Mendilerroa

SIERRA Y TÚNEL DE SAN ADRIÁN

La cordillera pirenaica, que es la que marca la divisoria de las cuencas del Mediterráneo y del Atlántico, aflora en Gipuzkoa por Aralar, que determina el eje de la cordillera, y alcanza altitudes de 1.400 m. La sierra de Aralar, por el puerto de Lizarrusti, se une con la de Altzania, la cual, a su vez, por la Sierra de San Adrián, va a buscar la de Aizkorri. La venta de San Adrián se ubica entre los montes Aratz y Aizkorri a los 1.036 m. de altitud en la cuenca del Ebro. El puerto de San Adrián está entre las peñas de Lizarrate, y Aizkorri, cuenca del Ebro, a una altura de 1.160 m. Próximamente al túnel de San Adrián, nace el río Alzania en un manantial, cuyo caudal de agua en invierno es de 100 litros por segundo y 14 en verano. La sierra de Aralar, enlaza por el puerto de San Adrián con la de Aizkorri y corre después hacia el OE., formando, a manera de continuación de esta última, la de Aloña y la de Zaraya. En el puerto de San Adrián pueden señalarse las ermitas del Espíritu Santo, que en su día fue, según parece, convento de templarios, y la de San Adrián a corta distancia de la anterior. La conocidísima cueva-túnel se halla en el dominio de la parzonería general de Altzania (Guip. y Alava). Por ella pasa la calzada de tránsito que hasta el primer tercio del s. XIX fue la principal arteria de comunicación entre Francia-Guipúzcoa-Castilla. Existe numerosísima bibliografía referente a este estratégico paso abierto en la peña que se llamó Fortaleza de San Adrián. En el interior del túnel natural, que tiene 57 metros de longitud total, existe una ermita dedicada a San Adrián, reedificada en 1894. Al efectuar los trabajos de cimentación de la nueva ermita, aparecieron restos de enterramientos cuya data no fue precisada. En la revista «Euskalerria», núm. 502, pp. 531-535, San Sebastián, 1894, hay un trabajo que se debe a don Alfonso M. Zabala, párroco a la sazón de Zegama, en el que se detallan curiosos pormenores sobre la cueva de San Adrián y que denotan una aguda intuición espeleológica en el autor. Según el minucioso historiador vasco Isasti (1615), la cueva se denominaba en su tiempo Leizarrate. En la pared meridional del túnel se abren tres sinuosas galerías, con interesantes testigos de erosión mecánica. Han sido visitadas repetidas veces por bioespeleologistas y entre otras citas de que es objeto por parte de entomólogos conocidos, mencionemos la que Bolivar-Breuil-Jeannel dan en las páginas 359-360 de Enumération des grottes visitées, septiéme série 1918-1927, París, 1929, donde se detalla un curioso fenómeno ecológico que explica la desaparición y reaparición de determinadas especies cavernícolas. Esta cueva es por demás interesante, por diversidad de motivos, históricos, espeleológicos, entomológicos, etnográficos, etc. y merece por sí sola la atención estudiosa de un grupo de investigadores. La entrada inferior del túnel, que mira al E., se halla a unos 980 m. s. n. m.