Engineers

Orbegozo Goróstegui, José

Ingeniero. San Sebastián, 16-12-1870 - Kreuzlingen (Suiza), 01-01-1939.

La época de la que José Orbegozo fue testigo es un tiempo, complejo, de los distintos y vertiginosos avances, o progresos, del País Vasco: la electrificación, la inversión, la, en suma, industrialización. Refleja, en consecuencia, la enorme complejidad que caracteriza a ese proceso sin el cual este país no sería lo que es.

A través de la biografía de José Orbegozo presenciamos un significativo desplazamiento que tuvo lugar en el País Vasco moderno: la energía hidroeléctrica fue alimentando hogares y fábricas que, hasta entonces, se abastecían de energía térmica, entendida más como un negocio que un servicio (como resultado, Bizkaia controlaría gran parte de la producción hidroeléctrica del Estado).

José Orbegozo nació en el seno de una familia euskaldun y, probablemente, pudiente. Estudió en el Instituto de Segunda Enseñanza de San Sebastián entre 1880 y 1886. Una vez finalizado el bachillerato, cursó ingeniería de caminos en Madrid y es posible que más tarde ampliase con estudios de electricidad.

Por entonces, los ingenieros simultaneaban con frecuencia cargos públicos y encargos privados, lo cual les servía para ascender en su escalafón profesional -y, no olvidemos, social- correspondiente. Orbegozo trabajó para la División de Ferrocarriles del Norte y para los ayuntamientos de Balmaseda y Santurtzi, experiencias que le llevaron a plantearse la pregunta de si le satisfaría desarrollar su carrera profesional en tales ámbitos. Sus preferencias, finalmente, se inclinarían por lo privado, en particular por el sector eléctrico.

Es difícil entender el giro de las actividades de Orbegozo sin tener antes en cuenta la realidad del Bilbao de entresiglos (1898-1901), un espacio-tiempo que fue testigo de un gran auge desarrollista, un trienio próspero para los industriales vascos a causa de una confluencia de factores relacionados con las pérdidas coloniales y el aumento del consumo estatal.

Cuando Orbegozo se estableció en Bilbao en 1898, muchas empresas (papeleras, electroquímicas, siderúrgicas) comenzaban a aprovechar las aguas de los ríos para crear centrales eléctricas para uso propio, sustituyendo así los recursos termoeléctricos por los hidroeléctricos. Durante los próximos años éstos fueron objeto de explotación sistemática e inversiones grandísimas. No es tan sorprende, por tanto, que, en 1899, con apenas experiencia en el sector eléctrico, aceptase el cargo de director de la Sociedad Electra Hidráulica Alavesa y de la Electra Industrial Española, para los que construyó saltos de agua en Jaén y Córdoba. A través de esta última sociedad -que abandonaría en 1902, por serias discrepancias con su presidente- entró Orbegozo en relación con Eugenio Grasset Echevarría, el amigo y socio que orientaría su dedicación empresarial hacia la hidroelectricidad. En 1906, ambos se interesaron por las posibilidades industriales de los saltos de agua, al mismo tiempo que fundaban, junto a Pedro Icaza, la Sociedad General de Transportes Eléctricos, para ese fin.

En los ámbitos de la electrotecnia y la industria hidroeléctrica, Orbegozo es recordado -en esta primera etapa- sobre todo por sus numerosos proyectos, algunos extraordinarios, que implicaban la movilización de grandes capitales.

Entre 1906 y 1918, realizó encargos para la Papelera Española, la Unión Española de Explosivos, Altos Hornos de Vizcaya -que tenía una central eléctrica de producción comparable a una mediana empresa de electricidad-, el Banco de Bilbao y varias compañías ferroviarias. Junto con Valentín Orbeña y otros ingenieros, en 1905 fundaron la Sociedad de Estudios y Obras de Ingeniería, que se convirtió en referencia, al explotar las patentes del inventor Leonardo Torres Quevedo; desplegando un gran ingenio, desarrollaron y construyeron transbordadores aéreos -los llamados funiculares-, algunos de fama local, como el de Donostia, y otro de fama mundial, el de las cataratas de Niágara, hoy desaparecido.

Es un tanto llamativo que, a pesar de toda esta febril actividad, su nombre se haya asociado siempre, de forma casi universal, con una de las empresas hidráulicas más ambiciosas y de mayor capital en el Estado, fundada en 1918, que, además, había pasado y pasaría por un sinfín de avatares y contratiempos (un accidente laboral mataría en 1934 a nueve operarios, a raíz del cual caería víctima de una gran depresión): los Saltos del Duero.

La empresa que ayudó a fundar Orbegozo, en unión de Grasset, Icaza y sobre todo el poderoso empresario Horacio Echevarrieta, era una compañía que explotaría las concesiones y derechos acumulados desde antes de la guerra europea, sobre las aguas del río Duero. El Banco de Bilbao también participaba como socio capitalista. El negocio era prometedor. Esta operación se enmarcaba en lo que se ha llamado los años decisivos (1914-1919) de la industria hidroeléctrica, una época de oportunidades -también de feroz competencia- para negociantes y especuladores, pero el caso del Duero era más complicado ya que implicaba una variedad de entidades e intereses. Exigía, de un lado, aunar todas las voluntades involucradas en un misma dirección, y de otro, llegar a un acuerdo con el gobierno portugués, para poder explotar el tramo internacional del río.

El embalse del Esla se construyó diez años después de que se fundase la Sociedad. En el transcurso, las autoridades portuguesas habían recelado de la iniciativa, calificando como "robo del Duero", la 'Solución Española' que propuso Orbegozo. El mayor escollo, no obstante, fue la actitud indecisa del Banco de Bilbao (algunos directivos se negaron a poner capital si no se cambiaban las condiciones acordadas en 1918). Finalmente, inició su explotación en 1935. Durante seis años, Orbegozo había dirigido las obras de la presa, la central, las líneas de distribución, las estaciones e, incluso, una buena parte de las negociaciones emprendidas con otras empresas para ampliar mercados; casi tanto tiempo como el que necesitó, ingresado en el sanatorio suizo de Kreuzlingen, para convalecer de su depresión, fruto de la tensión de los últimos años.

Murió de pulmonía en el primer día de 1939.