Enpresariak

LURO, Pedro

Emigrante vasco en la Argentina , nacido en Gamarthe-Lacarra (Baja Nav.) en 1820.

La familia de este apellido es una de las de más antigua estirpe entre todas las oriundas de los valles pirenaicos. Pedro Luro llegó a la Argentina siendo apenas adolescente. Muy poco tiempo después de iniciar su vida de labor en la industria saladeril se sintió impulsado a los trabajos de campo, y destinó sus ahorros a arrendar una estancia de don Fermín Cuestas, en la vecindad de Dolores. Como el contrato de arrendamiento estipulaba que el arrendatario recibiría un peso de la antigua moneda (equivalente a cuatro centavos oro) por cada árbol vivo de tres años que acreditara haber plantado en el establecimiento. Se ha dicho por algunos de sus biógrafos que, en razón de la enorme cantidad de árboles plantados por Luro, tuvo el propietario del campo que abandonárselo en entera propiedad, a fin de cumplir con la obligación del contrato. Esta adquisición remonta al año 1852 y señala los comienzos de la acción que había de destacar la personalidad de Don Pedro Luro entre los grandes hacendados del Sud de Buenos Aires. Tenía entonces 32 años, un valor personal a toda prueba, una resistencia física incomparable y un sentido práctico verdaderamente genial para todo lo relacionado con la vida de campo.

La provincia de Buenos Aires, en la zona formada actualmente por los partidos de Balcarce, Pueyrredón y Lobería, contaba con propietarios de inmensas tierras pobladas de haciendas alzadas y bravías. No existían en aquella época alambradas que dividieran las propiedades y contuvieran los ganados. Gran número de ellos no tenían tampoco marca que garantizara la propiedad. En la estancia de uno de los señores Valdez había más de treinta mil cabezas de ganado vacuno, a los que las continuas batidas de los gauchos habían llevado al último grado de salvajismo. Don Pedro Luro se presentó un día en casa del propietario, que habitaba en Buenos Aires, y le propuso comprarle hasta quince mil animales de aquella estancia. El comprador se obligaba a sacar la hacienda en el término de ocho meses o a perder la seña de cien mil pesos moneda corriente (4.000 pesos oro) que en ese acto se entregaría. Luro le pidió, además, poderes para mandar sobre su peonada para dicha empresa. Valdez aceptó. Puede imaginarse el asombro con que los cincuenta o sesenta gauchos de la estancia vinieron en conocimiento de lo que aquel gringo de gran sombrero Panamá, bombachas y botas, sin facón en la cintura, ni lazo, ni boleadoras se proponía llevar a cabo. A las veinticuatro horas de su llegada al establecimiento, Pedro Luro reunió a todo el personal y le pidió con suma cortesía que desde ese momento nadie corriera en persecución de una vaca ni transitara por el centro del campo. Simultáneamente destacó uno por uno a los peones más inteligentes, con la única misión de recorrer al paso y galope muy moderado, la línea exterior del campo. Este recorrido era constante y en menos de un mes fue evidente que las haciendas no huían al percibir un jinete a 800 o 1.000 metros de distancia. Poco a poco el cerco se fue estrechando y los ganados acostumbrando a ver a distancias más próximas a sus antiguos perseguidores. Se hicieron aguadas en el centro para congregar a los animales. Luego de tres meses, y en medio de la natural expectativa, llegó el gran momento. Cada hombre montaba su mejor caballo. Ocho mil cabezas de ganado encerradas en una cintura de jinetes daban fe de la inteligencia genial de don Pedro Luro. El resultado pecuniario de aquella empresa fue exitosa. Piénsese que muchos de los pesados cueros de los toros y novillos apresados se vendieron en Buenos Aires a razón de una onza de oro cada uno.

Pero Luro dedicó su energía y capacidad a las más diversas tareas. Levanta unos saladeros en el pueblo de Ajó; posee además, para colaborar en esa tarea una pequeña flota de buques de vela. Siempre en la zona de la costa atlántica, levantará muelles, diques, y grandes barracas destinadas a recibir los frutos de los partidos limítrofes.

Falleció en Cannes (Francia) el 28 de febrero de 189l.

Marcelino IRIANI ZALAKAIN
Investigador U.N.I.C.E.N.-I.E.H.S. Tandil-Argentina

  • Uriarte, José R: Los baskos en la Nación Argentina, Bs. As. Editorial La Baskonia, 1917, pág. 470-71.