Politicians and Public Officials

Arenillas, José Luis

Personalidad política vasca comunista. José Luis nació en 1904. Médico. Militante de Izquierda Comunista desde 1932, al unificarse ésta con el Bloque Obrero y Campesino en septiembre de 1935, pasó a formar parte del Comité Central del nuevo Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). Fue Jefe de Sanidad del Ejército de Euzkadi y posteriormente, del Ejército del Norte.

Organizador de la primera columna que, al producirse el alzamiento militar de 1936, salió de la capital vizcaina a enfrentarse frente a los rebeldes, en la frontera con Gipuzkoa.

Hecho prisionero en Santoña en agosto de 1937, fue ejecutado a garrote vil en Bilbao, en marzo de 1938.

Los artículos que publicaron José Luis y José María Arenillas, entre 1934 y 1936 en medios del partido como "La Batalla" o "La Nueva Era", fueron recopilados en el libro Sobre la cuestión nacional en Euskadi, publicado en Barcelona en 1981. En sus conclusiones de aquel entonces escribía José María:

"No hemos pretendido hacer un balance completo de la experiencia euzkeldun, de la que hemos señalado antes de ahora la excepcional importancia. Este balance habría de ser el resultado de un análisis mucho más profundo. Sin embargo, un buen número de comprobaciones y de conclusiones se imponen en nuestra común experiencia de militantes.

En los dos primeros meses que siguieron a la insurrección facciosa, los partidos obreros de Euzkadi tenían la situación en sus manos. Tenían todo lo que es necesario para hacer una revolución: el impulso de las masas de un lado, y el pánico de las antiguas capas dirigentes del otro.

La clase obrera se hallaba armada, había constituido sus milicias, procedía rápidamente a un armamento más completo, establecía sus patrullas de control y vigilancia y, en fin, la clase obrera enarbolaba la bandera roja de la revolución. La ola que había desencadenado el fascismo empujaba a los partidos obreros (socialista y comunista) al primer plano, y una inmensa fracción de la burguesía nacionalista y toda la pequeño-burguesía los aceptaba como "mal menor".

¿Por qué los socialistas y stalinianos no trataron de consolidar esta revolución que se hacía por sí misma y casi contra ellos? Porque para hacer una revolución es, ante todo, preciso ser revolucionarios. Un régimen nuevo no puede afirmarse y defenderse más que si tiene a su frente hombres para los que el antiguo régimen resulta insoportable. Cuando se ha dicho "no" a la sociedad capitalista cuyas injusticias atormentan y cuyo aire es irrespirable. Pero no se es revolucionario sino en la medida en que este "no" se instala en la pasión de la clase y de sus jefes y dirige la acción. Los socialistas y comunistas vascos no han dicho "no" al régimen actual y no se nos diga, para justificar su carencia de acción revolucionaria, que Euzkadi no podía decidir por sí sola los destinos de la revolución en el resto del país. Políticamente esta apreciación es justa en cuanto no signifique -como ha significado- inhibición absoluta en el proceso revolucionario, abandono de las conquistas logradas por la revolución en sus primeros tiempos. Euzkadi, en efecto, no puede por sí sola decidir los destinos de la revolución española, del mismo modo que Catalunya tampoco puede por ella misma decidirlos. La experiencia del movimiento obrero nacional nos muestra, con el trágico ejemplo de la Asturias de 1934, que la revolución ha de ser la obra conjunta del proletariado español. Las zonas más densas y más aguerridas de este proletariado son, no lo olvidemos, Catalunya, Euzkadi y Asturias. El abandono de las posiciones revolucionarias por los partidos obreros de Euzkadi, cuando precisamente el proletariado catalán y astur se libraba a la transformación revolucionaria de la sociedad, ha sido uno de los factores más decisivos en el proceso de liquidación de la revolución. A ésta hubo de fallarle una de sus principales piezas: el proletariado euzkeldun.

En Euzkadi se constituye, en pleno período revolucionario, un Estado que en lugar de seguir el modelo clásico de toda revolución: el paso al poder de equipos más avanzados, sigue el fenómeno contrario: el desplazamiento de la hegemonía obrera. Con ello y con la incorporación de cientos de funcionarios nacionalistas a las administraciones, a los cuerpos represivos, se paraliza toda iniciativa y toda voluntad de cambio y se procede a liquidar en pocos meses con el pretexto de no comprometerse ante la democracia internacional con una política revolucionaria, los imponentes recursos que el movimiento de julio había puesto a la disposición del socialismo.

A partir de entonces el Gobierno de Euzkadi resulta ser el agente plenipotenciario del Gobierno de Valencia ante el extranjero. El nuevo Estado es casi un modelo -dicen las democracias extranjeras -que conviene copiar en el resto del país si se pretende obtener su ayuda. Euzkadi, con su Gobierno que parecía de opereta, empieza a cobrar una excepcional importancia: es el espejo en el que se refleja el futuro del régimen político español y el futuro de las organizaciones obreras del resto del país.

No participamos del optimismo fácil e irresponsable de los socialistas y comunistas oficiales (primero ganar la guerra para luego hacer la revolución: en realidad una consigna contrarrevolucionaria), que concede a las formas políticas actualmente en vigor en aquel territorio el tiempo de duración necesario como para que la guerra se termine con bien, pero tampoco consideramos la situación de Euzkadi como consolidada indefinidamente, sobre todo si las fuerzas de oposición, hoy escasas, usan de una política inteligente con la suficiente voluntad de lucha como para crear un potente movimiento obrero independiente. Euzkadi, que hoy influencia notoriamente la política española, no podrá a su vez sustraerse a la influencia que en esta política marquen las organizaciones obreras revolucionarias del resto del país".