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Pamplona / Iruña. Historia

(1290-1291). En documento elevado al Papa, el obispo Sánchiz de Uncastillo expuso la realidad de Pamplona. La Reina posee la ciudad "como ocupada contra traidores", basada en que la jurisdicción había sido concedida al prelado, "salva la fidelidad al rey", que no había sido guardada. Los ciudadanos se negaban a pagar los censos de sus casas y hornos y elegían a los jurados que gobernaban la Ciudad. Obispo, prior y cabildo pactaron con la Corona. La Iglesia cedió la mitad de Pamplona y sus términos, rentas, diezmos, primicias y limosnas. Habrá un solo alcalde y almirante, y todos los cargos serán nombrados de común acuerdo por el rey y el prelado, cuyas armas ostentarán. La Reina devolverá sus bienes a los inocentes, permitirá reconstruir la Navarrería, entregará una renta anual al obispo y serán respetados los bienes y derechos de los canónigos. Sánchiz de Uncastillo marchó a Roma para obtener del Papa la aprobación, pero no lo consiguió. Burgo y Población, unidos en un municipio desde 1266, ratificaron la unión. En adelante "siens uns et ayen un consseyll et una comunidat, et ayen uns juratz, et aquetz juratz sien vint pera governar".

Los veinte jurados, diez por cada universidad, renovados anualmente, recaudarían impuestos y rentas, empleándolos en provecho del común de los vecinos. Tendrán un solo sello, de placa y pendiente: "que ayen un sayel grant et un altre pent, et non plus", y una bandera o "seynal capdal". Harán justicia dos alcaldes, uno por cada universidad por tener fueros distintos. Convinieron también la altura y forma que debían tener las paredes de las casas en la población, singularmente las que miraban al valladar del Burgo. El convenio fue aprobado por Felipe el Hermoso, I de Navarra y IV de Francia (1290). El contenido del suscrito por los vecinos quedó modificado sustancialmente por el que al año siguiente ajustaron la Corona y el Obispo, repartiendo el dominio de la Ciudad entre la Reina, el obispo, el arcediano y el hospitalero.

No habrá concejo único. Cada una de las cuatro universidades tendrá sus respectivos alcaldes y almirantes; elegidos por la Reina y el obispo los de San Cernin; por la Reina y el arcediano de la mesa los de la Navarrería y la Población; por la Reina y el canónigo hospitalero los del Burgo de San Miguel. Los elegidos jurarán el cargo cada año alternativamente en el palacio real y en el episcopal. Todos los empleados municipales ostentarían los emblemas de la Reina, obispo, arcediano y hospitalero, en cuyo nombre serían publicados los pregones. La Reina podría construir un palacio en Iruña, donde quisiera. El concordato suponía nueva ruptura de la unidad municipal, con tanto esfuerzo alcanzada. Al aprobarlo Bonifacio VIII (1 enero de 1298), los jurados presentaron recurso ante la Sede Apostólica, pidieron explicaciones al obispo (1301) y pidieron la anulación del convenio.

Luis I Hutin (1305-1316) quiso hacer realidad la cláusula de concordato aprobado en 1298 que facultaba a la Corona la construcción de un palacio en Iruña. El castillo se alzó frente a las ruinas de la Navarrería y a la Población de San Nicolás, en el terreno del Chapitel. Las obras comenzaron en 1308. Entre sus directores se contó con Gil "lo maçoner". Durante tres años trabajaron docenas de canteros, carpinteros, carreteros, braceros y mujeres. La piedra fue traída de los "marcueros" a que habían quedado reducidas las casas de la Navarrería, y de las "pereyeras" de Astrain, Cizur, Ezpilze, Guendulain y Ezcaba.

Debió tener sendas puertas en cada flanco: por el norte la "porta media castri", frente a la cual arrancaba la "belena traversana" (actual Bajada de Javier); otra en el oriental, mirando "enta Sant Jacme"; la meridional hacia Zorriburbu, y "el portal mayor" hacia la muralla de la Población, en la explanada del Chapitel, ante la cual tenían lugar los mercados. Este castillo, que dio nombre a la plaza más cordial de la Ciudad, fue demolido al conquistar el reino los ejércitos castellanos del Duque de Alba.

Aprovechando el viaje a París para jurar al nuevo monarca Felipe el Luengo, el obispo Arnaldo de Barbazán y una representación de los canónigos convinieron con el soberano un concordato que sería definitivo (1319). Los eclesiásticos renunciaron expresamente a un señorío sobre la ciudad que, según el propio prelado, nadie reconocía en la práctica; los jurados y los ciudadanos hacían caso omiso de órdenes y excomuniones. Desde ese momento el rey se convirtió en dueño y señor de la Ciudad, de las multas, lezdas, alcabalas y otras rentas, y de los censos que los vecinos de San Nicolás venían pagando desde la fundación, y de los que en adelante pagarían los de la Navarrería reconstruida.

La iglesia catedral de Santa María se reservó la propiedad de sus casas y bienes, beneficiándose con una renta anual asignada por la Corona. El rey debía emprender sin demora la reconstrucción de la Ciudad de la Navarrería. Pamplona, que jamás había sido capital del reino ni residencia habitual de los reyes y la corte, por más que reyes, reino y regnícolas se intitularan "de Pamplona" y "pamploneses", ahora estrenaba nueva etapa histórica. Carlos II el Malo comenzó a llamarla "cabeça et la mas principal del regno, porque en la dicta ciudat se funda la cathedral eglesia de Sancta Maria, en la quoal los reyes de Navarra se suelen et han acostumbrado coronar" (1366). Parecidas razones adujeron los reyes Juan de Albret y Catalina en 1499: Pamplona es la ciudad más insigne del reino "por ser caueça de la diocessi, donde la yglesia cathedral esta dedicada, et todos los reyes de nuestro regno reçiuen el santo sacramento de la unction e su real coronamiento".

Hacía casi medio siglo que había desaparecido la Navarrería. Pamplona seguía siendo un municipio, formado por la Población de San Nicolás y el Burgo de San Cernin, en el que había nacido un barrio de labradores navarros, "La Pobla nova del Mercat". Por estos primeros años del siglo construían en la catedral el suntuoso y elegante claustro que sustituyó al románico de los capiteles historiados, alguno de los cuales se conserva en el Museo de Navarra. En virtud de lo pactado en París, el gobernador Ponce de Morentaina inició la reconstrucción de la Ciudad. Las primeras cuentas conocidas fueron rendidas en 1323. Al año siguiente, Carlos el Calvo expidió el privilegio de reedificación (París, 1324). El reparto de solares se hizo según sistema tradicional, señalando un cánon o censo anual perpetuo por codo de fachada, a pagar (al rey en este caso) en fecha determinada. Así lo habían hecho al fundar las poblaciones de San Nicolás de Pamplona, y en las estellesas de San Salvador del Arenal (1187) y San Juan (1188).

El mismo procedimiento utilizaron durante el siglo XVI al urbanizar el Prado de San Juan (actual Plaza de Santiago) en Lizarra. La cantidad a pagar en Pamplona osciló entre seis y dos dineros. El barrio más cotizado (6 dineros el codo) fueron las rúas o barrios de San Prudencio o de los Peregrinos (actual Carmen), San Miguel, Mayor, Las Eras y Santa Cecilia. En un segundo plano (3 dineros el codo), los barrios de Zurriburbu y Mediano; con dos dineros, los de Engletina, San Martín, Alta Alea, Mulatería, San Pedro, San Emeterio y cementerio de Santa María. Por aquí estuvo la Judería, cuyos solares se reservó el rey para reedificarla. Los nuevos vecinos pidieron al rey Carlos I el Calvo privilegios y mercedes, con el fin de engrandecer la Ciudad. El rey aprobó el proyecto y otorgó a los pobladores el fuero de Jaca; les eximió de lezdas y peajes en el reino durante diez años, y les obligó a contribuir en las labores comunales de construcción de murallas y reparación de puentes, fuentes y caminos; les concedió ferias anuales por enero y junio, mercado semanal "en la plaza delante de la puerta del castillo del rey y de la iglesia de los padres predicadores", a celebrar los sábados; por coincidir con la fecha del mercado del Burgo, el gobernador Enrique de Sully trasladó el de la Navarrería al jueves.

El rey se reservó la propiedad de la Judería, chapitel, carnicerías, baños, hornos y molinos, con el monopolio de molturación y cocción de panes. Favorecida e impulsada por la Corona, la Ciudad tuvo un desarrollo demográfico muy rápido. En poco más de diez años (1324-1334) los vecinos pasaron de 148 a 390. La peste negra cortó el ritmo de crecimiento y redujo la población a menos de 250 fuegos, cuando el Burgo censaba 497. El vecindario, de origen navarro, gozaba el fuero de Jaca y era heterogéneo socialmente: alcaldes y oidores de la Real Corte, caballeros, escuderos y cortesanos, muchos artesanos de todos los oficios, y abundante clerecía. Administrativamente, la Ciudad sería gobernada por un alcalde y doce jurados, renovados anualmente. Como era costumbre en ciudades y villas de realengo, el alcalde será elegido por el rey entre una tema presentada por los jurados.

Un preboste se encargará de hacer justicia y de imponer las sanciones en nombre del Rey, como hacían en el Burgo y la Población los almirantes. Municipalmente, Pamplona volvió a tener dos concejos independientes: la Villa (Burgo y Población), con dos alcaldes, veinte jurados y almirante, y la Ciudad, con un alcalde, doce jurados y preboste. Ambas sujetas al fuero de Jaca. La reconstrucción de la Navarrería y su constitución como municipio independiente, presagiaba nuevos enfrentamientos intervecinales.

Muerto Carlos el Calvo, rey de Francia y de Navarra (1328), la corona francesa recayó en doña Juana II, hija de Luis Hutín y esposa de Felipe de Evreux. Los reyes fueron solemnemente coronados en la catedral por el obispo Barbazán (1329). Dispuesto a impulsar la economía, el rey concedió privilegios a los ricos burgueses de San Cernin y San Nicolás, entre los que se contaban clanes tan poderosos como los Motza, Cruzat, Palmer y Zalba, que acaparaban los cargos de alcalde y dieron a la iglesia dos obispos, los cardenales Martín y Miguel de Zalba. Les concedió exención de peajes en Valcarlos y Baja Navarra por importación de mercancías (1329) y del pago de lezda de carne y pescado salado (1330).

Durante este período de paz y desarrollo de la economía vecinal, los burgueses de San Nicolás construyeron viviendas con aspecto de palacios fortificados. Miguel Motza, alcalde de la Corte, la alzó junto al valladar del Burgo y rebasando la altura reglamentada. Los de San Cernin exigieron cumplir las normas y el rey ordenó rebajarla. Otros vecinos de la Población hicieron lo mismo en la Rúa Mayor, frente al valladar, desde la torre de la Galea de San Cernin hasta la de María Delgada, en San Nicolás, armándolas con saeteras, de forma que podían arrojar piedras y armas contra el Burgo por encima de su muralla. Por si fuera poco, el concejo había emprendido la construcción de una gran torre adosada al templo parroquial de San Nicolás. Estas tensiones internas llegaron al concejo y la jurería. Los jurados de la Población se negaron a participar en las juntas y a desempeñar su cometido, con lo que la administración quedó paralizada, y "assi estan en el mayor peligro que nunca fue".

Los vecinos de San Nicolás proseguían la construcción de la gran torre (1346). Juana II continuó dispensando sus favores a la Navarrería, lo mismo que sus inmediatos sucesores. Prohibió a los jurados de la Villa que hicieran monopolios contra la Ciudad, debiendo respetar sus libertades (1340). No faltaron roces entre la Reina y el obispo. El gobernador del reino urgió el cumplimiento de las ordenanzas de reinados anteriores, exigiendo a los religiosos la renuncia de villas, tierras y rentas (1340). Cuando el Rey se preparaba en Olite para ir a la cruzada contra el Islam, invitó al obispo a que le acompañara y le devolviera el palacio de la Navarrería. No lo consiguió y partió hacia Algeciras; falleció en Jerez y fue enterrado en la catedral (1343). Las Cortes procesaron al obispo e incautaron sus bienes.

El sucesor, apodado "le Mauvais" por los franceses, fue coronado solemnemente en la catedral (1350), que durante este siglo y principios del siguiente vio crecer el claustro y, en sus crujías, la sala capitular llamada "Barbazana", el dormitorio tras la Puerta Preciosa o de la Dormición de la Virgen, y el refectorio con su cocina, además de renovar el templo tras la ruina de 1390. El monarca colmó de favores y limosnas a la iglesia y su obispo, y construyó a sus expensas la capilla de San Esteban (1351), decorada por maestros pintores y con una vidriera traída de Toulouse. Con motivo de la coronación y proclamación, las Cortes reunidas en Estella otorgaron al rey la ayuda del monedaje, impuesto que resultó tan impopular, que el alcalde y el preboste de la Navarrería, encargados de recaudarlo, se negaron a ello para no ser malquistos de los navarros. El descontento se manifestó en Pamplona. Los infanzones renovaron sus juntas.

Carlos II mandó detener a los cabecillas, ahorcó a unos en el prado de Miluze y en el mercado de Pamplona y despeñó al sozmerino de la Cuenca (1351). De aquí nació la leyenda de los "ahorcados de Miluze", recreada por Juan Iturralde y Suit y plasmada en grabados románticos como el publicado por Mañé y Flaquer en "El Oasis". Firmadas paces con los reyes Pedro IV el Ceremonioso de Aragón (1350) y Pedro I de Castilla (1351), el monarca pasó a Francia y contrajo matrimonio con Juana, primogénita de Juan II (1352). Las desavenencias con su suegro culminaron en la guerra de Normandía y en la prisión del navarro (1356). Tras su liberación (1357), entró en París triunfalmente, aplastó a los campesinos sublevados de la "Jacquerie" (1358), hizo las paces con su suegro (1360) y regresó a Navarra. Recuperó en Pamplona el palacio de San Pedro, que cedió en usufructo al obispo Sánchiz de Asiáin, y fijó su residencia en el viejo caserón palaciano de Olite, regiamente ampliado por Carlos el Noble.

Carmelitas calzados. Juana II había ordenado construir un convento del Carmen. Erigido en extramuros, su traslado al interior fue autorizado por el Papa en 1354. Las obras debieron comenzar al poco, y en 1366 mandaba Carlos II pagar la piedra tomada del convento viejo para la muralla y aprovechar la del portal y campanario. Más tarde adjudicó a los religiosos los bienes confiscados a Juan Cruzat, deán de Tudela (1375). El convento estuvo emplazado en el extremo noreste de la calle del Carmen, frente al portal de Francia; fue demolido a finales del siglo XIX. Solamente perdura su recuerdo en el nombre de la calle.

A los pactos con Aragón para recuperar tierras que habían sido navarras y ahora poseía Castilla (1363), siguieron el desastre de Cocherel (1364) y nuevos pactos con Castilla, Aragón y Francia, la prisión del primogénito Carlos a manos del francés (1378), la renovación de la guerra con Francia y Castilla, el fallido intento de conquistar Logroño, la invasión de Navarra por los ejércitos castellanos dirigidos por el infante Juan, que ocuparon Mendavia, Funes, Larraga, Artajona, Mendigorria, acamparon frente a Pamplona e incendiaron el castillo de Tiebas (1378), y la firma del tratado de Briones (1379).

Los procuradores de las Buenas Villas, entre ellas los de la Navarrería, el Burgo y la Población de Pamplona, juraron que se harían vasallos del de Castilla si el navarro quebrantaba lo pactado en Briones. La crisis económica motivó en Iruña protestas populares contra la escasez y precio de los alimentos, y un motín en diciembre de 1368, que fue cortado con la muerte de los cabecillas. El primer día de 1387 moría Carlos II en el palacio episcopal de San Pedro. Su cuerpo fue inhumado en la iglesia de Santa María de Pamplona, sus entrañas en Roncesvalles y su corazón en Santa María de Ujué.

Como garantía de paz perpetua entre Castilla y Navarra, el cardenal Guido de Bolonia propuso el matrimonio del primogénito navarro Carlos, con la infanta castellana Leonor, hija de Enrique II (1373), celebrado en 1375. El infante conoció en Peñafiel la muerte de su padre y acudió a Pamplona para asistir a las solemnes exequias. Poco después vino al reino doña Leonor, pero tuvo que regresar a su Castilla, víctima al parecer de una depresión. No volverá hasta 1395. El rey fue coronado, ungido y proclamado en la catedral (1390), demorándose la coronación de doña Leonor hasta el domingo 3 de junio de 1403, celebrada con torneos, corrida de toros en el castillo y otros solaces durante ocho días.

Durante su estancia en Navarra, los monarcas apenas residieron en Pamplona, donde tenían un palacio que disfrutaba el obispo. Arruinada parte de la catedral románica en julio de 1390, Carlos el Noble destinó a su reconstrucción fuertes sumas, a las que añadieron otras el cardenal Zalba y el obispo Sancho Sánchiz de Oteiza, cuyas armas van esculpidas en las claves de la bóveda, lo mismo que las de la reina doña Blanca y del obispo Martín de Peralta. Las obras se prolongaron durante el siglo XV.

1423. Continuaban las desavenencias entre los vecinos del Burgo y la Población por la vieja cuestión del excesivo alzado de las casas por parte de los de San Nicolás, motivando una ordenanza del Rey regulando alturas (1390). Sin embargo, no serán los enfrentamientos por ese motivo los que originaron la unión municipal de 1423, sino la cuestión de las preferencias o preeminencias en asientos y actos oficiales. De ahí que el texto de 1423 puntualice los lugares que los munícipes debían ocupar en la jurería y las personas encargadas de portar el palio. Nacido el infante Carlos, nieto del Rey Noble, en Peñafiel, su madre doña Blanca decidió llevarlo a Pamplona. El monarca, que creó para los herederos de la corona el Principado de Viana (20 de enero de 1423), notificó a las autoridades la llegada de su nieto y futuro rey. Los alcaldes y jurados del Burgo, la Población y la Navarrería designaron diputados para el recibimiento y la jura. La comitiva regia salió de Tafalla el 12 de julio. Llegados a Iruña explotaron las rivalidades entre las tres universidades.

"En la zaguera entrada que Nos fiziemos en nuestra Muy Noble Ciudat en el mes de julio, instigant el enemigo del humanal linage, cuidaron contescer entre las dichas universidades grandes notas, escándalos y males, donde se hobieran seguido muchas muertes et gran destrucción en nuestra Muy Noble Ciudat de Pomplona".

Lo refiere así el Rey en la introducción del privilegio, añadiendo que los pamploneses le pidieron que acabara con las disensiones nacidas de la división urbana. Escuchada la súplica, consultados los del Real Consejo y los procuradores del Burgo, Población y Navarrería, el día 8 de septiembre de 1423 procedió

"al fecho de la union, paz e concordia perpetualment duradera, entre las tres universidades, en la forma y manera que se sigue: Cesan las tres jurisdicciones; La Ciudad queda unida en una sola Universidad y un concejo (Cap. 1); gobernada por diez jurados (cinco del Burgo, tres de San Nicolás y dos de la Navarrería), designados anualmente por los salientes, previo juramento de elegir a los mejores (Cap. 2); celebrarán las sesiones en la Jurería, que deberán construir "en el fosado que es ante la torre clamada de la Galea, enta la part de la Navarrería" (Cap. 3); cada jurado tendrá un puesto fijo en el salón (Cap. 4), y habrá un orden para llevar las varas del palio (Cap. 5). Un solo alcalde anual juzgará a los vecinos según sus fueros; para ello los jurados elegirán a tres hombres buenos, rotando cada año entre el Burgo, La Población y la Navarrería; el Rey nombrará a uno de la terna (Cap. 6); Los alcaldes tendrán tres notarios, y uno los jurados (Cap. 7). Habrá un tesorero anual, cuyo cometido explica (Cap. 8). En las sesiones prevalecerá el parecer de la mayoría; el voto del alcalde será decisivo (Cap. 9). Habrá un Justicia para castigar a los malhechores (Cap. 10). Todos los vecinos gozarán de los mismos privilegios (Cap. 11 ); no podrán construir fortalezas unos contra otros (Cap. 12). Da normas sobre el gasto público (13) y el cese de pleitos intervecinales (14). La Ciudad usará un sello, un pendón y un escudo de armas: León pasante de plata, con lengua y uñas de gules, sobre campo de azur, orlado con las cadenas de oro de Navarra en campo de gules; sobre el león campeará corona real de oro en señal de que los Reyes deben ser coronados en la catedral de Santa María (15). Señala cómo debe ser el sello para marcar la plata (76) y da libertad para el ejercicio del cambio de moneda (17) y normas para guardar documentos en el archivo (18). Pamplona tendrá un solo término municipal; deberán arrancar las mugas divisorias de las tres jurisdicciones, colocando otras nuevas (19). Los jurados podrán llevar a las juntas como asesores a hombres buenos de los barrios (20). El legislador anula todo privilegio contrario el presente (21 ) y señala penas, que incluyen el destierro, para quienes dificulten o rompan la unión (22). Será com- petencia de los jurados reconocer pesos y medidas (23), crear notarios y otros oficiales (24), administrar justicia sobre los menestrales o artesanos (25), y aplicar estrictamente lo legislado para castigar a los renegadores de Dios y los santos (26). La unión será jurada por los Tres Estados (27), reservándose el Rey la facultad de interpretar el privilegio, que también deberán jurar sus sucesores al ser coronados (28) y las Cortes (29).

Carlos el Noble murió en Olite (1425) y fue inhumado en la catedral de Pamplona, en el magnífico mausoleo de alabastro con las esculturas yacentes de los monarcas, obra de un equipo de mazoneros dirigido por Jean Lome de Tournai. Le sucedieron su hija Blanca y, como rey consorte, Juan de Aragón. Con permiso del Papa, el obispo Martín de Peralta, hijo bastardo de Pierres, cedió a la reina Blanca II el palacio episcopal de San Pedro en la Navarrería (1427), donde se congregaron las Cortes Generales aquel mismo verano. El año de la coronación (1429) fue para Pamplona tiempo de crisis económica y de "grant mortandat" por culpa de la peste, que redujo el vecindario a menos de 3.000 personas. El príncipe Carlos de Viana y su esposa Inés de Cleves manifestaron su voluntad de vivir en Pamplona (1440); fijaron su residencia en el palacio real. Según los fueros, al fallecer la Reina, la corona debía recaer en su primogénito heredero, al que habían jurado como tal las Cortes. Pero el ambicioso don Juan, su padre, retuvo el poder, apoyado por los Peralta, incluso después de contraer segundas nupcias con la castellana Juana Enríquez, con lo que perdió todo derecho al usufructo del reino.

Surgieron de ahí dos bandos antagónicos: Beaumonteses partidarios del Príncipe, y Agramonteses, favorables a don Juan. Desde la muerte de la reina Blanca (1441), el Príncipe vino titulándose "gobernador y lugarteniente general" del reino. Durante su residencia en Pamplona, aprobó ordenanzas y nombramientos, practicó ciertos solaces, como el paseo en barca por el río Arga, y justas y corridas de bueyes en el palacio, y celebró romerías a Roncesvalles y San Miguel de Aralar. Fallecida la princesa Inés en Olite (1448) y regresado el Rey de sus fracasadas campañas militares de Castilla, don Carlos marchó a Guipúzcoa. Don Juan dió los cargos responsables de la guarda de la ciudad, del palacio y las torres de San Lorenzo y San Nicolás a gentes de su confianza. En la represión contra los ciudadanos contó con el apoyo del obispo Martín de Peralta: "Muchas e dobladas personas hay en la dicha ciudat de Pamplona que están excomulgados, d'eillos de dos o tres escomuniones, et otros de todo el curso de la yglesia"; el rey los desterró (1450). Los castigos no doblegaron voluntades. El propio don Juan tuvo que reconocer que los partidarios de su hijo "están alzados et apoderados en toda rebelión con nuestra Ciudat de Pamplona" y otras villas y castillos.

Durante la guerra civil entre padre e hijo, Pamplona quedó convertida en capital de la Navarra beaumontesa. Prisionero don Carlos tras la batalla de Aibar, en su nombre continuó gobernado Juan de Beaumont. Las represalias contra los vecinos agramonteses alcanzaron también al obispo. Conseguida la libertad, el Príncipe añadió nuevo título honorífico a Iruña: "En nuestra Muy Noble e Leal Ciudat de Pomplona". En ella celebró Cortes generales la Navarra beaumontesa y juraron como rey a don Carlos (1457), ausente del reino desde el año anterior.

Una conspiración de los agramonteses fue severamente cortada, siendo castigados los promotores con la horca y confiscación de bienes (1458). Firmado el mismo año el tratado de paz de Barcelona, la Ciudad se rindió al rey Juan. Este cambió los cargos de Justicia, capitán y merino de Pamplona y los guardas de las torres; mandó construir nuevo castillo junto a María Delgada, y gratificó a las viudas de los conjurados muertos "cuando se obo a levantar el pueblo et comunidat de la Ciudat en defension de sus libertades e drechos". La muerte de los príncipes Carlos y Blanca volvió a plantear la cuestión sucesoria. Su hermana doña Leonor, casada con Gastón de Foix, debía heredar el trono. En su derecho fue apoyada por el obispo Nicolás de Echávarri y por los beaumonteses, lo que desagradó a Juan II. El condestable Pierres de Peralta asesinó al prelado en Tafalla (23 noviembre de 1468).

La Puerta de la Traición. La Ciudad volvió a tener como gobernador a Luis de Beaumont; no sólo porque contaba con la mayor parte de los vecinos, según afirma el analista Alesón, sino porque los canónigos, el clero y el pueblo, vieron en Juan II y los Peralta a los usurpadores del trono, capaces de sojuzgar derechos legítimos por los medios más brutales. Al fallecer Gastón de Foix, la Princesa viuda se sometió sin reservas a la voluntad de su padre. A finales de 1471 los agramonteses intentaron ocupar la Ciudad. Los conspiradores Juan de Atondo, oidor de comptos, Miguel de Ollacarizqueta, y un regidor de la Población llamado Ugarra, convinieron en abrir las puertas a media noche. A la hora convenida entró el mariscal don Pedro de Navarra por el portal de la Zapatería y ocupó la torre. Sonó la alarma; los vecinos salieron a la calle.

Don Pedro buscó refugio en la torre del Rey, donde fue descubierto y muerto a puñaladas por Felipe de Beaumont. Siguió el linchamiento de pamploneses implicados. Desde entonces, el portal de la Zapatería será conocido como "de la Traición". Refiere una leyenda, recogida por el P. Alesón en los "Anales", que San Fermín se apareció vestido de blanco, rodeado de hachas encendidas, impidiendo más muertes. Rompiendo con tradiciones, fueros y costumbres, doña Leonor no fue proclamada ni coronada en la catedral de Iruña, sino en Tudela (28 enero de 1479), y al mes siguiente fue enterrada en una devota ermita de Tafalla. Recuperó la tradición su nieto Francisco Febo, tutelado por su madre doña Magdalena.

Su coronación en la seo pamplonesa (1481) constituyó motivo de grandes fiestas. Pero los odios perduraban vivos a pesar de los pactos de Aoiz. Cuando Luis de Beaumont, conde de Lerín, asesinó alevosamente al mariscal, el Rey pasó el Pirineo y fijó su residencia en Pau, donde murió envenenado, según se dijo.

Catalina I, hermana de Febo, tenía 13 años al heredar un reino destrozado por las divisiones y guerras civiles. Fue proclamada reina en Pamplona (1483). Casó con Juan, hijo de Alain de Albret. Tras diez años de reinado, las Cortes reunidas en Olite pidieron a los monarcas que vinieran urgentemente (1493). "Pero la venida de los reyes dependía de la actitud de los Beaumonteses, y éstos, a su vez de los intereses del Rey Católico" (Lacarra). Siguieron intensas negociaciones. Desde Pamplona, el Condestable puso condiciones al viaje; aceptadas por la Princesa de Viana en Orthez, eran firmadas en Pau las capitulaciones con "el Condestable e chanciller de Navarra don Luis de Beaumont, conde de Lerín, sus hermanos, hijos, adheridos e parientes, e la Ciudad de Pamplona, e las otras villas e universidades a ellos adherentes". Fernando el Católico dio su visto bueno.

Por fin los navarros podrían ver a sus reyes en Pamplona. Pasaron el Pirineo en diciembre de 1493; los beaumonteses les cerraron las puertas de la Ciudad y tuvieron que pasar las Navidades en el lugar de Egüés. A la coronación y proclamación real el 13 de enero siguieron grandes festejos. Los beaumonteses cantaron por las calles en euskera recomendando a Labrit y al rey don Juan, padre e hijo, que tuvieran por hermano al condestable Luis de Beaumont. Dispuestos los Reyes a imponer su autoridad, mandaron hacer un informe sobre la situación del Patrimonio real y las causas de su disminución. El Conde de Lerín protestó. Fue ordenado el embargo de sus bienes y le tomaron y derrocaron el castillo de Irulegui, en Laquidain (Aranguren), a la vista de la Ciudad; fue destituido Guillermo de Beaumont, alcalde del Mercado de Pamplona (1494). Al fin el Conde tuvo que salir del reino, refugiándose en el Marquesado de Huéscar (Granada), que el Católico le dió en recompensa por los bienes que dejaba en Navarra. Por nuevo tratado (1500), obtuvo el perdón y regresó a Navarra. Una nueva rebelión beaumontesa en 1507 motivó una campaña militar de los monarcas, durante la que fue muerto César Borgia, jefe del ejército real; los beaumonteses fueron derrotados.

Durante las décadas finales del siglo XV terminó la construcción de la catedral. Alejandro VI, en bula de 1501, la supone acabada "in suis structuris et edificiis, sumptuoso et magnifico opere constructa". Arnalt Guillém de Brocar estableció su imprenta en la Ciudad en 1490. Trabajó además en Logroño y Alcalá, donde dio a las prensas la célebre "Biblia Políglota". Expulsados del Reino de Navarra en 1498 los judíos, los Reyes dieron al Ayuntamiento la sinagoga mayor para instalar en ella el Estudio de Gramática (1499). Los monarcas procuraron con todas sus fuerzas imponer su autoridad, y mantener el reino en paz, frente a los intereses de Luis XII de Francia y de Fernando el Católico y la "Santa Liga", organizada por Julio II contra los franceses en Italia (1511). Pero de nada sirvieron intenciones ante los propósitos intervencionistas y anexionistas del rey Fernando. Los ejércitos del Duque de Alba invadieron el reino por la Burunda. Los reyes abandonaron la ciudad.

MMI