Rey de Aragón (1213-1276)
Interviene en el problema sucesorio de Sancho el Fuerte de Navarra a ruegos de éste. Sancho el Fuerte, enfermo de cáncer, vivía retirado y aislado en su castillo de Tudela, meditando y buscando solución al problema sucesorio. "Por la salvación de mi pueblo", habría de decir a Jaime de Aragón. Buscaba un medio para que el Reino, aunque desmembrado, no pasara a la Corona de Castilla ni a la de Francia. Y no encontrando solución aceptable pensó en su prohijamiento del joven rey de Aragón Jaime I, su sobrino político, por quien sentía gran simpatía y amistad. La Crónica de Jaime I el Conquistador nos relata lo acontecido. Dice el rey Jaime en su crónica:
"En este tiempo vivió Don Sancho rey de Navarra, hijo del otro rey Sancho; el mejor rey que tuvo Navarra. El rey de Castilla encomendó a Lope Díaz, señor de Vizcaya, emprender la guerra en Navarra y le tomó dos o tres castillos. Entonces el rey de Navarra me hizo saber de palabra que si quisiera celebrar un tratado con él, firmaría un compromiso, otorgándome tanto favor y afecto como jamás ningún rey hizo a otro. Entonces yo resolví marchar a Tudela para verlo, porque durante veinticinco años no había salido de la ciudad ni había viajado por ninguna parte". "Cuando fui a Navarra, Don Sancho no pudo bajar a recibirme a la ciudad, pues estaba enormemente grueso y no permitía que su pueblo le viese sino en privado..." "Al día siguiente, a la hora de vísperas, subí al castillo. Me recibió muy bien y con la mayor cortesía salió a recibirme hasta un lugar que él no había visitado durante diez años; me abrazó (él era tan alto como yo) y lo hizo muy contento y riéndose..."
(Trad. del catalán).
En la reunión del día siguiente dijo don Sancho al rey de Aragón:
"Rey, yo creo que conocéis el gran afecto y devoción que existe entre nosotros; no hay en el mundo nadie tan cercano a mí como vos, excepto quizás el hijo de la condesa de Champaña, que es sobrino mío; sin embargo yo siento que sois para mí más que él porque os quiero más. El afecto que deposité en él fue mal correspondido. Nos ha devuelto mal por bien y se porta tan mal con Nos, que ha llegado a conspirar con nuestros hombres de Navarra para destrozarnos y alzarse rey. Por eso os envié buscar deseando que antes tengáis vos el reino que él o que cualquier otro hombre del mundo. Yo quiero prohijaras y que vos me prohijéis a mí; lo quieroasí porque yo moriré antes que Vos, pues tengo ya setenta y ocho años, mientras vos no tenéis aún veinticinco. Todo eso lo hago por la salvación de mi pueblo y para que no me tenga por hombre que obra de ligero".
No debe olvidarse que Jaime I de Aragón estaba casado con Leonor, hija de Alfonso VIII de Castilla, y que tenía ya en ese tiempo un hijo y sucesor a la Corona aragonesa. Don Jaime debía, pues, conjugar los derechos de su hijo con la forma de hacer el prohijamiento, consultando, además, a los Barones del Reino. Los consejeros aragoneses trajeron en su día la respuesta, directa y oral, en estos términos:
"El rey nos manda ante vos porque deseamos deciros algo en su nombre que él no se atreve a manifestar en vuestra presencia. El rey de Aragón, nuestro señor, tiene un hijo de su mujer Leonor, pero están separados por orden del Papa. El rey sin embargo, ordenó a Aragón y a Lérida [se refiere a las Cortes aragonesas y catalanas] que prestaran juramento a su hijo como heredero. La muerte de los hombres depende de Dios y los hombres jóvenes mueren como los viejos. Esta es la mayor dificultad que tiene nuestro señor, porque no puede ignorar el derecho de su hijo mientras viva. Si no fuera por ella, aceptaría gustoso vuestra proposición que le agrada sobremanera, porque además conoce el gran afecto que sentís por él".
La proposición aragonesa fue del agrado de don Sancho, que la aceptó de inmediato de acuerdo con sus consejeros. Don Jaime comenta en su Crónica el acuerdo de prohijamiento:
"Dado el gran afecto que me tenía y porque yo podía ayudarle contra el rey de Castilla que había hecho mal y le había privado de su herencia territorial, aceptó la proposición considerándonos a mí y a mi hijo como una sola persona; es decir, que si él moría antes que yo, su reino y toda su tierra quedaría para mí y si eso mismo nos sucediera a mi y a mi hijo don Alfonso, bien entendido, entonces mi reino y mis tierras quedarían para él".
Jaime calculaba los pros y los contras del acuerdo y los peligros de una guerra con Castilla. No obstante lo consideraba ventajoso para su reino por tres razones:
"Una, porque el daño hecho por el rey de Castilla a don Sancho en aquellos tiempos había sido muy grande; otra, porque como era de setenta y ocho años de edad... cada uno de nosotros, mi hijo y yo podríamos vivir más tiempo cada uno que él de acuerdo con la naturaleza, siendo por ello razonable correr el riesgo contra las posibilidades de don Sancho; por otra parte, desde que el rey de Castilla le agravió tanto y él nos hizo sus hijos y herederos de todo cuanto poseía, yo encontré justo aceptar el compromiso de acudir a la guerra defendiendo las tierras de mi padre desde que él me adoptó por hijo".
Faltaba solamente el consentimiento de ambos reinos para la redacción del documento definitivo. En una de las entrevistas de ambos monarcas convinieron el procedimiento, que nos parece muy democrático para tratarse del siglo XIII.
"Que don Sancho reuniese a los nobles de Navarra, a los caballeros y a diez hombres por cada ciudad con el consentimiento del resto de los vecinos, de tal manera que lo que ellos hicieran fuera aceptado, confirmado y aprobado por los demás; y por todas las villas importantes cuatro hombres cada uno, con autoridad otorgada por el resto de los vecinos de que aceptarían asimismo lo que ellos acordaren".
Lo mismo se haría en el reino de Aragón. La nueva reunión de ambos reyes y sus magnates tuvo lugar en Tudela, prestando juramento de aceptar por rey al rey que sobreviviera al otro. Redactaron un pacto y lo firmaron con fecha 2 de febrero de 1231 y nombraron, además, un representante mutuo en cada reino para tomar juramento a representantes populares que no acudieron a la reunión.