Painters

Vargas Lezama-Leguizamón, Ramón de

Pintor. Nacido en Getxo el 13 de noviembre de 1934.

Es un pintor vasco conocido internacionalmente. Sus primeras exposiciones colectivas e individuales fueron realizadas en el año 1956 en Salamanca, Milán y Madrid; en 1957 nuevamente en Madrid y en 1958 en Córdoba, San Sebastián y Bilbao. Su técnica pictórica es muy austera, con abundante materia de maticidad pétrea sobre superficie muy absorbente. Pintura figurativa con tendencia a la abstracción. Ha colgado sus cuadros en las más prestigiosas exposiciones de Europa, mereciendo sus obras la atención de la crítica internacional y el favor del público. Ha obtenido grandes premios, sobresaliendo los conseguidos en el extranjero. Sus obras se encuentran muy repartidas entre coleccionistas europeos; casi no llevan título, resaltando una serie de cuadros que titula Mujeres de izquierdas. Autor de grabados, litografías, cerámica y pintura mural. En 1959 se traslada a París donde logra el Grand Prix d'Hiver del año. Al año siguiente le es concedido el Tercer Premio del Salon de Portrait y cuelga sus lienzos en el Museo de Arte Moderno de París y en el Salón Internacional de Arte Libre, presentando también una Crucifixión en la Nacional de Bellas Artes de Barcelona. En 1961 se coloca en la selección para el Prix de Nueva York y expone en el Salón Independiente. Durante los años 1962 y 1963 presentó dos exposiciones en la Sala Illescas de Bilbao y dos Superficies en la Galería Biosca de Madrid. A partir de esta época su obra se puede encuadrar dentro de las corrientes informalistas. En los años 64 y 65 vuelve a colgar su obra en el extranjero, alternando sus exposiciones entre París, Montecarlo (1964-65), Nueva York, llegando a representar a España en diversos certámenes como el Festival Internacional de París. En la década de los 70, completa sus exposiciones en el exterior de España, donde recibe diversos galardones (París 1967-70), Montecarlo 1969, Italia 1970, Mónaco 1972, Roma 1972), con representaciones de su obra en el ámbito nacional: Bilbao, Marbella, Madrid, Barcelona, etc. En 1972 fue invitado a presentar su obra (la "serie Eva") en el museo Philips de Eidhoven. Entre sus obras cabe citar algunas como: Vendedora en Vincennes (1959), La Condesa de Chinchón (1963), Dos Beatas (1961), Las Meninas (1965), Vía Crucis (1969), Beata con Flores (1972).

En 1986, tras una ausencia de cinco años, expone en Bilbao más de cincuenta composiciones suyas, algunas de ellas efectuadas con ayuda del ordenador. En esta presentación de su trabajo, se observa un cambio en la forma de presentar al público su obra, haciendo a éste partícipe del proceso creativo de la misma. Asimismo las nuevas técnicas utilizadas nos sitúan ante un nuevo proceso creativo por parte del autor. Autor asimismo de cortometrajes como Les quatre saisons (1960), Canción agria (1961), Eva (1972), El cantar de los cantares (1975), Atentado a un film convencional (1980) y La derrota de Samotracia (1981).

Diversos críticos han enfocado su obra.

A. Alexandre (Amsterdam, 1967):

"Lo inesperado e insólito del concepto espiritual hasta la mordacidad cáustica, determinan a este pintor casi inaccesible por la movilidad de su estilo y de su expresión, donde lo que domina es el espíritu, como en Miró. Original por la forma y el carácter insólito, De Vargas avanza hacia un expresionismo bravío, con el que a veces parece agredir a ciertos retrógrados o amantes del arte tradicional. Sin embargo, este pintor ibérico, acusa más la violencia por la forma y el grafismo, que por la resonancia de los valores cromáticos, homogéneos, profundos y calurosos".

André Weber (París, 1968):

"Este pintor expresionista de buena compañía evoca el drama por el color con la magia tan evidente, un realismo tan convincente, una alegría creadora tan ferviente, un humor tan corrosivo, que es imposible escapar a la virulenta belleza de sus fantasmas. El carácter agrio y patético de sus creaciones, que procede de su rica interioridad y de una desbordante imaginación, siempre controlada, nos inclina a una fructuosa meditación sobre la condición humana".

J. de Bengoechea (La Gaceta del Norte, Bilbao):

"Una abundante obra protagonizada por los blancos y los negros como colores -o no colores- de sus cuadros. En cualquier caso es evidente que esa cuestión, en cuanto a riqueza plástica, queda positivamente resuelta, ya que los blancos y los negros de Ramón de Vargas están configurados con viveza, movidos por grafías siempre subrayantes del propósito del autor e incluso contrastados, a veces, por una oportuna llamada de color, siempre densa y equilibrada".

Figuerola-Ferreti (Ya, 1968):

"Su capacidad de acercamiento al concepto popular ha sabido realizarlo sin abdicar de unos mínimos idealizadores, y en este sentido podríamos decir que lo corpóreo encuenta su preciso equilibrio en la abstracción de lo figurativo".

Santos Torrella (El Noticiero Universal, 1970):

"Hay también algunas escenas escasamente reconocibles, pero en las cuales lo genial se impone sobre la parquedad de referencias para alcanzar una más alta dimensión (...). El mérito grande de Ramón de Vargas reside, a nuestro entender, en haber acertado a expresar tan dramáticos contenidos sin, por ello, dejarse deslizar por la fácil pendiente de los tópicos más o menos literarios".

Fernando Gutiérrez (Barcelona, 1971):

"Es una manera de ser y de observar la vida. Un objeto, una figura no son sólo su apariencia, sino algo así como el calor y el frío que desprenden, la individualidad trascendida, y hasta el eco de su silencio o de su voz".

F. V. Stalpert (Amsterdam, 1972):

"Pero a nuestro juicio, donde De Vargas justifica un puesto de excepción en el mundo del arte, es en sus desnudos de una pureza inenarrable, donde la magia de las formas y la belleza de sus colores -tantas veces ausentes- les confieren ese extraño contenido cargado de devoción y erotismo casi místicos. Ramón de Vargas ahonda en los problemas eternos más profundos con visión universalista, que es lo que en definitiva constituye el fundamento de su inudable importancia".

Laureano Muñoz Viñaras (Bilbao, Hierro, 1973):

"Es en la pintura -y, por supuesto, en los dibujos- donde De Vargas, más que despojarse de sus personales notas de identificación, lo que hace es ir decantando más y más, en busca de la pura línea maestra de la esencialidad. La esencia por la existencia. Por encima de cualquier motivación ética y de cualquier expresión patética, el equilibrio de la pintura de De Vargas afirma su presencia como realidad plástica ontológica".