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Azkoitia

En el casco urbano destaca, una vez verificado el traslado desde Santa María de Balda a principios del siglo XVI, la iglesia parroquial de Santa María la Real. Obtenido el permiso para su traslación mediante varias bulas papales en 1509 y 1510, el diseño correspondería a Pedro de Echaburu, proyecto modificado hacia 1522 por Juan de Arteaga, Pedro de Lizarazu y Pedro de Alcega. Entre 1510 y 1573 los responsables de las obras serían Pascual de Arrandolaza primero y Andrés de Leturiondo después, construyéndose en ese periodo los muros y sus cubiertas provisionales hasta el ábside. Éste se erigiría entre 1574 y 1615, tarea asumida por Domingo de Imitarte, cayendo en 1578 parte del lado del evangelio. Posteriormente, entre 1615 y 1630 se produce la cubrición definitiva, según los planos dispuestos en 1614 por Jerónimo de Soto, "ingeniero mayor de Su Majestad", momento en el cual se erigen también los soportes, encargándose de todo ello Martín de Galarraga, Miguel de Landerrain, Francisco de Loidi y Juan de Arriola. Aunque la actual torre sea obra de 1947, según diseño de Raimundo Alberdi, anteriormente, en 1703, Martín de Zaldúa había otorgado un diseño para erigirla, siendo objeto de reconstrucciones posteriores antes de llegar a efectuarse la actual.

Por otro lado, su portada es producto del diseño preparado en 1725 por José de Lizardi, examinando en 1734 Ignacio de Ibero y Juan Bautista de Inchaurandiaga el pretil, pórtico y portada, no obstante lo cual, en 1738 se firma un nuevo contrato con Lizardi para que rematara la portada con un cascarón, a semejanza del retablo mayor del templo. Nos hallamos ante una iglesia columnaria, con una planta de salón con tres naves, cubiertas por medio de bóvedas vaídas. Si bien las capillas particulares de Floreaga y Recalde muestran su relación con el gótico, dada la presencia de pilastras y bóvedas de crucería en las mismas, en el resto se imponen los elementos característicos del siglo XVI, aunque su tardía cubrición explica la presencia generalizada de las bóvedas vaídas, tal y como anteriormente señalábamos, al tiempo que justifica igualmente el carácter canónico de sus soportes. Destacable es también la portada, cuya disposición en forma de hornacina otorga un acusado carácter escenográfico a su acceso principal.

Dentro de la iglesia parroquial sobresale su retablo mayor. Aunque en 1658 se solicitara una traza a Bernabé Cordero, sería el jesuita Francisco Bautista de Medina, del Colegio Imperial de Madrid, quien se encargara de su diseño. Tras diferentes almonedas, en 1660 Antonio Alloitiz Aguirre se responsabiliza de su ejecución, pero tras numerosas modificaciones, la obra quedaría sin finalizar, encargándose de esta labor Juan de Ursularre y Echeverría. Finalmente, en 1678 Nicolás de Bustrín y Miguel de Brevilla lo dorarían, procediéndose a la bendición del conjunto en 1681. Con todo, a mediados del XVIII Lucas de Camino efectuaría un nuevo sagrario y en 1832 Mariano José de Lascurain renovaría el tabernáculo. Un incendio acaecido en 1904 provocaría su parcial restauración, efectuándose una intervención sobre el mueble en 1992.

Además, en el banco acoge los antiguos relicarios de los Mártires de Colonia, efectuados en 1535 por Juan de Lizarazu. Como indicábamos, es realización sobresaliente, un retablo cuyo cuerpo único se ordena mediante columnas gigantes y con un remate en forma de cascarón. En cuanto al resto de retablos, los retablos del Santo Cristo y San José son realizaciones barrocas, del siglo XVIII más concretamente. Los de San Ignacio y San Pedro fueron realizados hacia 1630 por Miguel de Goroa, mientras que el de San Juan -situado en el lado de la epístola- es de hacia 1570, acompañando a la talla titular expresivista lienzos de indudable calidad. Desgraciadamente, no ha llegado hasta nuestros días el retablo que Juan de Anchieta efectuó en 1575 para la familia Idiáquez. Por último, señalemos que el cancel se debe a la traza que para 1761 entregaría Ignacio de Ibero y la sillería de coro se debe al diseño de su hijo, Francisco de Ibero, ejecutándola en 1769 Lucas de Camino.

La casa Etxe Beltz o casa torre de Idiáquez se sitúa enfrente del acceso principal de la parroquia, a un lado de la misma. Edificada en la segunda mitad del siglo XV, se supone que el edificio se hallaría rodeado de un muro que formaba parte del portal de la villa, toda vez que, como es práctica habitual, la villa se hallaría amurallada en esa época. Ha sufrido numerosas modificaciones, como la supresión del patín que en origen poseía y las alteraciones perceptibles en sus vanos nos demuestran, pese a lo cual mantiene elementos propios del periodo de fábrica.

Al lado de la construcción, junto al río, se halla la denominada fuente de las Barricas, realización neoclásica cuyo diseño debemos a Mariano José de Lacurain, quien otorgaría el correspondiente diseño en 1835. Además, enfrente del edificio anteriormente comentado se encuentra la casa Idiakaitz Zaharra, realización del siglo XVI en origen, que conserva gran parte de su labor en ladrillo, lo cual hace que deba incluirse en el estilo mudéjar.

En la calle Aizkibel sobresale el garitón de esquina, realización del siglo XVI, que mantiene la casa Lasao, cuya presencia hace suponer, en buena lógica, la existencia de un portal de la muralla en ese lugar. Por lo que a la calle mayor (Plaza Berri) se refiere, alberga edificios de indudable interés, como la casa de Anziondo, construida entre 1622 y 1631 por Andrés de Larrañaga, Juan de Zorarrian, Francisco de Errazquien y Francisco de Loidi, la casa Alzibar Jauregi, sede del antiguo ayuntamiento, la casa Olano, del siglo XVIII, Txurruka Etxea, transformada en el siglo XIX, o la casa Rekalde, con sillería en su primera planta y ladrillo en la superior.

Ya en la plaza mayor destaca la casa consistorial. Aunque a mediados del siglo XVI Pedro de Abendaño había otorgado un proyecto para erigir un nuevo ayuntamiento, será finalmente en el siglo XVIII cuando se consiga ese empeño, por medio de los planos efectuados en 1730 por José de Lizardi. El propio arquitecto se encargaría de su edificación, finalizándose en 1736 la labor de cantería, cuyo reconocimiento y peritaje efectuaría Ignacio de Ibero. Posteriormente se ejecutarían la calzada del pórtico, además de sus bóvedas y la labor de albañilería. Provisto de planta rectangular, consta de tres alturas, según la distribución habitual en lo que a su fachada principal se refiere, siendo la armadura de la cubierta a tres aguas. Además de la proporción y armonía de su diseño, conviene destacar igualmente los aleros de madera, con una labor de talla ciertamente apreciable. En su frente se sitúa un busto en Homenaje a Mariano Juaristi, Atano III, debido a José Lopetegui, quien la llevaría a cabo en 1949.

A un lado del ayuntamiento se halla la casa Leturiondo, edificio del siglo XVIII también, de hacia 1780 quizá, con disposición rectangular y fachada cuya planta baja se concibe a modo de basamento, coronándose su eje central con el escudo de la familia.

El arrabal de Santa Clara debe su nombre al monasterio de monjas franciscanas existente en él. La fundación de este cenobio se debe a Francisco de Zuazola, estableciéndose tras su muerte las condiciones pertinentes. La traza del convento se encomendó al arquitecto mayor de Su Majestad Juan de Valencia, hijastro de Luis de Vega y discípulo de Juan Bautista de Toledo, comprometiéndose en 1591 Hernando de Loidi y Martín de Garmendia a acabar la obra en cuatro años, para dos años más tarde decidirse alzar algo la altura del edificio con respecto a lo señalado en el diseño, según el parecer de diferentes maestros, fray Miguel de Aramburu entre ellos. En 1598 se haría entrega de la primera crujía, encargándose de la segunda Aldasoro y Francisco de Loidi. En 1606 fray Miguel de Aramburu diseña la tercera crujía, la situada hacia el camino a Azpeitia, mientras que el lado final lo plantea Juan Martínez de Ucín. Si bien el claustro se inició en 1625, su construcción se vería interrumpida, reanudándose en 1655, tras el dictamen de fray Lorenzo de Jorganes. Para la iglesia, y pese a lo señalado por Juan de Valencia en un principio y Juan Martínez de Ucín después, en 1683 se solicitó trazas a Lucas de Longa, conservándose tanto la planta como el alzado originales, alargándose las obras entre 1684 y 1692.

Nos hallamos ante un conjunto destacable, poseyendo planta cuadrada la clausura, en la cual destaca el bello claustro, y de cruz latina la iglesia, con bóvedas de cañón con lunetos y cúpula sobre el transepto. Su retablo mayor fue diseñado por Ignacio de Ibero, ejecutándolo entre 1740 y 1742 Bernardo de Anillo, mientras que los colaterales fueron trazados por Francisco de Ibero, encargándose de su realización Francisco Ignacio de Azpiazu entre 1750 y 1753 y siendo autor de las imágenes laterales de los dos últimos Juan Bautista Mendizábal I. Conviene destacar el mayor, retablo-cascarón de carácter rococó, con una acertada disposición arquitectónica y un sentido figurativo ligado a la orden. Finalmente, señalemos que en la clausura se guarda una tabla de la Virgen con el Niño asignada al taller de Ambrosius Benson.

Se sitúa en ese mismo arrabal, en una zona más próxima al casco histórico, la ermita de SanJosé. Erigida por la familia Idiáquez en el lugar de nacimiento de la madre Josefa del Santísimo Sacramento, que había vivido con la familia hasta entrar como religiosa recoleta de Santa Brígida en el convento de Santa Cruz de la localidad, José de Lizardi sería quien en 1721 otorgara traza para su construcción. El propio arquitecto se encargaría de su ejecución entre 1722 y 1724. De planta rectangular, cubierta por medio de bóvedas de cañón con lunetos, en la zona más cercana a Plaza Berri se halla la sacristía y sobre ella la que se concibió en origen como vivienda de la beata.

En su interior alberga un espléndido Ecce Homo de Gregorio Fernández, de hacia 1625, mientras que el retablo mayor es obra de Juan Bautista de Jáuregui, con un San José de procedencia madrileña y tres lienzos de Antonio Palomino, que haría además otros tres con retratos de la madre Josefa del Santísimo Sacramento, todo ello para 1722. Por último, se conservan algunas pequeñas imágenes procedentes también de Madrid, aunque de escasa calidad. A pesar de la modestia del edificio, tanto en sus dimensiones como por lo que a su imagen exterior se refiere, el elenco de obras artísticas que alberga es espectacular, tal y como hemos podido comprobar.

Siguiendo hacia el casco de la localidad, en la plaza Balda hallamos la escultura Batarrabi, de Jorge Oteiza, cerca de la cual se dispone, en la calle Ibai-Ondo, una obra de José Alberdi Elorza titulada Batasunaren deia, correspondiente al año 1995. Precisamente es el mismo autor el responsable de Euskaldunak, pieza del mismo año que se sitúa en las proximidades de la Biblioteca Municipal, antigua estación del Ferrocarril del Urola, cuyo diseño se debió a Ramón Cortázar Urrozola.

En los jardines de la Musika Eskola Bizkargi hallamos sendas efigies de Valentín de Olano, busto realizado en 1952 por José Lopetegui, y Xabier Munibe, Conde de Peñaflorida, que en 1992 efectuaría Sebastián Larrañaga. Reseñable es también la participación de Aitor Mendizabal en el Baztartxo Antzokia, en Aingeru Kale, donde para 1991 realizaría Teatro Clásico y Teatro Moderno, desarrollando esas dos concepciones en sendas medias columnas, mientras que en el interior del edificio concebiría un friso en el anfiteatro conocido como La danza.

El arrabal de Goikokale, conocido también como arrabal de los ferrones, se encuentra al otro lado de la población. Allí se sitúa la casa Altuna-Portu, edificio del siglo XVII en su mayor parte, lugar de origen de Manuel Ignacio de Altuna y Portu, uno de los cofundadores de la Real Sociedad Bascongada y cuya amistad con Juan Jacobo Rousseau resulta bien conocida. Muy cerca se hallaba hasta fecha reciente la ermita de San Francisco, habiendo sido trasladada al otro lado del río, enfrente de donde se situaba en origen. Fue construida en 1724 por Pedro de Astigarraga y prácticamente rehecha a fines del siglo XIX. Es una construcción modesta, destacando su fachada de carácter netamente clásico.

Teniendo en cuenta su emplazamiento actual, a su lado se encuentra el palacio de Hurtado de Mendoza, que cumple las funciones de ambulatorio. Edificio del siglo XVII, posee planta rectangular, destacando en su fachada los dos escudos simétricamente dispuestos.

Cerca del casco histórico de la villa encontramos además otras construcciones de interés. Este es el caso de la ermita de San Martín, situado en un montículo que domina la población. Pese a que desde un punto de vista meramente arquitectónico no ofrezca alicientes, su valor es enorme, pues la primera fundación de la villa, de 1324, se efectuó en torno a esta ermita, lo cual motivaría el nombre otorgado a la villa, San Martín de Iraurgui. Además, en los últimos años se han efectuado varias excavaciones en ella, encontrándose restos pertenecientes a aquel periodo.

Igualmente importante es la casa torre de Balda, situada prácticamente en la intersección de Santa Clara y Plaza Berri, a cierta altura -bajo ella se encuentra la plaza Balda, anteriormente citada-. Ligada al monasterio de Santa María de Balda, en cuyas proximidades se extendería la población tras su segunda fundación, en 1331, el edificio se reedificaría en el siglo XVI, conservando en su cuerpo central elementos de la primitiva torre. Más arriba se halla el cementerio, primitiva parroquia, donde aún se puede apreciar la portada de transición románico-gótica.

Enfrente de la parroquia, tomando como referencia el lado del evangelio, hallamos el palacio Floreaga. Promovido por Pedro de Zuazola durante la segunda década del siglo XVI, en torno a 1514 efectúan el examen de lo realizado dos maestros de los cuales únicamente conocemos su apellido, Malpaso y Torollo, quienes a continuación otorgarían las condiciones para lo que restaba por ejecutar. Probablemente serían los maestros activos en Granada y Toledo en la época, arquitectos de renombre que no vienen sino a subrayar la trascendencia del edificio. Provisto de planta rectangular compacta, su imagen exterior es muy acertada y de influencia mudéjar, sobresaliendo, además del uso del ladrillo, la superposición de galerías. La restauración efectuada hace algunos años, otorgándole después una funcionalidad de la cual carecía anteriormente, permite apreciar las cualidades señaladas en todo su esplendor.

Situado a un lado de una de las salidas hacia Azpeitia, el palacio Insausti es otro de los edificios que aúna valor histórico e interés arquitectónico, habiendo sido declarado Monumento Nacional de Euskadi. Edificado a mediados del siglo XVIII por el patrocinio de Francisco Xabier de Munibe e Idiáquez, conde de Peñaflorida, el fundador de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País en 1764, quien dedicaría el edificio a sede de la mencionada Sociedad. Objeto de restauración en los últimos años del siglo XX, su fachada se halla flanqueada por sendas torres y cuenta con jardín. A su lado se halla la ermita del Espíritu Santo, modesto edificio de planta rectangular trazado -se conservan los diseños- y construido en 1718 por José de Lizardi.

En el barrio de Santa Cruz, y situada sobre la primitiva ermita de idéntico nombre, nos hallamos con el Monasterio de Brígidas de Santa Cruz, conjunto constructivo que hay que situar en los años finales del siglo XVII y principios del XVIII, pues fue en 1691 cuando instituyó el convento María Ignacia Hurtado de Mendoza, debiendo citarse igualmente a Josefa de Larramendi, a quien ya hicimos mención antes, la cual habitaba con anterioridad a esa fecha en la ermita preexistente. La iglesia es de cruz latina y alberga un retablo mayor del primer tercio del siglo XVIII. En cuanto a la clausura, es obra de escasa entidad. En ambos ámbitos se distribuye un modesto grupo de lienzos, pertenecientes en su mayor parte a los siglos XVIII y XIX.

Por otro lado, siguiendo la carretera hacia Azpeitia nos encontramos con los humilladeros de Santa Brígida y San José, efectuados hacia mediados del XVIII. En el denominado conjunto de Egurbide se sitúan el caserío del mismo nombre, la ermita del Angel de la Guarda y los restos de la ferrería existente en el pasado. La ermita, sencilla construcción fundada en 1729 por Martín de Villarreal y María Cruz de Salaberría, quienes la dedicarían a la orden de los Trinitarios, mantiene las claves de las bóvedas de la parroquia, trasladadas tras la realización de las señaladas en su momento. El conjunto, situado junto a la carretera que va a Elgoibar, es muy atractivo. Más arriba, en Zuazola Mendi, conviene citar Iraola Torre, Zuazola Torre, Aizpuru y Mokoroaga Haundi, bien pudiendo ser las dos primeras casas torre en origen, tal y como su propia denominación nos señala.

En Mártires se sitúa la iglesia de San Emeterio y San Celedonio, denominada anteriormente San Medel o San Medel de Cendoya. Se menciona ya en 1496, habiendo sufrido numerosas restauraciones a lo largo de los siglos. Modesta construcción de planta rectangular, en sus alrededores destaca el caserío Umansoro, edificio reformado en el siglo XVII pero que tiene su origen en el medioevo.

En Madariaga la iglesia de San Isidro, de nave única, tiene su origen en una petición efectuada por los vecinos de la zona en 1817, aunque la construcción no se produciría hasta 1842, ampliándose en 1898 según el proyecto de Félix Barrena. Urrategi, al pie del monte Kurutzeta, cuenta como edificio más señalado con la iglesia de Nuestra Señora de Urrategi, cuya construcción se contrató en 1617 con los canteros Pedro de Goicoechea y Juan Ortiz de Echevarría, gracias al mecenazgo de Francisco López de Irarraga, hijo natural de Domingo Pérez de Irarraga. Con planta rectangular, también este edificio habría sufrido reformas de diferente consideración a lo largo del tiempo, si bien se mantiene en lo esencial.

En sus proximidades hallamos el caserío Zabala, casa solar del siglo XVI. En el valle, junto a la carretera a Zumarraga, se halla la casa solar de Isasaga, edificio del siglo XVI en lo esencial que mantiene aún elementos de carácter gótico. En Aizpurutxo la iglesia de San Agustín se erigió en torno a 1904, mientras que la iglesia de San Martín de Aginaga se realizaría en torno a mediados del siglo XIX, pese a que en su origen sería muy probablemente una ermita de la primera mitad del siglo XVI.

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