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Rufino, Flavio

Flavius Rufinus

Hombre de estado romano, nacido en Elusa (Eauze), importante villa de la Novempopulania, en el distrito de Aquitania. Tuvo una fulgurante carrera administrativa.

En el año 379 entró al servicio del emperador Teodosio I, adquiriendo rápidamente gran ascendencia. Del 388 al 392 fue Rufino magister officiorum ; en el 392, cónsul; del 392 al 395 praefectus Praetorii Orientis (cfr. Theodor. 5, 18; Philostorg. 11, 30; Zosimos, 4, 51s; Cod. Theod. 7, 3, 1. 8, 6, 2. 10, 22, 3. 16, 5, 23 ss, etc.). Desde su elevado puesto, pudo Rufino inspirar al emperador las más rigurosas medidas contra el paganismo (8 de noviembre del 392), por lo que rompió con Libanios, con el que había mantenido una estrecha correspondencia epistolar hasta entonces. Habiendo reunido inmensas riquezas, que no cesaba de acrecentar, se instaló frente a Constantinopla, en Calcedonia, en la ribera asiática del Bósforo, donde fundó un claustro y una iglesia espléndida, en la que recibió el bautismo, ceremonia para la que se convocaron cerca de cuarenta obispos (año 394).

Cuando el levantamiento de Eugenio, Teodosio confió a Rufino la tutela de Arcadio y por lo mismo la dirección de los asuntos del Estado en Oriente. Sus enemigos lo acusaron de aspirar al Imperio. Sobre esto, en el año 395, muerto ya Teodosio, Rufino rompió violentamente con Estilicón que ejercía la tutoría sobre Honorio, el otro hijo de Teodosio, y mandaba prácticamente en Occidente. Fue seguramente a instigación de éste que los enemigos de Rufino se aseguraron el apoyo del godo Gaïnas que vagabundeaba por el Asia Menor con sus bandas. No habiendo sido Rufino jamás militar, no pudo contar con contingentes de tropas que le fuesen adictas. Ello hizo posible que Gaïnas atravesase el Helesponto y llegase a la capital, donde a la sazón se estaba precisamente celebrando una gran ceremonia, presidida por el emperador Arcadio, en el Hebdomon, el Campo Marcio de la nueva Roma. Rufino fue avistado por las hordas de Gaïnas y asesinado ante la vista del joven emperador.

Al parecer, fue el viejo eunuco Eutropio el que había dirigido la intriga, limitándose su venganza a confiscar la enorme fortuna de Rufino, pero dejándoles a su mujer e hija que pudieran retirarse a Jerusalén, donde vivieron en paz. Según recoge San Jerónimo (Epíst. 60, 16), la cabeza de Rufino fue paseada por Constantinopla en el pico de una lanza y "su mano derecha, cortada como ultraje de su insaciable avaricia, fue llevada de puerta en puerta como para mendigar". Además de con Libanios, Rufino mantuvo correspondencia con el célebre orador Symmachus (Epist. 3, 81ss). Son unilaterales los juicios que emiten contra él Claudianus (In Rufinum, 112) y también Zosimos (5, lss). V. el art. Rufinus de Adolf Lippold en el Der kleine Pauly. Lexikon der Antike, t. IV, col. 1465 (Munich 1972).