien que se posea. El patrimonio es, pues, según esta etimología, un inventario de propiedades económicamente valiosas formulado según un código del derecho.

Es a partir de la segunda mitad del siglo XX cuando se produce el llamado boom del patrimonio, entendido como una fuerte acentuación de un largo movimiento conservacionista que reacciona ante los procesos modernizadores tratando de encontrar una nueva forma en la que las sociedades contemporáneas se relacionen con su pasado.

Es un proceso de patrimonialización de la cultura, pues se transforma la propia cultura o a partes de ésta en un tipo de bienes específicos de una naturaleza particular: los bienes culturales. Esto significa que aspectos de la cultura de un pueblo, nación o sociedad son transformados en objetos simbólicos y materiales discretos que pueden ser patrimonializados y transmitidos entre generaciones. Es el uso metafórico de la voz patrimonio para designar un tipo de activo de índole cultural que forma parte de una colectividad y que define sus propiedades, lo que le es propio y le pertenece.

Las causas que explican los procesos de patrimonialización de la cultura pueden ser varias y complejas. Sin embargo, existe un diagnóstico extendido entre los estudiosos del patrimonio que entiende que emergerían como reacción a un sentimiento de pérdida generalizado y a una creciente conciencia de riesgo. El patrimonio es una manera de asir esas cosas que ya no son o que están a punto de no ser, y mantenerlas vivas en un presente en el que ya no se dan las condiciones sociomateriales de su existencia.

Este planteamiento se apoya en el conjunto de teóricos que describen el periodo de incertidumbre que se abre tras la Segunda Guerra Mundial y que se acentúa en el último cuarto del siglo XX, utilizando diversas etiquetas para definir las sociedades que se van configurando: postmodernidad (Lyon, 2000; Lyotard, 2000; Jameson, 2001), sociedad postindustrial (Touraine, 1973; Bell, 1994); modernidad líquida (Bauman, 2003), modernidad reflexiva (Beck, Giddens, Lash, 1994), sociedad del riesgo (Beck, 1998). Independientemente del término utilizado, todos coinciden en describir algunas características comunes en su diagnóstico, cuyas metáforas dan cuenta de ello: la realidad social se vuelve líquida, inestable, llena de riesgos, sin rumbo definido, fragmentada, o carente de sentido.

Sólo en una época en la que existe la percepción de una pérdida y riesgo globales que conducen a la dificultad para consignar espacios de sentido, es cuando emerge el patrimonio cultural. Es aquí donde entra en juego el patrimonio cultural como un proceso, apoyado en muchas ocasiones de una importante labor experta, que está destinado a la reconstrucción del sentido. El patrimonio se postula como el puente que une pasado y futuro, construyendo en el presente un vínculo de sentido que relaciona a las distintas generaciones y que, por lo tanto, permite solventar la falla histórica abierta.

El patrimonio cultural, entonces, refleja, expresa o contiene los principales referentes de identidad de una colectividad, ya sea en clave de pueblo, nación, comunidad o sociedad. Además, es algo que se posee, formando parte de una gramática del nosotros, de lo que es nuestro y nos pertenece.

El patrimonio cultural está fuertemente vinculado con la idea de identidad. Así, cabe destacar que, por ejemplo, Ariño vincule el patrimonio a un foco de representación social, esto es, a una "comunidad imaginada" (2002, p.334). Según este autor el patrimonio también resulta fuente de legitimación identitaria, siendo, además, lugar de producción de "autoconciencia histórica, sentido teleológico de la historia (...) y sentido de la responsabilidad" (Ariño, 2002, p. 338). El patrimonio genera toda clase de vínculos sociales e identitarios, convirtiéndose en la crónica -historia- y tópica -territorio- de la identidad (Gatti, 2007, p.22), en el nexo entre generaciones (Ballart y Tresserras, 2005, p.13), en la expresión de una comunidad (García García, 1998: 11), o en el lugar donde las personas se sienten mejor, más enraizadas y seguras (Howard, 2003, p.147). Prats destaca que lo más importante del patrimonio es "su capacidad para representar simbólicamente una identidad" (1997, p.22).

Dado el creciente y siempre en extensión conjunto de elementos que pueden llegar a formar parte del patrimonio cultural en una sociedad, unido a que la mayor o menor importancia de un patrimonio es el resultado de una compleja interacción entre lo que los expertos consideran como más relevante y las valoraciones que hacen los sujetos de su propio patrimonio, resulta sumamente complicado seleccionar cuáles son los principales patrimonios del acervo cultural vasco. Por ello, a continuación se presentan algunos de los tipos de patrimonio en los que se puede considerar que la sociedad vasca posee elementos destacables, donde se incluirá la mención de algunos ejemplos a modo de ilustración, sin que ello signifique que se agoten todos los posibles patrimonios dentro de esa sección ni que sean necesariamente los más significativos.

Dentro del patrimonio arqueológico se encuentran los restos prehistóricos e históricos encontrados en yacimientos que dan cuenta de las características tanto culturales como naturales de un determinado lugar en momentos concretos del tiempo. Ejemplos de yacimientos prehistóricos los encontramos en el yacimiento de Axlor en Dima (Bizkaia) o el de Irikaitz en Zestoa (Gipuzkoa). Por otra parte, en Euskal Herria también destacan los yacimientos arqueológicos con restos romanos: en Irún (Gipuzkoa) con el Museo Romano Oiasso, en el yacimiento arqueológico de Iruña-Veleia en Trespuentes y Villodas (Araba), el asentamiento romano en Forua (Bizkaia) o el puerto romano de la Ensenada de Portuondo entre Sukarrieta y Mundaka (Bizkaia).

El patrimonio etnográfico comprende todos los bienes culturales que están relacionados con las costumbres y tradiciones de los pueblos. En el caso vasco hace especial referencia al folklore vinculado principalmente a su mundo rural: danzas típicas, trajes folclóricos, artesanías, casas tradicionales, aperos de labranza, y otros instrumentos y objetos varios. Parte de este numeroso y amplio patrimonio puede ser consultado en varios centros patrimoniales como el Museo Vasco de Bilbao (Bizkaia), el Museo Euskal Herria de Gernika (Bizkaia), el Museo Etnográfico de Artziniega (Araba) o el Museo San Telmo de Donostia (Gipuzkoa).

El patrimonio arquitectónico puede definirse como patrimonio cultural edificado, lo que comprende el conjunto de construcciones y edificaciones que forman parte de la cultura y de la historia de un pueblo, comunidad o sociedad. En el caso vasco existe un amplio conjunto de patrimonio edificado eclesiástico, con una gran cantidad de ermitas -Santa María de Zumarraga (Gipuzkoa), iglesias -Básilica de Santa María en Portugalete (Bizkaia) y catedrales -Santa María de Vitoria (Araba)-. Asimismo, otro ejemplo son los cascos históricos de muchos pueblos de Euskal Herria, como los que hay en Araba, donde abundan los rastros de localidades amuralladas y otros restos medievales: Labastida, Laguardia, Salinillas de Buradón o Labraza entre otros. Las construcciones del pasado industrial vasco, aunque éstas ya podrían entrar en la siguiente categoría, son también relevantes, caso, por ejemplo, del Puente Bizkaia o Puente Colgante, que une los márgenes de la ría del Nervión entre Portugalete y Getxo (Bizkaia).

Como parte del patrimonio industrial se pueden identificar los bienes culturales que formaron parte de la actividad industrial de un país. Euskal Herria destaca por poseer un rico patrimonio industrial asociado a la siderurgia -Altos Hornos de Bizkaia en Sestao (Bizkaia), el Pobal en Muskiz (Bizkaia), Lenbur en Legazpia (Gipuzkoa)-, la minería -Museo de la Minería en Gallarta (Bizkaia) o la industria textil -Boinas la Encartada en Balmaseda (Bizkaia)-.

La construcción del patrimonio cultural descansa en gran medida, aunque no de forma exclusiva, en los procesos expertos y técnicos que lo producen y gestionan. Si bien no es la única forma en la que se puede exponer la mediación experta en los procesos de patrimonialización de la cultura, se puede identificar el modo genérico en el que los expertos y técnicos influyen en la creación de un patrimonio cultural mediante los siguiente procesos: inventariado, conservación, interpretación y activación (Muriel, 2013).

El proceso de inventariado es definido como el grupo de mediaciones selectivas y taxonómicas destinadas a identificar, seleccionar, registrar y clasificar los distintos componentes del patrimonio. Su objetivo es dar nombre al objeto patrimonio y singularizarlo. De entre una vasta herencia de elementos socioculturales que son parte de un colectivo, selecciona aquellos que puede ser más relevantes para su definición. Al dar un nombre al patrimonio, le otorga una entidad propia que le permite ser señalado, clasificado y ordenado. Esta labor de inventariado se nutre de dos procedimientos: la investigación (detectando, mediante un recorte, lo que es singular) y la transformación de la realidad en paquetes de información ordenada (creando repositorios de información, como bases de datos, inventarios y catálogos, en los que se ordenan y clasifican los patrimonios en función de diversas variables).

El proceso de conservación es definido como el conjunto de mediaciones preservacionistas que busca cuidar, mantener y, eventualmente, recuperar, los distintos elementos que han sido identificados como parte del patrimonio. El objetivo de la conservación consiste en dar continuidad al objeto patrimonio y preservarlo. Una vez que se han identificado los distintos patrimonios, éstos han de ser conservados de algún modo. Las mediaciones expertas se concentran en la forma de lograr que subsistan independientemente de su naturaleza. Es lo que permite que tanto en el presente como en el futuro el patrimonio esté disponible para los sujetos. Las operaciones de conservación pueden dividirse entre aquellas que tienen en cuenta la parte más material que compone un patrimonio (diagnosticando su estado físico y llevando a cabo las medidas de preservación y restauración) y aquellas que también apuntan a la preservación de sus componentes simbólicos (resignificando simbólicamente su papel en la sociedad en la que se inserta). A esto se le añade, en algunos casos, una protección legal e institucional (incluyendo los patrimonios en inventarios y catálogos oficiales).

La interpretación consiste en el proceso que engloba las mediaciones dedicadas a hacer entendible el patrimonio de un modo sencillo, atractivo y adaptado a los distintos colectivos. El objetivo de esta labor de interpretación es dar sentido al patrimonio para sus propietarios. Demarcados y consolidados, los patrimonios han de ser significados. El esfuerzo del experto se concentra en hacer entender el patrimonio a sus sujetos de un modo atractivo y accesible, convirtiéndolo en un elemento significativo para ellos. Dos son los procedimientos a través de los cuales tiene lugar la interpretación: la determinación de lo que es relevante de un patrimonio (sondeando aquello que posee mayores posibilidades de ser aprehendido por la población) y el modo de contarlo (utilizando una estrategia didáctica).

La activación es el proceso por el que el patrimonio es socializado a través de una puesta en escena que lo conecta a los sujetos que lo hacen suyo. El objetivo es conectar a la sociedad con su patrimonio. Después de ser singularizado, preservado y significado, únicamente resta socializar el patrimonio, dar la posibilidad material de que sea apropiado por la población. Idealmente tres son los modos en los que se produce la activación: dando entidad al patrimonio (imprimiéndole una pátina de autenticidad y haciendo del patrimonio algo atractivo), recreando experiencias relacionadas con el patrimonio (mediante juegos de teatralización y a través de la inmersión total del ciudadano con él) y mediante una estandarización y homologación del patrimonio (facilitando su acceso mediante productos estándar y homologados).

A continuación se enumeran algunas de las principales leyes, cartas y convenciones tanto a nivel internacional como a nivel local.

Cartas y convenciones internacionales: la Convención sobre la Protección del Patrimonio Cultural y Natural (UNESCO, 1972), la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial (UNESCO, 2003), las Directrices prácticas para la aplicación de la Convención del Patrimonio Mundial (UNESCO, 2005), la Convención sobre el Valor del Patrimonio Cultural para la Sociedad (Consejo de Europa, 2005), la Carta para la Interpretación y Presentación de Sitios de Patrimonio Cultural (ICOMOS, 2008).

Leyes Euskal Herria: Ley 7/1990, de 3 de julio, de Patrimonio Cultural Vasco (Gobierno Vasco, 1990), Ley Foral 14/2005, de 22 de noviembre, del Patrimonio Cultural de Navarra (Gobierno de Navarra, 2005), Ley 7/2006, de 1 de diciembre, de Museos de Euskadi (Gobierno Vasco, 2006), Ley Foral 10/2009, de 2 de julio, de Museos y Colecciones Museográficas Permanentes de Navarra (Gobierno de Navarra, 2009).

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