Lexicon

LOS HEREJES DE DURANGO

Antiguas opiniones sobre la herejía de Durango II. El conocimiento del cuadro general de herejías medievales presta valor a su opinión, afianzada por desgracia, y sólo como probable, sobre un número reducido de datos muy poco seguros. Los extravíos sexuales de Fray Alfonso, que estima dudoso, nos parecen bien confirmados en el texto de la Cuarta Crónica General que reputamos autorizado y verídico, pues no se alcanza que un modesto analista que completa una obra famosa, y que no ha de complacer a nadie ni necesita hablar de todo, deforme en aquello que considera esencial la referencia de un suceso contemporáneo que tendría una gran repercusión. La viveza y objetividad del texto convencen de todo lo contrario. Labayru, en su obra citada, sigue los pasos de Menéndez Pelayo en lo que se refiere a las ideas de los herejes de Durango. "La herejía de estos desgraciados -dice- quiere el Sr. Menéndez Pelayo que haya sido una especie de alumbrados, secta que apareció en 1575 promovida por Juan de Villapando y la carmelitana Catalina de Jesús, cuyo error consistía en creerse tan levantados por una oración sublime, que ya no necesitaban el uso de los sacramentos y que podían cometer sin pecar toda clase de excesos y deformidades. Entre los errores de los Fratricellos, Begardos o Begninos, se sustentaba también algo de esto, pues mientras ensalzaban, al menos de boca, la excelencia de la oración y simulaban austeridad y abstinencia, se familiarizaron demasiado con las mujeres, sobre todo con las terciarias". En su opinión los caudillos Fratricellos eran unos verdaderos vagamundos que no reconocían autoridad y sólo ellos eran hijos verdaderos de San Francisco. Generalmente se compuso de gente ignorante que presumió que sin haber recibido los órdenes sacros gozaban del orden y carácter sacerdotal y podían administrar los sacramentos, oír confesiones y promulgar indulgencias, etc. Aquí una observación sagaz: "al mismo tiempo tenía aspecto de secta socialista con comunidad de mujeres". Don Camilo Villabaso (autor de un apuntamiento para un compendio historial de la M. N. Villa de Tavira de Durango y memoria de sus hijos ilustres. San Sebastián, 1888) -sigue Labayru-, opinó que esta secta debió nacer con ocasión del reciente beaterio erigido en la Villa en el año 1439, beaterio de terciarias franciscanas en el cual se recogieron Millia, Milia o Emilia de San Sebastián, María Ochoa y Teresa Estaeta. Para esta opinión debió apoyarse en la calidad de la secta de los Fratricellos, que se compuso especialmente de terciarios franciscanos, legos y casados, a los cuales no les ocasionaba escrúpulos el roce y familiaridad femenina, tanto más cuando el caudillo de estos herejes durangueses se rodeó de mozas. Como no hay noticia de que estas señoras que se citan por las primeras fundadoras del beaterio franciscano de Durango, origen del ejemplar convento de religiosas de San Antonio, hayan degenerado en la vida religiosa, suceso que hubiese bastado para que la fundación se extinguiese por completo en la información y proceso verificado a raíz de la aparición de la herejía, no me atrevo a sostener la idea del Sr. Villabaso, aunque el Alfonso de Mella intentase su corrupción". (Labayru. Historia de Bizcaya. Tomo III, págs. 109 y 110).