Literatoak

Mendoza, Iñigo López de

Marqués de Santillana, señor de Hita y de Buitrago, conde del Real de Manzanares.

Aristócrata castellano de origen vasco nacido en Carrión de los Condes en 1398 y fallecido en Guadalajara el 25 de marzo de 1458.

Hijo del almirante de Castilla Diego Hurtado de Mendoza. Sumergido de lleno en las turbulencias de la Corte de Juan II, no dudó en acompasar sus preocupaciones literarias con las guerreras luchando tanto contra como a favor de este rey y siempre en contra del valido Álvaro de Luna hasta producirse su caída en desgracia. Participó a favor de Juan II en la batalla de Olmedo siéndole otorgado el marquesado y el título de conde.

Al margen de su actividad política y cortesana cultivó las letras y practicó un importante mecenazgo artístico. Conoció el gallego, el catalán, el italiano y el francés aunque no cultivó apenas el latín. Su obra suele dividirse en prosa y verso.

En el primer género citaremos la Carta Prohemio al condestable don Pedro de Portugal, introducción a sus propias poesías y adelantado en materia de preceptiva literaria, y los Refranes que dicen las viejas tras el fuego, primera recopilación conocida de consejos en lengua castellana. En esta Carta aparece la que luego será famosa definición de la poesía como "fingimiento de cosas útiles, cubiertas o veladas con muy fermosa cobertura". Los refranes fueron recopilados por petición real ya que Santillana apenas apreciaba la poesía popular a la que calificaba de ínfima.

Su producción poética es más copiosa y puede recogerse en cuatro grupos bien definidos.

1. Poemas alegóricos de influencia italiana: El infierno de los enamorados y Comedieta de Ponça (1444), con resonancia dantesca.

2. Poemas didáctico-morales Doctrinal de privados (1452) (contra Álvaro de Luna), Proverbios y Diálogo de Bías contra Fortuna.

3. Poemas de estilo popular, como Canciones y decires y Serranillas.

4. Una serie de 42 Sonetos fechos al itálico modo.

Podemos citar además otros poemas como El sueño, el triunpho del amor, Defunción de Enrique de Villena, Coronación de Mosen Jordi, Canonización del maestro Vicente Ferrer y del maestro Pedro de Villacreces. De toda esta producción fueron sus canciones y serranillas las que habían de hacer imperecedera su memoria, por su gracia y frescura pese al artificio poético que encierran: "La niña que amores ha, sola ¿cómo dormirá?".

Su biblioteca del castillo de Guadalajara es anterior a la implantación de la imprenta lo mismo que la de Haro; ambas, ricas en códices en varios idiomas, son las bases de la Biblioteca Nacional. La de Mendoza contiene 172 ricos códices. Su temática cultural se refleja en la de los códices allí coleccionados, vidas de Julio César, Tito Livio y Carlomagno, filosofía de Platón, Aristóteles y Raymundo Lulio; obras poéticas de Homero, un texto de Ymagenes de la Vida, etc.

Lapesa otorga una gran importancia además a la labor promotora de Santillana:

"Lo mismo que el rey Sabio, el prócer de Guadalajara suscitó el esfuerzo de un equipo de hombres doctos: allí estaban, respondiendo a las iniciativas de su señor, su capellán Pedro Díaz de Toledo, su "físico" o médico Martín González de Lucena, su escudero Martín de Ávila, su viejo servidor Antón Zorita. También el bachiller Alfonso Gómez de Zamora trabajaba por encargo de Don Iñigo, quien además pedía en obsequio a la amistad el concurso de nobles como Don Enrique de Villena o jerarcas de la iglesia como el Tostado; y no bastándole la aportación española, acudía a italianos ilustres como Leonardo Bluni de Arezzo y Pier Cándido Decembri para que vertiesen del griego al latín los textos que de otro modo serían inaccesibles en una Castilla donde todavía no había helenistas. En Italia se hallaba su pariente Nuño de Guzmán como agente destacado a la mira de novedades, encargando para el marqués traducciones y copias. Estos códices italianos entraban después en la biblioteca guadalajareña con encuadernaciones en que todavía lucían las armas de Mendoza y de la Vega acompañadas por el lema cortés y devoto `Dius et vus'. Gracias a esta labor conjunta corrieron en castellano obras clásicas fundamentales...".

E. Amézaga; que comentando su obra dice:

"Santillana se pregunta con seriedad si su obra es bella, si vale la pena de ser leída. Ignoro qué pensarían sus coetáneos, hoy han cambiado mucho las perspectivas estéticas y vemos al autor como un poeta mitológico y latinizante, a ratos infantil, no muy dúctil en los temas, no muy rico en las rimas, ni siquiera en las ideas; ahora bien, qué atractivo, qué jugoso, qué gracia soberana la suya, esa poesía con olor a tomillo, a era recién trillada. Hay que dejarse llevar de su mano, él no se detiene, ama, sabe renunciar y trasladarse a otro amor, a otra era. Pasa de la selva real a la de sus pensamientos, se transforma con un estro ardiente y recreador de visiones increíbles".