Novel

Muñoz, Jokin

Castejón, 1963.

El escritor Jokin Muñoz nació en Castejón (Navarra), "allá donde se juntan el río Ebro y las vías del ferrocarril", tal y como él mismo suele decir. Cursó los estudios de Magisterio y Filología Vasca en Donostia y en la actualidad trabaja como profesor en un instituto. A pesar de su atareada vida y de ser padre de familia numerosa, siempre encuentra tiempo para la escritura. En los cinco libros que ha publicado no faltan razones para pensar que se sirve de sus experiencias a la hora de componer sus obras: el momento en que llegó el tren a Castejón, las áridas tierras de su pueblo, el ambiente donostiarra conocido en su juventud o sus recorridos a pie por Navarra.

Varios de los temas presentes en sus obras son el conflicto vasco, la Guerra Civil, los cambios de la sociedad vasca, etc., y la mayoría de las veces su intención es agitar la mente del lector, conmoverlo: "(...) idazten dugunak ukitu, hunkitu, jo, harritu eta, zergatik ez, haserretu behar du irakurlea. Orain eta hemen, ezin dut jarduera literarioa ulertu helburu hori gabe" (2008) [lo que escribimos debe emocionar, impresionar, impactar, sorprender y, por qué no, enfadar al lector. Aquí y ahora, no puedo entender el quehacer literario sin ese objetivo] (traducción adaptada del euskera). Y para ello utiliza un euskera excelente en sus narraciones, con un léxico fructífero y una sintaxis muy natural.

Publicó su primera obra, Hausturak [Rupturas], en 1995, y a partir de ese momento sus libros dieron mucho que hablar. Hausturak es una colección de narraciones, donde las historias se sitúan en un pueblo ficticio llamado Izurkiz. El eje central de todas las historias son los cambios ocurridos desde la llegada del tren. En esas narraciones, sin embargo, encontramos también poemas, cartas y fragmentos de recortes de periódico, acercando, así, distintos géneros literarios al lector. Además del tren y la estación del ferrocarril, hay otros elementos, como la Guerra Civil, que, aunque se menciona de forma indirecta, sirven de enlace a estas narraciones, ya que las sitúa en un momento histórico concreto.

Su segundo libro se titula Joan zaretenean (1997) [Cuando os hayáis ido]. Algunos críticos lo han catalogado como obra existencialista, puesto que se basa en las reflexiones que el protagonista, Álvaro Egiazabal, dirige a su ex-novia. Otros, sin embargo, estiman que se trata de una novela psicológica. Etiquetas aparte, el protagonista de esta narración, recién abandonado por su pareja, cuenta las consecuencias que tiene la visita de un amigo suyo. Álvaro, natural de Donostia pero residente en Madrid, ve en la televisión un atentado ocurrido cerca de su casa y, aunque sospecha que su amigo de la infancia -Mikel- tiene relación directa con ello, no quiere saber nada de la situación: ""Ez iezadak ezer kontatu" erregutu nion Mikeli" (1997, 7. orr.) ["No me cuentes nada" le supliqué a Mikel] (traducción adaptada del euskera). Pero más tarde, la policía detiene a Mikel y, entonces, Álvaro decide volver a Donostia. La ciudad reaviva en él sentimientos y recuerdos ya olvidados. A través de las descripciones, el lector queda informado de los cambios que estaban ocurriendo en ese momento en la sociedad ("tabernetan, esaterako, pegatinak kendu zituzten, zoluko zerrautsa eskobatu, eta bertan baino entzuten ez ziren kantak isildu ondoren, modako irratietakoak jartzen hasi ziren") (1997, 118. orr.) [en los bares, por ejemplo, quitaron las pegatinas, barrieron el serrín del suelo y, reducidas al silencio aquellas canciones que sólo se escuchaban en esos lugares, empezaron a poner las que estaban de moda en las radios] (traducción adaptada del euskera) y conoce las principales inclinaciones de los jóvenes de la época en aquel ambiente tan revuelto: la drogodependencia o la participación en el grupo armado.

El siguiente libro de Jokin Muñoz fue Atlantidara biajia (2000) [Viaje a la Atlántida] que, tal como se señala en el título, es la crónica de un viaje. El tono de esta obra es más irónico que el de sus anteriores libros. Se cuentan las vivencias del protagonista durante su recorrido a través de varios pueblos de Navarra. Esa caminata de cuatro días le da pie a Muñoz para reflejar la situación del sur de Navarra y hacer reflexionar al lector.

Cuatro años más tarde, vio la luz Bizia lo (2004) [Letargo, Alberdania, 2005]. Con este libro de cuentos el escritor de Castejón consiguió el Premio Euskadi. La obra contiene cinco narraciones, cada cual más dura, pues Jokin Muñoz se sirve, a veces, de las posibilidades que le ofrece la realidad, aunque utilizando a su manera los referentes reales: la muerte de jóvenes en Bolueta, la situación de un hijo cuyo padre está preso, etc. El conflicto vasco está presente en la vida de todos los personajes, sea de forma directa o indirecta. No obstante, el autor no utiliza datos verídicos para recrear o imitar los acontecimientos, sino para construir la propia ficción. Nunca encontraremos nombres reales en sus historias, pero sí sus sombras, es decir, personajes y situaciones que el lector tomará por verdaderos. El crítico Ibon Egaña menciona que este autor utiliza referentes reales y cercanos, estructurando los personajes con una psicología interna tan perfecta que el lector siente hacia ellos una cercanía aterradora (2012). En cuanto a la narración "Isiluneak" ["Silencios"], que forma parte de este libro, comenta lo siguiente:

"Asombra la verosimilitud con la que Muñoz logra reconstruir los pensamientos y las inquietudes que unos padres podrían tener ante esa situación" (Egaña, 2005, 149. orr.).

Por último, en 2007 publicó la novela Antzararen bidea [El camino de la oca, Alberdania, 2008], obra con la que obtuvo varios premios: Premio de la Crítica, Premio Euskadi y Premio Beterri. La trama narrativa está compuesta por dos planos: por un lado se nos presenta la Ribera Navarra anterior al estallido de la Guerra Civil y, por otro, la ciudad de Donostia del 2003. A través de esos dos escenarios, hace un juego de espejos con las similitudes entre los personajes y los acontecimientos, aunque los dos planos jamás se fusionan. Tal y como se advierte al comienzo de novela, "iragana bizi-bizi dago eta ispiluek ez dute obeditzen" [el pasado está muy vivo, pero los espejos no obedecen] (traducción adaptada del euskera). El hijo de Lisa, Igor, muere al estallarle una bomba que manipulaba y, a partir de ese instante, la vida de su madre sólo tienen un sentido: entender la razón que pudiera haber tenido su hijo para preparar un atentado. En ese camino conoce a Jesús, un anciano que en tiempos de la Guerra Civil se marchó a vivir a Donostia. Al principio, la relación entre ambos no es agradable, pero, una vez que descubren los motivos de sus discusiones y de la mutua incomprensión, la relación se calma y mejora, hasta el punto de que uno acaba necesitando al otro. Entre tanto, las historias de Jesús y las reflexiones e investigaciones de Lisa sacian, poco a poco, la curiosidad del lector.