Concept

Baile de la Era

El baile de la era más conocido, por supuesto, es el de la variante de Estella, prácticamente el único que se mantiene vivo, de forma que puede decirse que casi exclusivamente por su especial evolución conocemos este tipo de danza. Como ocurre en general en el mundo de la gaita, en esta versión de Estella del baile de la Era fue imprescindible la figura del gaitero Julián Romano, al que se atribuye la primera partitura de la suite. En 1903, en efecto, el rey Alfonso XIII pasó dos días en Estella, y la capital de los carlistas, por supuesto, tuvo también que celebrarlo. Entre los actos que se organizaron para ello, el gaitero Demetrio Romano -hijo de Julián- y el médico y aficionado al folklore Modesto Iribas prepararon una versión unificada del baile de la era, siguiendo al parecer las partituras de Julián. Era impensable que aparecieran en este baile las indecencias que tan peligrosas parecían en la época, y así debió de ocurrir, de manera que es presumible que éste fuera el origen de que al menos hoy día el contacto físico entre los dos sexos sea muy reducido, especialmente si los comparamos con otras variantes de vals o incluso de jota, partes que precisamente, además, no se interpretaron en aquella ocasión.

En esta versión de 1903, en efecto, no se bailaron más que cadena, fandango, bolera y corrida. Curioso fue el caso de la jota, que en teoría debería de bailarse entre la cadena y el fandango, pero que no se realizó literalmente porque está en uso y para abreviar (así lo expresan las fuentes), lo que sugiere que el resto de los bailes no eran usuales en Estella en ese momento. Según Jaume Ayats (1999:345), Julián Romano escribió algunas melodías que se habían convertido en tradicionales (cadena, fandango y boleras), y completó la danza con otras piezas de su repertorio.

La cadena, de este modo, es la pieza que anteriormente hemos descrito, en la cual los danzantes, por parejas y unidos por las manos por medio de un pañuelo, realizan los puentes. Junto con el fandango, estas piezas coinciden con una que aparece en el Cancionero de Azkue, y que le fue proporcionada por el txistulari y gaitero de Echarri Aranaz Rafael Karasatorre (I, 437-438). Esta pieza formaba parte de la soka-dantza de la localidad, llamada Dantzaki, y aparece con el título de inguru-dantza. Si la primera parte, la cadena en la terminología de Estella es fácilmente identificable con los inguru handiak o ingurukos tan usuales en los ingurutxos, la segunda coincide con uno de los primeros y más conocidos fandangos que llegaron al País Vasco.

Las primeras referencias al fandango, en efecto, son de principios del siglo XVIII (Nuñez 1999). Estos primeros fandangos tenían un esquema muy concreto, e incluían un estribillo instrumental en modo de mi con cadencia andaluza. Sobre estos estribillos algunos importantes compositores del siglo XVIII, como Scarlatti, Boccherini o el padre Soler, compusieron fandangos muy conocidos, siempre utilizando la forma variaciones. Ese tema debió de ser muy usual también en Euskal Herria: en el cuaderno del tamborilero Fernando Ansorena Izagirre (Ansorena Miner 1996) hay cinco versiones del mismo, y hoy día es muy conocido entre los txistularis, a menudo con el nombre de fandango zaharra (fandango viejo). He aquí su comienzo:

Partitura

La versión del baile de la era, con todo, tiene una característica propia, ya que después de la segunda y tercera variaciones las dos gaitas a la vez, y no como ha ocurrido hasta ahora turnándose, interpretan una canción a dúo. De aquí en adelante, los gaiteros tocarán a dúo, lo que sugiere que estas dos primeras piezas son más antiguas (Ayats 1999:346).

La tercera pieza que se interpretó en 1903 fueron las boleras navarras, y puede decirse que constituyen la única aparición del bolero en la danza vasca tradicional. Al parecer, el origen de este baile se encuentra en la evolución que en la segunda mitad del siglo XVIII sufrieron las seguidillas manchegas (Suárez-Pajares 1999). Al igual que ocurre en las boleras del baile de la era, en esta danza son continuos los saltos (vuelos), de donde aparentemente procede el nombre del baile. Como manda el modelo, una frase de nueve compases se repite tres veces, y con el final de la primera y de la segunda los danzantes se detienen repentinamente, aprovechando otros tres compases para cambiar de lado con su pareja. La última vez, como es norma en el bolero, el final es aún más brusco, y la variante de Estella lo realiza sobre una aceleración, al final de la cual el chico queda rodilla en tierra, cogiendo a la chica de la mano y con la cabeza baja, componiendo un homenaje galante sin igual en la danza tradicional vasca.

Una vez realizadas las boleras, se interpretó la denominada corrida. Según descripción de la época (Villafranca Belzunegui 1999:345), el hombre cogía aquí de la cintura a la mujer, y ésta apoyaba su mano en el hombro de su pareja, y con las otras manos entrelazadas la pareja empezaba a correr. Como menciona la misma fuente, esta parte era muy alegre en el baile popular, ya que las parejas se abrían paso entre la gente corriendo y gritando. Este tipo de escenas, tan habituales en los finales de ingurutxos y soka-dantzas, no se hicieron seguramente ante los reyes, y tampoco se interpretan hoy, realizándose en su lugar un pasacalles bailado de forma corriente, eso sí, tal y como menciona la fuente siendo el sonido de la gaita cada vez más rápido hasta el final.

Esta versión unificada y sin duda alguna especialmente ceremoniosa será la base de la evolución del baile, la que transformará la danza popular en baile de Estella e icono de su identidad. En 1913 el gaitero Anselmo Elizaga escribió a mano otra versión de la suite, que casi se ha mantenido hasta hoy, con una introducción, tan habitual en el repertorio de gaita, y un vals (cualquiera, ya que expresamente se indica en la partitura el que guste). En esta versión, por tanto, la danza está compuesta de introducción, cadena, fandango, vals, jota vieja (que presenta una estructura impecable de jota, con sus coplas cantables y nunca cantadas ni bailadas al agarrado y con todas sus partes, a diferencia de hoy en día, repetidas), boleras y corrida (o, como se indica en la partitura, rigodón final, es decir, no el pasacalles que se interpreta en la actualidad). Sin embargo, parece que la importancia del baile de la era era mucho mayor en el mundo de la gaita que en el de la danza. Esta situación, con todo, va a cambiar en las próximas décadas, y especialmente de la mano del nacionalismo vasco.

Estella, en efecto, no fue sólo ciudad de importantes políticos del PNV (especialmente los Irujo): también eran de allí importantes folkloristas vascos, concretamente los Olazarán. El padre Hilario Olazarán, en efecto, escribió métodos para txistu y gaita, así como una versión del baile de la era para piano. Este capuchino pidió con ardor la restauración del baile de la era, eso sí, purificándolo de cuanto se aleje de la primitiva honestidad del vistoso pañuelo de colores (Villafranca y Lizarrako gaiteroak 2003:5). En 1933 surgió un Comité pro-baile de la Era, con personas de todos los sectores sociales y el apoyo del ayuntamiento (no hay que olvidar que en este momento el alcalde era el peneuvista Fortunato Aguirre, y que en Estella tuvo lugar, por ejemplo, la asamblea a favor del estatuto para los cuatro territorios), y ese mismo año nación un nuevo grupo de danzantes, que tomará parte con doce parejas en los actos oficiales de la ciudad.

En Navarra, en efecto, había surgido entre el movimiento nacionalista una tendencia a impulsar las danzas propias, ante al omnipresencia de la ezpata-dantza vizcaína (es decir, la Dantzari-dantza de la Merindad de Durango) (Chueca Intxusta 1999:176-177). El padre Olazarán especialmente puso empeño en subrayar la identidad vasca del baile de la era, destacando el parecido que tenía con ingurutxos y soka-dantzak, y quitando importancia al origen foráneo de determinados elementos. Así, por ejemplo, en su opinión la jota (1935) era una planta exótica, pero se aclimató admirablemente en las inmensas barrancadas de las sierras vasconas, de las que parece tomó nueva frescura, nuevos matices de ternura. Como consecuencia, seguía, lo que se perdió de indígena vasco en el baile estellés se ganó con los elementos exóticos importados, como la jota, fandango y boleras: modificados éstos por el espíritu musical navarro dan a la danza de Estella un color variadísimo, bello y sumamente interesante bajo el punto de vista folklórico.

Sin embargo, en 1936, la insurrección contra la República, impulsada entre otras fuerzas políticas por los carlistas, se impuso en Estella desde el primer momento. Nuevas fuerzas políticas y militares tomaron el poder y fusilaron al alcalde Fortunato Aguirre. En un bando que se ha hecho famoso, el nuevo alcalde, a la voz de Se acabó el "gora euzkadi", estamos en tiempos de VIVA ESPAÑA, ordenó que se entregaran todos los txistus (Al-Taffaylla 1986:I,294). Así que no es de extrañar que en esta línea también se llamara al cuartel a los danzantes del baile de la era, quienes tuvieron que entregar las ropas del grupo. De este modo, de forma parecida a lo que ocurrió con el resto de las actividades culturales que había en la ciudad antes de la guerra, que tenían que más o menos que ver con los sectores nacionalistas, también el grupo del baile de la era desapareció.

Está claro, sin embargo, que el baile de la era era algo más que un elemento nacionalista. El grupo de la Sección Femenina de Estella, por ejemplo, también lo interpretó en alguna ocasión, pero las cosas cambiaron sobre todo en 1944, cuando Francisco Beruete, uno de los dantzaris del grupo de 1933, fue nombrado secretario del ayuntamiento (Villafranca y Lizarrako Gaiteroak 2003:7). Beruete consiguió ya aquel mismo año la creación de un grupo de danzas municipal, el primero que hubo en Navarra. Este grupo creó un buen número de coreografías propias, pero el papel protagonista de su repertorio, como era de suponer, fue sin duda para el Baile de la Era. En 1966 el grupo cambió de nombre y dejó de ser municipal, pero siguió con entusiasmo con sus actividades. En este periodo de tiempo el baile de la era, además de ser cada vez más conocido en el exterior, se convirtió en completamente popular en Estella, sufrió sus últimas transformaciones y se creó una indumentaria nueva, basada en la del siglo XIX, que sustituyó a la blanca y roja de siempre.