Politicians and Public Officials

Ayala, Pedro II López de

Político y escritor alavés perteneciente al linaje de los Ayala de la tierra del mismo nombre.

Es la figura más destacada de este linaje y uno de los personajes vascos que más renombre han adquirido fuera de la tierra vasca. Político y diplomático que se inicia en el turbulento reinado del castellano Pedro I el Cruel, su estrella no declina hasta la muerte, poco después de acontecer la del rey Enrique III. Como poeta, historiador y moralista, sus escritos son justamente reputados como obra maestra de la literatura castellana. Nació el futuro Canciller de Castilla en la ciudad de Vitoria, en 1332, año del histórico pacto de Alava con Alfonso XI. Era hijo del señor de Ayala, Fernán I Pérez, cortesano del monarca castellano.

A los 21 años (1353) entra al servicio de Pedro I como doncel; seis años después, en 1359, le vemos ya como capitán de la flota castellana que saquea los puertos de Valencia y Cataluña, y después como alguacil mayor de Toledo. Durante las luchas de Pedro I y su hermano natural Enrique de Trastamara, Fernán I y su hijo Pero ocupan en todo momento un lugar destacado. Menéndez Pelayo popularizó una frase que aparece en la Crónica del Rey Don Pedro y que el crítico montañés citó incorrectamente como cínica explicación dada por el futuro Canciller al desertar juntamente con su padre de las filas de Pedro I; según él, los Ayala fueron los primeros en cambiar de casaca, considerando "que los fechos de Don Pedro no iban de buena guisa y determinaron partirse de él, con acuerdo de no volver más".

La frase es distinta y la estampa el cronista en las últimas líneas del capítulo IV del año décimo séptimo (1366) cuando después de narrar la salida de Pedro I, fugitivo, de la ciudad de Burgos, la mayor parte de sus caballeros le abandonan para pasarse al bando del presunto vencedor; son muy pocos los fieles y en la relación detallada de los que marchan con él, figura Pero López de Ayala, así como entre los que en el camino se le unieron por no hallarse en Burgos, figura también "Don Ferrand Pérez de Ayala, el cual estaba por su mandado en Castilfafib, que ganara el rey de Aragón"; será entonces cuando al recordar sobriamente que faltaba la mayoría de los caballeros, comenta con cierta amargura: "E de tal guisa iban los fechos, que todos los que de él se partían, avían su acuerdo de non volver más a él".

Mas ni Don Pero ni Don Fernán se cuentan aún entre los que abandonan al rey vencido. Será tan solo mucho después, cuando habiendo huído Don Pedro a Francia, es proclamado casi unanimemente Enrique de Trastamara como rey de Castilla; los Ayala entonces se ponen a su servicio, y le servirán en adelante con entera lealtad. Al servicio del rey Enrique, lucha D. Pero en la sangrienta batalla de Nájera, el 13 de abril de 1367, contra las tropas del Príncipe Negro. Hecho prisionero durante seis meses, sólo es liberado cuando su familia paga por él un cuantioso rescate. En el reparto de mercedes enriqueñas le corresponden, Arciniega y Orozco, valles que vienen a redondear sus dominios ayaleses. En 1375 sucede a su padre en el señorío. Dos años antes, era nombrado alcalde mayor y merino de Vitoria que acababa de pasar del dominio del monarca navarro al castellano.

En su ciudad natal se acreditó como hábil gobernante, tanto que en 1375 era nombrado alcalde mayor de Toledo, uno de los puestos mas codiciados de la época. Ganada una sólida reputación de político sagaz, es elevado seguidamente al Consejo de Castilla y enviado como embajador de este reino ante el de Aragón, donde soluciona a satisfacción de todos las últimas rencillas pendientes. El nuevo monarca de Castilla, Juan I, confirma en su gracia al señor de Ayala, el cual es designado embajador cerca del rey francés Carlos VI, a quien aconseja tan certeramente en la batalla de Rosebeck, habida contra los ingleses, que en 1382 es nombrado camarero del Rey de Francia, se le asigna una pensión anual de 1.000 francos oro, y cimenta una amistad que ha de servirle eficazmente poco después.

Regresa a la Corte de Juan I cuando éste comienza su guerra contra los portugueses, y, contra el expreso consejo de Ayala, entabla batalla el 15 de agosto de 1385, en los campos de Aljubarrota, donde sus tropas son derrotadas y a duras penas salva la vida el propio monarca; su cronista volvió a ser hecho prisionero, como él mismo dice: "cubierto de heridas y quebrados dientes y muelas". Esta vez el cautiverio fue mucho más duro, pues durante más de un año permaneció encerrado en una jaula de hierro del castillo de Oviedes. Durante su prisión escribió el Rimado de Palacio y alguna otra de sus obras. Fue liberado mediante 30.000 doblas de oro, que fueron aportadas por su esposa, los reyes de Castilla y Francia, y algún otro amigo poderoso. A su regreso el rey lo designó Copero y Camarero Mayor.

Contaba ya por entonces 56 años y una gran experiencia humana, que pone a feliz prueba en la tarea diplomática que casi seguidamente se le confía, como embajador de la Corte de Castilla en las conversaciones que tienen lugar en la casa de Lancaster, representante de los derechos que correspondían a los descendientes de Pedro I el Cruel. A él principalmente fue debido el acuerdo final de 1388. Dos años después muere Juan I y las Cortes reunidas llaman al bien reputado político alavés para formar parte del Consejo de Regencia de la minoría de edad del nuevo rey, Enrique III, en cuyo difícil cargo contribuyó a la firma, en 1392, de la tregua que pondría fin a la larga guerra con Portugal. Llegado Enrique III a su mayoría de edad, se retira Ayala a las sosegadas tierras ayaleses donde funda la capilla de Nuestra Señora del Cabello de Quejana. Poco había de durar su tranquilidad.

En el año 1398, a los 66 años de edad, es designado Canciller Mayor del Reino, supremo galardón que corona sus servicios a cuatro monarcas sucesivos, mientras sus dos hijos son designados, uno merino mayor de Gipuzkoa y otro alcalde mayor de Toledo. Durante nueve años la recia constitución física del Canciller resiste su carga y aún verá morir a Enrique III en el año 1406. Es en el año siguiente, el 16 de abril de 1407, cuando, casi repentinamente, fallece en Calahorra, a los 75 años de edad. Yace enterrado en Quejana, al lado de su esposa, Leonor de Guzmán, en eterna fidelidad póstuma, quizás como desagravio por las frecuentes infidelidades de que la hizo objeto, tanto que su sobrino Fernán Pérez de Guzmán dice en su semblanza que era "muy dado a mujeres, más de lo que a tan sabio caballero como él le convenía".