Militares

Torre y Ormaza, Simón de la

Militar carlista, nacido en Larrabetzu (Bizkaia) en 1803 y muerto en Areatza (Bizkaia) en 1886, a los 83 años de edad.

Estudió en Bilbao, de donde partió a luchar contra el régimen constitucional implantado en 1820. Se distinguió en el encuentro de Lezama, lo que le valió el grado de alférez. Su partida fue sorprendida en el barrio de Ibarra (Orozko, Bizkaia.) y, gracias a su imaginación y valentía, pudo escapar con vida vestido de mendigo. Rehecho del contratiempo, marchó a Navarra. Allí se distinguió en la acción de Venta Blanca, cerca de Pamplona, siendo premiado con la Cruz de San Fernando de segunda clase. Restablecido el régimen absolutista, se le destinó como capitán al Regimiento del príncipe del que pasó de teniente a la Guardia Real de Infantería (1826), de guarnición en Córdoba. Un año más tarde (1827) figura en Barcelona luchando por el ideario carlista. Nuevamente su valor es premiado con otra Cruz de San Fernando. Separado del ejército por el inspector general Quesada, con gran resentimiento pidió licencia ilimitada para residir en Vitoria.

Se hallaba en esta ciudad cuando se produjo la proclamación de don Carlos (2 de octubre de 1833). Se trasladó con rapidez a Bilbao y fue nombrado jefe de Estado Mayor de la primera columna carlista. Poco más tarde, reunido en Oñati (Gipuzkoa) con otros prestigiosos jefes carlistas, fueron dispersados por la columna liberal de Lorenzo. Sin embargo, La Torre se rehizo pronto y se atrevió a atacar a Linaje dentro del pueblo de Amurrio (Álava) con sólo 250 hombres, penetrando en las calles y casi aprisionando al jefe liberal. En la acción de Azkoitia (Gipuzkoa) derrotó al enemigo e hizo gran número de prisioneros, a los que pronto dejó en libertad. Igualmente, sorprendió en Gernika (Bizkaia) al barón de Solar de Espinosa al que causó una severa derrota, si bien no quiso apresar al propio barón. En esta ocasión estuvo apoyado por las fuerzas de Zabala. Tal victoria le reportó a La Torre el cargo de coronel. En sucesivas acciones supo evitar la derrota frente a los fuertes contingentes de tropas isabelinas, a pesar de sus diferencias con Zabala y Valdespina, los cuales lograron separarle del mando, si bien don Carlos lo repuso pronto en el mismo. Figuró en las acciones de Areitio, Andracas, Gorbea, Maturana, Miranda, Arlaban, ventas del Ribero, Plentzia, Lekeitio, Balmaseda, etc.

Sus actuaciones fueron premiadas con el empleo de brigadier (Gorbea), cruz de San Fernando de cuarta clase (Arrigorriaga), mariscal de campo (Maturana) y gran cruz de Isabel la Católica (28 de mayo de 1836). En octubre del mismo año aparece en el consejo extraordinario que se celebró en Durango bajo la dirección de don Carlos. Para entonces La Torre ostentaba ya el grado de general. Formó parte de la expedición real, a cuyo proyecto se había opuesto y que dirigió el infante Sebastián Gabriel de Borbón y Braganza. En ella mandó el escuadrón de oficiales. Al regreso de la misma, de resultados tan catastróficos para la causa carlista, siguió el mismo camino de otros prestigiosos jefes carlistas: fue deportado a Areatza (Bizkaia) (según Juan E. Delmás a Estella).

Cuando Maroto se hizo dueño y señor de la jefatura carlista (finales de febrero de 1839), fue nombrado por éste Comandante general de Vizcaya. Ramón Oyarzun escribirá:

"Maroto colocó en los puestos de mando, como es natural, a todos aquellos jefes que él creía ganados a la traición, y a fuer de imparciales hemos de decir que tan traidores o más que Maroto fueron algunos de ellos, especialmente el vizcaino Simón de la Torre y el guipuzcoano Urbiztondo, quienes a última hora, cuando Maroto, con los nervios ya quebrantados y el espíritu conturbado, tuvo un momento de vacilación y acaso de arrepentimiento, al ver que Espartero retiraba parte de sus ofrecimientos y aumentaba sus exigencias, le obligaron a apresurar la firma del convenio de Vergara, llevando sus batallones, el primero los vizcainos y el segundo los castellanos, a los puntos que les designó Espartero"

Historia del carlismo, p. 156.

Urbiztondo y La Torre fueron quienes más trabajaron para convencer a las tropas carlistas que se presentaban reacias a entregarse en Bergara. La Torre habría de ser el primer jefe que firmaría dicho Convenio (1839). En el alzamiento contra la regencia de Espartero y en favor de María Cristina de Borbón (2 de octubre de 1840) se ofreció a prestar sus servicios. El Gobierno de Isabel II le revalidó los grados y títulos carlistas. Por espacio de varios años estuvo retirado en Areatza y Bilbao, hasta que el Gobierno le nombró gobernador militar de Santiago de Cuba, pasando dos años más tarde a la isla de Puerto Rico como teniente general y capitán general de la misma. En los años que permaneció al frente de dichos puestos introdujo diversos cambios en la administración y tomó severas medidas para cortar abusos.