Poets

Iturbide, Amaia (2002 version)

Escritora en euskera, nacida en Bilbao (Bizkaia) en 1961. Licenciada en Filología Vasca. Vive en Getxo, y además de escribir poesía es también pintora. Ha escrito tres libros de poemas, siempre con la editorial Erein: Eskaileraren bi aldeetan (1986), Itzulbidea (1992) y Gelak eta zelaiak (1994). Con este último libro ganó el Premio Lizardi. El crítico Jon Kortazar, en su obra Luma eta lurra (Edit. Labayru-BBK, 1997) la engloba en el grupo de poetas de la experiencia, junto a Felipe Juaristi, Juan Kruz Igerabide y Juan Ramón Madariaga. Kortazar cree que estas tres palabras definen la poesía de Iturbide: intimismo, simbolismo y experiencia. Se trataría de poemas que van componiendo una autobiografía. "Homenaje a la vida", "poesía de la alegría y la belleza", son otros de los conceptos empleados por Kortazar al comentar la obra de Iturbide.

La propia Iturbide ha descrito así su Eskaileraren bi aldeetan: "En esta obra nos encontramos con unas citas de Eliot y Aresti, correspondientes al dolor underground (el lado inferior de la escalera), en donde se puede apreciar cierta influencia de Atxaga y su Etiopia; y Hölderlin y Lauaxeta, adscritos a la corriente idealista (o el lado superior de la escalera). Pero la escalera no es solamente la mera división de dos mundos (el tono caústico y dramático el libro así nos lo verifica), sino también un símbolo profundo. Dicho símbolo nos remite a los pesados trozos de hierro que debe de acarrear el protagonista del cuento popular del caballero de Goñi, como penitencia por el asesinato cometido a causa de los celos; en este poemario los pesados trozos de hierro muestran el trabajo esclavo..

El poemario Itzulbidea lo retrata así la propia autora: "Creada por la presencia de dos heterónimos, Clara Lumo y Carmen Aguirre, dos caras de la misma moneda. Por medio de estos dos heterónimos he querido dar vida literaria a la mujer, en cierta medida, engañada que no ha tenido otra educación que la de castigarse a sí misma, mostrar, más que denunciar, aunque sólo sea poéticamente, el tema de la esclavitud".

De Gelak eta zelaiak, Iturbide ha escrito lo siguiente: "Poemario salpicado por pinceladas impresionistas, cubierto por el color de la sidra y la semejanza entre escribir un poema y cultivar una huerta. (...) En este libro también aparecen los dos heterónimos, aunque implícitamente, inmersos en el espectáculo del aquelarre y suavizados por el agua de la acuarela. Así, el lector a través de numerosas habitaciones y prados tendrá la oportunidad de admirar los dibujos de los ángeles de la guarda nacidos de cada una de las manos de Miró y de palpar el dolor reventado y la pintura de Bacon y su escafandra por medio de lo que en el libro anterior representaban Clara Lumo y Carmen Aguirre, respectivamente". Por los poemas de Gelak eta zelaiak desfilan nombres relevantes del arte vasco, como Zumeta, Ibarrola, Ramos Uranga, Ruiz Balerdi o Eduardo Chillida. Según Iturbide, en este libro ha "sintonizado con la sintaxis de la pintura de Ruiz Balerdi".

Félix IBARGUTXI OTERMIN
Obras. Texto antológico

ITZULBIDEA

BARNE-PAISAIAREN mintzoari begira
maisu on bati bezala
eskuak
-gogoetaren goruak
biltzen dilut
eta haurtzaroko zoriona elurretan izkutaturik
zetazkoa dirudien atea zabaltzean
harri bigunezko zidorretik
ibiltzen hasten naiz
adinbako iraganbideetan
aurkitzeraino
apaindura apaleko aldare bat
urre zaharreko altxorra
non oinetan
larrosatxo-sorta bat daukan
garbia
ihintzez enlutatua
barnerantz behatzen duen begiaren madura
partituraz bestaldeko soinu meheetan
hegaberen itzal bizietatik gora eklipsatzen
soslaitu arte
kristalezko arkitekturaren behatzetan
argi bat
ttikia baina argia
bakoitzak daraman gau zuriaren
islada errebelatua
bakoitzaren zeru artisaua.

EL REGRESO

ATENDIENDO a la voz del paisaje interior
como a un buen maestro
recojo
las manos
-ruecas del pensamiento-
y ocultando en la nieve la felicidad de la niñez
al abrirse la puerta que semeja seda
comienzo a caminar
por una senda de piedras blandas
hasta hallar
en los pasajes sin edad
un altar humildemente adornado
tesoro de oro viejo
a cuyos pies
yace un ramo de pequeñas rosas
limpio
enlutado en rocío
como el ojo que mira hacia el interior
en los sonidos sutiles más allá de la partitura
hasta perfilarse
eclipsándose sobre vivas sombras de avefrías
en los dedos de una arquitectura de cristal
una luz
pequeña pero luminosa
el reflejo revelado
de la noche blanca que cada cual arrastra,
el cielo artesano que cada cual posee.

(Pérgola, núm. 5, nov./dic. 1988)