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Bizkaia

Pese a que el grueso de la producción artística en la provincia de Bizkaia se desarrolló en el periodo comprendido entre la Edad Media y la época contemporánea, conviene señalar que algunas de las manifestaciones artísticas más tempranas datan del paleolítico superior y se llevaron a cabo en forma de pintura mural en el interior de cuevas. De entre ellas cabe destacar las imágenes encontradas en la cueva Venta Laperra en el valle de Karrantza, las del conjunto de Santimamiñe en Kortezubi, así como las de las cuevas de Arenaza en Galdames y Goikolau en Berriatua.

Por otro lado, el yacimiento romano de Forua es un interesante testimonio del proceso de romanización vivido en Bizkaia durante los primeros siglos de nuestra era. Este asentamiento descubierto en 1982, fue concebido como un lugar de intercambio comercial en el que también se desempeñaron labores político administrativas entre los siglos I y V d.C. También destaca el conjunto de estelas halladas en la ermita de San Pedro de Elorriaga en Lemoa, que datan de los siglos II al IV d.C. y conforman el conjunto de epígrafes romanos más importantes de la provincia.

La huella del arte románico en Bizkaia es menor que en otras provincias cercanas. Sin embargo, existen varios ejemplos de interés que merece la pena citar, como la ermita de San Pedro de Abrisqueta en Arrigorriaga datada a comienzos del siglo XII, y que posee varias estelas funerarias romanas que fueron reutilizadas en su edificación. Al mismo siglo corresponde la construcción de otras ermitas como la de San Pelayo en Bakio, o la de San Miguel de Zumetxaga en Mungia, que guarda muchos puntos en común con la anterior. Destacan además San Román de Muxika y la iglesia de Andra Mari de Galdakao (siglo XIII) en la que conviven lenguajes derivados tanto del edificio original, como de las ampliaciones y reformas que se dieron en siglos posteriores.

En líneas generales, el desarrollo de la escultura románica en Bizkaia estuvo marcado por el devenir de una arquitectura menos prolífica que en las provincias del entorno. El tímpano de la antigua iglesia de San Jorge en Santurtzi de finales del siglo XII, en el que se representa la imagen de Cristo en Majestad o Maiestas Domini, es uno de los ejemplos más notables. Existen además muestras puntuales en la portada de la iglesia de San Salvador de Fruiz, San Miguel de Linares en Arcentales, así como en la iglesia de Lemoiz, entre otras. Asimismo requieren una mención específica algunas tallas de la Virgen o Andra Mari, como las de Arratia, Galdakao y Lekeitio.

A diferencia del románico, el gótico tuvo una presencia más que notable en Bizkaia entre los siglos XIV y XVI. Sobresale la iglesia de Santiago de Bilbao, construida entre los siglos XIV y comienzos del XV, que consta de tres naves con crucero y una girola que recorre la parte trasera del presbiterio. Posee además un claustro de comienzos del siglo XVI y una fachada neogótica (1891) obra del arquitecto Severino de Achúcarro. También en Bilbao destaca la iglesia de San Antón, construida a partir de 1478 y que posee una portada renacentista (1544) obra de Juan de Garita y una torre (1775) proyectada por Juan de Iturburu.

Otro de los ejemplos de arquitectura gótica más relevantes de Bizkaia es la iglesia de Santa María de la Asunción de Lekeitio proyectada en el último cuarto del siglo XIV, así como otros templos del interior como San Severino de Balmaseda que data del segundo cuarto del siglo XV. De aspecto más sólido y fortificado es la iglesia de Santa María de Orduña, cuya construcción tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XV. Del mismo periodo es Santa María de Ondarroa (c. 1480) que destaca por su cuerpo de luces así como por el popular cortejo de esculturas ubicadas en el remate de su muro perimetral. Otros ejemplos arquitectónicos destacables del gótico tardío son Santa María de Portugalete, cuya construcción se prolongó a lo largo de todo el siglo XVI, así como la Basílica de Begoña, proyectada por Sancho Martínez de Arego a comienzos del siglo XVI.

Muchas manifestaciones notables de la escultura gótica en Bizkaia están asociadas al embellecimiento de las portadas de templos como Santa María de Lekeitio o Santa María de Gernika, esta última llevada a cabo por Sancho de Emparan en 1449. Asimismo destacan otras portadas tardo-góticas como la Puerta del Ángel de la catedral de Bilbao, la de Santa María de Axpe en Busturia, o la Puerta del Mediodía de Santa María de Güeñes. La escultura funeraria posee ejemplos de interés, tal y como se aprecia en algunos sepulcros de la catedral de Bilbao y de Santa María de Lekeitio, templo este último que cuenta con un retablo mayor considerado como uno de los modelos más sobresalientes de la retablística gótica del País Vasco. Asimismo cruces como la de Gurutzeaga en Elorrio o la de Kurutziaga en Durango (siglo XV).

En el ámbito pictórico, pese a que los ejemplos que entroncan con el gótico no son demasiados, podemos destacar las tablas hispano-flamencas que fueron reutilizadas en el retablo barroco de Santa María de Zeanuri, así como el tríptico de la Virgen, Santa Catalina y Santa Bárbara de Santa María de Orduña, obra del "Maestro de Francfort".

La llegada del lenguaje renacentista a Bizkaia fue tardía y fraccionada. De hecho, fue a partir del siglo XVI cuando comenzó a imponerse primero en los repertorios decorativos y obras puntuales, hasta que finalmente fue asimilado por el grueso de la producción artística. La coexistencia del lenguaje tardo-gótico y las nuevas aportaciones del siglo XVI se aprecian en obras como Santa María de la Asunción de Markina-Xemein, templo de planta de salón o hallenkirche que genera el efecto de espacio unitario y monumental. El inicio de su construcción data del primer tercio del siglo XVI, fechas cercanas al comienzo de las obras de San Vicente de Abando en Bilbao. Asimismo son de interés algunos claustros del siglo XVI como el del convento de la Encarnación de Bilbao o el de la colegiata de Zenarruza (1560) de Miguel de Bolívar.

La irrupción de los repertorios decorativos renacentistas se aprecia en portadas del siglo XVI como la de la iglesia de San Antón, la de San Vicente de Abando, la de la Encarnación y la de la Basílica de Begoña, todas ellas en Bilbao. Destacan además las de Santa María de Portugalete y San Juan del Molinar en Gordexola. La escultura renacentista tuvo un gran desarrollo en el ámbito funerario durante la primera mitad del siglo XVI, tal y como se aprecia en la lauda del capitán Pedro de Bolívar en San Vicente de Sodupe, la capilla funeraria de Pedro González de Salazar en Portugalete, así como en el sepulcro del obispo Martín de Porras en la catedral de Santiago, o el del abad de Zenarruza Diego de Irusta.

El retablo será otro de los medios en los que la escultura renacentista se desarrolle plenamente a partir de la tercera década del siglo XVI. El retablo mayor de Santa María de la Asunción de Markina-Xemein (1526), es uno de los ejemplos más tempranos, aunque existen otros destacables en fechas próximas como el de Andra Mari de Galdakao. Otro importante hito lo constituye el de Santa María de Portugalete (1539-1555), obra de Guiot de Beugrant y Juan de Ayala. Ambos colaboraron en otros retablos como el de las Angustias de la colegiata de Zenarruza, o el de la capilla del Santo Cristo de San Severino de Balmaseda. También sobresale el de Santa María de Uribarri en Durango, obra de Martín Ruiz de Zubiate de finales del siglo XVI, considerado como uno de los máximos exponentes del romanismo en la provincia.

En Bizkaia el renacimiento tuvo una presencia menor en la pintura que en el resto de las artes. Destacan las cuatro tablas con escenas de la infancia de Cristo que Francisco Vázquez llevó a cabo para el retablo de la Colegiata de Zenarruza. También son de interés las pinturas que decoran el techo de la iglesia de San Andrés de Ibarrangelu atribuidas a Jan Prevost y que constituyen un claro ejemplo de la presencia del manierismo pictórico en Bizkaia en la segunda mitad del siglo XVI.

Algunas de las obras más relevantes del barroco en Bizkaia estuvieron estrechamente relacionadas con órdenes religiosas como los carmelitas, los franciscanos y la Compañía de Jesús. Esta última promovió la construcción de la iglesia de los Santos Juanes en Bilbao, cuya traza realizada por el padre Ramírez en 1617, guarda grandes paralelismos con el Gesu, iglesia matriz de la orden en Roma que fue proyectada por Vignola en 1568. Existen otros ejemplos notables asociados a esta orden, como son la iglesia de la Sagrada Familia de Orduña (1680) de Santiago de Raón y la de San José de Lekeitio, realizada en la primera mitad del siglo XVIII. Asimismo debemos mencionar otros proyectos como la iglesia del Carmen de Markina-Xemein (1724) y el monasterio dominico de Santa Ana en Elorrio.

Otro de los ejemplos representativos del barroco en Bilbao es la iglesia de San Nicolás, que tras su austera fachada esconde un edificio de planta centralizada proyectado por Ignacio Ibero en 1743. También sobresale la iglesia de Santa Ana de Durango (1723-1745) cuya traza fue obra de Lázaro de Incera. El lenguaje barroco está presente además en portadas como la de San Pedro de Romaña en Turtzioz o la de los pies de Santa María de Güeñes, ambas de raíz clasicista. Asimismo, torres campanario como las de Portugalete, Markina-Xemein, San Severino de Balmaseda, Santa Ana de Durango o San Antón de Bilbao, son un claro ejemplo de la culminación barroca de templos cuyo origen constructivo se remonta a siglos anteriores.

Durante los siglos XVII y XVIII se llevaron a cabo una cantidad ingente de retablos en los que la escultura y la pintura tuvieron un propicio marco de desarrollo. Del barroco clasicista destacan los de Santa María de Mañaria, San Juan de Molinar de Gordexola y de Santa María de Orduña, realizados entre 1640 y 1660. De estilo churrigueresco son notables los de la iglesia de los Santos Juanes de Bilbao, el de la Sagrada Familia de Orduña, el de Ispaster o el de San Pedro de Berriatúa, elaborados entre 1683 y 1730. También la estética rococó dejó su impronta en los de Santa María de Amorebieta-Etxano, de San Nicolás de Bilbao, de la Purísima Concepción de Elorrio, o el de San Juan Bautista de Aulesti, todos ellos ejecutados entre 1749 y 1758.

La pintura barroca en Bizkaia se nutrió tanto de creadores foráneos como de artistas locales. Del primer grupo sobresalen la serie de pinturas sobre la vida de Cristo que el pintor napolitano Lucas Jordán realizó hacia 1700, pertenecientes a la Basílica de Begoña, o la obra La aparición de Cristo y la Virgen a San Agustín (c.1670) de Pierre Mignard, obra de la iglesia de San Antón de Bilbao. Asimismo son de interés una Inmaculada Concepción (1769) de Antonio Carnicero procedente de Gordexola, así como una Santa Lucía (1784) de Luis Paret y Alcázar, hoy en el Museo Diocesano de Arte Sacro de Bizkaia. También Domingo Martínez llevó a cabo los nueve lienzos que componen el ciclo de San José (c. 1730) que se exhiben en la Basílica de Begoña. Destacan además otros nombres como el de Francisco de Arana autor de varias de las tablas del retablo de Ispaster, Martín de Amigo del que destaca su Expectación de la venida del Mesías (1699), o el pintor de Muskiz Nicolás Antonio de la Cuadra, del que sobresale su Inmaculada Concepción (1698), hoy en el Museo de Bellas Artes de Bilbao.

El neoclasicismo, movimiento artístico fruto del pensamiento racionalista de la Ilustración, dejó su huella en interesantes proyectos ligados a la arquitectura religiosa. De entre todos ellos, destacan las iglesias de Santa María de Larrabetzu (1777) de Ventura Rodríguez, Santa María de Bermeo (1797-1820) de Silvestre Pérez y Alejo de Miranda, la Asunción de Ajangiz (1819-1840) de los Belaunzaran, o la Natividad de Nuestra Señora de Murueta (1849-1952) de Antonio de Goicoechea. También sobresalen cementerios hoy desaparecidos como el de San Francisco (1822) de Agustín Humaran, o el de Mallona (1828-1830) de Juan Bautista de Belaunzaran, ambos de Bilbao.

El neoclasicismo también dejó su impronta en muchos retablos mayores como el de Santa María de Axpe en Busturia (1792), el del Santuario de La Antigua en Orduña (1804-1805), el de Santa María de Larrabetzu (1815-1819), el de Santo Tomás Apóstol de Arratzu (1826-1827), el de San Martín de Orozko (1844-1845), así como en los de San Vicente de Abando (1860-1864) y la Basílica de Begoña (1869), ambos en Bilbao.

En el ámbito de la pintura, resulta de interés el Monumento de Semana Santa (c. 1820) perteneciente a la Iglesia de la Asunción de Bermeo, o una Inmaculada Concepción (c. 1795) de Vicente López (atrib.) procedente de la Iglesia de Santa María de Güeñes. En la pintura de caballete destacan entre otros Francisco de Oleaga, Bernardo Costa, Domingo y Anselmo José de Rada.

En las postrimerías del siglo XIX y la primera mitad del XX, Bizkaia sufrió un espectacular aumento demográfico que propició el crecimiento de núcleos que requirieron de nuevas infraestructuras. Así, en el ensanche de Bilbao se construyeron templos de nueva planta como la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús (1889-1894) de José Mª Basterra, o la de San Francisco de Asís (1890-1908) de Luis Landecho. A lo largo del siglo XX se erigieron iglesias como San Esteban en Etxebarri (1907) de Manuel Mª Smith, la Santísima Trinidad en Algorta (1926-1929) de Pedro Guimón, o Nuestra Señora de las Mercedes en Las Arenas (1940) de Rafael Garamendi y Manuel I. Galíndez. Despuntan por su modernidad -entre otras- San Andrés de Usánsolo (1958) de Emiliano Amann y Luis Pueyo y Nuestra Señora del Carmen de Indautxu (1967) de Francisco Javier Ortega.

En lo tocante a la escultura, algunos de los creadores más significativos de las primeras décadas del siglo XX trabajaron en el ámbito funerario y a la imaginería. Un somero recorrido por el cementerio de Bilbao (1896-1901) pondría de manifiesto la labor de escultores como Manuel Basterra, Higinio Basterra, Nemesio Mogrobejo, Valentín Dueñas, Enrique Barros, Joaquín Lucarini o Quintín de Torre, entre otros. Este último requiere una mención especial, pues de su taller salieron varios pasos procesionales pertenecientes a diferentes cofradías de Bilbao, como La oración en el huerto (1924) o El descendimiento de la cruz (1926). Otros escultores como Moisés Huerta, Ricardo Iñurria y Jesús Torre, abordaron la temática religiosa de forma habitual, hecho que ocasionalmente se aprecia en la trayectoria de artistas contemporáneos como Vicente Larrea.

La pintura de temática religiosa tuvo un desarrollo menor que en otros periodos, pues desde finales del siglo XIX fue abordada de forma puntual por los artistas vascos. Por mencionar algunos ejemplos, destacaremos algunos retratos como el de Monseñor Remigio Gandásegui (c. 1920) de Ramón de Zubiaurre o el de Fray Juan de Zumárraga (1922) de Alberto Arrúe, así como un Calvario (1955) que Santiago Uranga creó para el Seminario Diocesano. Sobresalen además algunas intervenciones, como las pinturas que Alfonso Ramil creó para la iglesia de Las Mercedes en Las Arenas en 1956, o las realizadas por Iñaki García Ergüin para la iglesia de San Antón de Bilbao, obras que fueron ubicadas en su retablo mayor tras la restauración del templo en el 2003.

El carácter eminentemente funcional de la arquitectura civil, así como las cambiantes necesidades a las que se ha visto sujeta a lo largo de la historia, son algunos de los factores que han condicionado notablemente su conservación. Este hecho se hace más patente en los ejemplos más antiguos conservados en Bizkaia, que arrancan de época bajomedieval en forma de casas fuertes y torres. Éstas destacan por la fortaleza y hermetismo de sus muros, que les otorgan un fuerte carácter defensivo, y por el hecho de que fueron concebidas como viviendas de los señores que las habitaron, para los que la torre fue la representación del poder de su linaje. Algunas de las más antiguas son la Torre de Barroeta (siglos XIV-XV) y la de Antxia del siglo XV, ambas en Markina-Xemein. Del siglo XV destacan también el castillo de Muñatones, así como Torre de Ercilla en Bermeo y la de La Quadra en Güeñes.

En torno al año 1500 se construyeron otras como la de Aranzibia en Berriatua y se reconstruyó la Torre de Ybargoen en Gordexola que fue completamente modificada en una reforma del siglo XVII. Cabe señalar asimismo, otros ejemplos de comienzos del siglo XVI como la Torre de Zamudio, totalmente remodelada en 1515, la de Aranguren en Orozko o la de Muxika. Por otro lado, la Torre y Palacio de Oxirando en Gordexola es un claro ejemplo de la fusión entre lo medieval y lo renacentista, en la que destacan elementos de raíz italianizante como su galería exterior. La Torre-Palacio de Muntzaraz en Abadiño es otro exponente de esta simbiosis, en la que la diafanidad de su logia superior contrasta con el carácter hermético y fortificado de su cuerpo inferior. Asimismo, a lo largo del siglo XVI se construyeron palacios con lenguaje plenamente renacentista como el Palacio Lobiano en Ermua.

Durante los siglos XVII y XVIII se erigieron un considerable número de sobrios y monumentales palacios en Bizkaia. Algunos de los más importantes del siglo XVII son el Palacio Elexpuru y el de Ormaza, ambos en Bakio, así como el de Arespacochaga-Mendibil y el de Tola en Elorrio. También destaca el Palacio de la Puente en Turtzioz, el de Solartekua (1666) proyectado por Lucas de Longa en Makina-Xemein, el de Uriarte (1677) en Lekeitio, así como el de Buniel u Orcasitas (1686) en Balmaseda. Del primer tercio del siglo XVIII sobresalen el Palacio de Yohn en Bilbao y el Palacio Alegría (1733) en Gernika. Algo posteriores son el Palacio de Valdespina (1729-1759) en Ermua, el Palacio Etxezarreta en Durango, el Amézaga en Mallabia, así como el de Zubieta en Isapaster. Sobresalen asimismo algunas casas consistoriales como la de Otxandio (1737), la de Bermeo (1733), la de Orozko (1750) o la de Balmaseda (1736-1742).

En época medieval y moderna el desarrollo de temáticas profanas en artes figurativas tuvo una incidencia mínima en comparación con el destacado lugar que ocupa el arte sacro. La razón resulta obvia si tenemos en cuenta el tipo de sociedad y el papel que la Iglesia otorgó a la obra de arte. De hecho, hasta el siglo XIX la escultura profana se desarrollará en los exiguos repertorios decorativos de algunas arquitecturas, así como en los escudos de armas presentes en algunas de las arquitecturas anteriormente citadas. Igualmente escaso resulta el ámbito de la pintura, que salvo excepciones ligadas a la pintura de historia, como la obra de Francisco de Mendieta como El besamanos (1609), rara vez se cultivó.

El neoclasicismo trajo consigo grandes cambios, que en el ámbito de la arquitectura se materializaron en la creación de hitos e infraestructuras altamente funcionales. Este carácter se aprecia claramente en Bilbao, en proyectos como el de la Plaza Nueva (1821-1851) obra de Silvestre Pérez, Antonio de Echevarría y Antonio de Goicoechea, o en el Hospital de Achuri (1818-1835) de Gabriel Benito de Orbegozo. En el resto de la provincia sobresalen la aduana de Orduña (1787-1792) de Manuel M. de la Carrera, las casas consistoriales de Aulesti (1843) y de Mañaria (1860), obras de Pedro de Belaunzaran y Martín de Saracíbar respectivamente, o la Casa de Juntas de Gernika (1824-1833) proyectada por Antonio de Echeverria.

Otras importantes infraestructuras a medio camino entre lo arquitectónico y lo escultórico son las fuentes, elementos que desde finales del siglo XVIII supusieron una mejora notable en la calidad de vida de muchos pueblos y ciudades. El pintor rococó Luis Paret y Alcázar proyectó dos fuentes durante su estancia en Bilbao en 1785, ubicadas en la plazuela de Santiago y en la plaza de los Santos Juanes de Atxuri. A escasos metros de la primera se encuentra la popular y sobria Fuente del Perro (1800). Destacan también la Fuente de Goikoportale (1785) en Markina-Xemein, la de Urgozo (1850) en Amorebieta, así como la Fuente de Vulcano (1850) en Otxandio, de Martín de Saracíbar.

A partir de la segunda mitad del siglo XIX Bizkaia experimentó grandes cambios socioeconómicos derivados de su proceso de industrialización. El consabido auge económico derivado de esta evolución, tuvo enormes repercusiones que han quedado perfectamente reflejadas en su patrimonio de época contemporánea. Uno de los emblemáticos ejemplos que así lo atestiguan es el Puente de Bizkaia (1887-1893) o "puente colgante", proyectado por Alberto de Palacio y símbolo del poder económico de la burguesía industrial de finales del siglo XIX.

Los lenguajes arquitectónicos dominantes desde mediados del siglo XIX hasta comienzos del XX, se movieron entre el neomedievalismo y el eclecticismo. El Castillo de Arteaga (1856), proyectado por Couvrechet, y el Castillo de Butrón (1879), obra de Francisco de Cubas, son un claro ejemplo del uso de un lenguaje neomedieval de raíz posromántica. El eclecticismo, cuya seña de identidad más notoria es la mezcla de lenguajes, cuenta con ejemplos en Bilbao, como la Biblioteca de Bidebarrieta (1890) de Severino de Achúcarro y el Teatro Arriaga (1890). Joaquín Rucoba, creador del Arriaga, proyectó también la casa consistorial de Bilbao (1892), de la que llama la atención su salón de recepciones de estilo neoárabe. Asimismo, sobresale el Palacio de la Diputación de Bizkaia (1900), obra de Luis Aladrén que marca el culmen del eclecticismo en la provincia.

El modernismo está representado en arquitecturas como el Teatro Campos Elíseos (1902) de Alfredo Acebal, cuya fachada fue diseñada por Jean-Baptiste Darroquy que también diseñó la de la Casa Montero (1902) en Bilbao. Asimismo, la arquitectura de las décadas de la preguerra en Bizkaia, osciló entre los proyectos de casas baratas que pretendieron dar cobertura a la insuficiente vivienda obrera, y las grandes residencias como el Palacio de Lezama Leguizamón en Getxo o el de Artaza en Leioa. En Bilbao destacan en este periodo edificios como el Hotel Carlton (1911-1926), de Manuel Mª Smith, el Mercado de la Ribera (1929) de Pedro Ispizua, u otros de corte menos convencional como el de Aurora Polar (1931-1935) o La Equitativa (1934), ambos de Manuel Ignacio Galíndez.

En la segunda mitad del siglo XX, Bizkaia vivió una realidad marcada por el desarrollismo y la reconversión industrial. Este último hecho propició el replanteamiento del territorio y de sus posibilidades más allá de su pasado industrial. Esta nueva óptica propició grandes proyectos arquitectónicos como la construcción del Museo Guggenheim (1997) de Frank O. Gehry, del Metro de Bilbao (1995) de Norman Foster, del Palacio Euskalduna (1999) de Dolores Palacios y Federico Soriano, o del Aeropuerto de Bilbao (2000) obra de Santiago Calatrava.

La escultura de las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX, contó en Bizkaia con importantes nombres, formados en su mayor parte en la Escuela de Artes y Oficios de Bilbao. De entre ellos sobresale Francisco Durrio autor del Monumento a Arriaga (1906-1933) y principal renovador de la escultura vasca de comienzos de siglo. No menos interesante resulta la obra de Nemesio Mogrobejo, de entre las que cabe destacar su Risveglio (1903) y su Eva (1904). Deudoras de un mayor clasicismo son las propuestas de Higinio Basterra y Moisés Huerta, este último muy popular por varias esculturas que adornan edificios de Bilbao. Destacan asimismo otros escultores como Valentín Dueñas o Quintín de Torre, quien además de su amplia producción en el ámbito religioso, llevó a cabo obras tan interesantes como Timonel (c. 1913) o Monumento a Aureliano Valle (1922).

A partir de los años treinta la nómina de escultores sigue siendo extensa. Cabe mencionar a Joaquín Lucarini, Enrique Barros y Arturo Acebal, entre otros. Surge además una nueva generación de escultores que se aleja del lenguaje más convencional de los anteriores, para adentrarse en nuevas vías de expresión. Tal es el caso de Néstor Basterretxea, Ramón Carrera, Vicente Larrea o Agustín Ibarrola que, junto a otros muchos, marcaron el devenir de la escultura en Bizkaia durante el siglo XX.

La pintura, al igual que el resto de las artes, experimentó un auge sin precedentes en Bizkaia en las postrimerías del siglo XIX, tendencia que se mantuvo in crescendo hasta el estallido de la guerra civil. De este periodo cabe destacar a Adolfo Guiard, Anselmo Guinea, Manuel Losada, Ángel Larroque, los hermanos Zubiaurre, Juan de Aranoa, los hermanos Arrúe, Antonio de Guezala, Nicolás Martínez Ortiz, José María Ucelay o a Juan de Echevarria, entre otros. Especialmente interesante resulta la obra de Aurelio Arteta que despunta como uno de los pintores bilbaínos más modernos del primer tercio del siglo XX, tal y como se puede apreciar en obras como Los náufragos (1932).

La guerra civil tuvo efectos devastadores a todos los niveles, que evidentemente también repercutieron en el campo de la producción pictórica. Aunque la efervescencia creativa de décadas anteriores desapareció, surgieron grupos y asociaciones como el Grupo del Suizo (1941), la Asociación Artística Vizcaína (1945) y el grupo Joven Pintura Bilbaína (1951). El pintor y escultor Agustín Ibarrola será uno de los artistas que más destaque a partir de los años cincuenta. Asimismo en 1966 surgió el grupo Emen, formado por artistas como José Barceló, Gabriel Ramos Uranga y Javier Urquijo, tres de los máximos exponentes de la pintura abstracta del momento. El panorama de las últimas décadas del siglo XX lo compone una nutrida nómina de artistas entre los que mencionaremos a Daniel Tamayo, Alberto Rementería, Darío Urzay y Jesús Mari Lazkano.

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