Filólogos

Lardizabal, Francisco Ignacio

Francisco Ignacio Lardizabal nació en el caserío Zubiaurre de Zaldibia (Gipuzkoa) el 5 de julio de 1806. Su padre, Frantzisko Xabier Lardizabal, nació en Orendain, y su madre era oriunda de la misma Zaldibia. Frantzisko Ignazio Lardizabal fue el último de nueve hermanos. A pesar de que el padre era el médico local, no parece que la familia viviera en la abundancia: además de tener que llevar una vida austera, también pasaron numerosos aprietos de carácter económico. Zaldibia era en aquella época plenamente rural: de las 100 casas con que contaba sólo 20 formaban el casco urbano, siendo las restantes caseríos. Precisamente fue cerca de ese centro urbano donde nació y vivió Lardizabal.

Frantzisko Ignacio Lardizabal inició sus estudios en los carmelitas de Lazkao, y parece que allí tuvo ocasión de conocer a Frai Bartolome de Santa Teresa, conocido autor de Markina que contribuyó notablemente, a comienzos del siglo XIX, a la creación del dialecto vizcaíno literario. Si bien no se ha realizado estudio serio alguno sobre el tema, el investigador Resurrección María Azkue creyó ver influencia de Frai Bartolome en los textos del de Zaldibia. En los círculos carmelitas de la época, Lardizabal tenía fama de ser buen estudiante y persona de gran humildad, y parece que esa forma de ser le ayudó mucho durante años. Cuando el padre general de los carmelitas visitó Lazkao, tuvo noticia de Lardizabal, y comprobando su forma de ser, dio al zaldibiarra la oportunidad de ir con él a estudiar, propuesta que el primero aceptó. Fruto de esa decisión, Lardizabal pasó los siguientes años estudiando Filosofía y Teología en Burgos.

Contando solamente dieciocho años, pidió permiso para realizar tonsura, y le fue aceptada, por lo que comenzó los trabajos de preparación en 1824. El de Zaldibia continuó estudiando, y en apenas un año se hizo con la plaza de beneficiado; sin embargo, la carrera académica de Lardizabal no finalizó ahí, ya que viajó a Burgos y Madrid para profundizar sus estudios (finalizó la carrera en la capital española). Consiguió el presbiterio con veinticuatro años y fue entonces cuando decidió regresar a su pueblo natal, del que fue cura y párroco desde 1830 a 1855. Algunos investigadores han defendido que Lardizabal vivió en su propio mundo, apartado del mundo exterior, pero otros han rechazado dicha hipótesis defendiendo que es poco verosímil, teniendo en cuenta que era una persona de amplios estudios que había vivido en grandes ciudades de fuera de la propia Euskal Herria.

La Primera Guerra Carlista estalló siendo Lardizabal párroco de Zaldibia, y dicha contienda tuvo graves consecuencias tanto para la población civil del lugar como para el propio Lardizabal. La sociedad se dividió entre carlistas y liberales, y ello no provocó más que enfados, trifulcas, peleas y batallas. Aunque también hubo liberales, la mayoría de los zaldibiarras se unió al bando carlista, y Lardizabal tuvo oportunidad de vivir en directo la división social creada en su propio pueblo natal. Totalmente hastiado, finalmente, optó por abandonar Zaldibia y se dirigió a Navarra, donde vivió en distintos lugares hasta su regreso a Zaldibia una vez ya finalizada la contienda carlista.

Sabemos que una vez establecido en Zaldibia, Lardizabal continuó leyendo e instruyéndose, y entre dichas lecturas cabe destacar la de varios autores vascos tanto de Gipuzkoa como de otras provincias (los clásicos labortanos como Larregi, los autores de la zona de Markina de principios del siglo XIX, el trabajo de Juan Mateo Zavala, etc.). Pronto se ganó la fama de buen y serio euskaltzale, y sabemos que ayudó a Iztueta a preparar las versiones definitivas de sus trabajos. Apenas conocemos nada sobre la biblioteca que Lardizabal pudo tener en su casa: existe un listado de obras, pero no se ha podido concretar si se trata de una lista completa o si los ahí recogidos son únicamente una parte de una biblioteca más extensa. Por otro lado, también conocemos que cuando el párroco zaldibiarra murió, muchos de sus textos, documentos y archivos se perdieron, hallándose entre ellos varias obras manuscritas sin publicar (y por ello no se puede especificar el número concreto de obras que escribió).

A mediados del siglo XIX la enfermedad cólera morbo asiático se expandió a lo largo y ancho de Gipuzkoa, y provocó cientos de muertos en toda la provincia. Frantzisko Ignazio Lardizabal fue una de esas víctimas, ya que murió tras contagiarse, en su pueblo natal, en 1855.