Udalak

Bergara

Arte, II. El palacio de Aroztegi se encuentra en el número 7 de la calle, construcción debida a Pedro García de Aroztegi, quien en 1528 efectuó la pertinente escritura con el maestro cantero Juan Martínez de Gorostegui. Pese a mantener una importante herencia bajomedieval, las anónimas labores de talla de puertas y postigos de ventanas resultan muy interesantes, al tiempo que denotan una excelente calidad. En el número 30 se sitúa la casa torre de Arrese, palacio aglomerado del siglo XVI en el que se mantienen elementos propios de las torres medievales. Con todo, sobresale el magnífico balcón de esquina, elemento escenográfico en esviaje que bien podría deberse a Pedro de Ibarra. El palacio Urrutia Espilla, conocido también como casa de Irizar, se señala con el número 33. Reedificado entre 1659 y 1664, sufriría una remodelación a fines del XVIII, perceptible sobre todo en el interior y al exterior en el ático que sobresale en altura. Con su escudo colocado en esquina, muestra una imagen sobria pero muy afortunada. El palacio Izagirre Moya se ubica al inicio de la calle, ocupando uno de los lados de la plaza de San Martín Agirre. Conserva en su fachada posterior elementos bajomedievales, si bien a partir de 1725 se desarrollarían importantes labores de cantería, entre las cuales destaca la erección de un piso más. A pesar de la fecha señalada, es perceptible el mantenimiento de fórmulas clasicistas propias del siglo anterior.

La plaza de San Martín Agirre en su actual estado, pese a contar con una anterior disposición, es producto del último tercio del siglo XVII, constituyéndose en un espacio prácticamente rectangular. En su configuración interviene decisivamente la construcción de una nueva casa consistorial, obra realizada, a grandes rasgos, entre 1677 y 1693, si bien su efectiva finalización se produciría en 1730. Las trazas corresponden a Lucas de Longa, quien también asumió su concreción. Edificio monumental, nuevamente se impone la estética postescurialense, encuadrándose en el tipo más extendido, con un soportal en la planta baja y vanos regularmente distribuidos en la noble. También la casa adyacente fue diseñada por Longa, destinándola en principio a vivienda propia, aunque finalmente no se produciría tal circunstancia. Aspecto destacable es la plena continuidad entre ambos frentes. Justo enfrente de la mencionada construcción se situaba en principio el colegio de la Compañía de Jesús, sustituido a finales del siglo XVIII por el Real Seminario. En cuanto a la construcción primitiva, subsiste la iglesia, ejecutada entre 1628 y 1677 con trazas de Mateo de Ocejo, aunque con ciertas reformas planteadas por Juan de Zaldúa. Fiel a los principios artísticos del periodo, repite el modelo más habitual en la orden, una cruz latina inscrita en un rectángulo, con capillas laterales comunicadas entre sí. En su retablo mayor, contratado en 1692 por Jacobo de Ayesta y Rafael Larralde, destaca sobremanera la imagen de San Ignacio de Loyola, efectuada en 1614 por Gregorio Fernández, imagen de gran calidad e indudable influencia en la zona. La actual fachada del edificio es obra del siglo XIX, al igual que la mayor parte de su interior, debiéndose esa labor neoclásica a Mariano José de Lascurain.

En la calle San Pedro, antiguamente calle de Bidekurutzeta, número 4, se halla la casa de Azkarate Marutegi, conocida como casa Agirrebeña también. Si bien en origen sería un edificio bajomedieval, sucesivas variaciones acabarían otorgándole su aspecto actual. Así, ya en 1549 se produce una reconstrucción, con la participación de los maestros canteros Juan y Pedro de Elorregui y Pedro de Baliarrain. En 1617 se realizaría el destacado balcón de esquina con el que cuenta y a fines del siglo XIX la construcción de nuevos edificios a su lado provocaría que al exterior tan sólo podamos apreciar dos lienzos del muro, al tiempo que se producirían otras reformas en el mismo palacio. Corona su planta baja una cornisa con motivos renacentistas, al tiempo que conviene destacar la decoración de esa fachada principal, dada la utilización de placas cerámicas de origen germánico correspondientes a la primera mitad del siglo XVI, elementos que integraban una gran estufa en origen, con un programa iconográfico referido a Carlos V como dios del Sol, Helios. Componente excepcional, su pervivencia otorga obviamente mayor realce a esta construcción.

El arrabal de Bidekurutzeta fue desde un principio zona residencial de la villa, lo que explica la riqueza e interés de los edificios que en ese lugar hallamos. La casa torre del Comendador Ondartza es el número 1 de esta calle y posee elementos de tradición gótica, tratándose de una construcción de principios del siglo XVI. En el número 2 hallamos la casa Jauregi, realización del siglo XVI pero muy modificada a principios del XX, si bien se mantuvieron el escudo y, sobre todo, el extraordinario relieve, de hacia 1500, que cubre el muro en su primer piso. Se trata de un bajorrelieve, a modo de tapiz, con los símbolos de los Evangelistas, dos figuras desnudas, un ciervo, un jabalí y parejas de reyes con un fondo vegetal, además de animales fantásticos, una escena cortesana, etc., todo ello inspirado en grabados de fines del siglo XV de origen germánico. En el número 4 se sitúa la casa Iturritxo, situada prácticamente ante la casa del Comendador Ondartza. Pese a la rehabilitación sufrida, su exterior no ha sufrido modificaciones con respecto a la fábrica original, que corresponde al siglo XVI. Así, se impone su rotundidad y sobriedad, si bien conviene destacar el excelente escudo, del último tercio del mencionado siglo, que preside su fachada principal. Corresponde el número 6 a la casa de Moiua Barrena, conocida también como palacio del Marqués de Rocaverde. Erigida entre 1662 y 1668, su diseño se debería a Lázaro de Arantzeaga y Juan de Zaldúa, si bien el incendio sufrido en la matxinada obligaría a su reconstrucción a principios del siglo XVIII. Destaca en su concepción la utilización de galerías de arcos, otorgándole un carácter abierto de enorme atractivo. En el número 22 está la casa Iturbe, palacio urbano del siglo XVII que desgraciadamente nos ha llegado muy modificado, de modo que no se conservan las galerías diseñadas -sí se conserva la traza- en 1647 por Juan de Zaldúa. La casa Untzeta corresponde al número 46, realización del siglo XVII que sufriría importantes modificaciones en el XIX, imponiéndose al exterior una concepción muy sobria. En la casa número 32 conviene destacar la existencia de elementos tardomedievales en su interior, concretamente una serie de ménsulas figuradas. Por otro lado, existen otras construcciones barrocas, como son las casas de Agirremendiaratz y Mariaka, números 26 y 28, o la casa de Olaeta, con el número 36. En los números 42 y 44 hallamos sendos exponentes del siglo XIX.

Situada al otro extremo de la localidad, el arrabal de Masterreka posee como edificio más señalado el palacio Egino Mallea, de planta rectangular y tres alturas, cuya realización se debe al maestro cantero Pedro de Ibarra. Aunque no llegara a terminarla, la extraordinaria fachada principal sería obra suya, frente en el cual se imponen los principios manieristas, con una concepción y desarrollo de sorprendente calidad. Con el número 37 se señala la casa Zuloaga Bereterio, reedificada en 1663, si bien mantendría parte de los muros de la casa anterior. Además, los números 11, 18, 20, 22 y 24 corresponden a casas populares datables en varios casos en el siglo XVII.

En el arrabal de Zubieta la casa Usondo o Etxetxiki posee planta rectangular y dos alturas, palacio tardomedieval fechado a fines del XV que mantiene lógicamente estrecho parentesco con las casas fuertes medievales, si bien introduce como novedad una acusada tendencia a la horizontalidad. La casa torre de Laureaga o Etxeaundi habría sido construida para el año 1544, si bien sufriría una ampliación en la primera década del siglo XVIII, con la intervención de Esteban de Abaria, entre 1723 y 1725 prácticamente se reedificaría su interior y ya en cronología neoclásica, a fines del XVIII, Alejo de Miranda construiría la escalera que une el jardín con el piso principal. El resultado es un edificio de planta rectangular, si bien en origen sería cuadrada, siendo aspecto destacable la presencia de dos tondos con sendos retratos a ambos lados del acceso principal, relieves de carácter estereotipado pertenecientes al siglo XVI y que animan un frente ciertamente sobrio. Se sitúa en el barrio de Arruriaga la casa Argizain, con el número 8. Es una construcción barroca, con una fachada en la cual se impone la regularidad de sus vanos.

Situado en el barrio de Zubiaurre, el palacio de Ozaeta se erigió entre 1549 y 1553. En su planta tiende al rectángulo y cuenta con tres plantas y ático. Su fachada principal posee garitones en los ángulos y otro menor en el centro, mientras que a ambos lados de la portada sendos leones sostienen los escudos de la familia. Igualmente destacada es la fachada lateral de la derecha, ya que en su planta baja cuenta con una galería de tres arcos rebajados. Frente al barrio de Urteaga se sitúa la casa torre de Gabiria, de planta rectangular y con elementos medievales, si bien fue ampliada a principios del siglo XVII. En la salida hacia Antzuola está la casa torre de Artzamendi, edificio de planta cuadrada y dos alturas que correspondería a la segunda mitad del siglo XV. Frente a ella se sitúa la ermita de San Miguel de Aritzeta, citada ya en el siglo XI, si bien en su estado actual manifiesta múltiples intervenciones mucho más cercanas en el tiempo. En cuanto al palacio de Rotalde o Errotalde, también llamado de Santa Ana por su proximidad a la ermita de idéntico nombre, se encuentra cerca de la carretera a Elosu, más allá de Arruriaga. Pese a las variaciones posteriores, en esencia el edificio mantiene el carácter de su construcción a principios del siglo XVII, siendo nuevamente la sobriedad su principal cualidad. Ubicado también extramuros de la villa, el palacio Rekalde, que alberga el Servicio Vasco de Documentación, sustituye una casa torre modificada en el siglo XVII y destruida en la matxinada de 1718, hallándonos actualmente ante una construcción decimonónica. Próximos a este edificio se encuentran la cárcel y el juzgado, de principios del XIX, en 1858 se trasladó aquí la Casa de Beneficencia y veinte años más tarde se erigió una ermita. Además, la casa torre de Moiua o Moutorre, en Mugertza, conserva la portada de principios del XVI, conociéndose intervenciones posteriores que, sin embargo, procuraron mantener el carácter primigenio de la construcción.

En cuanto a la escultura pública, conviene citar la obra Homenaje a Simón Arrieta, busto realizado por Lorenzo Ascasibar Elgueta en 1975 y que se sitúa en la plaza Simón Arrieta; la realizada en 1989 por Jon Balenciaga, sin título, para el barrio Masehategui; la realizada por el mismo autor en 1989 y que carece igualmente de título y, finalmente la de Vitoriano Larrañaga existente en el barrio San Antonio.

De los diferentes asentamientos que conforman el término municipal de la villa, en Angiozar encontramos la iglesia de San Miguel, con una nave, ábside ochavado, bóvedas de crucería de madera trazadas en 1594 y ejecutadas en 1624 y torre a los pies, obra ésta del siglo XVIII. Especial interés posee su portada, realizada en 1556 por Andrés de Menchaca, ricamente decorada, con San Juan y San Lucas en los nichos superiores del cuerpo, ángeles con elementos de la Pasión en las enjutas, los bustos de San Pedro y San Pablo en sendos medallones situados a los lados del remate, presidido, bajo el Padre Eterno, por San Miguel, a quien escoltan ángeles músicos. En su interior hallamos una Virgen de la leche realizada hacia los años finales del XV o principios del XVI, mientras que en el retablo mayor se sitúa una imagen de San Miguel de fines del siglo XV. La ermita de San Cristóbal es una construcción sencilla, de una sola nave, provista de una bóveda de madera también y con un arco apuntado como acceso, con una imagen de Nuestra Señora de la segunda mitad del siglo XV. También conviene señalar las ermitas de Elizamendi y San Bartolomé, esencialmente la primera, con una nave y bóveda de cañón, al tiempo que presenta un pórtico de madera. Irigoien Zabala es un caserío construido en 1784, mientras que Irigoien Mazorriaga posee dos arcos en su fachada. Eduegi, por su parte, posee un soportal de tres arcos de medio punto, si bien este frente es un añadido al núcleo primitivo, toda vez que este caserío se construiría entre 1520 y 1530, siendo reformado y ampliado a principios del siglo XVIII. Amuskibar es otro de los caseríos reseñables, con planta rectangular y fachada con un soportal de tres arcos de medio punto al lado de la derecha, edificio que en su forma actual fue construido en 1732.

En Elosua la iglesia de San Andrés sufrió diferentes modificaciones en el siglo XVII de la mano de Juan de Ansola. Con todo, las nevadas acontecidas en 1679 provocarían serios desperfectos en la iglesia, de modo que se procedería a su práctica reconstrucción en el siglo XVIII. Estas labores se iniciaron en 1733, otorgando un año más tarde José de Lizardi el diseño correspondiente. Ya en 1760, Javier Ignacio de Echeverría se encargó de reconstruir las bóvedas, mientras que la torre proyectada por José Antonio de Arzadun fue examinada por Francisco de Ibero en 1779. En su interior, el retablo mayor y colaterales son obras del barroco decorativo, siendo autor de los colaterales de Nuestra Señora del Rosario y San José Miguel de Igueregui, que los ejecutó entre 1733 y 1734, examinándolos José Antonio de Iparraguirre. Ya en Osintxu, la iglesia de San Emeterio y San Celedonio es una construcción de mediados del siglo XIX, ya que sustituye un anterior edificio desaparecido a raiz de las inundaciones acontecidas en 1834. Entre los caseríos de la zona, sobresalen Izagirre y Laspiur Gañekoa, que en origen fueron casas torres. En Mekolalde se sitúa la ermita de San Blas, que posee una excelente imagen de Nuestra Señora de la Encarnación de finales del siglo XIV o principios del XV; en Larriño las ermitas de San Marcial y San Martín; y en Elorregi la iglesia de San Prudencio, realización del siglo XIX, y la ermita de San Esteban. Por otro lado, en Amillaga destacan la ermita de San Juan, de hacia mediados del siglo XVI y provista de una cubierta de madera, y el caserío Albisua, construido a inicios del siglo XVI, si bien sufriría una reforma integral a fines del XVII, tal y como el soportal corrido con cuatro arcos de medio punto nos indica; en Ubera encontramos la iglesia de San Pablo, de una nave y con bóvedas de cañón de madera, la ermita de los santos Emetorio y Celedonio, además del caserío Martokua. En última instancia, en Basalgo sobresalen las modestas ermitas de San Antón y de Santiago.

Ignacio CENDOYA ECHANIZ