Concept

Literatura vasca en el siglo XX. 1900-1975

En el primer tercio del siglo XX el sistema literario vasco presenta algunas debilidades. El libro no es el centro del sistema y la literatura aparece de manera más normal en las revistas. Aun así, en los primeros años del siglo se crearon algunas instituciones que han llegado hasta nuestros días y fueron esas instituciones las que dieron impulso al sistema literario.

Entre las instituciones que tuvieron mayor protagonismo debe citarse en primer lugar a Eusko Ikaskuntza-Sociedad de Estudios Vascos. Fundada en 1918 por las cuatro diputaciones vascas, trabajó a favor de la cultura vasca en una sociedad que carecía de universidad. Se estructuró en secciones al modo de las sociedades que en Gran Bretaña buscaban el impulso de las ciencias, y fomentó la investigación a través de sus congresos que se convirtieron en importantes foros científicos. El primer congreso se celebró en Oñate en 1918 impulsando la creación de la sociedad. El segundo se celebró en Pamplona en 1920 y trató el tema de la enseñanza. El tercero, celebrado en Gernika en 1922, tuvo como temas centrales la lengua y la educación. De su seno surgió Euskaltzaindia-Academia de la Lengua Vasca para trabajar a favor del euskara. En el congreso de Oñate se aceptó su reglamento y se reunieron los cuatro primeros académicos: Azkue, Campión, Eleizalde y Urquijo, y las diputaciones aceptaron su normativa el año 1919.

En 1927 nació en Mondragon la asociación Euskaltzaleak que, tal y como se comentará más tarde, tuvo como presidentes a Lizardi y a Aitzol. Más adelante se creó Euzkel Bazkunen Alkartasuna [Asociación de Sociedades Vascas], con la intención de coordinar a las asociaciones que trabajaban a favor del euskara.

Todas estas asociaciones crearon una red que impulsaba el uso del euskara, pero las revistas literarias canalizaron la creación literaria. Siguiendo una estela que provenía de finales del siglo XIX fueron las siguientes revistas las que dieron continuidad a la literatura vasca: la revista Euskal Erria (1880-1918) de Donostia; Eskualduna (1887-1944) de Bayona, una revista conservadora "blanca", que se posicionaba a favor de la religión y la familia; Euskal Esnalea (1908-1931) de Donostia; Gure Herria (1921-...); Euskal Erriaren Alde (1911-1931). Pero sobre todas ellas destacó la Revista Internacional de Estudios Vascos (1907) fundada e impulsada por Julio Urquijo. En la época se apreciaba una tendencia primitivista, es decir, un afán por llegar a las fuentes de la lengua. Y eso es lo que hizo RIEV: promover la recuperación de los clásicos vascos, impulsando las ediciones facsimilares, a la vez que ofrecía un lugar a la nueva literatura vasca.

En sus páginas se publicó la tercera novela, Garoa (1907-1912), de Domingo de Agirre (1864-1920). Aunque los escritores foralistas inventaron leyendas y en el País Vasco Continental se publicaron algunas novelas cortas, se considera que la novela histórica Auñemendiko Lorea-La flor del Pirineo (1898) de Domingo de Agirre dio carta de nacimiento a la novela vasca. Domingo de Agirre publicó otras dos novelas, Kresala [Agua Marina] (1902-1905) y Garoa [El elecho] (1907-1912). Este sacerdote escritor comenzó su andadura en el género de la novela histórica para pasar después a la novela regionalista con la descripción de un pueblo pescador en Kresala y terminar con una novela égloga en Garoa. El escritor representó en sus novelas un mundo tradicional y patriarcal. Sus personajes son de una sola pieza, no sufren crisis que cambien su personalidad, defienden la vida tradicional y son cristianos fieles en un momento histórico en que el liberalismo y el mundo industrial demuestran su poder. Un narrador omnisciente ofrece la voz principal de la narración y el tratamiento del tiempo es muy lento. Agirre buscaba ofrecer una mirada hacia el pasado, porque para él los verdaderos valores morales e ideológicos de la sociedad se encontraban en los montes y los campos idílicos.

José Manuel Etxeita (1842-1915) se educó en la novela romántica, pero su novela Josetxo (1909) se basa en su biografía y, a pesar de que sigue la técnica narrativa del folletín, consigue pasajes verosímiles cuando cuenta episodios de su vida. Su segunda novela Jayoterri maitia [Querido pueblo natal] (1910) es diferente puesto que trata de forma idílica el tema de la emigración.

La afirmación de que no existe el realismo en la novela vasca ha oscurecido la narración y la crónica realista de Jean Etxepare (1887-1935). Es cierto que no publicó novela, pero en su recopilación de crónicas Buruxkak (1910) aparece clara su intención de alejarse de la tradición costumbrista a través de una narración realista y de la influencia de Nietzsche.

En el panorama de ese sistema literario débil y disperso hay un género que mantiene de manera coherente su producción: el teatro. Dentro de este género habría que tener en cuenta sus dos vertientes: la institución (con sus representaciones) y la escritura dramática. Si en Bilbao se produjo un teatro nacionalista en Donostia había una gran tradición de representar teatro en euskara. Tras la carrera literaria de Marcelino Soroa (1848-1902), Toribio Altzaga (1861-1941) conquistó el centro de este género literario. Publicó más de veinte obras teatrales y se especializó en la comedia ofreciendo textos que afinaban el sentido cómico de sus antecesores. Cuando el ayuntamiento de San Sebastián creó la academia Euskal Iztundea [Declamación Vasca] (1915) encargó su dirección al escritor Altzaga. Adaptó la novela Ramuntcho (1897) al teatro y sus textos se caracterizaron por fijarse en pequeños detalles, por mantener la unidad en la trama y por su carácter humorístico. Sus temas se centraban en pequeños conflictos, con personajes de un estrato social medio-bajo y tramas dramáticas basadas en conflictos privados. Destacó, también, en la configuración de los diálogos de los personajes.

En ese tiempo abundaban los concursos de teatro y a través de ellos se dio a conocer la autora Katariñe Eleizegi (1886-1963). Sus dramas históricos Garbiñe (1917) y Loreti (1917) obtuvieron una favorable acogida. Cuando Altzaga muere en 1941, María Dolores Agirre (1903-1997) se hizo cargo de la dirección de Euskal Iztundea y del teatro vasco convirtiéndose así en un nuevo símbolo del teatro vasco.

La lírica no tuvo una evolución tan continua. Los textos se publicaban en revistas pero debemos referirnos a dos autores que pudieron publicar libros de poemas antes de que el sistema literario se reforzara en tiempo de la República.

Emeterio Arrese (1869-1954) publicó dos libros en la época que describimos: Nere Bidean [En mi camino] (1915) y Txindor [Ruiseñor] (1928). Aunque era liberal su poesía elaboró tópicos de un romanticismo tardío. En esa estética se sitúa también Klaudio Sagarzazu (1895-1971) en su obra Txinparta [Chispas] (1922). Estos dos poetas siguieron publicando después de la Guerra Civil de 1936. Jules Moulier Oxobi (1888-1958) publicó abundante poesía aunque su obra trabajó fundamentalmente el pequeño género de las fábulas en su libro Alegiak [Fábulas] (1926).

El poeta Koldobika Jauregi, Jautarkol (1896-1971) obtuvo una resonancia importante por su libro Biozkadak [Corazonadas] (1929); fue un libro muy leído, comentado y que tuvo influencia en la configuración de las poéticas de Lizardi y, sobre todo, de Lauaxeta - importantes poetas dentro de su género. Además Jautarkol se convirtió en el poeta símbolo de la poesía neopopularista que Aitzol promovió desde 1933.