Concept

Chotis

El chotis fue una danza muy popular en toda Europa en el siglo XIX. El origen del término, al parecer, está en la palabra schottisch, que en alemán significa "escocés".

Pese a que algunos autores han negado cualquier relación entre esta danza y Escocia, según Curt Sachs su origen estaría en el llamado "vals escocés", de ritmo binario (Tilmouth y Lamb s.f.). Similar a la polca, era incluso frecuente en él el característico paso talón-punta de ella, siendo su velocidad, con todo, algo más lenta. El chotis se convirtió en muy popular en París en la década de 1840 y en España apenas unos años más tarde. A finales del siglo XIX se vuelve muy usual en el repertorio lírico español, convirtiéndose, con el organillo, en icono de madrileñismo, especialmente en el siglo XX con chotis como Madrid o Pichi, cantados por Raquel Meller, Celia Gámez o Concha Piquer (Sobrino 1999). Una forma especial de bailar el chotis, basada en desplazamientos mínimos, surgió también en Madrid en esta época.

Como es de suponer, el chotis llegó también a Vasconia, y su popularidad aquí está fuera de toda duda. Con todo, su carácter de baile al agarrao -todavía hoy no es raro en castellano referirse a la tacañería de una persona diciendo que es "más agarrado que un chotis"- le causó problemas con la autoridad eclesiástica, y también con la civil, por su inmoralidad. Estaba claro que estos bailes representaban una ocasión única en la sociedad de la época para el establecimiento de relaciones entre los sexos. Única no ya por su contacto físico, sino también, y quizás más importante, por la intimidad e independencia que proporcionaba a la pareja: la búsqueda de la sintonía entre dos cuerpos y sólo entre ellos dos, que hoy no es tan usual y tan conocida, se posibilitó por primera vez con danzas como el chotis, el vals, la habanera, la polca o la mazurca, que, siendo de pareja como su antecesora la contradanza, a diferencia de ésta no exigían coreografías de grupo, sino que garantizaban la independencia absoluta de la pareja.

Un par de citas del crítico de arte Pedro de Madrazo, perteneciente a la famosa familia de pintores de la época, publicada en 1886 y referida a la entrada de estos bailes en Vasconia, en efecto, es muy esclarecedora (cit. en Villafranca Belzunegui 1999:393-4):

"Con las jotas y fandangos peninsulares, las contradanzas inglesas y los interminables rigodones franceses, han recibido los provincianos y navarros, como de sorpresa, los bailes vertiginosos, las polkas, los galops, los schottisch y todo género de bailes aglutinantes afrenta de la verdadera cultura social [...] ¡Ah! Los desprevenidos vascos, los inventores del honesto y decoroso zortzico, del noble aurresku y de la varonil espatadantza, han tomado aquellos inmundos bailes como moneda de buena ley, y hoy se ceban en ellos solo porque los han visto aceptados por gente de la corte, sin advertir por qué gente! ¡Quiera el cielo que se curen de la funesta manía de remedar en todo las modas de este pandemonium de Madrid!"

Por ejemplo, el repertorio del gran gaitero (1831-1899), publicado por Tomás Díaz Peñalba (1989), está constituido casi a partes iguales por rigodones, valses, mazurcas, schotis, polcas, rigodones en 2/4, habaneras, jotas y sonatas. En él aparecen dieciocho schotis, que constituyen casi el 14% del total de piezas de la colección. No ocurre lo mismo, sin embargo, con los repertorios de los tamborileros de finales del XIX y principios del XX, ni con el extensísimo repertorio de la revista Txistulari. Parece claro, por tanto, que este género tuvo menos predicamento entre los txistularis, y no parece que podamos hallar la razón en un mayor acercamiento a la moralidad pública de este colectivo, ya que otros géneros al agarrao , como el vals o la habanera, tuvieron en él un éxito espectacular.

Bien por la mayor proximidad del modelo francés, bien porque aquí las polémicas y la presión del poder eclesiástico y civil en su contra no tuvieron un carácter tan fuerte como en los territorios del sur, lo cierto es que el éxito del chotis fue bastante mayor en Iparralde, y especialmente en Baja Navarra y Laburdi. En los repertorios de músicos populares de la importancia del violinista y clarinetista (1865-1936) y de su sobrino y también violinista Jean Otheguy Lanyaburu, muerto en 1956, eran, en efecto, muy numerosas. Según José Antonio Quijera(2004:164-165), los bailes dominicales de esa zona hasta la II Guerra Mundial seguían un orden preestablecido, según el cual tras los jauziak, se interpretaban por ese orden una polca, un chotis, una mazurca y un vals. Tras ellas, al menos cuatro kontra-iantzak (así denominadas en el dialecto local) diferentes. Una vez realizadas éstas, volvía a empezar el ciclo con una nueva polca.

De especial interés en este sentido es la especial relación en esta zona del chotis con lo militar, algo que también ocurre con otros bailes de la época y sobre todo con la contradanza, de la que parece ser que proceden casi todas las marchas napoleónicas (ibid:194). Puede relacionarse este hecho con la utilización de melodías -e incluso pasos- de chotis tanto para entrar y salir del templo como para las evoluciones de las banderas que tienen lugar en su interior el día del Corpus o Besta Berri, fiesta muy relacionada en el pasado con el ámbito militar (ibid.: 192). He aquí un ejemplo de ezkotix, el que aparece en el libro de Miguel Ángel Sagaseta Danzas de Valcarlos (p. 138):

ezkotix