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Laguardia

Villa y municipio de Álava-Araba, de la cuadrilla de Laguardia-Rioja Alavesa/Biasteri-Arabako Errioxa, situado en la falda sur de la sierra de Cantabria en la zona de la Rioja alavesa, al sur de la provincia.

Riegan su término por el sur varios barrancos afluentes del río Ebro y de su tributario el río Mayor. La villa del mismo nombre se encuentra en la parte central, en la zona llana del término municipal. La Zona norte recorrida por la sierra de Cantabria es la más montañosa, oscilando sus alturas entre 1.436 (Peña del Castillo) y 712 m. Las coordenadas geográficas son 1° 06' 15" de longitud y 42° 33' 5" de latitud (mapa catastral hojas 170, 171, 203 y 204).

Limita al norte con los términos de Pipaon, Lagrán y Bernedo, al sur con los de La Puebla de Labarca y Logroño, al este con los de Cripán, Elvillar y un brazo de tierras logroñesas que separa un enclave de territorio de Laguardia, y al oeste con los de Samaniego, Leza, Navaridas y Elciego.

Su casco urbano se halla enclavado en una Zona de terreno constituido por margas y areniscas ocres. Al este del mismo encontramos terreno aluvial formado por el Barranco de Laguardia.

A efectos de cultivo puede dividirse su término en tres elementos: zona baja de viñedo con olivo, zona media de viñedo con cereal y zona alta en la que ya no aparece el viñedo. Lagunas de Carravalseca y Carralogroño. El clima es suave pero de grandes oscilaciones térmicas. La vegetación es mesófita; en las laderas de la sierra aparecen los enebros, robles, encinas y flora montañosa.

La población está ceñida por un recinto fortificado medieval paralelo a tres calles longitudinales: Calle Real o Mayor, calle Páganos o Dolores Sainz de Tapia y calle del Camino Real o Santa Engracia. Los barrios medievales son: Páganos, Peralta, Santa Engracia y San Juan. Altadill lo describe así:

"El tinte guerrero que a girones ostenta a cada paso del visitante, ya se endulza al mostrarnos cómo las aristócratas férreas rejas de prolongados ventanales de viejas residencias marciales que se agarran hoy a los sillares patinados de los muros de pasadas centurias, ejerce un atractivo singular al turista reflexivo que se deleita al contemplar cómo las casucas de arquitectura desmedrada hallan su estabilidad y firmeza al apoyarse en las sólidas torres enhiestas, como la abuela sana y robusta ampara y sostiene seguro en sus brazos al tierno y confiado nietecillo. Aquellos torreones que ahora ni tienen ni se conmueven con los estampidos ni con las convulsiones de los trabuquetes y manganeles, cobijan amorosamente al hogar del obrero y del agricultor, de tal suerte que nos parecen abrazos del pasado rugoso al presente risueño".



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