Rey de Castilla y de León desde 1252 a 1284 durante los reinados de Teobaldo II, Enrique I y D.ª Juana de Navarra.
Heredó de su antecesor sus ambiciones imperiales y su tortuosa y hábil diplomacia. Recién entrado a reinar Teobaldo I, inició ya un intentó de invasión de Navarra que ésta evitó mediante una alianza con Aragón. El 1255 el descontento contra Alfonso X y la dominación castellana era general en las tierras ocupadas a Navarra, hasta tal punto que obligó a D. Diego López de Haro, Señor de Vizcaya, a refugiarse en Estella junto con otros magnates vascos como Sancho Garcés, de Salzedo; Diego López, de Mendoza; Iñigo Jiménez, de Nanclares; Lope Díaz, de Mendoza; Miguel Iñiguez, de Zuazu; Sancho González, de Heredia; Lope García, de Salazar; Rui Sánchez, de Landa y Lope Iñiguez, de Orozco. También intentó hacerse con la Gascuña alegando derechos dinásticos. Veáse Alfonso VIII. Aspiró al trono imperial alemán alegando el parentesco de su madre con Beatriz de Suavia.
Durante el breve reinado de Enrique I en Navarra (1270-1274) hizo frente a la sublevación de su hermano el infante D. Felipe. Este último buscó apoyo en el navarro, pero éste le puso por condición la devolución de las regiones conquistadas por Alfonso VIII. En vista de ello dejó a Enrique I y se alió con el rey de Granada. Durante el reinado de Juana I (1274-1305), niña de dos años, Alfonso X el Sabio pretendió ser nombrado tutor durante la minoría de edad de la misma en competencia con los reyes de Aragón y de Francia, todos ellos con miras que es fácil adivinar. D.ª Blanca de Borbón, reina viuda de Navarra, reunió Cortes y éstas eligieron como tutor a D. Pedro Sánchez de Montagut. Aquí hubieran acabado las cosas si no hubiera habido mar de fondo en todo este asunto. Alfonso X el Sabio había previsto también este caso y tenía un pretendiente a la tutoría entre los navarros: D. García Almoravid. El Sabio, conocía muy bien el problema de los barrios de Pamplona y la enemiga irreconciliable entre los pobladores de la Navarrería y los de la población y el Burgo en los que predominaban colonias de franceses traídos por los Teobaldos.
Al ver fracasados sus planes para apoderarse de Navarra desde adentro recurrió a las armas. Envió al infante heredero D. Fernando con fuertes tropas para pasar el Ebro desde Logroño y tomar sorpresivamente la plaza fuerte de Viana. Los vieneses reaccionaron vivamente destruyendo las aldeas circundantes para privar de medios a los invasores y se aprestaron a la defensa. El cerco de los castellanos fue inútil ante su heroica resistencia debiendo retirarse sin conseguir su objetivo. Alfonso cambió de táctica y se sirvió de Almoravid para aguzar las luchas de barrios en Pamplona que llegaron a extremos inconcebibles. Para hacer frente al poder castellano, desde fuera y desde adentro, la reina viuda concertó el matrimonio de su hija Juana con Felipe, heredero de Francia. Sublevados los barrios, Alfonso apostó sus fuerzas al mando de su hijo Fernando. Un ejército francés llegó -vía Canfranc-, a las puertas de Pamplona y cercó y tomó la Navarrería cometiendo saqueos y salvajes matanzas. D. García huyó a Castilla lo mismo que las tropas de Alfonso X el Sabio.