Monarchy and Nobility

García Sánchez I

García Sánchez I (925-970). Rey de Pamplona, segundo de la dinastía Jimena que sucedió a su padre Sancho I.

García I fue proclamado monarca del reino de Pamplona a la muerte de su padre Sancho Garcés I (925) a la edad de 7 años. No se tiene constancia pero parece que era el único hijo varón y en los primeros años de su reinado quedó al cuidado de su tío Jimeno Garcés, hermano del rey Sancho I y cuñado de Toda, la reina viuda. Era la primera vez en la historia peninsular que se reconocía el derecho a trono de un menor. No se conoce que hubiera ningún conato de usurpación por parte de Jimeno aunque se dejan entrever dificultades por parte del hermano mayor de Sancho, Enneco Garcés. Las circunstancias de la muerte de Jimeno en 931 nos son desconocidas y lo que pasó en los tres años siguientes. Los historiadores se hacen conjeturas sobre si hubo desórdenes o intentos de rebelión. Parece que un hermano de Jimeno, Enneco y por tanto tío de García I, intentó ocupar la regencia o quizá el reino prescindiendo de los derechos de su sobrino. Se sabe que uno de sus hijos murió violentamente en Liédena y otros tres huyeron a Córdoba.

La crisis, no bien explicada, duró poco, de 931 a 933, y García I pudo afianzar y conservar el trono gracias a las gestiones de su madre, la reina Toda que durante unos años ejercerá la regencia del reino. Toda se convertirá en el personaje más relevante de este reinado por sus dotes políticas y diplomáticas cuyo máximo exponente será su política matrimonial. Con su actuación el reino de Pamplona será en los años siguientes una de las claves de la política peninsular, lo mismo en la lucha con el Islam que en la resolución de los pleitos sucesorios en el reino de León. Sobre estos dos ejes girará la política pamplonesa o mejor dicho la política de la reina Toda. Su primer movimiento fue incorporar el condado de Aragón a la órbita de Pamplona mediante el matrimonio entre García I y Andregoto Galíndez, hija de Galindo Aznar, conde titular de Aragón. De esta unión nacerá el futuro rey de Pamplona, Sancho Garcés II. Desde estas fechas, el condado aragonés siguió los destinos del reino de Pamplona.

Respecto al poder cordobés, al comienzo de su regencia y alegando lazos familiares (Abd al-Rahman III era nieto de Onneca, madre de la reina Toda), ésta consiguió que el soberano cordobés reconociera el dominio pamplonés a favor de García Sánchez I y de esta manera quedaba consolidada la corona en este joven vascón de 15 años. En el tratado concertado a tal efecto (934) se renovaban en cierta medida las cláusulas de fidelidad y subordinación del antiguo pacto, pero no se contemplaba el signo de permanente dependencia efectiva que era el pago anual. A pesar del tratado del 934, el reino de Pamplona sufrió en el 937 una campaña de castigo que arrasó Deio.

Sin embargo, la lucha contra el poder califal tendrá desde esta década un carácter distinto al que había tenido hasta inicios del siglo X. No hay en la Marca Superior familias rebeldes con las que los pamploneses puedan pactar, como otrora los Banu Qasi, pues el califa ha restablecido para el año 937 su autoridad en todo este territorio y la plaza de Tudela se halla bien poblada y defendida.

Después de las conquistas de Sancho Garcés I, la creciente hegemonía y poder militar del califato instaurado en al-Andalus (929) por Abd al-Rhman III, iba a obligar al joven monarca pamplonés a frenar sus impulsos ofensivos y más bien a salvar su incipiente reino y sus nuevas fronteras bien con las armas bien con maniobras diplomáticas.

Afortunadamente para Pamplona, los ataques del Califa Abd al-Rahman se van a centrar en las tierras del Duero, lo que permitió a García I conservar las fronteras heredadas de Sancho I. Esto no es óbice para que en 939 García I apoye con su ejército al rey de León Ramiro II y derroten a las tropas cordobesas cerca de Simancas. La fama de este encuentro traspasó las fronteras, pero el único nombre que recogen los Anales de Saint Gall, crónica centroeuropea, es el de la reina Toda.

En resumen, hasta el año 940 el dominio de Abd al-Rahman III es claro y envía varias expediciones de castigo contra el corazón del reino (920, 924, 937) aunque también se produce alguna victoria del bando cristiano como la anteriormente comentada de Simancas en el 939. Los siguientes tres lustros y debido al silencio de los textos invita a suponer que discurrió una fase de calma siquiera relativa en las fronteras, con el consiguiente alivio para la sociedad pamplonesa, aunque a partir de 961 la situación se agrava respecto al Islam. Pero mientras en estos primeros años los enfrentamientos con los musulmanes en las fronteras pamplonesas son muy escasos, no ocurre lo mismo en las fronteras leonesas y castellanas.

Respecto a las relaciones con el reino de León, la reina regente Toda refuerza los nexos políticos y familiares mediante bodas entre los linajes reinantes y haciéndolos extensibles a los condes de Castilla, Álava, Bizkaia y Aragón. Toda aprovechó todas las oportunidades para colocar a sus hijas en los puestos clave de León y condados fronterizos. La hábil política matrimonial de la reina Toda consiguió convertir un reino que a principios del siglo X estaba reducido a las montañas pirenaicas, en árbitro de los demás reinos cristianos peninsulares un siglo más tarde.

La reina había casado a su hija Onneca con el nuevo rey leonés Alfonso IV (925-931) y luego a su otra hija Urraca (también nombrada Teresa en algunos documentos) con Ramiro II (931-951), hermano y sucesor del anterior. A su vez, García Sánchez I había tomado hacia el 941 como segunda esposa a Teresa, hija de Ramiro II, tras repudiar a su primera mujer Andregoto. García y Teresa tuvieron por lo menos tres hijos: Ramiro, Urraca y Jimeno pero la corona pamplonesa la heredó Sancho II, el primogénito del primer matrimonio. Otra hija, Sancha, casó primero con Ordoño II de León, muerto en el 924. Una vez viuda se casó con Álvaro Herramelliz, conde alavés, muerto hacia el 932 y por último tomó por tercer esposo a Fernán González, conde de Castilla. Otra hija, Belasquita, casó con Momo, conde de Bizkaia, después con Galindo, señor de Ribagorza y por último con Fortún Galindez, señor de Nájera. Hay otra hija mencionada en las Genealogías de Roda, Orbita, de la que se ignora casamiento y descendencia.

García I intervino directamente en la política del reino de León especialmente a partir del 951 con el ascenso al reino de León de Ordoño III. En el 952 se dirige con su ejército a León para deponer al rey Ordoño y colocar en su lugar a su hermanastro Sancho, sobrino del pamplonés y nieto de Toda, pero Ordoño se defiende con habilidad y expulsa a los invasores aunque a la prematura muerte del rey leonés (956), Sancho es coronado rey de León. En 957 ante una revuelta de los condes gallegos y de Fernán González, abandonó León y se refugió en Pamplona. En León se nombró a Ordoño IV, nieto también de Toda, nuevo rey. Ante esta nueva situación los pamploneses tienen que salir de León. Sin embargo, García I, entabla conversaciones con el califa Abd al-Rhaman para que le ayude en deponer a Ordoño IV y volver a coronar a Sancho en el trono leonés. No hay que decir que el califa recibió a García I con toda pompa y que los objetivos propuestos fueron alcanzados en el 960. A su vez, el rey pamplonés apresaba al conde castellano Fernán González y lo trasladaba a Pamplona.

Empero en el 961 fallecía el califa Abd al-Rahman III y era sucedido por Al-Hakam II (961-976). En esta nueva situación, García I libera a Fernán González que contrae matrimonio con una hija del pamplonés, Urraca. El pamplonés busca la alianza con el castellano y el leonés ante el nuevo poder cordobés. Al-Hakam respondió atacándoles separadamente. En 963, García fue atacado y derrotado por el gobernador de Zaragoza. Un poco más tarde conquistan Calahorra (968) a la vez que el gobernador de Huesca hace una incursión por el reino obteniendo botín y prisioneros. García I tuvo que enviar a Córdoba una embajada compuesta por varios obispos y condes solicitando la paz.

Cuando en 970 muere García Sánchez I, el reino de Pamplona aparece hegemónico entre los territorios cristianos peninsulares pero en una situación de franca inferioridad respecto al Islam, y este desequilibrio se iba a acentuar en el último tercio del siglo.

Quedaban como descendencia suya, un hijo de su primera mujer y tres de las segunda, de los cuales, el primogénito Sancho II, fue el que le sucedió en el trono de Pamplona. Por ello es importante resaltar como una de las características de esta nueva monarquía el criterio de no desintegrar el reino, es decir, transmitir al sucesor todos los territorios adquiridos por la forma que fuese al contrario que en el reino de Asturias y León, donde asomaron ideas secesionistas y los hijos se reparten los dominios. Así la sucesión al trono se realizó sin incidentes y el rey García Sánchez I pudo trasmitir a su hijo Sancho Garcés II Abarca, hijo de su primer matrimonio con Andregoto, el patrimonio territorial sin menguas ni divisiones.