Empresarios

Chávarri y Salazar, Victor Francisco

Ingeniero y empresario portugalujo. Portugalete, 23-12-1854 - Marsella (Francia), 29-03-1900.

El despegue industrial de Bizkaia fue protagonizado por una generación de empresarios que, además de proceder de familias con tradición en negocios, compartían unos rasgos comunes: recibieron una formación superior a los de sus progenitores --podría decirse, incluso, que un nivel parecido a los empresarios alemanes (¡y muy por encima de los británicos!)--, eran en su mayoría ingenieros e introdujeron nuevas tecnologías.

Sectores como el siderometalúrgico, el eléctrico o el químico, donde industria se entrelazaba con ciencia y técnica, fueron los principales beneficiados. Víctor Chávarri encaja, ciertamente, en este marco. Pero es más, de muy pocos se puede decir lo que se puede manifestar sobre él: que desplegó sus iniciativas con una velocidad y energía formidables, en apenas un periodo de 21 años, sentando junto a otros los cimientos del desarrollo económico de Bizkaia. De él se ha llegado a decir que, tanto por su carácter como por sus logros, se asemeja a los empresarios "constructores de imperios" (como John Rockefeller o Andrew Carnegie) que jalonan la historia norteamericana.

Miembro de una estirpe distinguida (que inició su abuelo, como propietario de minas, pero venida a menos, con su padre), Chávarri parecía destinado a "ajustar cuentas con su pasado familiar", tras estudiar en el Colegio General de Vizcaya. Esta fuerte "necesidad de logro", que siempre le caracterizó, se vio reforzada durante su estancia en Lieja, en cuya universidad se graduó como Ingeniero de Artes y Manufacturas (1878). No fue, sin embargo, solo, acompañándole, aparte de otros hijos de la burguesía vasca, su hermano Benigno, que estudiaría ingeniería mecánica y que sería socio inseparable en el futuro. De su experiencia en Lieja, prolongada en Alemania, le quedaron contactos industriales y ganas impetuosas de progresar, de triunfar en Bizkaia, a donde regresó en 1878 (de hecho, "fue siempre muy belga de inspiración y gustos", en palabras de José Félix Lequerica).

De Bélgica trajo, también, nuevas ideas para la organización industrial y cierta asunción de riesgo, que supo aprovecharlas ante la primera oportunidad de negocio que tuvo: la creación de la Sociedad de Metalurgia y Construcciones Vizcaya, en 1882. La Vizcaya fue una gran fábrica siderúrgica, una de las dos --la otra era Altos Hornos de Bilbao (de la familia Ybarra)- más importantes del País Vasco. La concepción original del proyecto puede verse resumida en una memoria de 1883 escrita por el propio Chávarri. La idea, se señala, era aprovechar el mineral para producir lingotes de hierro para la exportación; lingotes que se transformarían en acero Bessemer, para luego laminar y producir barras, carriles, ruedas, ejes,..., en suma, "en todo lo necesario para la construcción y explotación de Ferrocarriles". Y, como posterior aplicación, para buques, calderas y todos los accesorios, que irían a parar a los astilleros que proyectaban. Para llevarlo a cabo, Chávarri recurrió a sus contactos belgas, encargando la tecnología y la asistencia técnica a la casa John Cockerill.

A finales de 1888, sin embargo, se produjo el cierre de los mercados exteriores, lo que llevó a Chávarri a promover la fabricación de acero; para ello, instaló calderas Buttner y hornos Robert y Martin-Siemens (estos últimos, a la sazón, eran la técnica más avanzada, más, incluso que los hornos Bessemer). Al adoptar estos sistemas, Chávarri contribuyó a la creación del estereotipo de ingeniero convertido en empresario, que defendía la función beneficiosa, y vital (vital, desde el punto de vista de la supervivencia empresarial), de la continua renovación tecnológica. Eso sí, casi siempre mediante la importación y transferencia de tecnología del extranjero.

En cualquier caso, para explicar el despegue industrial de Bizkaia no es suficiente con un énfasis en la renovación tecnológica. Chávarri manejó la estrategia de que las importaciones debían disminuir, creando empresas que fabricasen, desde casa, productos metálicos y maquinaria, sin necesidad de recurrir al extranjero. Desde este punto de vista, la integración vertical resultaba la estructura empresarial idónea. De hecho, las compañías mineras promovidas por los Chávarri (y sus socios) abastecían de carbón y mineral a la fábrica siderúrgica, que a su vez suministraba materia prima a las empresas de elaboración. Aprovechando al máximo cualquier oportunidad de negocio, Chávarri puso en práctica la doble estrategia de innovar --tecnología y/o productos- y ser pionero en sectores hasta entonces poco desarrollados en el Estado. En el primer caso, destacan sociedades como Delta (1889), que elaboraba un nuevo metal similar al bronce (inventado por Alexandre Dicla en Bélgica) a partir de la fundición de hierro y cobre, y la Fábrica de Vidrios Lamiaco (1890). En el segundo, empresas como la Papelera del Cadagua (1890), la Basconia (1892) y la Vasco Belga (1892), por citar algunas, son consideradas como precursoras en la fundación de los modernos sectores de la papelera, la hojalata y la construcción ferroviaria, respectivamente. En todas ellas se reúnen elementos comunes como la sociedad anónima, la diversificación de riesgos y la incertidumbre del proyecto.

La estrategia que siguió Chávarri fue la integración empresarial. De hecho, parece haberla aplicado también a la electrificación, puesto que las dos líneas de tranvía (Bilbao-Santurce y Bilbao-Las Arenas), que adquirió en 1894 en parte para sus negocios mineros y comerciales, iban a funcionar mediante la energía eléctrica que produciría la Sociedad José I. Amann y Cía, de la que era socio fundador. Esta sociedad que en 1897 pasó a llamarse Compañía Vizcaína de Electricidad, se ocuparía no sólo de explotar dos líneas de transporte, también de producir electricidad para empresas y particulares.

Al adoptar esta estrategia, con claras implicaciones sociales, Chávarri contribuyó a crear una compleja red de empresas con intereses trabados, que contaba con abastecimiento de mineral, también con vías férreas que lo suministrasen, y cómo no, con embarcaderos, para la entrada de carbón y la salida del hierro elaborado (lingote y acero), pues la idea, decíamos, era sustituir importación por exportación. Para ello, fue fundamental mantener, como negocio central, la explotación minera [de hecho, Chávarri y sus hermanos formaban parte de la llamada "élite de propietarios mineros", con doce minas sólo en la zona de Triano; pero también en Asturias, en donde fundaron Hulleras del Turón (1890), y en Almería y Córdoba]. Lo que se logró, en suma, fue articular, en Bizkaia, toda una economía en torno al negocio del hierro, centrándola en la transformación en acero e integrándola con empresas complementarias de productos metalúrgicos y de transportes; nada que ver, sin duda, con la antigua siderurgia, basada simplemente en la exportación de hierro a Inglaterra.

Pero para el afianzamiento de la industrialización vizcaína era precisa la colaboración del Estado. Aunque era un fenómeno antiguo, el asociacionismo empresarial había perdido fuerza con la monarquía liberal (no fue hasta 1886 en que se formó la Cámara de Comercio de Bilbao, y ésta apenas influía). En diciembre de 1893, tenía lugar, en el Teatro Arriaga y bajo la presidencia de Chávarri, el mitin protesta que terminaría en lo que se conoce como el primer lobby o "grupo de presión" vasco: la constitución de Liga Vizcaína de Productores, órgano emblemático de la burguesía vasca. Allí se aprobó lo que proponía Chávarri: ejercer presión sobre Madrid, mantener el statu quo arancelario, defender los intereses industriales creando asociaciones patronales. Para 1898, se producía el despegue de la economía vizcaína, y en ello la Liga tuvo mucho que ver.

Es más, el 2 de abril de 1897 Chávarri, junto con Pablo de Alzola (1841-1912) --otro ingeniero insigne, pero que había estudiado su carrera en Madrid, especializándose en Caminos, Canales y Puertos; y que labró también una carrera política como alcalde y diputado-, dieron la autorización política para que en Bilbao se crease una Escuela de Ingenieros Industriales, que respondiese a la creciente demanda de técnicos superiores. Este apoyo personal muestra una cultura técnica e inquietudes educativas --sin duda, de altos vuelos- compatibles con la preocupación por el desarrollo industrial.

Sería imposible, sin embargo, resumir en los estrechos límites de este espacio las múltiples caras y facetas de este innovador por excelencia. Y es que Chávarri innovó no sólo en el ámbito empresarial (abriendo el camino de la minería a la siderometalurgia) y financiero (apoyando la banca alternativa con la creación del Banco de Comercio), también en el político (baste recordar que fue diputado a Cortes, de 1886 a 1890, y senador, de 1891 a 1900, evolucionando del liberalismo de Mateo Sagasta al conservadurismo de Antonio Cánovas del Castillo). Quizá nada mejor que acabar con la siguiente cita de Eduardo Alonso, uno de los que más ha estudiado su polifacética actividad: 'En definitiva, si alguna conclusión cabe señalar de las sucesivas iniciativas de Chávarri es sin duda la innovación. Innovación técnica, desarrollo de la sociedad anónima y de la captación de capitales ajenos, innovación en diferentes sectores, como el siderúrgico, el ferroviario, pero también en el inmobiliario.... Innovación geográfica también, puesto que traspasó los estrechos límites de su Portugalete natal...para dar el salto hacia Bilbao, Sestao,..., Madrid, Almería, Palencia, Burgos, Inglaterra...'.