Directors

Ezeiza Sansinenea, Antxon (2008 version)

Director de cine guipuzcoano nacido en Donostia-San Sebastián el 14-9-1935.

Su relación con el cine empezó en plena juventud tomando parte activa del movimiento de cine-clubes en su ciudad natal. Se licenció en Derecho e ingresó en la Escuela Oficial de Cine de Madrid aunque no llegó a concluir estudios allí.

Sus inicios en el séptimo arte están estrechamente ligados a los de otro guipuzcoano afincado en Madrid, el productor Elías Querejeta. Con él codirigió sus primeros cortometrajes, A través de San Sebastián (1960) y A través del fútbol (1962).

Se involucró activamente en el llamado "nuevo cine español". Con otros vascos residentes en Madrid como José Luis Egea, Víctor Erice y Santiago San Miguel, todos ellos, incluido Ezeiza, afiliados en esos momentos al Partido Comunista de España, desarrollaron una apasionada actividad en el terreno de la crítica cinematográfica en la revista "Nuestro Cine", cercana a los postulados del neorrealismo italiano y opuesta frontalmente al cine de Hollywood. Es en ese sentido famosa la frase de Ezeiza, acuñada en esos días de virulento debate cinematográfico, "nos repugna John Ford". Dentro del "nuevo cine español" dirigió, con producción de su amigo Querejeta, los largometrajes El próximo otoño (1963), De cuerpo presente (1965), Último encuentro (1966) y Las secretas intenciones (1969).

Tras rodar estas películas Ezeiza se debatió ante una encrucijada. Seguir su carrera como un cineasta dentro del cine español o dejar ese camino y tomar partido de manera radical por una causa que cada vez le preocupaba más, el nacionalismo vasco. En 1973 se exilió a Centroamérica por motivos políticos. Sus contactos con los movimientos de liberación latinoamericanos le reforzó en sus planteamientos revolucionarios y nacionalistas. Rodó allí dos películas Mina, viento de libertad (1976) y El complot mongol (1977). En Mina, viento de libertad podían verse ya las inquietudes políticas de Ezeiza. De hecho, a partir de 1978, este film que narraba la vida del guerrillero navarro Francisco Javier Mina, luchador contra Napoleón, contra Fernando VII y finalmente combatiente por la libertad de México, se exhibía en Euskadi como referencia para un futuro cine vasco por sus claros guiños políticos a la realidad de la época, como el paralelismo entre el fusilamiento de Mina por el Ejército español con el fusilamiento del miembro de E.T.A. Txiki por el régimen de Franco.

Tras la amnistía de 1977 regresa a Euskal Herria con el objetivo de sentar las bases de una cinematografía nacional vasca. Para ello funda la productora Bertan Filmeak. Ese es el sentido de la serie Ikuska (1978-1984), 20 documentales de corto metraje que configuraban un rico retrato del País Vasco. Había en todo caso una condición irrenunciable. Debían rodarse en euskera. Con esa premisa se realizaron los documentales, utilizando el mismo equipo técnico -otro objetivo era formar cineastas del país- lo que dio a la serie una estética homogénea. Hay que destacar la presencia de Javier Aguirresarobe en labores de dirección de fotografía, la de Luis Iriondo como coordinador, la de Alberto Magán en montaje o la de José Luis Zabala ocupándose del sonido. Al primer ikuska titulado Erreferenduma ya que trataba sobre el referendum constitucional, se le dio un simbólico número cero, para apartarlo del resto de los cortos por su contenido político. En esta iniciativa tuvieron ocasión de experimentar cineastas que luego darían muchas alegrías al cine vasco como Xabier Elorriaga, Montxo Armendáriz, Imanol Uribe o Juanba Berasategi. Ezeiza produjo toda la serie y dirigió algunos de los cortos como Erreferenduma (1979), Artzainak (1982), Donibane Lohitzun (1983), Bertsolariak (1984) o el Ikuska nº 20, que era un resumen de toda la serie (1984). El esquema, basado en la importancia del euskera y en los contenidos ideológicos nacionalistas, chocaba con un planteamiento cinematográfico más práctico que, con películas como La fuga de Segovia, Akelarre, La muerte de Mikel o Tasio, se iba adueñando del panorama cinematográfico vasco, obteniendo además éxitos de taquilla y adquiriendo cada vez más protagonismo dentro del mismo cine español.

Ezeiza sin embargo siguió insistiendo durante los ochenta en sus postulados a través de diversos textos. Sus Reflexiones para un debate sobre el cine vasco, artículo publicado en la Enciclopedia Euskal Herria de la Caja Laboral Popular en 1985, analizaba detenidamente los elementos indispensables a la hora de fijar una definición de "cine vasco" acorde a su punto de vista sobre el tema. Sus planteamientos teóricos se hicieron realidad con el estreno de su primer largometraje dentro del cine vasco de los ochenta, Ke arteko egunak-Días de humo (1989). El film narra el retorno de un hombre que había abandonado tiempo atrás Euskadi. El reencuentro con un país que en nada se parece al que abandonó, sumido en una tragedia política que sólo causa sufrimiento y dolor, le lleva a vivir una situación de angustia y desarraigo. Es un tema, -la metáfora del ahogo existencial como consecuencia de un conflicto político enquistado en la tierra- que el cine de producción vasca había tocado en diferentes ocasiones como en Golfo de Vizcaya (1985) de Javier Rebollo, El amor de ahora (1987) de Ernesto del Río, Ander eta Yul (1988) de Ana Díez, El mar es azul (1989) de Juan Ortuoste o Eskorpion (1989) de Ernesto Tellería. Era una película emocionante y lograda pero su apuesta por la ideología nacionalista le costó cara ya que la crítica, por esta cuestión, la maltrató sin piedad. En 1995 Ezeiza estrenó otro largometraje, Felicidades, tovarich, que nada tenía que ver ya con esas tesis sobre un cine nacional vasco defendidas con pasión y coherencia a lo largo de la década de los ochenta.

En el 2003, en el marco de la 51 edición del Festival de Cine de San Sebastián, Ezeiza recibió el premio Ama Lur por su trayectoria profesional. Era probablemente el lugar más indicado para recibir ese premio ya que Ezeiza colaboró durante años como Coordinador de Selección del Festival de Cine de San Sebastián y fue miembro de su Jurado (al igual que del de Berlín). Ezeiza recibió el homenaje emocionado, reivindicando, incansable, su ideal de una cinematografía vasca libre y euskaldun.