Politikariak eta Kargu publikoak

Garro Arizcun, Nicolás Ambrosio de

Hombre de Estado y ministro, nacido en Madrid en 1747 y muerto en la misma ciudad el año 1825.

Obtuvo el título de marqués de las Hormazas al casarse en 1767 con la heredera de este título. Ingresó desde joven en la administración pública, y en 1797 pasó a desempeñar, siendo ya ministro del Consejo de Hacienda y tesorero general del rey, el cargo en propiedad de secretario de Estado y del Despacho de la real Hacienda, vacante por muerte de D. Pedro Varela y Ulloa. Apenas duró unos meses en ese puesto, siendo reemplazado antes de finalizar ese año por D. Francisco Saavedra. Su vuelta a la administración pública coincidió con los días críticos del verano sangriento de 1808. En efecto, el marqués de las Hormazas aparece como uno de los españoles firmantes de la constitución de Baiona del 7 de julio de ese año. Pero, salido de Baiona y vuelto a Madrid, Garro acertó a librarse del grupo de afrancesados, y, tras unos meses de incertidumbre en Orihuela, fue reclamado por la Regencia hacia fines de 1809 para hacerse con el ministerio de Hacienda.

Hacia primeros de 1810 se hallaba ya en Cádiz, desempeñando además interinamente el cargo de primer secretario de Estado en sustitución de Francisco Saavedra, su sucesor de antaño en el mismo cargo. En este mismo año, y a raíz de la publicación de una real orden por la que se autorizaba el comercio directo de todos los puertos de América con las naciones de Europa y con sus colonias, el marqués de las Hormazas fue arrestado y sometido a proceso. De éste vino a resultar que los más implicados en la publicación de la real orden eran unos oficiales subalternos y no tanto Garro y Arizcun, de quien viene a decir el conde Toreno que la había firmado a ciegas y sin leerla, como si se tratase de un negocio sencillo. A la verdad, el negocio de Cádiz, asentado en el monopolio del comercio ultramarino, era demasiado poderoso y demasiado poderosas también las influencias e implicaciones con que contaba en las más altas esferas de la administración pública del país, sin excluir la misma Junta de Regencia gaditana, para que de un golpe se dejase arrebatar el privilegio que durante siglos había fundado su riqueza.

Así, pues, por una vez más las aspiraciones americanas habrían de quedar insatisfechas, no obstante la firma, voluntaria o no, del documento por el marqués de las Hormazas. Vuelto Fernando VII, vuelve a recobrar aquél su cargo de Consejero de Estado, aunque deja de acudir por dispensa a las sesiones del Consejo, para atender a los negocios de su casa. En 1819 le concedió Fernando VII la Gran Cruz de la Orden de Carlos III, dispensándolo de las pruebas genealógicas de rigor, por haberlas hecho ya antes cuando obtuvo el hábito de caballero de Santiago (1765). Fue miembro de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País.

Ref. Julio Caro Baroja: "La hora navarra en el siglo XVIII", pp. 384-389; Alfonso de Otazu y Llana: "Hacendistas navarros en Indias", pp. 187-197. Ibarra: Ilustres navarros del siglo XVIII .