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CEMENTERIO

Cuando en la Edad Media se elevaron las iglesias sobre el terreno de las ciudades, pronto fueron rodeadas, lo más cerca posible de sus murallas, de vastos camposantos. Es lo que explica la gran cantidad de osamentas encontradas en los cimientos de la catedral de Bayona y en la calle Notre-Dame. En medio de las ciudades rodeadas de murallas, -sabemos que Bayona era de éstas-, los terrenos se hacían cada vez más escasos a medida que aumentaba la población, y pronto hubo que renunciar a los cercados destinados para sepulturas. Con el s. XIII, las iglesias empezaron a recibir bajo sus losas los cuerpos de los obispos, abades, canónigos, priores, etc., y un siglo más tarde, a los laicos y los burgueses suficientemente ricos para pagar ese privilegio. El cementerio de Bayona, que rodeaba a la catedral, desapareció desde inicios del municipio, cuando la ciudad sintió la necesidad de tener una plaza pública. Entonces los cuerpos se enterraron en los claustros de las órdenes religiosas, cuyos conventos estaban situados en los extrabarrios y que podían disponer de amplios terrenos. Así es como la antigua iglesia de Saint-Léon tenía un gran cementerio rodeado de murallas. Veillet nos da los detalles siguientes sobre los antiguos cementerios que rodeaban a la iglesia catedral: «El día de difuntos y el siguiente, dice, se hacían todos los años procesiones para los muertos con la circunstancia particular que, al salir del presbiterio, daban la vuelta primero a la derecha delante de la capilla de San Juan, continuando la marcha por detrás del presbiterio, parándose hacia la capillla de Santa Ana, en cuanto el porta-cruz llegaba a un escalón que está al lado del primer gran pilar de la nave, donde el celebrante se dirige después y se para. ¿Por qué el clero daba media vuelta a la derecha al salir del presbiterio, y por qué se paraba frente a frente, en el otro lado, donde terminaba también el presbiterio, si no fuera por continuar con una antigua costumbre que señala así, sin duda, la extensión de la antigua iglesia? En estas mismas procesiones el clero, después de haber dado la vuelta al claustro, se para entonces al final, ante la capilla de San León, sin duda, con el fin de rogar por los que han sido enterrados en el recinto de la iglesia, y donde al salir del final de los claustros, el clero va aún a pararse al extremo de la nave, a todo lo largo del lado donde están las capillas, con el fin de rezar también por todos los que han sido enterrados en el nuevo recinto de la iglesia. Lo mismo ocurre con el clero que al salir algunas veces del claustro se para hacia el centro de la gran plaza, porque en ese cementerio había antes otro antiguo cementerio antes del establecimiento de los religiosos en la ciudad, como parece ahora por el lugar destinado a la sepultura de los verdugos, marcada en las piedras de los muros de la iglesia, donde están grabados los instrumentos que le son propios, y como se ha descubierto, por otra parte por las osamentas al excavar los cimientos de algunas casas vecinas». Después del sitio de 1523, los conventos entraron definitivamente en el recinto de las murallas, y los cementerios fueron trasladados aún al seno mismo de esos establecimientos. Si echamos una ojeada sobre nuestros antiguos registros, encontramos, en efecto, a los personajes siguientes como habiendo sido enterrados en los claustros de la catedral de Bayona. En 1669, Auger de Lalande; en 1678, Isabeau de Sorbé, en el claustro; en 1674, Menaut Dusarat, comerciante librero; en 1675, la noble Jeanne de Belzunce; en 1681, Jean d'Olce, obispo de Bayona, enterrado en el Altar Mayor de la catedral «en el monumento de los señores canónigos»; en 1687, Jeanne d'Urtubie, esposa de Joseph Lespes de Hureaux, teniente general, en la capilla Saint-Martial de la iglesia de Notre-Dame; en 1694 Pierre de Lasse, teniente general en el bailiazgo de Lab., que fue hallado muerto a tiro de pistola. Luego encontramos aún, en 1699, a Pierre Ducos, sacerdote; en 1702, Jacques Dazzigrand, capitán de fragata; en 1713, Louis Dolives, teniente particular; en 1725, René de Gibaudiere, teniente del Rey; en 1709, Jean Rol, secretario del Rey, en 1724, Cathérine de Batz, esposa de Lalande de Luc; en 1727, André de Druillet, obispo de Bayona, en 1724, Léon Dubrocq, antiguo Alcalde, en los claustros; por último, en 1759, Léo poldine-Louise-Magdeleine-Elisabeth-Charlotte, princesa de Lorraine, en los claustros. En todo el país coincide la fecha de instalación de nuevos cementerios, casi siempre municipales, con los principios del s. XIX. Hasta entonces los pueblos vascos, incluidas las ciudades, ofrecían el espectáculo impresionante de los cementerios junto a las iglesias, con sus estelas discoidales y flores. La iglesia -lugar de reunión de los que viven- el cementerio contiguo -reposo de los muertos- la plaza-frontón -recreo de los jóvenes y el Ayuntamiento, nacido en el atrio de la iglesia -centro de públicas decisiones- formaban el núcleo céntrico de la familia vecinal. En 1902 resultó premiada en el Certamen de Urruña a una poesía a los cementerios vascos de II estrofas. Empezaba así: Elizaren ondoan, oi euskaldun aurrak, Gure hilen herriak zoin diren ederrak, «Oh hijos vascos, cuán bellos son nuestroscementerios junto a la iglesia.» El traslado de los cementerios tuvo lugar con el crecimiento de la población y las indispensables medidas sanitarias en una época en que no existían la mayoría de los desinfectantes actuales y antibióticos en caso de epidemias. De ahí se originan las disposiciones legiles del reino navarro y de las Juntas, Obispos y Municipios. El 2 de Jul. de 1805, el obispo de Bayona bendijo el cementerio que existe actualmente en la antigua heredad del «Grand-Paradis». Se había fijado primero este campo de reposo común en Palaitz situado casi en la extremidad del barrio de Saint-Léon y en el sudoeste del dominio rural de los «Trois Bonnets». Pero la distancia de este establecimiento y sobre todo su antiguo destino como exposición de los hombres ejecutados judicialmente, apartaba a la mayoría de los habitantes del deseo de hacer enterrar allí a los muertos de su familia. Se les hacía llevar, con grandes gastos a los cementerios de Anglet, Saint-Pierre-d'Irube ó Saint-Etienne. La superficie del terreno del «Grand-Paradis» era de 21.076 metros cuadrados. Se podían practicar allí más de 6.000 fosas, habiendo sido aumentado notablemente. El moderno cementerio de Bayona fue establecido fuera de las murallas; se va a él por la puerta de España. Es un vasto paralelogramo o cuadrado largo, truncado en un cuarto en su parte superior y perforado de largas y estrechas avenidas que lo dividen en compartimentos regulares. Entre sus principales sepulturas señalaremos el monumento en forma de obelisco del coronel Vainsot, el de Jean-Lazare Collas, coronel de ingenieros, Jacques-Pierre Feillet, el monumento del señor Lormand, etc. Del lado O. se encuentra el cementerio reservado a los protestantes. En Nav. las Cortes de 1817 y 1818 (ley 64) decretan que se construyan en todos los pueblos del Reino que pasen de 50 vecinos. El Consejo elija uno de sus Ministros a cuyo cargo corra dicha construcción, acordando por sí las providencias conducentes, sin necesidad de acudir al Consejo sino cuando lo crea conveniente. Las Justicias y Ayuntamientos promoverán estos establecimientos poniéndose de acuerdo con los RR. Obispos. Se deben construir los cementerios fuera de las poblaciones a distancia conveniente, en parajes bien ventilados, precediendo reconocimiento por profesor o profesores de medicina acreditados. Se formará plano por arquitecto o maestro de obras, con el cálculo prudencial del coste de la obra, teniendo presente que los cementerios deberán estar cerrados en la altura que sea suficiente para impedir que puedan entrar personas o bestias, capaces de causar alguna profanación: su recinto debe ser de tal extensión que no se entierren dos cadáveres en una sepultura sino con el intervalo de tres años, quedando además algún terreno sobrante para ocurrencias extraordinarias. Si pudiere ser se aprovecharán para capillas de los cementerios las ermitas, y se construirán osarios y habitaciones para los capellanes, y sepultureros; pero si esto no pudiere llevarse a efecto bastará que se cerque el terreno, y se coloque una cruz en medio. Se destinarán sepulturas separadas para los cadáveres de los sacerdotes y los párvulos. Se podrán construir sepulturas de distinción, ya para preservar en ellas los derechos que tengan adquiridos algunas personas o familias en las iglesias parroquiales o conventuales, ya para que se puedan conceder a otrasque aspiren a este honor, pagando lo que se estime justo; pero los RR. Obispos podrán ser enterrados dentro de la iglesia. Las obras se costearán de los caudales de fábrica de las iglesias si los hubiere; y lo que faltare se prorrateará entre los partícipes de diezmos, incluso Escusado, y fondo pío de pobres, ayudando los caudales públicos con mitad o tercera parte del gasto, según su estado, y con los terrenos. Formados los planos y cálculos del coste se presentarán al Ministro comisionado para su aprobación, quien acordará igualmente las providencias convenientes para que se realicen los fondos necesarios, o para hacer uso con calidad de reintegro de algunos otros de que se pueda disponer interinamente. En los pueblos que no lleguen a 50 vecinos, aunque no haya necesidad de construir cementerios, queda prohibido enterrar los cadáveres dentro de las iglesias, sino en los cementerios, atrios si los hay, o en otros parajes acomodados, junto a las iglesias que se destinarán al intento. No se deroga la libertad de elección de sepultura, en la misma forma que está establecida por derecho. Por adictamento a la ley 64 de las Cortes de 1817 y 18 se establece lo siguiente. Las Justicias y Ayuntamientos, en cumplimiento de la citada ley, se dedicarán con preferencia a establecer los cementerios, en todos los pueblos en que debe haberlos, con intervención de los cabildos eclesiásticos que tengan parte en el patronato de las iglesias, y poniéndose de acuerdo, en todo lo que sea necesario, con los RR. Obispos. Establecidos los cementerios en el modo y forma que prescribe dicha ley, según las circunstancias de los pueblos, correrá a cargo de las Justicias y Ayuntamientos la dirección, gobierno, y cuidado de ellos; contando siempre con los compatronos de la Iglesia, cuando sea preciso tomar de sus fondos; y también con los RR. Obispos cuando pueda mezclarse la disciplina de la Iglesia. [I. M.]. Hasta fines del s. XIX en Guip. cada iglesia principal tenía un cementerio en sus respectivos atrios. En Donostia existieron los cementerios de San Vicente, Santa María, San Telmo e Igueldo, además de otro en Ulía que se trasladó después a San Francisco cerca de la actual Calzada de Eguía. En 1816 el cementerio donostiarra era el del barrio del Antiguo. A finales del siglo pasado se construyó el Cementerio de los Ingleses, para servicio de las fuerzas del general Lacy Evans. En 1855 se construyó uno nuevo en el Alto de San Bartolomé -donde actualmente están la Policía Armada y la Asociación de Caridad- que se utilizó hasta 1880. En 1868 se clausuró el cementerio del Antiguo. Ya en 1882 se habían utilizado terrenos del Barrio de San Martín para cementerio -Actual Palacio de Justicia y Siervas de María- y es ahora cuando se sigue utilizando éste al cerrar el del Antiguo. En 1865 se nombró una comisión para estudiar el emplazamiento de un nuevo cementerio. El 12 de agosto de 1878 fue bendecido e inaugurado el nuevo cementerio de Polloe inhumándose el primer cadáver, el de doña Josefa Echeverría Recarte. Los restos humanos de los otros cementerios fueron trasladados, primero los de San Martín y en 1887 los de San Bartolomé. Su primitiva superficie fue de 320 áreas antes de las sucesivas ampliaciones. En 1913 había ya en Polloe 33.079 cadáveres. Actualmente [1974] Polloe tiene 56.375 metros cuadrados, con 35 calles y 43 capillas. Se proyecta un nuevo cementerio. En Vitoria se arregló en 1850 el cementerio existente hasta entonces abriéndose calles y plazoletas. Ya a principio de siglo contaba con más de 2.000 panteones. La ermita -capilla- de la advocación de Santa Isabel ha venido siendo el lugar de celebración de una fiesta el día 2 de julio con asistencia del Ayuntamiento. El 8 de enero de 1964 se designó una Comisíón para el estudio de un nuevo cementerio. En 1956 ya había sido ampliado este cementerio de Santa Isabel en una superficie aproximada de 1.100 metros cuadrados. Al ser aprobado el Plan General de Ordenación Urbana se acordó en sesión extraordinaria del Ayuntamiento (26-3-1963) la Moción que proponía la construcción de otro Cementerio al sur de Vitoria en las proximidades de Gardélegui. En 1971 las obras estaban ya realizadas casi en su totalidad. La comunicación con el nuevo Cementerio se realiza a través de la carretera Vitoria Estella, con desviación anterior en Elorriaga, llegando a Askarza. Una Avenida ha de unir la carretera con la gran Plaza del Cementerio. El 23 de Oct. de 1814, el obisp. de Calahorra y la Calzada dirigió a los vicarios de la Diócesis una comunicación a fin de que promoviesen los enterramientos en los cementerios. La Diputación de Vizc., haciéndose eco de estos deseos, mandó el 31 de Oct. del mismo año. el que se cumpliese lo ordenando, es decir, que no se sepultase a los cadáveres en las iglesias. [Labayru, «H. G. S. B.», t. VIII, pp. 36, 37]. El 14 de agosto de 1820 se mandó que en los pueblos vizcaínos que faltaba cementerio se construyese lo antes posible. [Labayru: «H. G. S.B.», t. VIII, pp. 76]. El 3 de Jul. de 1841, la Junta Superior de Sanidad mandó que los pueblos del Señorío que no tuviesen camposanto designasen lugar oportuno fuera de la población en donde establecerlo. Se daba de plazo 2 meses para que estos se construyesen. [Labayru: «H. G. S. B.», t. VIII, pp. 161-162]. En Bilbao, aparte del enterramiento en las iglesias que se hacía antiguamente, desde comienzos del s. XIX se comenzaron a utilizar cementerios municipales. En 1808, con motivo de una fiebre tifoidea, las autoridades francesas obligaron e enterrar en el huerto del Convento de San Francisco, cuya medida siguió observándose después de concluida la guerra y restablecidas las comunidades religiosas. En 1829 se comenzó la construcción del cementerio municipal en el alto de Mallona, que se terminó al año siguiente. Los religiosos de San Francisco construyeron poco después otro cementerio en su huerto, que fue destruido en la guerra carlista. En 1901 se erigió otro más moderno en Vista Alegre, obra del arquitecto Enrique de Epalza. Hállase en el término de Derio y dista 10 kms. del centro de Bilbao por carretera. Otro cementerio se construyó en Elejabarri. Otro, notable, el Campo Santo de los Ingleses, se levantó en la vega de Abando y fue acotado gubernativamente en 1869. En 1970 las inhumaciones ascendieron a 971 en un solo trimestre en los cementerios municipales de Vista Alegre, Lujua, Sondica, Deusto, Derio, Begoña, Zamudio, Santa María y San Agustín.

Barnardo ANAUT