Engineers

Churruca y Brunet, Evaristo de

Ingeniero mutrikuarra. Izu (Olza), 26 de octubre de 1841 - Bilbao, 3 de abril de 1917.

Evaristo de Churruca, un ingeniero de origen guipuzcoano cuyo prestigio profesional y social se debe a haber proyectado y dirigido las obras de mejora de la ría y del puerto exterior de Bilbao, escribió en una memoria en la que resumía su experiencia a lo largo de sus 45 años de servicio que se congratulaba "por haber podido contribuir, en mi modesta esfera, a la mejora de este puerto y a la prosperidad de Bilbao y de la comarca".



Pocas veces antes, en la historia del País Vasco, una obra de ingeniería cambió tanto -para bien, es cierto- la fisonomía y, sobre todo, la economía de la sociedad más próxima a la que sirvió. Descendiente de un ilustre linaje (entre sus antecesores figura el almirante Antonio Gaztañeta y su tío abuelo el marino Cosme Damián Churruca), hijo de magistrado, Evaristo nació en Izu, un pueblecito del valle de Olza, aunque a los dos años su familia se trasladó a Mutriku, cuna de la hidalga progenie a la que pertenecía. De su infancia en Mutriku le quedó un buen dominio del euskera, de lo que nacería luego un excelente vascófilo, a juzgar pos sus futuros ensayos filológicos y etimológicos.

Más que la acción fue el pensamiento lo que distinguió a sus antecesores (hasta los marinos se distinguieron por su competencia científica) y, acaso por eso, fue internado en el Real Seminario de Vergara. Allí estudió -de 1852 a 1856- matemáticas y ciencias naturales, sus aficiones tempranas, pero también debió despertarse su vocación ingenieril: una sólida formación matemática era obligatoria para poder ingresar en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Madrid, la que sería su futura y única carrera.

Una vez finalizados brillantemente sus estudios, en 1863, Evaristo fue destinado a Murcia, al servicio marítimo de puertos y faros de esta provincia, en donde dirigió, entre otros, la construcción de los faros del Cabo de Palos y de Porman. De Murcia se trasladó a Valencia, en 1865, como parte de una comisión formada para estudiar las inundaciones del río Júcar; y de aquí a Bizkaia, en 1866, como ingeniero adscrito a las Divisiones Hidrológicas. Los escasos seis meses que permaneció en esta provincia antes de marchar a Puerto Rico, los dedicó a la canalización de la ría de Gernika, pero también conoció in situ e in mente lo que terminaría siendo su obra de por vida: el cuidado de la ría de Bilbao.

El 24 de noviembre de 1866 el joven Evaristo dejó Bizkaia, por orden superior, iniciando una estancia de seis años en Puerto Rico que le proporcionaría una experiencia valiosa en obras y puertos. Como jefe del Distrito Oriental, realizó uno de sus trabajos más laureados, la mejora del Puerto de San Juan, que exigió un minucioso levantamiento del plano hidrográfico de la bahía. Da idea del interés que suscitó la obra el que el gobierno español le premió, en 1869, con la Encomienda de número de Isabel la Católica; al año siguiente, era nombrado inspector general de Obras Públicas de la Isla. Entre sus otras obras se encuentran: los puentes de Bayamón, Cagua y Mayagüez; las iglesias de Guayama y Humacao, derruidas por fuertes sismos (1868); la instalación de la red telegráfica de la Isla; y la regularización de riegos en el departamento de Ponce (1871-1872).

En enero de 1873 el joven condecorado abandonaba voluntariamente la Isla, iniciando un prolongado viaje de retorno que incluiría los Estados Unidos -en donde cursó estudios- y Madrid -en la sección de carreteras y ferrocarriles, de diciembre de 1874 a octubre de 1877-. Regresaba a Bilbao doce años después, como primer, y flamante, director de la Junta de Obras del Puerto, y en seguida inició una serie de estudios dirigidos a averiguar si era imaginable un proyecto ingenieril que hiciese más navegable, menos impracticable la ría de Bilbao. Y es que las condiciones de la ría y la barra de Portugalete eran bastante lamentables; la ría describía una curva cerrada en Elorrieta -accesible sólo para buques de eslora corta- y fondos altos en varios tramos, lo cual obligaba a los buques a fondear a varios kilómetros de Bilbao y a transportar la mercancía en gabarras, encareciéndolo todo. La embocadura, por su parte, era de lo peor: formada por un amplio banco de arena y con una profundidad -en la bajamar- de un metro escaso, la navegación se veía dificultada -por no decir impedida- en épocas de temporal. En un tiempo de expansión industrial y mercantil, en que la industria siderúrgica generaba enormes expectativas, y, a su vez, requería del transporte de minerales -especialmente desde, o hacia, los yacimientos de hierro-, las condiciones de la ría y su barra eran, sin duda, perjudiciales para el comercio y la industria vizcaínas.

Churruca abordó el problema. En 1878 se le ocurrió la idea de que era necesario investigar en los archivos cuanto se había realizado en la Ría desde el siglo XV; de que los principales defectos de que adolecía el cauce podían encontrarse en la historia de las obras del encauzamiento. Se podía lograr una "ría navegable", es cierto, pero se trataba de una colosal obra, de dragado, canalización y construcción de muelles y rompeolas. Si se subsanan los defectos mencionados y se establecen grúas, boyas de amarre, etc., en los muelles, se ganará en profundidad y accesibilidad, y el resultado será un incremento de tráfico. El proyecto que había sido aprobado por el gobierno en 1880, quedó terminado en siete años. Los efectos fueron inmediatos: el tráfico del puerto se cuatriplicó (para el año 1897), los fletes disminuyeron considerablemente y Bilbao se convirtió (para finales de siglo) en el puerto comercial más importante del Estado, tras Barcelona.

Durante el periodo de la construcción -la más inmediata y urgente- de las obras de la ría, Churruca trabajó en secreto la idea de realizar un enorme puerto exterior en el Abra, que sirviese de ancladero en el litoral del Golfo de Bizkaia. La idea no era original, tampoco pionera, pero, de llevarse a cabo, serviría para que transatlánticos y grandes buques pudiesen efectuar operaciones mercantiles y no tuviesen que depender de las mareas para entrar o salir de la ría; también serviría de puerto de refugio. Churruca preparó planos y proyectos para su aprobación ante la Junta de Obras. Casi inmediatamente, empezó a recabar apoyos para su obra, que fue subvencionada por el Ayuntamiento de Bilbao, la Diputación de Bizkaia y el Estado (éste concedió 250.000 ptas. anuales durante 12 años), una de las obras magnánimas de la ingeniería vasca y la obra cumbre de Churruca. Da idea de la expectación que causó la obra el que la primera piedra del rompeolas fue colocada por el Ministro de Fomento, el 21 de septiembre de 1888; la última, por Alfonso XIII, el 8 de septiembre de 1902. Entre las condecoraciones que recibió, destacan la de Oficial de la Legión de Honor por el gobierno francés y la Gran Cruz de Carlos III.

Existe un testimonio, pronunciado en la prestigiosa Academia de Ciencias de París, en la sesión del 21 de junio de 1886, en el que el ingeniero Bouquet de la Grye expresó con una gran franqueza, a modo de reconocimiento, el valor de las obras de Churruca, y cómo eran pertinentes para el encauzamiento del río Senegal. Merece la pena reproducir el pasaje en cuestión:

"Los trabajos ejecutados tan hábilmente por los Ingenieros españoles frente a Bilbao, son la prueba de las leyes que regulan estos movimientos de las arenas y garantizan el éxito del sistema para obtener la mejora de la embocadura del Senegal y facilitar el acceso de los buques a San Luis."

Otro texto, éste de prensa, que aportaba interesantes datos sobre el origen y pormenores de la obra del puerto exterior, fue el artículo "Le réveil de l"Espagne- Le Port de Bilbao" que Maurice Caradec publicó en el diario La Dépêche de Brest, el 20 de marzo de 1903. Entre otras cosas, decía:

"El acceso no podrá mejorarse de manera definitiva si no es mediante la construcción de un puerto exterior. Desde hacía mucho tiempo se habían elaborado numerosos proyectos. Churruca trazó el plan definitivo, basándose en los trabajos del puerto vecino francés de Saint-Jean-de-Luz. Los trabajos fueron adjudicados en 1888 a la Sociedad francesa Coiseau, Couvreux et Allard.... La ejecución de esta obra gigantesca costó cerca de cuarenta millones de pesetas y catorce años de esfuerzo."

A través de estos trabajos y otros proyectos que elaboró posteriormente para la mejora de los muelles de Bilbao, Churruca contribuyó a la creación de un puerto comercial de primer orden, que propició el aumento beneficioso, e inevitable (técnicamente inevitable, sostenían muchos a partir de la fe de Churruca), del transporte de mercancías. Con ello vino, sin duda, la expansión de las industrias siderúrgica y de astilleros navales del Nervión. Y con ello, también, el concurrido y sentido homenaje que le brindó la sociedad bilbaína, tanto en vida (en 1908) como en acto póstumo. Una escultura erigida en 1939 en Las Arenas honra la memoria del, primer, conde de Mutriku.