Politikariak eta Kargu publikoak

Muñagorri Otaegui, José Antonio

Nace en la localidad guipuzcoana de Berastegi a las seis de la mañana del 2 de abril de 1794 del matrimonio de José Mateo de Muñagorri y María Jesús de Otaegui. Murió el 14 de octubre de 1841

A pesar de nacer pocos meses antes del inicio de la invasión de las tropas convencionales que dan comienzo a la llamada "Era de las revoluciones" en el País Vasco, apenas existen datos que permitan reconstruir la vida de José Antonio Muñagorri durante ese ciclo de guerra y revolución que marcará los aspectos más conocidos de su vida. Así, entre 1794 y la Primera Guerra Carlista, apenas ha transcendido nada de su actividad pública más allá de su matrimonio con Joaquina de Labayen el 21 de noviembre de 1814. Unión de la que nacerán tres descendientes: Josefa Luisa Anastasia, en abril de 1820, Juan Claudio Antonio, en octubre de 1822 y Ramona Cándida Remigia, en octubre de 1827.

Ni siquiera uno de los pocos documentos que existen relativos a sus padres y abuelos permite reconstruir hasta qué punto su familia se verá afectada por la ocupación de las tropas convencionales que, en 1794, recae de lleno en Tolosa. Así, a partir de una declaración judicial de la abuela materna de Muñagorri, María Josefa de Ezcamendi, sólo se puede deducir que los bienes de Eugenio de Otaegui no parecen haber sufrido la más mínima violencia o disminución durante la ocupación de Tolosa por las tropas revolucionarias.

La principal biografía dedicada a Muñagorri, la firmada por Antonio María Labayen en el año 1976, se reduce a especular acerca de sus posibles actividades públicas hasta la Primera Guerra Carlista. Este autor deduce de la amistad de Muñagorri con personas significadas con las tendencias liberales y revolucionarias -caso de los hijos del conde de Villafuertes, posteriormente uno de los principales promotores de la bandera "Paz y Fueros"- la posible presencia del futuro escribano de Berastegi en manifestaciones diversas de ese signo en el momento de la proclamación de la constitución de 1812. Sin embargo, este mismo autor indica que Muñagorri se habría mantenido al margen de la lucha política desencadenada entre liberales y reaccionarios en el período del Trienio Liberal entre 1820 y 1823.

Una pasividad política que vendría a corroborar la extensa biografía anónima -inédita pero atribuible con toda seguridad a Julián Egaña- en la que en 1840, un año antes de la muerte de Muñagorri, se glosaba su principal intervención en la agitada situación política que marca su vida desde su nacimiento. Es decir, su pronunciamiento en favor de la bandera "Paz y Fueros" que pretendía concluir la primera guerra carlista fomentando la deserción en las filas del Pretendiente, ofreciendo a los voluntarios vascos y navarros la confirmación de sus Fueros.

En efecto, en ese manuscrito apenas se recoge nada sobre su actividad anterior a ese momento que eclosiona a finales del conflicto, entre los años 1835 y 1837. El anónimo redactor tan sólo señala que en 1817 Muñagorri actuaba como alcalde de Berastegi y que, en calidad de tal, hizo gestiones oportunas para zanjar un pleito de varias décadas que había deteriorado la fábrica de la parroquia de esa localidad hasta un punto realmente peligroso para los feligreses.

Sin embargo, esa falta de protagonismo cambia a partir del año 1835, cuando Muñagorri se involucra en una situación que, tal y como señala Labayen, lo convierte en un personaje un tanto controvertido. Desde esa fecha el escribano berastegiarra no dudará en organizar, de manera encubierta, una serie de negociaciones que acabarán conduciéndolo a Madrid, a casa del Conde de Gendulain, desde donde se pondrá en contacto con el Conde de Toreno, muy próximo al gobierno central en esos momentos, para hacer prosperar su propuesta de acabar con la resistencia carlista minando el principal eje de su fuerza militar. Es decir, el que le aportan Navarra y las llamadas Provincias Vascongadas que, a su vez, son las que han sufrido más duramente las operaciones de guerra desde el año 1833.

Esas gestiones para desarbolar a la facción carlista son realizadas a pesar de ser Muñagorri uno de los asentistas de víveres y suministros que mantiene en pie al ejército del Pretendiente hasta esa fecha, recibiendo, además, cantidades más que considerables por él, como puede leerse en la documentación sobre esas cuestiones generada por la Diputación Carlista -que desciende hasta detalles tan prosaicos como la cantidad de habas y tocino que Muñagorri debía aportar al ejército carlista caso de no haber carne-.

Actividad que, por otra parte, también le ocasionará algún que otro contratiempo, como lo vendría demostrar el pleito que lo enfrenta en otoño de 1837 a otros encargados de suministrar esas raciones en Mondragón.

Unas sinuosas circunstancias que en absoluto impedirán que, finalmente, Muñagorri alce el 19 de abril de 1838 la bandera llamada de "Paz y Fueros", ofreciendo una salida negociada, con cesiones por ambos bandos, a la situación bélica ligeramente favorable a los carlistas pero fundamentalmente estancada sin un claro vencedor. Hacía así evidentes las sospechas que ya circulaban de manera oficial sobre él por el campo carlista al menos desde el 2 de mayo de 1837, cuando el obispo de León, representante de la rama más reaccionaria de la facción carlista en Gipuzkoa, pedía al Ministerio de Gracia y Justicia rebelde que retirase a Muñagorri sus títulos de escribano en castigo por la que el obispo consideraba su sospechosa conducta política.

Además de las proclamas que lanza en esa fecha, el escribano y empresario berastegiarra hará circular unas coplas políticas conocidas como "Bertso Berriak" en las que en un euskera sólo aparentemente popular -Labayen señala como probable la intervención en ellas de figuras de la Literatura vasca del momento tan consolidadas como Iztueta o Pascual Iturriaga-, se lanzan duras requisitorias políticas contra el pretendiente don Carlos, acusándole de no respetar los Fueros al negarse a convocar Juntas, y alentando a los voluntarios vascos y navarros a abandonarle, persuadiéndoles de que el Pretendiente y su círculo de poder inmediato -que son descritos como parásitos por esta propaganda- se aprovechan de su buena fe acatando los Fueros sólo de palabra y tratando en la práctica a esas fuerzas voluntarias a palos y patadas, según las propias expresiones empleadas en alguno de esos "Bertso Berriak".

Todo ello, sin embargo, no alcanzará a hacer de la bandera "Paz y Fueros" una alternativa viable. El exhaustivo estudio de Arturo Cajal Valero sobre la actividad de Muñagorri una vez que ha alzado esa bandera y se ha declarado en abierta rebelión contra don Carlos, basado en documentación inédita del Archivo General Militar de Madrid y de la Casa Zavala, demuestra, sin lugar para muchas dudas, la inoperancia de ese "ejército independiente" al que se refiere Muñagorri en su primera proclama contra el Pretendiente.

En efecto, durante los meses de otoño de 1838 y el invierno y la primavera de 1839, Muñagorri realizará infructuosos, y contraproducentes, esfuerzos por mantener una fuerza militar que atrajese a su partido de "Paz y Fueros" a una parte sustancial de los carlistas desmoralizados por la situación de impasse bélico y la excesiva duración de la guerra.

De hecho, como señala Cajal Valero, la admisión en sus filas de desertores liberales no hizo sino minar la disciplina de ese pretendido ejército independiente -en todo momento una empresa alentada por el gobierno de Madrid, más que una tercera fuerza política ni liberal ni carlista-, que acabó con la disolución prácticamente definitiva de la bandera, dispersando a su fuerza entre unidades del ejército liberal y desmantelando su campamento de Lastaola, cerca de la guarnición liberal de Irun con la que ha convivido no siempre en armonía pese a las órdenes del gobierno de Madrid que mandan prestarles ayuda y protección, especialmente si son atacados por fuerzas carlistas.

Parece pues evidente que la buena voluntad de Muñagorri y su habilidad política para organizar esa alternativa no estuvieron a la altura de las difíciles circunstancias con las que se enfrenta en la práctica, que exigían una resolución mucho mayor y un carácter mucho más inflexible que aquel del que hace gala en esos momentos críticos el escribano berastegiarra, incapaz de mantener el orden en sus propias filas para convertirlas en la cuña en el campo carlista que habían imaginado tanto él como sus patrocinadores políticos.

No podría, sin embargo, negarse -al margen de la posible mitificación que el partido liberal-fuerista hace de Muñagorri, constantemente destacada por Cajal Valero- que las ideas de Muñagorri triunfan al ser las que finalmente minan la resistencia carlista, que acepta un "Abrazo de Vergara" basado, con escasa diferencia, en puntos sostenidos en la primera proclama de Muñagorri.

Una pírrica victoria personal que, aún así, no se le debería regatear. Ni siquiera aunque todo el corolario que se saque de su principal empresa pública, esa malograda bandera de "Paz y Fueros", sea interpretarla como un primer intento fallido del Nacionalismo vasco que eclosionará con Sabino Arana casi cuarenta años después de la muerte de Muñagorri, tal y como apunta el estudio de Jean-Pierre Larre a manera de conclusión. Una que Arturo Cajal Valero, encuentra completamente desmedida.

Al margen de esas cuestiones lo que la documentación disponible sí hace con claridad evidente es demostrar que la empresa "Paz y Fueros" resultó ruinosa económicamente para Muñagorri. El autor de su primera biografía hablaba ya en esa razón en 1840 a partir de testimonios -muy probablemente de primera mano- que detallaban las grandes pérdidas sufridas por Muñagorri como castigo por su defección del campo carlista en 1838 y otras anteriores iniciadas a partir de la toma por parte de la facción carlista de Berastegi y demás zonas en las que están las ferrerías que él posee o administra. Un descalabro económico que superaba los 300.000 reales y que, en opinión del autor anónimo de esa primera biografía de Muñagorri, merecía, en justicia, algo más que la Gran Cruz de Comendador de la Real Orden Americana de Isabel la Católica que se otorga al escribano berastegiarra.

La controversia, sin embargo, persigue a Muñagorri incluso en ese aspecto no faltando trabajos menores sobre su vida que indican que se enriqueció con los generosos fondos que el gobierno liberal le facilitó para sostener la empresa de "Paz y Fueros", argumentos que Antonio María Labayen desmentirá enérgicamente en su obra del año 1976.

La documentación que dicho autor aporta posterior a la muerte violenta de José Antonio Muñagorri apunta con claridad en esa dirección.

Muñagorri murió el 14 de octubre de 1841 en la ferrería de Zumarrista, a manos de una partida de liberales exaltados al mando de Juan Ramón de Elorrio, antiguo chapelgorri ascendido en esos momentos a teniente por Espartero, del que es fiel partidario, y, por tanto, opuesto a la sublevación moderada liderada por el general O?Donnell que proveerá en esas fechas, según todos los indicios, la coartada política para ese asesinato que parece haber sido más bien un ajuste de cuentas personal.

A los pocos meses de esa muerte, en febrero de 1842, se creó una comisión de acreedores a los bienes de Muñagorri que entregará a las villas de Berastegi y Elduain la ferrería de Plazaola. Según lo que señalan las actas del Ayuntamiento de Tolosa que hacen referencia a esta cuestión, Muñagorri habría quedado arruinado por la guerra y por su pronunciamiento en favor de la bandera "Paz y fueros" que ese documento menciona explícitamente, haciendo necesaria la creación de esta comisión a su muerte para que cobrasen sus acreedores y la devolución de bienes como las citadas ferrerías.

Otro protocolo notarial transcrito por Labayen matiza algo ese estado de ruina casi total de las finanzas de Muñagorri tras su muerte. Se trata del testamento de su viuda, que data de 2 de enero de 1865. En él se muestra a una mujer instalada en el casco de Tolosa, en la calle Correo, en una posición modesta -vive en un piso, el cuarto 1º del número 13 de esa calle- pero no de manifiesta necesidad material. De hecho, cuenta con una serie de créditos y rentas a su favor que deja en manos de sus dos hijos supervivientes, Claudio y Ramona, quedando también un remanente considerable para sus honras fúnebres que tasa en cuarenta misas -a 20 reales cada- en la iglesia parroquial de Tolosa.