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Baiona. Historia

  • Civitas romana

Parece fuera de dudas que el solar bayonés estuvo habitado antes de la llegada de los romanos. La confluencia del Nive y el Adur ofrecía un emplazamiento ideal para el establecimiento de un primitivo conglomerado humano y la colina situada a la orilla izquierda del Nive aparecía como el lugar más adecuado para sentar las bases de un campamento militar. Puerto abrigado y natural del tempestuoso golfo de Gascuña, su situación geográfica le deparó desde muy temprano un destino marítimo cuya importancia se acrecentaba por comunicar fluvialmente con los valles pirenaicos del Adur y el Nive. Los orígenes de Lapurdum son, como los de toda ciudad antigua difíciles de precisar. Sus primeras casas o cabañas de madera cubrieron la parte baja de la cuesta que lleva a la cima de la Gran Baiona; el poblado se extendió desde la Torre de Sault, llamada después puerta de Saint-Simon, hasta el pequeño fuerte construido por los romanos cuyo lugar ha ocupado el Castillo Viejo.

Fortín romano de mediana importancia en el siglo III -no figura en el itinerario de Antonino-, habría sido según Balasque, capital, en la época de la conquista de las Galias por Cesar (hacia el 58 A.C.), de la tribu vasca de la confederación de los tarbelos. Es sólo a fines de la dominación romana (siglo IV-V) cuando Baiona es constituida en sede del tribuno de la Novempopulania encargado de vigilar a los inquietos vascones y aquitanos. Se la dota además de cerca de un millar de hombres. Por entonces ya ha adquirido cierta importancia económica, aunque alejada de las grandes vías romanas, como depósito de las mercancías provenientes del interior de Novempopulania, tales como las materias resinosas y los minerales de los Pirineos, así como centro consumidor de productos de la costa e interior rural. El primer recinto amurallado conocido forma una especie de pentágono cuyos vértices son la Torre Norte del Cháteau-Vieux, la de la Vieille-Boucherie, la Puerta de España, la escalera llamada de la Pusterle (Poterna) y el cruce de los Cinco Cantones.

Las murallas pasaban por la calle de des Augustins ante la Rue des Basques, se abrían en la de Poissonnerie, seguían por la Rue de la Salie y por la Rue d'Orbe enlazaban con el fortín. Por el otro extremo de la ciudad, seguían ante la actual Rue Tour de Sault y, tras un recodo, cerraban la ciudad por Lachepaillet. Las puertas del recinto romano eran: la Porta Meridiana, más tarde St-Léon o de España, la Porta Orientalis, que abría el muro que separaba al recinto fortificado del puerto que por la naturaleza del terreno, blando y fangoso en parte, era incapaz de soportar unas murallas, y la Puerta llamada de Tarride o Lachepaillet que se abría en la Rue des Prebendés. En la Edad Media, las puertas llegaban ya a ocho estando defendido el recinto por 18 ó 20 torres.

  • Baiona, frontera de dos mundos: la romanización

El área de romanización vascón-aquitana limita con la zona vasca, ajena a la latinización, en Baiona. Baiona alta, romanizada, acabó por adoptar el latín, que dará origen al gascón bayonés, variedad distinta del gascón de las zonas romanizadas limítrofes. Pero fuera del recinto guardado por sus murallas, Baiona baja, a orillas del puerto del Nive (Errobi), los pescadores de la costa y el transpaís laburdino, siguen anclados en las viejas costumbres y lengua, observados desde el bastión romano-bayonés como desde una vigilante, y con los años hostil, avanzadilla de civilización romana. Es desde estos oscuros años iniciales -iniciales como ciudad, no como poblado humano- cuando puede rastrearse el origen de la honda barrera que separará en la historia, a laburdinos del campo y citadinos, trabajadores de la tierra y comerciantes, marinos del puerto, situado extra-muros, y mercaderes romanizados. Jules Balasque da en el corazón de la cuestión cuando dice:

"El cese de relaciones frecuentes y diarias entre Baiona y el resto del campo -circunstancia que se produjo en toda la línea de la vertiente norte de los Pirineos Occidentales- no tardó en acarrear el efecto de separar en dos fracciones bien distintas a los antiguos pueblos de la Novempopulania; el divorcio se efectuó de una manera tan radical que incluso acabaron por no comprenderse más".

Este es el lastre histórico que arrastrará Baiona haciéndola aparecer como un cuerpo extraño dentro del área laburdina. Siglos más tarde, al reorganizarse como ciudad tras las invasiones, la ruptura total es sancionada en el momento (1193) en que los caudillos vascos, los vizcondes laburdinos -autoridad natural del país-, abdican de sus derechos a favor de los reyes ingleses y abandonan Baiona, erigida además en comuna, definitivamente. El barrio portuario, Baiona baja, es admitido sólo a comienzos del siglo XII dentro del recinto custodiado por las murallas. La relativa abundancia de topónimos y de nombres de lugares importantes euskéricos en la zona portuaria incorporada, atestigua esta partición de la ciudad como efecto de la romanización.

Así, esta zona que bordea al Nive se llamará Quai des Basques o Port de Bertaco, la calle de atrás Rue des Basques, el puente que lo une al Bourg-Neuf o Pequeña Baiona se llamará Bertaco e incluso la posteriormente calle Pont-Mayou, por la que discurre la nueva muralla del siglo XII, recibirá el nombre de Chégaray (hoy Víctor Hugo). Veremos más adelante cómo la incorporación no significará integración, y las dos comunidades, separadas durante siglos, y ahondada la diferencia por motivos sociales, chocarán hasta dar lugar a las feroces luchas civiles de los siglo XIII-XV que se complicarán con la Guerra de los Cien Años en la que cada bando optará por uno de los contendientes, actuando a veces como poder moderador Navarra.