Concept

Historia del Arte. Modernidad

Arte

Entre las disciplinas plásticas, la pintura fue la que durante este período alcanzó un mayor desarrollo. La creciente y enriquecida burguesía se convirtió en una exigente clientela ya que la adquisición de obras pictóricas reflejaba su solvencia económica así como su prestigio social. Este auge de la pintura estuvo acompañado por la aparición de numerosos artistas y por la puesta en práctica de algunos rasgos innovadores. De todas formas, como ya hemos señalado en la introducción, en el contexto artístico vasco no predominó una apuesta rápida ni radical por la vanguardia del momento, sino la asimilación lenta y progresiva de algunos rasgos innovadores procedentes de Francia.

Así, impresionismo, simbolismo y postimpresionismo fueron los tres principales movimientos que a través de numerosos viajes realizados a París por nuestros artistas, determinaron el arte vasco del momento. La mayoría, después de sus estancias en el extranjero, adaptaban de forma superficial los nuevos lenguajes, ya que el gusto dominante continuaba determinado por lo convencional y lo conservador. Así, a la generación de Guinea, Guiard y Regoyos, le siguió una nueva y numerosa generación de artistas nacidos en las últimas del siglo XIX, y que tuvo una gran influencia en el ambiente artístico vasco. En este momento la capital artística vasca fue Bilbao; en esta localidad residieron la mayoría de los artistas más importantes, se celebraron los concursos y las exposiciones de mayor interés, y el asociacionismo tuvo una incidencia fundamental, destacando la Asociación de Artistas Vascos -fundada en Bilbao en 1911- como la principal dinamizadora del ambiente artístico del momento.

Esta generación, en la que se integraron pintores de distintas procedencias, continuó con la tónica general de añadir al lenguaje clásico establecido de la pintura vasca del siglo XIX las influencias parisinas. Sin embargo, dependiendo de la influencia y del grado de asimilación de la misma, en esta generación podemos distinguir dos grupos. Por una parte, se encuentran los pintores que acudieron al impresionismo y el postimpresionismo, y entre los que destacaron Francisco Iturrino, Pablo Uranga, Manuel Losada, Juan de Echevarría, Julian de Tellaeche, Ascensio Martiarena, Aurelio Arteta, Antonio de Guezala y Fernando de Amarica. Además, en este primer grupo encontramos, desde los pintores -Uranga, Losada, Martiarena- que alentados por los estilos innovadores de finales del siglo XIX se inclinaron por experimentar con la incidencia de la luz en el color a través de una paleta de tonos claros y un trazo que comenzaba a alejarse del dictado del dibujo, hasta los artistas -Iturrino, Arteta, Echevarría, Tellaeche, Guezala- que se dejaron influir moderadamente por la primeras vanguardias -fauvismo, cubismo, futurismo- y realizaron una obra amable y sin rupturas, entre la tradición y la innovación -aunque en algunos casos con contenido social- y adecuándose al gusto de la burguesía, que poco a poco aceptó la modernidad.

Arte

Sin embargo, esta no fue la única tendencia en las primeras décadas en el panorama artístico vasco. Paralelamente, existió un segundo grupo de artistas que prefirió mantenerse fiel a un lenguaje más clásico y tradicional, y adoptar una determinada gama cromática procedente del simbolismo europeo; además, los integrantes de esta tendencia prefirieron abordar temas costumbristas en sintonía con el movimiento cultural noventaiochista y regeneracionista. El pintor más importante de este grupo fue Ignacio de Zuloaga, aunque también hay que citar a los hermanos Zubiaurre, Angel Larroque, Ricardo Baroja, Alberto Arrue y Gustavo de Maeztu.

A finales de este período, apareció en la escena artística vasca una nueva generación de pintores que, sin sustituir a la anterior, convivió con ella. Esta generación cuyos miembros nacieron con el nuevo siglo, también se puede dividir en dos grupos. Por una parte, se encuentran los pintores seguidores y herederos de la tradición convencional establecida, que en estos momentos comenzaron a investigar en nuevos temas sin abandonar algunas de las innovaciones técnicas importadas anteriormente desde Francia. A este primer grupo pertenecen desde los pintores como José y Ramiro Arrúe, Elías Salaverría, Javier Ciga y Mauricio Flores Kaperotxipi, que partiendo de la moda procedente de Iparralde a favor de la recuperación de los temas vascos, desarrollaron temas costumbristas en los que ensalzan características de la identidad vasca, a los pintores que prefirieron retomar el paisaje y abordarlo a partir de la obra de Daniel Vázquez Díaz, que aplicó en este género el cubismo, inaugurando una tendencia que se denomina Escuela del Bidasoa, ya que fue en el curso de este río navarro donde buscaron inspiración pintores como Gaspar Montes Iturrioz o Bernardino Bienabe Artía.

El segundo grupo de artistas, sin embargo, destacó por mantener el compromiso con las vanguardias y continuar añadiendo rasgos característicos de las mismas a sus propios lenguajes. La mayoría de ellos, por tanto, recurrieron a la pintura metafísica y el surrealismo para desarrollar un estilo en el que sin abandonar la tradición, se incluyeron un mayor número de elementos innovadores con respecto a la fase anterior. Durante el final de este primer período, el foco artístico más importante estuvo en Donostia, de hecho, la mayoría de los artistas importantes residieron en la capital guipuzcoana, y como ocurrió con Bilbao al inicio del período, también en Donostia se celebraron las exposiciones y los certámenes más importantes, así como la creación de grupos artísticos como la sociedad GU. Entre los pintores que destacaron citaremos a Jesús Olasagasti, Juan Cabanas Erauskin, José Sarriegui, Nicolás Lekuona, Narkis Balenciaga y Carlos Ribera; mientras que en Bilbao, a José María Ucelay y a Juan de Aranoa.

En cuanto a la escultura, los primeros escultores que se atrevieron a alejarse del academicismo y asomarse a la modernidad fueron Francisco Durrio, Nemesio Mogrobejo y Joaquín Lucarini. Sin embargo, por cuestiones técnicas y monetarias la escultura no podía evolucionar al mismo ritmo que la pintura, y de momento, sólo estilos como el modernismo o el simbolismo influyeron en esta disciplina. Por ello, a pesar de que la escultura conoció durante este período un momento de desarrollo gracias al gran número de encargos que se hicieron para realizar monumentos públicos, en la mayoría de los casos se recurrió a un estilo tradicional. Entre los escultores que más trabajaron durante este período destacamos, además de los citados, a León Barrenechea, Julio Beobide, Carlos Elguezua, Moisés Huerta, Quintín de la Torre, Ramón Basterra y Fructuoso Orduña. Sin embargo, es necesario señalar que a finales de este período, comenzaron a llegar nuevos aires de renovación a través de un artista fundamental para entender la posterior evolución del arte vasco; nos referimos al escultor guipuzcoano Jorge Oteiza, que comenzó a realizar sus primeras esculturas influido por la vanguardia.